Lego house
Capitulo 1. Don´t forget me
" Éramos dos y un solo corazón" François Villon
La miras. Te acercas a ella y tomas su mano "¿qué le sucede?" piensas. Eres aún muy pequeño para comprenderlo del todo pero sabes que ella ya no está ahí, contigo. Ella te mira como tratando de entender por qué le sonríes. Ella no te conoce. No te recuerda. Tienes miedo. Papá te ha dicho que cuando la veas así tienes que abrazarla, que después de un rato ella habrá de reconocerte y eso es lo que haces. Porque aunque eres pequeño te duele verla así. Rodeas sus piernas con tus pequeños brazos y mientras ella pone sus manos suaves sobre tu cabello oscuro cierras los ojos y dices una y otra vez "recuérdame mami, no me olvides, a mi no mamá, a mi no".
Y parece que ella te escucha porque también te rodea con sus brazos y sonríe. Ha vuelto a sonreír. Sientes de nuevo en sus manos ese calor que siempre has sentido. No, ella no te ha olvidado. Tu madre sabe quién eres y eso te hace muy feliz. No quieres pensar que algún día ella te olvidará para siempre, no quieres imaginar cómo será eso. Olvido. Odias esa palabra, no sabes muy bien qué es lo que significa pero sabes que duele como ninguna otra palabra en el universo. No mamá, no me olvides.
-¿Qué tal estuvo la escuela, Blainey?- dice ella separándose un poco de ti.- ¿tienes ya un amigo?
Tienes ganas de reír pero ya no lo haces, no como antes. Llevas más de un año en la escuela y ella sigue haciéndote esa pregunta, si tienes ya un amigo. Suspiras con algo de cansancio y después sonríes. Papá también te ha dicho que debes ser paciente, que debes ser comprensivo y que por encima de todo tienes que seguir amándola. Porque aunque a veces mamá se porte extraño, aunque mamá a veces te pregunte quién eres tú, ella sigue siendo la misma de antes. Ella es tu madre, Isabella Anderson, quien te ama a ti a tu hermana, quien a pesar de todo sigue amando a papá también. Así que dejas la mochila de la escuela en el sillón de la sala y vuelves a acercarte a ella. Te sientas a su lado y sin dejar de mirar su sonrisa decides contarle todo otra vez.
Claro que tienes un amigo. El mejor amigo que pudieras haber encontrado en el mundo.
-Se llama Kurt- le dices y no puedes evitar sonreír cuando pronuncias su nombre- sus ojos son muy azules mamá, como los del abuelo ¿sabes? Él es muy divertido, es el único niño que me habla en la escuela. Los demás dicen que soy un fenómeno que siempre está cantando sin que nadie se lo pida y que mi madre es…
Guardas silencio. No quieres decirlo porque sabes que esas palabras van a herirla. No quieres decirle que todos en la escuela siempre te miran de forma extraña. Hay algo en sus ojos que te hace sentir inferior a todos los demás. Es como si ellos tuvieran algo que tú nunca tendrás y no entiendes qué es. Porque tú estás seguro de que lo tienes todo, de que no hay algo que te haga falta. Tu papá es por mucho el ser más maravilloso del planeta entero y lo amas. Amas verlo pintar cada tarde, sabes aunque él no te lo diga, que Evan Anderson podría ser feliz pintando toda su vida pero él tiene que trabajar. Te ha dicho que las medicinas de mamá no son baratas y que tú y Hailey, tu hermana, tienen que ir a la universidad un día para poder tener una vida mejor de la que él puede darles. Tú no sabes qué es lo que papá quiera decir con ello pero no quieres decepcionarlo nunca. Y además crees que papá debería de pintar siempre porque cuando lo hace sus ojos se iluminan y tú eres feliz al mirarlo. Tú no sabes por qué él quiere una vida mejor para ti, tú crees que ya tienes una buena vida digan lo que digan los chicos en la escuela.
Por eso tampoco quieres contarle esas cosas a mamá. Ella sigue sonriendo, esperando a que tú decidas continuar con tu relato. Le has hablado de Kurt miles de veces y ella sigue sin poder recordarlo. Aunque, cuando mamá mira a aquel otro niño, cuando te mira a ti y a él corriendo por el jardín trasero de la casa, sabes que ella sabe perfectamente quién es él. Porque su sonrisa se hace dulce y los mira con mucha ternura. Tú sabes que aunque mamá no recuerde el nombre de Kurt, ella sabe que tú lo quieres mucho, como nunca podrás querer a otra persona en la galaxia.
-¿Qué dicen de mí tus compañeros, Blainey?- dice ella con una mirada triste.
Ahí está. Lo has hecho. No querías que mamá te mirara así, pero ahora lo hace y eso hace que te sientas realmente mal. Ella no merece saber que todos tus compañeros dicen que tu madre es una loca, que tu madre es una pobre mujer que se casó con un soñador que sólo ha traído desgracias a su vida. Todo mundo dice que tu madre no podrá cuidarte bien nunca, que ella terminará internada en algún lejano lugar mientras tu padre se vuelve peor persona de lo que ya es y tú y Hailey terminarán en una casa de adopción sin que nadie pueda evitarlo. Tú no comprendes muchas de esas palabras y sinceramente dudas que tus compañeros puedan entenderlas también. Ellos no saben cómo son tus padres. Hailey te ha dicho miles de veces que no debes de hacer caso de nada de lo que toda aquella gente estúpida diga.
Y tú le crees porque es tu hermana mayor, porque ella sabe un montón de cosas y porque sin que ella lo diga sabes que está muy triste también. Hailey tampoco tiene muchos amigos en el colegio. Tu hermana suele pasar todas las tardes hablando con la madre de Kurt. Tú también quieres mucho a la señora Hummel y de verdad agradeces que ella pueda hacer sentir mejor a Hailey. La señora Hummel está enseñando a cocinar a tu hermana y ella aprende rápido, tanto, que es ella quien ha tomado ahora las riendas de la cocina. Admiras a tu hermana, es una chica valiente y fuerte y has decidido ser como ella. Tú tampoco vas a rendirte jamás, tú tampoco dejarás que alguien pueda lastimarte a ti o a tu familia.
-Dicen que eres una mamá muy especial- dices tú haciendo que la sonrisa en la cara de tu madre reaparezca- pero ellos nunca podrán entender cuánto.
La abrazas de nuevo y ella ríe. Te gusta mucho cuando tu madre ríe porque entonces piensas que todo está bien. Ella se levanta del sillón y te toma en brazos como cuando eras más pequeño y no te soltaba sino hasta que papá llegaba y decía "Isabella, deja que Blainey camine más, vas a malcriarlo mucho". Ella empieza a tararear una canción muy alegre. Es tu canción, sólo tuya y de tu madre. No te ha soltado, sigue sosteniéndote en sus brazos porque a pesar de que tienes ya ocho años, eres un poco bajito y muy delgado para tu edad. Ella canta entonces y tú cantas a su lado, sabes aquellas palabras aunque no están dichas en el idioma que todos tus compañeros hablan. Tu padre suele decir que la sangre italiana que correr pos tus venas y las venas de tu madre se hizo presente desde el principio. Tu primera palabra no fue en inglés, siempre preferiste hablar en italiano.
"Passera, passera…"
Tu madre sigue cantando y tú también sigues haciéndolo. Es en momentos como ese cuando te preguntas por qué todos dicen que tu vida es un infierno. No lo es. Tu madre siempre llena tu vida de dicha, igual que tu padre y tu hermana. Y ahora también tienes a Kurt y él hace que tú sonrías con más frecuencia en la escuela también. Kurt es una persona realmente colorida, como lo dice tu padre quien también le ha tomado cariño a tu amigo. Papá te dijo una vez que el color del alma de Kurt es de ese tipo de tono que hace que una pintura sea especial siempre, que el color de Kurt hace que todos sea hermoso de alguna forma y aunque no comprendiste muy bien qué quiso decir tu padre con eso, sabes que es cierto. Kurt Hummel siempre hace de todo algo muy especial.
Lo conociste la primera mañana en el colegio, tenias miedo. Te acercaste a la puerta sintiendo tu corazón intranquilo. Trataste de respirar con normalidad pero el aire se negaba a entrar en tus pulmones. La profesora te miró con una sonrisa comprensiva y te señaló el lugar que había a lado de un niño un poco más alto que tú. Él volteó a mirarte y cuando sus ojos azules se encontraron con tus pupilas color avellana él sonrió de una forma muy bonita, tan bonita, que sentiste que tu corazón se calmaba de pronto.
Tu papá te dijo, cuando volviste de la escuela y le hablaste de la sonrisa de Kurt Hummel que hay sonrisas que siempre te darán el valor de hacer cosas que tú nunca creíste hacer. Y al día siguiente, cuando Kurt te llamó por tu nombre antes de entrar al salón y te sonrió de nuevo entendiste lo que papá quería decirte. Porque cuando miras la sonrisa de Kurt todo es un poco más fácil. Porque cuando él te dice que toda la gente que no te habla es realmente tonta te sientes mejor. Y no quieres tener otro amigo, con Kurt es suficiente y él también te ha dicho lo mismo. Kurt te quiere y tú lo quieres a él y sabes que los dos van a ser amigos para siempre.
El timbre de la puerta suena y te apresuras a abrir. Cuando lo haces tu sonrisa se hace más brillante porque Kurt está ahí. Él también sonríe y como siempre lo hace te abraza un largo rato antes de soltarte y decirte:
-Hola Blaine, mamá y Hailey están preparando pastel y dijeron que podía venir a verte, no te molesta ¿verdad?
Tú niegas con la cabeza rápidamente y lo tomas de la mano, llevándolo hacia tu madre. Ella los mira y sí, como habías pensado aquella sonrisa especial aparece en los labios de tu madre. Es como si ella supiera algo que tú no, pero ese algo es muy especial también. Es como si tu madre estuviera mirando el árbol de navidad lleno de luces, es como si tu madre estuviera mirando una de las cosas más hermosas del universo frente a sus ojos.
-Tú eres Kurt- dice ella revolviendo el cabello castaño de tu amigo.
-Hola, señora Anderson- dice Kurt. Él también está acostumbrado a que tu madre no lo reconozca siempre. Lo has presentado también muchas veces pero Kurt no se ríe. Kurt siempre le sonríe a tu madre y eso te hace muy feliz. Porque Kurt entiende y sabe muchas cosas que todas las otras personas no. Sabes que Kurt también quiere a tu madre.
-Llámame Isabella- dice ella sonriéndole a los dos- vayan a jugar al jardín, pero tengan cuidado ¿sí? Voy a preparar la cena para cuando papá y Hailey lleguen ¿vale? ¿Te gustan los macarrones con queso, Kurt?
-Sí- dice tu amigo sin borrar su sonrisa- suena delicioso señora Anders… Isabella.
Tu madre no dice nada más y se encamina hacia su alcoba. Sabes que ella no irá a la cocina. Sabes que lo más seguro es que tu madre se quedé sentada frente al espejo de su habitación hasta que papá llegue pero no dices nada. No quieres que Kurt te vea triste. Quieres estar con él toda la tarde porque hacer eso te hace sentir muy feliz. Papá dice que has tenido que crecer muy rápido, pero que aún eres un niño. Y te gusta ser un niño, y te gusta estar con Kurt.
-Tu mamá se ve bien, Blaine- dice Kurt tomando tu mano otra vez- además, hoy recordó mi nombre ¿no te hace eso feliz?
-Mucho- dices tú sonriendo con verdadera alegría- ¿crees que mejore, Kurt? Papá dice que está así porque no ha podido comprar sus medicinas.
-¿Por qué no me habías dicho?- dice tu amigo con una mueca algo enojada- pude haberte prestado algo de lo que papá me dio el domingo, debo de ser rico ¿sabes? Papá me dio diez dólares.
-Es mucho dinero- dices tú intentando sonreír- no te preocupes, papá dijo que vendería uno de sus cuadros.
-¿El de la casa de lego?- dice Kurt un poco preocupado- ese era mi favorito.
-No- dices tú tratando de tranquilizarlo- ese no, fue el de los girasoles. El de la casa de lego es nuestro, siempre lo ha dicho.
Kurt sonríe y tú estás feliz de que lo haga. No sabes cómo llamarle a ese sentimiento que brota en tu pecho cuando miras sonreír a Kurt pero es algo muy cálido y muy bello. Una vez trataste de contarle a tu papá de ese sentimiento, él te miró con una enorme sonrisa en los labios. Le dijiste que cuando mirabas a Kurt era como ver el sol cada mañana o como correr entre la hierba. Le dijiste que no querías dejar de ver nunca esa sonrisa, que no imaginabas el mundo sin poder verla. Tu padre suspiró y dijo que estaba feliz por ti. Porque cuando uno puede encontrar ese tipo de sonrisas sin las cuales la vida no sería igual eres sin duda una persona muy afortunada.
Kurt te mira sonreír y él siente lo mismo que sientes tú al mirarlo. Él también ha hablado con su madre de eso y ella le ha dicho algo parecido a lo que tu padre dijo: que tú y Kurt son de verdad afortunados. Que algunas personas tardan toda la vida en encontrar esa sonrisa que haga todo diferente. La mamá de Kurt le dijo que probablemente ustedes dos se aman. Kurt no entendió del todo esa palabra pero ahora lo hace. Cuando él puede hacer que tus ojos color avellana brillen como tu sonrisa, él sabe que sea lo que sea amar a alguien es lo que le pasa contigo. Porque sí, son pequeños, pero él puede amarte y tú a él. Y si amar es sentirse feliz al mirarte sonreír, entonces sí, te ama.
-¿Quieres jugar?- dice Kurt empezando a caminar hacia el jardín de tu casa.
-No tengo muchas ganas- dices tú suspirando- la escuela fue difícil hoy… y siento que mi corazón va a estallar Kurt, mamá me hace sentir ¿cómo se dice? Preocupado, eso…
-Lo sé- dice él apretando con más fuerza tu mano- perdóname por no defenderte de Finn y Puck, no llegué a tiempo.
-No me hicieron nada- dices tú- sólo… no sé por qué no me dejan en paz.
-Son idiotas- dice Kurt haciéndote reír- cuando sea mayor y sea rico y famoso ellos dos lavarán la piscina de mi mansión ¿sabes? Y también la tuya Blaine, ya verás. Aunque bueno, no sé…
-¿Qué ocurre?- dices tú un poco preocupado al ver que la sonrisa de Kurt se desvanece.
-Nada- dice él y notas como sus mejillas se colorean un poco- es que pensé que tú y yo…
-¿Qué?
-Que no hará falta tener dos piscinas porque tú y yo viviremos juntos cuando seamos mayores.
-¿En serio?- dices tú sentándote en la hierba mientras miras el azul profundo de los ojos de Kurt.
-Si tú quieres- dice él con una voz tímida que nunca antes habías escuchado- es que bueno, también vas a cantar ¿verdad?
-Sí…
-Entonces… bueno, yo…
-Me gustaría mucho poder vivir contigo- dices tú con mucha seguridad- es lo que hacen los amigos que serán amigos por siempre ¿no?
-Claro- dice Kurt sonriendo con más energía- y eso seremos Blaine, vamos a ser amigos toda la vida.
Él vuelve a abrazarte y tú también lo tomas en tus brazos. No. Hoy no quieres jugar. Hoy te basta con ver como el sol se esconde entre las nubes de la tarde mientras Kurt sigue sonriendo a lado tuyo. Eso es lo único que quieres. Si soportas todas las palabras feas que te dicen en la escuela es porque sabes que la sonrisa de Kurt hará que las olvides todas. Si soportas que tu madre no pueda recordarte a veces es porque la sonrisa de Kurt te da ánimos para hacerlo. A veces Kurt se convierte en lo único que tienes pero cuando piensas en ello, sabes que no hace falta nada más.
-Cuando sea mayor, mi papá podrá pintar todo el día- dices- y él también será feliz porque yo compraré todas las medicinas de mamá y ella estará bien. Hailey también estará bien y tú y yo cantaremos por todo el mundo, ya lo verás…
-Ya lo sé- dice Kurt abrazándote con más fuerza- también tú y yo seremos muy felices.
Tú y él. No sabes por qué esas palabras suenan tan bien pero lo hacen. Te sientes contento al pensar en eso y por eso no dices nada más. Ni tú ni Kurt dicen nada por un largo rato. Sólo sonríen de vez en cuando y ver esa sonrisa hace que no quieras hablar. Porque sabes que si Kurt sonríe no hay nada más que decir. Esa sonrisa, como sus ojos azules hablan por sí solos y te dicen que todo está bien, que aunque a veces tienes miedo y lloras hasta quedarte dormido, todo estará bien. No sabes cómo llamarle a eso pero si lo supieras, sabrías que la sonrisa de Kurt es tu esperanza.
La noche cae sobre ustedes dos y oyes como la puerta de entrada se abre. Sueltas a Kurt con muy pocas ganas de querer hacerlo y te levantas de la hierba. Oyes la alegre voz de tu padre dentro de la casa y eso te hace sonreír en seguida. Porque cuando papá habla así es porque algo bueno ha pasado. Llegas a la sala con Kurt y corres hacia tu padre quien sonríe cuando se da cuenta del mismo olor que llega hacia tu nariz: macarrones con queso. Mamá de verdad cocinó. Tu papá cree que no lo has visto pero descubres que está llorando. Él se apresura a limpiar las lágrimas que salen de sus ojos cuando te ve llegar.
-Hola campeón- dice él tomándote en sus brazos- ¿todo bien?
-Sí- dices tú- mamá cocinó, ella dijo que lo haría y lo hizo.
-Lo sé Blainey- dice tu padre poniéndote en el suelo de nuevo y sacudiendo el cabello de Kurt quien suspira de forma resignada- ¿cómo estás Kurt? ¿Hailey está en tu casa?
-Sí, Evan- dice Kurt. Tu padre nunca le ha permitido llamarle Sr. Anderson- están preparando pastel.
-¡Qué deliciosa cena tendremos hoy!- dice tu padre feliz de verdad. No lo habías visto así en días y por eso te sientes alegre de inmediato- macarrones con queso y pastel ¿te quedas, Kurt? Voy a llamarle a tu madre y le diré que te quedarás con nosotros ¿qué te parece?
-¡Es genial Evan!- dice Kurt sonriendo también- mañana no tendremos escuela ¿puedo quedarme a dormir con Blaine?
-¡Claro que sí!- dice tu padre- déjame llamar a tu casa Kurt y después podemos cenar ¿pueden creerlo?
No. Tú no puedes creerlo. Hace más de tres meses que mamá no cocinaba nada. Tú padre, Hailey y tú habían tenido que vivir a base de sándwiches y pizza fría hasta que la señora Hummel empezó a enviar comida de verdad. A raíz de eso, Hailey decidió aprender a hacer algo. Sabes que tu hermana es así, a ella no le gusta que nadie la compadezca. Nadie puede compadecer a Hailey Anderson, a ella nunca le ha gustado ser la victima que llora sin hacer nada. Sabes que tu hermana es una chica de acción. Hailey no llora nunca, Hailey te ha enseñado que lo único que te saca a flote en la vida es el coraje.
-¿Lo ves, Blaine?- dice Kurt empezando a caminar a la cocina- todo mejorará, ya lo verás.
Vuelves a mirar los ojos azules de Kurt otra vez y decides creerlo. Quizá mamá ha regresado otra vez y esta vez será para siempre. Ya no necesitará medicinas, tu padre podrá abandonar sus tres empleos y se dedicará a pintar solamente. Hailey podrá ir a fiestas y quizá podrá tener un novio y tú… tú ya no tendrás que tener miedo de que alguien pueda molestarte. Tú… volverás a ser un niño.
Llegas a la cocina y Kurt y tú se quedan en la puerta contemplando el abrazo de tus padres. Algo en la forma en la que sonríen te parece familiar, algo en la forma en la que se miran te hacen recordar algo pero ¿qué? Volteas hacia donde Kurt está parado y al mirar la sonrisa suave que curva sus labios sabes por qué todo es familiar. No dices nada, no hace falta decirlo. En ese entonces sólo sabes que todo mejorará, estás seguro de que lo hará pero…
No mejora.
Mamá vuelve a deambular por toda la casa como un fantasma silencioso. Ya no sonríe. Ya no te mira. No entiendes por qué sucede eso pero toda la tristeza que se evaporó de ti aquella noche con sabor a macarrones con queso vuelve con más intensidad que antes. Porque todos estos días tu padre tampoco ha sonreído. Evan ha pasado la semana completa peleando con toda la gente a la que llama por teléfono. Palabras como "sabes que te pagaré, por favor…" "sólo es un poco de dinero, sólo un poco" han llenado tus noches. Y después los sollozos irremediables de tu padre al darse cuenta de que nadie va a ayudarlo. De que es, como todo mundo le repite, un fracasado, un soñador, un bueno para nada que va perdiendo a su esposa con cada minuto que pasa.
Los días siguen pasando y todo es tristeza. Ahora sólo sonríes en la escuela pero ni siquiera esa sonrisa puede aliviarte. Pasas todo el recreo a lado de Kurt, llorando mientras él te abraza. Sabes que los chicos de la escuela han empezado a molestarlo también. Ahora los chicos dicen que tú y él son unos anormales.
Haz escuchado muchas veces la palabra "marica" pero no le das importancia a eso. Porque todo es tristeza y sabes que si llegas a descubrir lo que esa palabra significa todo será aún más triste. Kurt simplemente los ignora a todos. Él ya sabe lo que esa palabra significa pero aunque duele no importa. Porque él es Kurt Hummel y ningún montón de niños idiotas harán que pueda sentirse mal.
Él sólo se siente mal por ti. Su mamá le ha explicado que tu madre está cada vez peor. Le ha dicho que probablemente tendrás que irte muy pronto pero él no quiere pensar en eso. Porque siente que si su corazón late, lo hace sólo para protegerte. Él quisiera poder hacer que todo estuviera por fin bien, darle a tu madre una memoria nueva, detener el olvido. Detener tu dolor. Pero él sabe que no puede hacerlo. Él sólo puede seguir abrazándote mientras tus lágrimas caen sobre su camisa. Porque es tu amigo. Porque te ama. Porque ya no sabe qué más hacer.
Llegas a casas sin ganas de querer estar ahí. La indiferencia de mamá y el silencio de papá duelen más que mil cuchillos atravesando tu alma. Dejas la mochila sobre el comedor y empiezas a buscar dentro del refrigerador algo para comer. No tienes hambre realmente, pero la comida que prepara tu hermana lleva días ahí sin que nadie la toque y a ti no te gusta desperdiciar nada. Tomas un trozo de lasagna fría y la metes en el microondas.
-¿Qué haces, enano?- dice Hailey con una sonrisa cansada al mirarte. Ella te ve y tiene ganas de abrazarte también, pero más que eso, tiene ganas de que tú la abraces a ella.
-Hola Hailey- dices tú con una sonrisa cansada también- sólo quería comer algo.
-¿Por qué no me dijiste?- dice ella acercándose a ti mientras revuelve tu cabello- puede que todo esté de cabeza en esta casa pero aún tienes a tu hermana mayor ¿sabes?
Dejas de mirar al plato dando vueltas dentro del microondas y la miras a ella. Hailey tiene apenas quince años pero pareciera como si su mirada fuera vieja, como si antes de esta también hubiera vivido mil vidas y en todas, hubiera sufrido de la misma forma en la que ahora lo hace. Te acercas a ella y la abrazas, sabiendo que a veces un abrazo puede sanar un dolor que no puede ser expresado de otro modo. Ella te mira una vez más y sabe que lo que dice papá es cierto: hace mucho tiempo que tú, en algunos aspectos, ya no eres un niño.
-¿Cómo te fue en la escuela?- dice ella mientras sonríe con más fuerza y saca tu plato del microondas- ¿te siguen molestando?
-Sí- dices tú levantando los hombros- pero ya no es por mamá, al menos no tanto.
-¿Entonces?- dice Hailey sentándose a tu lado.
-Es por Kurt- dices y la mirada triste de tu hermana se hace más triste aún.
-¿Qué dicen de ti y él?- dice Hailey sintiendo que de cualquier modo sabe ya lo que la gente dice.
-Es una palabra que no entiendo- dices y de algún modo, hablar con tu hermana, hace que la comida sepa a comida y no a plástico como en días anteriores- Finn y los otros niños dicen que somos un par de maricas.
Silencio. Tu hermana ya sabía que eso es lo que la gente diría pero ella sólo puede guardar silencio. Hailey sabe que los niños pueden ser crueles pero eso va más allá. Ella sabe que ningún niño en el mundo sabría esa palabra si antes un adulto no se la hubiera dicho. Está enojada, Hailey está enojada porque no le gusta que te llamen así. Ella ha tenido que soportar miles de palabras ofensivas a lo largo de su vida y apoyada en el amor que siente por su familia las ha borrado todas porque sabe que no vale la pena conservar ninguno de esos comentarios.
A ella pueden decirle mil cosas pero no a ti. Porque tú no tienes la culpa de que la gente sea estúpida y crea siempre que lo que no pueden entender está mal. Nadie tiene derecho en llamarte así, ni a Kurt, ni a cualquier otra persona en el planeta. Tú sigues comiendo, esperando que Hailey diga algo pero no lo dice. Ella no sabe cómo explicarte ¿cómo hacerlo? Esa es una charla que tu madre debe darte y no ella. Y cuando Hailey piensa en eso, la tristeza vuelve. Es cierto, tú no tienes una madre, al menos no una madre normal que pueda hablar contigo de eso.
-Blaine- dice ella con una sonrisa suave- dime algo ¿tú quieres a Kurt?
-Mucho- dices tú sin dudarlo ni un segundo- lo quiero mucho.
-Eso es lo que importa- dice ella asintiendo mientras mira tus ojos- Blaine, a lo largo de tu vida mucha gente idiota no entenderá que quieras a Kurt o a otro chico de esta forma, pero tú debes saber que querer a un chico no te hace malo, ni sucio, ni anormal ¿entiendes? Nosotros Blaine, los seres humanos tenemos la dicha de amar y de ser amados. Nadie tiene que decirte a quién amar.
-Entonces- dices tú un poco confuso con el discurso de tu hermana- ¿ellos me llaman así porque quiero a Kurt? ¿Sólo por eso? ¿Qué significa esa palabra?
-Esa palabra significa que la estupidez humana es algo que sobrepasa los límites- dice Hailey con mucha convicción- esa palabra, Blaine, quiere decir que todo lo que la gente no puede entender siempre será malo. Sólo ignóralos ¿quieres? Todos los que te llaman así te envidian porque ellos nunca tendrán en sus vidas una amistad tan bella como la que te une con Kurt. El amor es algo que no puede etiquetarse, por eso, nunca dejes que la gente lo haga por ti ¿entendido, enano?
-Creo que sí- dices tú. Ahora que entiendes un poco más de esa palabra no puedes sentirte triste. No, porque has entendido que esa palabra como todas las otras que dicen tus compañeros son problema suyo, no de ti.- Gracias Hai, ¿y papá?
-Fue al médico con mamá- dice tu hermana y la sombra de la tristeza cruza sus ojos otra vez- cada vez está peor Blainey y bueno… dijo que lo esperáramos despiertos. Tiene que hablar con los dos de algo importante.
-Eso suena a algo malo- dices tú con voz preocupada- ¿por qué Hailey? ¿Por qué mamá está así?
Tu hermana no responde. Simplemente se levanta de la mesa y recoge tu plato llevándolo al fregadero ¿por qué mamá está así? Esa es la pregunta del millón de dólares. Todos en tu familia morirían por saber la respuesta a esa pregunta pero como siempre sucede, la única respuesta congruente es el silencio. Después de todo, el silencio es lo único cierto que tendrás siempre.
Papá llega dos horas más tarde a casa y al mirarlo, sabes que no puede suceder nada bueno. Mamá está a su lado, caminando lentamente, evaluando la habitación con sus ojos ausentes que ven pero ya no ven nada. Ella pasa a tu lado sin decir nada. Tienes ganas de abrazarla pero la última vez que lo hiciste te dolió mucho. Y no fue por el golpe que ella te dio en la cara, no, claro que no fue por eso. Lo que te dolió fue darte cuenta de que tu madre olvidaba, y de que tú ya no formabas parte de sus recuerdos.
Esa noche papá te dijo que todo volvería a la normalidad si podía comprar el medicamento pero, no pudo. Hace mucho que papá ya no puede vender ninguno de sus cuadros, nadie quiere comprarlos. Hace dos semanas que papá perdió dos de sus empleos y nadie más quiere contratarlo. Y tú lo entiendes, de verdad haces un esfuerzo enorme por entenderlo pero aún así duele. Y sabes por qué duele porque Kurt dice que el saber algo, que el entender algo no hace que el dolor se vaya. Y tú sabes mucho de dolor, pero ese dolor no es nada comparado con las palabras que papá te dirá después.
Tú y Hailey van a la sala como papá lo pidió. Él llega ahí minutos después diciendo que mamá está dormida. Tu padre pasea nerviosamente por la sala y sabes que su andar intranquilo es una señal de que quiere decir algo pero teme herirlos al decirlo.
-Tenemos que irnos- dice él y tu corazón parece haberse detenido de un solo golpe ¿irse? ¿A dónde? ¿Por qué?
-¿No hay más remedio?- dice Hailey pasando su brazo por tu espalda. Ella sabe, ella sabe que esas palabras te están doliendo mucho en realidad.
-No- dice papá mirándolos a los dos a los ojos- en serio tenemos que irnos.
-¿A dónde?- logras preguntar tú sin poder hacer que las lágrimas se queden en tus ojos. Porque sabes que esa no es la pregunta que querías hacer. Sabes que aunque vayas al mejor lugar del mundo eso sólo puede significar una cosa: Kurt no puede ir contigo.
-A Italia- dice tu padre acercándose un poco más a ti- tenemos que volver al hogar de mamá, Blainey.
No puedes decir nada más y tu padre no sabe qué hacer para borrar esa mirada de tus ojos porque Evan siente que su propio corazón se desgarra al mirarte así. Hailey te acerca un poco más a si pero tú ya no sientes nada. Todo duele, todo ha dejado de tener sentido para ti. Simplemente te quedas quieto, viendo cómo tu padre te mira tratando de descifrar que es lo que sientes. Pero él no entiende, no puede entenderlo. Él no sabe que si te lleva de ese lugar morirás lentamente de tristeza, él no sabe que si la sonrisa de Kurt no vuelve a reflejarse en tus ojos ya no tendrás más nada en que apoyarte. Él no puede imaginarse que si te lleva lejos, te quitará a la única persona que te quiere sin condición alguna.
Y ahí sigues, sintiendo como tu corazón se parte en mil pedazos mientras tu cerebro entiende que en serio tienen que irse. El médico que atiende a mamá le dijo a tu padre que estar en aquel lugar, bajo el soleado suelo italiano podría hacer que el mal de mamá avanzara más lento. Papá dice que no pueden quedarse ahí, que él ya no puede ganar dinero de ningún modo y que los abuelos de Italia los ayudarán mientras él puede conseguir algo. Pero, vamos Blaine, es por el bien de tu madre, y tú amas a tu madre y quieres que se cure y quieres que papá vuelva a sonreír y que Hailey también lo haga y quieres… ¿qué quieres Blaine?
Si pudieras ser sincero, si pudieras llorar y hacer una pataleta como todos los niños de tu edad lo hacen, llorarías diciendo una y mil veces que no quieres irte, que ellos pueden dejarte ahí, pero que no quieres irte. Y sin embargo, al mirar la cara de tu padre sabes que no puedes hacerlo. No quieres dar más problemas. No quieres que tu familia siga sufriendo así, tienes que irte. Hailey pregunta después cuándo es que deben de irse y papá les dice que en tres días.
Tres días, piensas. En tres días más tendrás que irte.
Papá no dice nada más y Hailey te toma entre sus brazos. Ella no tiene a nadie a quien extrañar en ese olvidado pueblo de Ohio pero sabe que tú sí. Para Hailey, es hasta cierto punto una bendición el poder salir de ese pueblo lleno de gente cerrada y estúpida pero… ella sabe, con toda la sabiduría que el dolor le da a las personas, que tú tendrás que dejar tu corazón enterrado en el jardín de esa casa de Ohio y ¿cómo remediarlo? ¿Por qué mamá? Piensa ella una y otra vez ¿por qué le haces esto a él que no tiene culpa de nada?
Hailey te mete a la cama y no se va hasta quepiensa que te has quedado dormido. Pero tú no lo haces. No te quedas dormido, no puedes. El dolor que hay en tu corazón no te deja. Es como cargar dentro de ti un remolino de oscuridad que absorbe todas tus fuerzas y lo sabes porque ni siquiera tienes ganas ya de llorar. Te levantas y tratando de no hacer ruido enciendes la lámpara que guardas bajo la sabana. Tomas el retrato que tu padre hizo de ti y de Kurt y lo miras un largo rato ¿cómo vas a decirle adiós? ¿Cómo, si ni siquiera quieres decírselo?
La puerta de tu habitación se abre y papá entra por ella. Sus ojos están rojos e hinchados, señal de que otra vez ha llorado. Los chicos de la escuela suelen decir que los hombres nunca lloran porque son muy fuertes y valientes, pero… algo en las lagrimas que tu padre trata de esconder detrás de una sonrisa confiada tienen cierto dejo de valentía: algo que te dice, que el hombre más valiente no es aquel que no siente nada sino quien, a pesar de sentir como su alma se destroza, llora pero sigue de pie, enfrentando al mundo con esa sonrisa rota en los labios.
-No debes de estar despierto tan tarde, campeón- dice tu padre sentándose a tu lado- ¿quieres que papá duerma contigo hoy?
-Mamá va a necesitarte- dices tú aunque la sola idea de dormir a lado de tu padre te hace sentir mejor de inmediato- mejor ve con ella, no quiero que se ponga mal otra vez.
Él te mira con una sonrisa que tú no sabes descifrar pero que para todo el mundo sería una enorme sonrisa de orgullo. Él está orgulloso de ti, porque a pesar de todo eres un niño maravilloso. Un niño que está dispuesto a renunciar a todo sin llorar, sin quejarse. Pero por encima de ese orgullo, tu padre sabe que el que seas así duele. Duele porque eso significa que él ha sido un padre horrible, un padre que te ha obligado a crecer antes de tiempo. Él siente que robó tu infancia. Él siente que va a quitarte también la oportunidad de descubrir poco a poco otra cosa: amar y ser amado. Y al pensar en eso te abraza pidiéndote perdón porque nunca va a poder perdonarse eso y le ruega al cielo que tú sí puedas perdonarlo pero… el cielo parece haberse olvidado de él desde hace mucho tiempo.
Tú no haces nada y dejas que tu padre te abrace mientras deja a un lado de tu cama un cuadro que tú conociste desde el primer momento: el cuadro de la casa de lego.
Recuerdas la tarde en la que tu padre lo pintó. Él te dijo, que el corazón y la mente de las personas son como una de esas casas. Están hechas de pequeñas piezas que a lo largo de la vida se van uniendo unas con otras hasta que esa casa llega a ser algo cálido, colorido y hermoso. Él dijo además que las personas especiales que llegan a tu vida unen sus propias piezas a las tuyas y de ese modo la casa va siendo cada vez más especial. Aquel día sonreíste mucho porque podías entender perfectamente a tu padre: tú conocías a una persona que había hecho una hermosa casa de lego contigo. Kurt.
Kurt y tú han armado todo este tiempo una hermosa casa y ahora que piensas en ello, ahora que sientes que estás despidiéndote de él aunque tengas aún tres días para decirle adiós, sientes que las piezas de tu corazón se riegan una a una por el suelo. Tu casa va a ser destruida. Nunca nadie podrá volver a armarla jamás. Te sorprendes porque las lágrimas que ya no creías capaz de llorar ruedan otra vez por tu cara. Tu papá las limpia y trata de sonreírte sin lograrlo. Él toma el cuadro del suelo y con una voz tranquila te dice:
-¿Recuerdas qué te dije cuando pintaba este cuadro, Blaine?
-Sí- dices tú y le cuentas todo lo que recuerdas acerca de ese día.
-Bueno, hijo esto sigue siendo así ¿sabes? Tenemos que ir a Italia porque es la única forma de poder volver a armar la casa de mamá ¿entiendes? Tenemos que ayudarla aunque nos duela mucho Blainey, aunque nuestra propia casa se derrumbe pero ¿sabes algo más?
-¿Qué?- dices tú sintiendo que nada de lo que tu padre diga calmará el dolor.
-Hay algo que no te dije, Blaine: cuando una persona llega a tu vida, cuando esa persona más que construir una casa de lego contigo se queda a vivir en ella, no hay nada que pueda quitarte esos recuerdos ¿sabes? Aunque todo mundo se empeñe en quitártelos nadie puede llevárselos ni destruirlos porque son tan tuyos como los de la otra persona. Y si tú y esa persona son valientes, si tú y esa persona los mantienen, no desaparecen, no importa que estén lejos, no importa ni siquiera que ya no vuelvan a verse nunca más en la vida y así será contigo y con Kurt, te lo prometo.
-Yo no quiero decirle adiós- dices tú por fin escondiendo la cara en el pecho de tu padre- no quiero papá ¡No quiero!
-No se lo digas entonces- dice tu padre abrazándote con fuerza- no le digas adiós. Dile que algún día volverás a verlo, dile que mantenga esa esperanza en su corazón y que tú volverás por él. Dile Blaine, no tengas miedo, yo te prometo que lo harás, haré todo lo posible por que lo hagas pero entiende ¿sí? Entiéndeme, yo no quería que esto pasara pero a veces…
-Entiendo papá- dices tú y tus lagrimas se detienen- ¿puedo regalarle el cuadro? ¿Puedo?
Tu padre asiente y tú lo abrazas otra vez. Cuando él vuelve a meterte bajo las sabanas de la cama y se queda a tu lado, cantando la misma canción que mamá cantaba contigo y que ya no canta más, te olvidas de todo lo que antes te preocupaba y lo abrazas con fuerza porque por esta noche puedes seguir siendo sólo un niño que necesita estar en los brazos de su padre. Sólo por esa noche porque sabes que cuando salga el sol vas a tener que volver a ser el Blaine que no tiene miedo, el Blaine que puede soportarlo todo, el Blaine que tendrá que fingir que su corazón no ha muerto del todo.
Él te mira con sus grandes ojos azules llenos de lágrimas. No. "No" es la única palabra que ha dicho en todo este tiempo. No Blaine, no. Tú no sabes qué decirle, quisieras poder ponerte a llorar también y decirle no una y mil veces: no te olvidaré, no te dejaré, no tendrás que olvidarme, no llores por favor, no me mires así porque entonces lloraré yo también. Pero no dices nada.
Puede que hayas crecido muy rápido pero ni siquiera toda la vida alcanza para poder aprender a decirle adiós a alguien, mucho más cuando ese alguien es Kurt Hummel. Tú te acercas a él y lo abrazas como él te abrazaba cada vez que Finn y Puck te encerraban en uno de los baños de la escuela. Lo abrazas y no dices nada porque tienes ocho años y no sabes qué tiene que decir uno en estas ocasiones.
Intentas decirle lo que tu padre te dijo, que volverás algún día y que cuando lo hagas podrán seguir siendo los mejores amigos de todo el universo pero algo te detiene. Y ese algo se llama duda, ese algo está lleno de miedo ¿y si no vuelves a verlo? ¿Y si cuando lo vuelvas a ver él tiene ya un nuevo mejor amigo? ¿Y si él te olvida?
"No" dices tú también e intentas sonreírle. Lo sueltas y al mirar sus lagrimas sabes que él tampoco va a olvidarte. Porque sus ojos azules llenos de lágrimas son como una promesa, una promesa que dice "Blaine, no voy a olvidarte, no importa qué suceda en mi vida pero no podré hacerlo jamás" y tú sabes que es cierto porque los ojos de Kurt Hummel siempre han hablado para ti. Los conoces muy bien y sabes que ellos te dirán todo lo que sus labios no quieran pronunciar pero ya no quieres que Kurt llore. Ya no quieres, porque lo único que deseas de verdad es llevarte su sonrisa guardada en el corazón, ese corazón que sólo latía por verla cada nuevo día.
Lo tomas de la mano y lo llevas a casa. En la sala, sobre el sillón en el que espera el equipaje que han de llevar al aeropuerto está el cuadro de la casa de lego con un moño rojo en una de sus esquinas. Sueltas a Kurt y caminas hacia el cuadro, lo tomas entre tus manos y lo extiendes hacia Kurt. Él lo toma también y las lágrimas vuelven a llenar sus ojos.
-¿Por qué me lo das?- pregunta.
-Porque es tuyo- le dices tú sin borrar de tus labios la sonrisa- siempre será tuyo, como la casa que construimos en mi corazón.
Kurt deja el cuadro a un lado y corre a abrazarte otra vez. No va a soltarte, no lo hará. No retirará sus brazos de ti hasta que alguien lo obligue a hacerlo. Porque el para siempre que quería regalarte será algo que no existirá. Porque te extrañará cada día que pases lejos de él pero sobre todo él sabe que la promesa que leíste en sus ojos es cierta: él no va a olvidarte, así viva más cosas de las que nunca pensó que viviría nunca va a olvidarte porque tú también serás la única persona que habitará esa casa de lego que construyo contigo cada tarde al jugar. Esa casa que construyeron juntos risa a risa y paso a paso. No Blaine, no voy a olvidarte.
Los minutos pasan y tu padre los encuentra aún uno en los brazos del otro. Al verlos así él trata de pensar en que de verdad es necesario y se repetirá eso una y otra vez para poder dormir en las noches. Tu padre dice que es hora de irse, Kurt se separa de ti lentamente, contando los segundos en los que aún estás ahí. Vuelve a tomar el cuadro entres sus brazos y dice "Yo lo cuidaré Blaine, es nuestro, siempre nuestro".
Tu padre llega a la sala, tu madre viene a su lado, esta vez sí sonríe. Isabella Anderson ha recuperado su sonrisa desde que papá vendió la casa para poder ir a Italia, después de eso, papá pudo también comprar sus medicinas y está mejor. Ella ha vuelto a mirarte, ella ya sabe que eres Blaine otra vez. Y cuando te mira a lado de Kurt, cuando sus ojos se posan en ustedes dos su sonrisa desaparece y tienes miedo de que empiece a golpear a todo mundo como la otra vez. Pero eso no pasa. Ella se acerca a ustedes y los abraza con fuerza murmurando una y otra vez "perdónenme, perdónenme, por favor perdónenme…"
Hailey se acerca a tu madre y la levanta del suelo murmurando "está bien mamá, vamos al taxi" y tu madre se queda mirándolos todavía. Ella mira el cuadro de la casa de lego en manos de Kurt y se acerca a él nuevamente, limpia sus lágrimas con mucho cuidado y con una voz fuerte que tú ya no habías escuchado en mucho tiempo dice:
-Voy a devolvértelo, de verdad Kurt, él volverá a ti pero tienes que ser valiente ¿sí? Sólo los cobardes como yo olvidamos pero tú no lo harás ¿verdad? Espéralo Kurt, de verdad voy a devolvértelo y cuando lo haga podrás perdonarme…
No sabes qué quiere decir tu madre con eso pero las lágrimas salen de tus ojos al mirarla, "Sólo los cobardes olvidan…" Kurt tampoco entiende las palabras de tu mamá pero asiente haciendo que Isabella sonría de nuevo. Hailey lo abraza rápidamente y le dice que ha sido afortunada al conocerlo y a su madre también. Tu hermana se va, tus padre salen despacio hacia el taxi que espera ya con el equipaje dentro y tú te quedas solo con Kurt. Pero ya no hay tiempo para agregar más palabras. Ya no hay tiempo para los dos en realidad. Kurt se acerca a ti y sin pensarlo dos veces posa sus labios en tu mejilla haciendo que sienta en ellos el sabor salado de tus lágrimas. Después, pone su nariz sobre la tuya y sientes como el dolor se calma un poco. No se quedan así por mucho rato, papá está llamando, es hora. Te separas de él suspirando todavía. Caminas hacia el taxi sintiendo que la vida se escapa de ti con cada paso que te aleja de Kurt y sabiendo que tu corazón no va contigo.
Tu corazón se ha quedado con él porque no mentías al decir que era suyo. Tu corazón se ha cerrado para siempre porque nadie más va a volver a ocuparlo. Y cuando te subes al taxi y miras por la ventana a Kurt sacudiendo su mano mientras tú te alejas lentamente hacia aquel lugar del que no sabes nada, te das cuenta de que nunca le dijiste a Kurt que lo querías y te quedas pensando en que a lo mejor ya nunca más tendrás la oportunidad de decírselo…
El sol brilla de nuevo sobre los viñedos que te dan la bienvenida a un nuevo día. Despiertas como siempre agitado, volviéndote a preguntar si ese sueño, el sueño de aquellos ojos azules que te miran como pidiendo que vuelvas a mirarlos se repetirá toda tu vida. Te levantas con algo de torpeza suspirando sin poder evitarlo cuando te miras al espejo otra vez. Esa barba está cada vez más enredada y tu cabello clama por un buen corte pero no haces nada. Miras tus ojos color avellana reflejados en la superficie y te preguntas si algún día esos ojos volverán a sonreír de nuevo. Hace casi diecisiete años que no sonríen.
Te desplazas lentamente hacia el baño de tu habitación y al sentir las gotas de agua recorriendo tu cuerpo vuelves a sentirte un poco mejor. Sales de la ducha, eliges el primer pantalón que sale del armario, tomas una de las tantas camisetas grises que sueles usar y tratas de hacer que esa jungla color azabache que cubre tu frente se mantenga un poco más ordenada. Haces la nota mental de pasar al peluquero antes de volver a casa. Hailey ya te ha amenazado con cortar ella misma ese cabello con uno de sus cuchillos de la cocina. Por cierto, no te haría mal recordar también que después de ir al teatro tienes que comprar un regalo para Hailey, su restaurante, una joya de la Toscana cumple diez años de servicio el día de hoy.
Llegas a la cocina y tu padre ya no está ahí. Supones que ha salido a trabajar temprano. Recuerdas que la temporada de cosechar las uvas ha llegado. Suspiras al darte cuenta de que aunque eres ya mayor no has podido cumplir la promesa que hiciste siendo niño: liberar a tu padre de todo ese trabajo. Pero las cosas son así.
A pesar de que tu padre trabaja de sol a sol, a pesar de que Hailey gana también lo suficiente para ayudar en casa y tú haces lo propio cada tarde en el teatro de la ciudad el dinero sigue sin ser mucho. Las medicinas de tu madre, el tratamiento, todo sigue siendo cada día un poco más caro. Al pensar en ello, piensas que al menos algo bueno ha resultado de todo pues tu madre no ha empeorado en todo ese tiempo. A pesar de que sigue deambulando por todos lados como un ángel al que es imposible volver a atar a la tierra, ella no ha dejado de sonreír todo este tiempo. No ha dejado de sonreír como ahora lo hace.
La miras en el jardín, sonriéndole a los rayos del sol que se enredan entre la hierba y el pequeño olivo que crece en medio de él. Por un momento te olvidas del desayuno y decides salir con ella. Al acercarte un poco más, notas que ella no ha envejecido. Su sonrisa sigue siendo joven como su piel y su largo cabello rubio. Sus ojos color avellana, iguales a los tuyos, brillan como lo hace el sol esa mañana. Aunque a veces fue difícil lidiar con ella, es tu madre, y no te arrepientes de nada. No, porque ella está bien, tu familia está bien y eso es más importante que…
No sabes por qué pero cuando tu madre te mira te parece que no lo hace con sus propios ojos. Un destello azulado parece brillar en ellos y tú tratas de entender por qué. Es cierto, que has despertado cada día de tu vida pensando y soñando con aquellos ojos pero, bueno Blaine, el mundo no es como te gustaba imaginarlo cuando tenias ocho años y sin embargo, hay días en los que te encuentras preguntándote qué habrá sido de él, del único, del mismo, del de siempre, de esa persona a la que como prometiste, no has podido olvidar.
Y de verdad no has podido hacerlo y a veces, cuando tienes ganas de huir de ellos te gritas mentalmente que aquel fue sólo un tonto amor infantil y después te niegas a llamarlo amor porque ¿qué sabe un niño de ocho años de amar a alguien? En última instancia, lo único que sabes tú del amor es que no puede existir en este mundo en el que te despiertas siempre con un agujero negro en el alma. Pero si dejaras de negarlo sabrías que amor es lo que fue. Si dejaras de aferrarte a la idea de que aquello no fue nada, descubrirías que en realidad lo fue todo. Si dejaras de pensar y te dedicaras a sentir sabrías que un niño de ocho años sabe de amor tanto como cualquier otra persona en el universo.
-Pronto- dice tu madre haciendo que te sobresaltes un poco al oír su voz- vas a verlo muy pronto Blainey…
Tú te acercas a ella y la abrazas con suavidad. No sabes qué es lo que quiere decirte. Quizá ella habla del director de la compañía de teatro en la que trabajas. Pues sí, Alessandro quería verte pronto el día de hoy, dijo que tenía para ti una noticia que cambiaría toda tu vida para siempre, sigues preguntándote de qué se trata y le ruegas al dios que quiera escucharte que se trate de un aumento o algo así. Pero al mirar de nuevo los ojos de tu madre sabes que ella no habla de eso y un escalofrío que no sabes de dónde viene recorre tu espalda.
-¿Qué quieres decir, mamá? - preguntas sin poder evitarlo.
-Digo, hijo- dice ella con una sonrisa hermosa en los labios- que no has olvidado todo este tiempo y que los valientes como tú tienen su recompensa aunque llegue de la manera menos esperada…
Tú la miras en silencio tratando de descifrar su sonrisa pero no dices nada. Simplemente te quedas ahí, sintiéndote contento al ver a tu madre sonriendo de ese modo. Ella besa tu frente y te dice que desayunes antes de irte. Tú le sonríes sintiéndote como un niño que hace que su madre se preocupe por todo y le dices rápidamente que te deseé suerte porque tal vez hoy recibas un aumento, un aumento que Alessandro Caravaggio "el rey de las comedias y dramas de Italia" te debe desde hace años. Ella sonríe ausentemente pero no dice nada. Porque ella sabe algo que tú no y también sabe que cuando tú lo sepas, tu vida volverá a regresar al lugar del que nunca tuvo que irse…
