Disclaimer: Está demás decir que ningún personaje de Percy Jackson me pertenece. Sólo una historia para entretenimiento, sin fines de lucro.
Summary: -¿No deseabas recuperar el tiempo perdido? –le espetó Hera. –Si, pero esta vez ha ido demasiado lejos –reclamó Annabeth. -¡Pavorreal! –gritó entusiasmado Percy.
Advertencia: Spoilers Blood of Olympus.
MANUAL PARA UNAS NAVIDADES PERFECTAS
1 ) No busque complicaciones innecesarias.
Un llanto difuso la despertó. El día anterior le agotó hasta el último ápice de energía. De organizar las festividades del campamento, a luchar contra engendros del inframundo, sin dudarlo, elegiría lo segundo. Es por ello que quizá aquel tímido lamento apenas y le molestó. Su sentido del deber le decía que echara un vistazo. Su cama prefería insinuarle que no abandonara aquel paraíso esponjoso y tibio.
Pero ella era Annabeth Chase. Hija de Atenea y Heroína del Olimpo. Ella siempre hacía lo correcto. Pesadamente, abandonó su cama para marcharse a investigar. Fuera de su cabaña, la temperatura estaba unos veinte grados más baja. Se lamentó por su siesta interrumpida y a la luz del alba, se concentró en el sonido, aún perdido entre las cabañas.
Recorrió sigilosamente la serie de cabañas. Inspeccionó con interés la numero once, de Hermes. El mes pasado un par de prescolares fueron reclamados por el dios mensajero, pero al parecer los pequeños campistas aun no despertaban –afortunadamente, para el resto- y la cabaña se encontraba sumida en silencio. Terminó su recorrido a la puerta de la cabaña de Poseidón. Sabía bien que, por lo que respecta a Percy, no estaría despierto hasta bien entrado medio día, así que era el último lugar donde esperaba encontrar la fuente de aquel tímido lamento.
Para su sorpresa, el sollozo volvió, proveniente justamente del otro lado de la puerta de la cabaña tres. Annabeth se abalanzó contra la puerta.
– ¿Percy?
El llanto se detuvo.
– ¿Percy? ¿Quién está allí?
Silencio.
– Vamos sesos de alga, me congelo.
Más silencio.
Suspiró resignada antes de darle un buen empujón a la vieja puerta de la cabaña. Lo primero que detectó es que, definitivamente, aquella cabaña no era nada cálida. Apenas gozaba de unos cuantos grados más que al otro lado de la puerta, y mentalmente se compadeció por su novio. ¿Cómo podía dormir dentro de ese congelador?
– Percy, ¿Qué rayos..?
Se detuvo apenas alcanzó a ver la cama de Percy vacía. Estaba deshecha, como si alguien hubiese huido de improviso. No fue hasta que giró sobre sus talones, que lo vio.
El pequeño gimoteo de nuevo. Un par de enormes ojos verde mar enrojecidos por el llanto la observaban, temerosos. Se encontraba escondido tras el librero viejo, casi vacío, que ocupaba una que otra pertenencia del hijo del mar. Debía de rondar por los cinco años, pero su revuelto cabello azabache lo hacía lucir más grande. Por primera vez, Annabeth no buscó la lógica de la situación, y le dejó a su instinto sacar sus propias conclusiones.
– ¿Percy? – dijo con apenas un hilo de voz.
– ¿Sabes mi nombre? –replicó sorprendido el pequeño.
– Oh dioses, ¿Eres tú?- ella se inclinó a su altura, sin acercarse. Debía tener un gesto horrorizado, pues aquel pequeño se adhirió con más fuerza con el muro tras de sí.
– Quiero ir con mamá –dijo apenas antes de ahogarse en otro sollozo.
Annabeth sintió su corazón desplomarse. Por Zeus, ¿ahora qué le había ocurrido?
– Percy, soy yo Annabeth. ¿Me recuerdas? –el pequeño detuvo su llanto al escucharle. Annabeth le sonrió – ¿Me recuerdas, cierto? Tú y yo somos…-
Novios.
Sí. Pero él tiene 5 años. ¿Cómo decirle a un niño de 5 años, que llora por encontrar a su madre, que tiene novia?
– ¿Amigos? –agregó él, inseguro.
– Sí, eso. Tú y yo somos amigos. Buenos amigos – Amigos de los que se besan, pensó.
Percy pareció debatirlo para sí mismo.
– ¿Me ayudarás a encontrar a mi mami?
Annabeth se detuvo a meditar en la idea. Ella y el pequeño Percy, a la puerta del departamento de Sally, informándole que su hijo debía ir al parvulario por segunda vez. Si. Seguramente es la noticia que espera cualquiera que comienza una nueva vida luego de su luna de miel.
– La buscaremos juntos –ofreció –será como jugar a las escondidas.
El pequeño frunció el entrecejo y se puso serio. Dentro de aquella pijama enorme, parecía estar vestido con un kimono. Abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo, pero se llevó su manita a la boca, como si estuviera a punto de decir algo que no debía.
– Mamá dijo que no debo hablar con extraños –dijo, al fin.
Chico listo.
– Pero tu madre no dijo nada acerca de jugar con extraños, ¿cierto? –replicó Annabeth.
Percy negó enérgicamente.
Te tengo.
– ¿Qué dices si vamos a buscar a otros amigos para jugar a encontrar a mamá?
Él asintió entusiasmado, antes de tomarle de la mano y salir de su cabaña.
Annabeth nunca pensó, que ir de la mano por allí con su novio, podría llegar a ser tan peculiar.
Incursionando en la comedia, dándole vacaciones al drama y la tragedia, y claro, para ponerme a tono en estas fechas, les dejo este corto long-fic –si, tan contradictorio como corto y long en la misma frase- dedicado especialmente a mis lectores y amigos de FFnet.
Espero lo disfruten.
¡Felices fiestas!
