La mansión del hechicero en Underbrooke se encontraba solitaria, después de los acontecimientos anteriores que dieron lugar en ese espacio, solamente se desalojó. Pero en esa mansión Henry se sentía seguro, era como una conexión con la magia que ahí abundaba. Llevaba consigo su nueva pluma y el frasco de tinta, desde que los recuperó no los separaba de él.
Los pasos de sus zapatos resonaban en el eco de la habitación que parecía ser la biblioteca. Retiró la larga manta blanca que cubría la mesa y la silla de un escritorio, decorado con una lámpara en una de las esquinas, además constaba de seis cajones, repartidos a cada lado del espacio central. Tomó un suspiro mientras tomaba asiento en la vieja silla de madera, se sentía como un chico nuevo en la escuela, la primera vez que tomas un taburete y no conoces a nadie o simplemente, no sabes que harás a continuación, así se sentía el nuevo Autor.
—Es hora —Susurró de manera suave mientras tomaba con su mano derecha la delgada pluma con ciertos relieves, y sumergía delicadamente la punta en la tinta del frasco al mismo lado. Esperó a que dejara de gotear, y con una hoja blanca con algún toque oscuro, comenzó a deslizar la fina punta entre sus fibras.
"Varios años atrás, en la lejana tierra de Misthaven, o Bosque Encantado como a sus habitantes les gustaba llamarlo, una Reina que en ese tiempo era malvada, lanzó una poderosa maldición con el fin de terminar con la felicidad de sus enemigos y los habitantes restantes del lugar. Enviarlos a un mundo en que los finales felices no existen; el Mundo sin Magia.
Este gran hechizo creó un particular pueblo llamado Storybrooke, consistía en una alta torre del reloj rodeada de pequeños edificios parecidos en estructura, la Reina había formado lo que funcionaba con una comunidad normal de habitantes felices. Se sentía poderosa y victoriosa, había creado el único lugar con la capacidad de retener a los personajes de cuentos de hada, o eso creía ella.
Muy debajo de aquel fantástico lugar, y totalmente a parte de los hechos que a lo largo de los años habían sucedido en Storybrooke. Se hallaba Hades, el hermano de Zeus, repudiado de los Dioses y condenado a vivir en el Inframundo como su gran gobernante. A simple vista lucía como una persona normal de mayor edad, su rostro tenía algunos signos de tiempo, como; arrugas, puntos negros y su cabello se había pintado naturalmente de una tonalidad blanca grisácea. Su secreto recaía en este, tenía la habilidad de encenderse un fuego azulado en su cabeza, era el único Dios con aquella habilidad y muchas más, entre ellas la modificación de su mundo a su antojo.
Tantos años enterrado en el Inframundo fortalecieron su magia, lo suficiente como para transformar su 'hogar'. ¿Cómo lo haría? Simple, la mayoría de las personas que llegaban a su merced provenían de Storybrooke, que mejor manera de controlarlos que representar su casa. Con ademanes de sus manos, Hades transformó las montañas rocosas, los pilares delgados y la lava y el fuego en una copia casi exacta de Storybrooke, con una diferencia. Toda la magia del Inframundo se concentró en un espacio parecido a un volcán, donde la lava y la roca decidían el destino de las almas con asuntos pendientes, que ahí residían"
—¡Henry! ¿Estás aquí? —Retumbó la voz de Emma por la mansión, el chico recogió sus objetos y guardó aquella hoja en un portapapeles amarillento, corrió en busca de ella y dio su trabajo finalizado por hoy. —Aquí estás, ven. Tenemos cosas que hacer. —Solamente asintió y acompañó a su madre fuera de aquel sitio.
