Declaimer. La Trilogía "Los Juegos del Hambre" y sus personajes no me pertenecen, ni gano un centavo al escribir esto, solo soy una fan con suficiente imaginación como para inventar locuras. Esta historia sale de un reto propuesto por Darkmatter Black del foro El diente de león.

Hasta abajooo.


-La Pradera y dos conocidos desconocidos -

~MADGE POV~

La Pradera se había convertido en mi sitio predilecto desde que Katniss se había ofrecido como voluntaria para ser tributo en sus primeros Juegos. El bosque no era lugar para mí, así que ese punto en el Distrito era lo más cerca que podía encontrarme del sitio que más la hacía feliz a ella. Un lugar pegado a la Veta, un lugar peligroso para alguien de mi apellido, pero necesitaba el falso contacto con ella.

Añoraba su amistad, su cercanía y su voz, cuando ella me honraba con su conversación. Era, aún es, mi mejor amiga, mi única amiga en el Distrito, porque nadie más quiere meterse con la hija del alcalde. Dos personas en soledad pueden formar un mundo acompañadas, sobre todo si tu compañía suele estar escoltada por el chico por el que mueres de amor inútilmente.

Estoy de pie a unos cuantos pasos de la cerca, la brisa hacia volar la falda de mi vestido dándole vuelo. Observo al otro lado, pensando que la veré, furtiva, arco en mano y con su cara de concentración. No está ahí, está en un tren con destino al Capitolio.

—Madge Undersee — apenas estaba amaneciendo, los primeros rayos de luz iluminaban el bosque—este no es sitio para ti — apenas pude oír sus pasos al acercarse hasta mí.

—Lo siento —me disculpo porque aunque este sitio no le pertenece a él, me siento una intrusa—ya me iba — me giro evitando sus ojos que sé que me estudian, él siempre me ve como si yo no valiese nada.

— ¿Qué haces aquí Madge? — paso por su lado, detiene mi andar posando su mano en mi hombro, el contacto me da electricidad.

— Yo… —mido mis palabras porque realmente no sé qué decir— extraño a Katniss, vengo aquí porque es donde ella se sentía feliz y yo…— trago con dificultad— no puedo creer que se la llevaran de nuevo Gale.

— Ven conmigo…— camina por el borde del prado.

— ¿Dónde? —sigue hasta unos arbustos que cruzan la alambrada hasta el otro lado.

—Al bosque...claro está— se detiene de pronto y no logro evitar chocar contra su espalda, mis manos en contacto con sus músculos.

— Lo siento — me repito ruborizándome, dejando unos pasos entre él y yo, otra vez me mira de arriba abajo— yo no puedo cruzar ahí — miro con pavor los árboles al otro lado del cerco.

—Te ensuciaras tu bonito vestido—exclama con ironía, sin prestar atención a mi anterior declaración, observo mi elegante vestuario alzando los hombros, no tiene importancia, así como mis palabras no parecen importarle.

Corre un poco una de las matas de hojas, un arbusto algo raído que ha logrado crecer a ambos lados del vallado. Descubre un hueco de unos setenta centímetros, desaparece por el hoyo emergiendo al otro lado. Sonríe con suficiencia, midiendo mis reacciones. Él no sabe lo bien que puedo actuar, lo miro inexpresiva, esperando que los latidos de mi corazón bombeen suficiente adrenalina porque por primera vez romperé una regla y esta es una muy importante.

Al otro lado, él tiende su mano para ayudar a levantarme y mi corazón da un vuelco porque su fuerza es demasiada o yo peso muy poco, ya que de nuevo estoy contra su cuerpo, inspirando el mismo aire. Se disculpa y se vuelve hacia el bosque llenando sus pulmones, para exhalar en un triste suspiro.

Se mueve con agilidad entre los árboles, a veces debo trotar para seguirle el paso, siempre mirando al suelo para no tropezar. Mis sentidos alerta, esperando que algún animal salvaje decida atacarnos. Solo caminamos en línea recta.

— Tienes suerte — acota luego de un silencio de minutos.

— ¿Cómo? —me sorprendo, el ríe sínicamente.

— De que no haya venido a cazar hoy porque gracias a ti me habría ido sin nada— me sonrojo por la vergüenza, deteniéndome en seco, me mira y hay gracia en su mirada — era una broma Undersee… ya casi llegamos.

Me pregunto a donde, me pregunto por qué. Camino sin hablar, intentando ser más silenciosa, ahora que sé que soy una patosa. Seguimos unos cuantos metros y él se detiene en un llano. Tapa mi visión así que me pongo a su lado, mirando como él, un paisaje que se extiende frente a nosotros, mis ojos se llenan de lágrimas.

— El lago —murmuro dejándome caer sobre la mullida hierba, mis piernas ya no pueden sostenerme.

— ¿Sabías de esto? —pregunta, noto un dejo de celos en su voz.

— Nunca había venido si es lo que te preocupa — acoto a la defensiva.

— No… no me preocupa —masculla, sentándose a mi lado conservando unos cuantos centímetros de distancia, demasiados— es solo que Katniss me trajo aquí solo una vez y… — no acaba la frase pero sé que son celos, sonrío.

— Katty no habla mucho — me mira asombrado por el apodo, supongo —Una vez le pregunte cuál era su recuerdo más feliz y ella me hablo de esto, de su padre trayéndola cuando era pequeña… sobre lo bien que se la pasaba nadando junto a él— observo las nubes y el cielo reflejados en el espejo de agua — lo describió tal y como es… bellísimo.

— También le extraño — lo suelta sin pensar, lo sé porque luego me mira y sus ojos grises reflejan sorpresa y tristeza al mismo tiempo— desde los primeros Juegos.

— Me extraño que no te ofrecieras en lugar de Peeta — me sincero y sus ojos me fulminan, arranco trocitos de césped y dejo que la brisa me los arrebate de entre los dedos— un instante después me di cuenta… entendí que si ustedes dos morían… dos familias enteras morirían de hambre — abrazo mis rodillas perdida en el remolino que son mis pensamientos, las diferencias que rigen nuestras vidas, me aniquila poco a poco la brecha que se abre entre el cazador y yo.

— Eres la primera — afirma y me observa con un sentimiento que no comprendo — todos en la Veta creen que fui un cobarde— arranca un puñado de hierbas y los suelta para que la brisa se los lleve, tal como hice yo segundo antes — murmuran que no tuve las agallas para ir y morir por ella… tienen razón.

— No — chillo y mi voz resuena, tomo sin pensar su mano, que es un tono más oscura que la mía, áspera por el trabajo en las minas pero de un tacto cálido — Prim, la madre de Katniss, tus hermanos… habrían muerto si tu no hubieses permanecido en el Doce Gale— él observa mi agarre y estoy por soltar su mano cuando cierra sus dedos apretando suavemente— Katniss… te habría odiado si abandonabas a su familia por ella.

— Eres un misterio Undersee — sostiene mi mano unos segundos y luego la deja caer perdiendo su vista en el movimiento del agua.

— Tú también Gale Hawthorne — susurro, y es cierto para mí, porque solo sé que él me odia por ser la hija del alcalde, que es cazador y que está enamorado de Katniss, nada sobre sus pensamientos, sus anhelos, sus miedos.

Es un lugar mágico me digo, debes grabar a fuego cada milímetro, pero solo puedo fijar la vista en el perfil de Gale. Mi corazón late a prisa y no soy consciente de cuánto tiempo llevo viéndole hasta que noto que sus ojos grises típicos de la Veta me miran con intriga. Los colores suben a mi rostro y siento las mejillas arder. Me levanto con torpeza y echo a correr porque no puedo soportar un segundo más a su lado.

Oigo su voz detrás de mí, gritándome que debo tener cuidado pero no puedo detenerme. Sé que estoy llorando, por estar a punto de perder a mi mejor amiga, por ser totalmente consiente de Gale y por lo terriblemente doloroso que es ser plenamente consciente de lo que él ama a la chica en llamas.

Tropiezo un par de veces, pero me levanto y sigo. Gale es ágil y debe estar pisándome los talones así que no puedo detenerme. Llego a la alambrada y cruzo, la tierra produce un escozor en mis rodillas lastimadas. Apenas he cruzado cuando lo oigo llamarme. Volteo y está al otro lado del cerco mirándome, estudiándome.

— Madge — el nombre en sus labios acelera mi pulso, lo miro intentando quitar de mis ojos los restos del llanto con el dorso de mi mano — estas sangrando… espera.

— No Gale, quédate ahí — suplico jadeando, el oxígeno quema al entrar a mis pulmones.

— Gracias — musita él apoyando sus manos en el alambre, y doy gracias al cielo que no está electrificado, lo miro sin entender — por la morflina.

— Le dije a Prim que no…

— Nadie en el Doce puede permitirse esa droga Madge — afirma él, y su inteligencia no me sorprende — solo un alma arrepentida — exclama con ironía —o compasiva le daría a un simple minero algo tan caro para calmar su dolor.

— No puedo calmar tu dolor Gale Hawthorne — susurro acercándome a la alambrada — jamás podré… porque soy la hija del alcalde y tú solo tienes ojos para la fabulosa Chica en Llamas — escupo en un susurro esas palabras, con furia, no contra mi amiga, tampoco contra el chico que me ve atónito a través de los alambres, estoy furiosa conmigo misma por amar a alguien que jamás podría sentir más que repulsión hacia mí.

Me vuelvo sin responder al llamado de Gale. Echo a correr y no me detengo hasta llegar sin aire a las escalinatas de mi casa. Entro a tropezones y Jules está ahí para agarrarme en sus brazos. Mi anciana nana, siempre ahí para juntar los trozos rotos de su pobre niña. Lava mis heridas y aplica un ungüento. Intenta animarme pero soy incapaz de esbozar una sonrisa, de decir una palabra. Se va, los quejidos de mi madre se oyen hasta aquí, así que debe ir a atenderla. Fijo la mirada en un azulejo de la pared de la cocina y me permito llorar otra vez.

Pasan dos semanas antes de que encuentre a Gale nuevamente en su día de descanso. Estoy sentada en la Pradera esperando que amanezca. Llevo mas de una hora sentada en el césped húmedo por el rocío. Mi madre impide que duerma, esta época es muy difícil para ella. Estoy sobándome los ojos cuando su voz me produce un estremecimiento.

—Es más temprano que lo usual — nos hemos visto a lo lejos, pero cuando él pretendía acercarse yo emprendía la marcha de nuevo al distrito — ¿Qué te levanto de tu mullida cama Undersee?

— Los gritos de mi madre — mascullo abrazándome a mis rodillas, empiezo a odiar que me trate con desprecio sin conocer nada de mi, miro a la nada — los Juegos le recuerdan a mi tía muerta y no deja de chillar y llorar así que escapo aquí —alzo la mirada para encontrar la suya, sus orbes grisáceas me miran con sorpresa, estoy enfadada — ¿Qué?

— No sabía — atina a decir y muerdo mi lengua, claro que él no sabe, nadie sabe, mi madre es el secreto mejor guardado del Sr. Alcalde — tu… madre…

— No quiero hablar de ello Gale —oculto mi rostro en el hueco entre mi pecho y mis rodillas.

— Oh… quizás quieras hablar de cómo Katniss y el panadero se han casado a escondidas y esperan un hijo — cae pesadamente a mi lado, tan cerca que puedo sentir el calor que emana su cuerpo — ella dijo… — suelto una carcajada sin pensarlo y lo miro de reojo, su ceño esta fruncido, lo hace ver muy guapo.

— Katniss no se casó Gale, apenas ha logrado besar a Peeta frente a las cámaras —sus celos, aunque duelen, mitigan mi propia miseria — es una farsa, Peeta la protege, él siempre la protege — yo también siento celos no de Katniss en específico, sino de la suerte que tiene al tener dos chicos preocupándose por ella.

— ¿Qué puedes saber tu Undersee? — no cree en mis palabras, aunque el brillo ha regresado a sus ojos, siento una punzada de dolor en el pecho y sé que es hora de correr otra vez.

— Katniss no sabe lo que siente por Peeta — sincero y me arrepiento al instante, son cosas que descubrí por mí misma, dudo que a Katty le haga ilusión que su "primo" las sepa — ellos solo están tratando de sobrevivir así que deberías dejar tus celos de lado y comportarte…

— He cuidado de Katniss desde los doce — esta sobre mí, siento la hierba en mi cuello y espalda, sus manos sobre mis brazos y su aliento en mi rostro — era el único futuro que pretendía tener y el Capitolio me lo ha arrebatado, ÉL me la arrebató — sus pupilas apenas dejan ver el plateado de su iris mientras me grita sin reparo — no son celos Madge, estoy roto — se levanta con gracia y corre hasta la alambrada, la cruza y lo pierdo de vista.

Estoy temblando de arriba abajo a pesar de que la temperatura es agradable, sólo porque su cercanía es suficiente para encender mi cariño por él. Sopeso la idea que ha cruzado en mi mente, seguirlo y disculparme. PROS: me disculpare, y con suerte seguiremos con nuestras esporádicas charlas. CONTRAS: animales salvajes, romper las reglas y la posibilidad de que no acepte mis disculpas y me odie para siempre. La frase de Effie no serviría de mucho en este caso, la suerte no podría estar de mi lado.

Pasa una hora antes de que decida cruzar. Camino a ciegas por el bosque, sin saber dónde está Gale, sin saber dónde estoy yendo y sobre todo sin saber de dónde demonios provienen los sonidos a mí alrededor. Llego hasta una valla de maderas, es rustica y parece armada a la ligera, pero funciona para resguardar el tesoro detrás de ella. Delicados frutos rojos cuelgan de un arbusto que apenas llega a mi rodilla. Me pongo en cuclillas y aspiro el olor a verde y a fresas que emana.

Un sonido a mis espaldas me pone alerta y recuerdo que estoy en un bosque prohibido repleto de criaturas salvajes. Suspiro al encontrar el rostro de Gale, aunque un chillido escapa de mi garganta al ver la punta de flecha que apunta hacia mí. Esta rojo, ha corrido, en su hombro hay un conejo y dos ardillas, las abandona en el suelo antes de dejar de apuntarme.

— Estas llegando demasiado lejos Undersee este no es lugar para ti — no entiendo porqué insiste con ello, porque me juzga sin saber apenas nada sobre mi.

— Tampoco para ti, no es lugar para nadie, pero aquí estas… y mi nombre es Madge — no sé de donde saco el valor de hablarle así cuando mi carácter es siempre sumiso y condescendiente — Además, solo quería disculparme.

— ¿Quién eres? — se acerca y levanta su mano hacia mí, quita una hoja que se ha quedado en mi cabello — no te pareces en nada a la chica que viste de blanco en las cosechas y se pasea por la escuela sin nada que decir.

— Debo… mantener una imagen — humedezco mis labios antes de seguir, me pierdo en el plateado de sus ojos— mi padre ha inculcado eso en mi desde muy pequeña — siempre radiante, siempre sonante, resuena en mi cabeza la voz de mi padre y hago una mueca.

— Acepto tus disculpas — toma una cesta, la reconozco, Katniss la llevaba a mi casa para dejar fresas cada tercer viernes, me la tiende y por primera vez me sonríe, de medio lado — recógelas, no te las cobraré esta vez.

Tomo unas cuantas mientras él caza a unos 10 metros de mí. Me descubro observándolo, cada músculo en tensión, su rostro de concentración, como enarca una ceja antes de disparar una flecha certera contra su presa; pero mi mayor descubrimiento es que él también me mira. No hay desprecio en sus ojos ni desdén, me ve como una persona, alguien capaz de estar en su espacio secreto. Recojo algunas más para que las venda en el Quemador y estoy por despedirme cuando se acerca a mí.

— No entres de nuevo — no logro a distinguir el tono de voz.

—No eres el dueño del bosque Gale…

— Es peligroso… — toma mis hombros conectando su mirada a la mía — podrías lastimarte.

— Entiendo, entiendo — su agarre es demasiado fuerte — me haces daño Gale — me suelta como si el tacto le quemara.

— Perdón — susurra tomando la caza del día mientras yo llevo mis fresas y las que sobran — Promételo Madge.

— ¿El qué? — me he distraído con una mariposa de vivos colores.

— Que no entrarás al bosque sin mí — ahí está de nuevo, súplica, está preocupado por mí.

— Eso significa que podré volver si me acompañas — es toda la respuesta que doy.

Nos separamos al cruzar la alambrada. Camino a casa con el corazón palpitando con fuerza porque algo ha sido diferente esta vez y me alegro por ello. Llego a la mansión que se supone debería ser un hogar y la pantalla de la sala está encendida. Faltan algunos minutos para las doce así que seguro es una repetición de los sucesos en la Arena. Me equivoco, va a tiempo real, el sol está en su cúspide y puedo ver a Katniss tomar una flecha y el cable que el tributo del tres se había empeñado en proteger. Su brazo derecho sangra y tiene un corte en la frente que le impide ver del todo. Brama el nombre de Peeta y una cámara lo muestra a él, a Finnick Odair y a Johanna Mason acercándose al árbol en el que caen los rayos.

Peeta llega justo a tiempo, sus miradas se cruzan y ella ha terminado su labor para cuando la primera luz cae sobre la madera ignifuga. Lanza la flecha que ha unido al cable dorado y por un momento solo se oye el zumbido de la misma. Un segundo más tarde, trozos de la arena caen sobre ellos y la pantalla se apaga. Las luces de la mansión parpadean y se apagan también. Salgo a la calle y veo como los agentes de la paz montan en sus camionetas y salen disparados hacia la entrada principal del distrito.

Pasan unos minutos, estoy aun con la puerta de calle abierta de par en par, viendo a mi madre a los pies de la escalera, llamándome por el nombre de mi difunta tía Maysilee. Al momento siguiente, un estruendo hace volar parte de mi hogar reduciéndolo todo a escombros. La explosión me impulsa hacia afuera y siento el ripio en mi espalda, algo se ha clavado en mi brazo. Estoy a punto de desmayarme cuando escucho una voz conocida pronunciando mi nombre. En ese momento cierro los ojos, no sin antes observar las orbes platinadas del cazador y sonrío porque aunque estoy muriendo será en brazos de quien amo.


Bienvenidos sean a "El lobo y el cordero", la trama (como dice el Declaimer) la propuso Darkmatter Black, alias Sandy, como un reto en el foro que me consume jaja. No sé cuántos capítulos tendrá. Habrá drama, mucho, como en cada uno de mis fics y aun no sé si pondré algún lemon sobre esta pareja, supongo que lo dejaré a criterio de ustedes y de la que ha propuesto este reto. Por lo tanto si dejan un review con su opinión estaría eternamente agradecida!


Dense una vuelta por mi perfil, hay cosillas interesantes por allí.

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No molesto más, gracias por la lectura. Ya sabes que tienes que hacer, dale a fav, follow, un review llena el corazón de esta escritora y el tuyo de amor.

Con cariño atentamente, Anna Scheler.