Desde hacía un tiempo iba a visitarle, sabía que ya no podía verlo pero podía sentir como si él estuviera a su lado y la mirase con el cariño y la fidelidad que antes le entregaba sin esfuerzo. Ella no se dió cuenta y quiso enmendar su error visitandolo casi todos los días. Le llevaba flores nuevas y las ponía en su tumba o se sentaba al lado de ella y con su magia, recien recuperada gracias a cierto dragón, hacía que creciesen geranios y lilas a su alrededor haciendo la estancia más hermosa de lo que era verdaderamente. Las veces que nevaba, la tumba se llenaba de nieve y casi no se notaba las palabras inscritas en la tumba; Agravaine Le Fay, hermano de la antigua reina de Camelot y gran amigo. Algunas veces Morgana rompía a llorar sin razón aparente para todos los sirvientes y caballeros que por allí pasaban y hacían la vista gorda. No sabía si estaba allí por que lo amaba o por que se sentía sola. En dos ocasiones debido a la cantidad de lágrimas derramadas, se quedó dormida y se despertó con una manta que la cubría. Ella siempre sonreía ante esto, imaginandose que él la velaba desde el cielo. Hacía un tiempo atras creyó necesario realizar el mismo procedimiento que hizo con Lancelot y traer a Agravaine a la vida pero no tenía ninguna moneda mágica para tirar al lago, así que decidió trabajar duro para poder costearse una de esas monedas.
Había conseguido trabajo como camarera en una taberna muy frecuentada por los aldeanos de Camelot. Al principio estos se asustaban de ella y se iban temiendo que sus vidas corriesen algún tipo de peligro, por lo que el jefe estuvo a punto de despedirla en varias ocasiones. Pagaban una miseria y la mitad de ese pobre sueldo, lo destinaba a alquilar una pequeña casa compartida. Con ese sueldo tambien se costeaba la comida diaria y en una ocasión su jefe le regaló un vestido más por pena que por otra cosa. Algunas veces era un lujo comer, pues los impuestos no se lo facilitaba. Con el tiempo pudo encontrar otro trabajo como pastora y pudo pagarse otro vestido y más comida, pero no dejó el trabajo de camarera, así que dormía poco para poder trabajar. Y aun así, no conseguía el dinero necesario para comprar ningún artículo mágico, en especial la moneda para salvar a Agravaine.
En varias ocasiones había venido un caballero del rey preguntando por Merlín. Él nunca había entrado a la taberna, pero Morgana temía por su vida si le negaba a aquel caballero que medía más de dos metros y que podría aplastarla si le enfadaba, así que siempre le decía que había pasado por allí el sirviente del rey.
La guerra había arrasado Camelot. Los sajones querían invadirlos y los normandos se negaban. Las primeras potencias cayeron como las tierras de Cenred y Camelot. Durante semanas la gente se escondía y algunos elegían la taberna como escondite. El jefe siempre se negaba, pero Morgana los escondía aunque este se lo prohibiera, al parecer la guerra había apaciguado y aquella noche los hombres de Camelot se habían reunido en la taberna.
Morgana estaba ataviada con un de sus tres vestidos, uno gris mal cosido por algunos lugares y sin tirantes. Hacía siempre calor en el local por lo que aquel vestido sin mangas era perfecto, pero para gusto de Morgana demasiado corto. De pronto entraron unos hombres envueltos en cotas de malla y con el escudo de Camelot grabado en su ropa. Eran los caballeros de Arthur y a la mayoría los conocía. Sir Leon, Elyan, Percival, Tristan no solían entrar en aquella posada y se Morgana no pudo evitar sorprenderse. A Gawaine lo tenía como cliente habitual así que no se sorprendió mucho. Siempre hablaba con ella y parecía no guardarle rencor, eso sin duda la alegraba bastante y siempre le sacaba alguna que otra carcajada.
- ¡Camarera!-. Gritó uno de los caballeros, que no conocía. Ella se acercó cabizbaja, pues la verdad no quería que la viera así, humillada y sucia. Deseó que la tierra se la tragase.
- ¿Sí, sire?-. Preguntó ella sin despegar la mirada del suelo.
- Sírvenos a todos vino.- Gritó él a lo que todos gritaron y berrearon como signo de aprovación. "Hasta las ovejas y cabras que yo tengo que pastorear tienen más modales que ellos", pensó Morgana para sí y se fué a buscar el pedido. Dos niños la detuvieron. Uno llevaba una flor que parecía una margarita. Morgana se agachó y les preguntó que era lo que deseaban. El niño más joven la abrazó con fuerza, algo que la bruja no se esperaba y el mayor le tendió la flor.
- Gracias-. Consiguió decir el menor.
- ¿Por que?- Quiso saber Morgana. El niño se acercó a su oreja como si se tratase de un secreto.
- Nos escondiste hace tres días -. Dijo el otro niño. Entonces lo recordó, una familia muy pequeña e igual de pobre que ella entró la otra noche pidiendo refugio. Uno de los niños le dió un beso en la mejilla y se fueron corriendo.
Ella todavía estaba en shock, pero luego reaccionó y se puso la margarita en el pelo, felíz por haber ayudado a alguien en sus mismas condiciones. Corrió hacia detrás de la barra y sirvió doce jarras bien cargadas de vino. Su jefe que pasaba por allí le dijo que aquellas jarras les saldrían gratis y que se lo comunicase cuando las sirviera. Ella asintió y cargó con la bandeja.
- Aquí teneis. Vino para todos -, dijo ella alegremente. Al parecer los niños la habían animado y ahora estaba sirviendo con ganas. Algunos de los caballeros lelanzaban miradas asesinas, otras dudosos inspeccionaban la bebida cuando ella se la servía y Gawaine, le lanzaba esa curiosa mirada afectuosa habitual en él.- Os invita la casa a esta ronda por vestro gran trabajo en el campo de batalla. ¡Disfrutadla!-. Acabó diciendo ella eufórica y se inclinó levemente.
- ¡A tu salud!- Dijo Gawaine alzando la copa. Algunos como Tristan y otros que no conocía alzaron tambien la copa y le dieron un buen buche. Morgana sonrió, pero su sonrisa y felicidad se fueron cuando vió entrar a Arthur y Merlín por la puerta e inclinandose levemente se dió la vuelta.
- ¡Arthur! ¡Has venido! ¡Qué bien! ¡Eso es genial! ¡Una jarra para el rey!-, escuchó Morgana decir a varios hombres y maldijo por lo bajo. Ahora sí deseaba morirse. Se giró sobre sus pies y se acercó a su hermano sin mirarlo, mientras se sentaba en la silla.
- ¿Que es lo que desea, sire? - Preguntó ella con el máximo respeto y educación que pudo mostrar en ese momento, pero sin mirarle directamente a los ojos.
- Una jarra de vino bien llena.- Contestó él y todos le berrearon y animaron como antes habían echo cuando alguien les pidio vino. Ella asintió y agachó la cabeza en señal de respeto y se dirigió a Merlín, el que la miraba con una mezcla de sorpresa, odio y confusión, muy característica en él.
- ¿Y vos que deseais?- Dijo ella intentando mostrarse neutra aunque por dentro quería lanzarse a su cuello y estrangularle por lo que le había echo. Él habrió la boca para contestar pero Arthur se puso en medio y contestó por él.
- Una hidromiel sin alcohol.- Interrumpió el rey. Ella asintió y volvió a inclinarse levemente. Cuando se volvió cerró los ojos fuertemente aguantandose el gran nudo que se le había formado en la garganta. Los abrió en cuestion de segundos y empezó a andar perdiendose entre la gente y llegando hasta la cocina donde se encontraba el jefe.
- El rey y su sirviente quieren una hidromiel y una jarra de vino.- Le espetó ella algo enfadada y pero él parecía no prestarle ninguna atención.
- ¿Y que haces entonces ahí parada?- Preguntó él con superioridad.
- Me voy.- Dijo ella sin inmutarse por la vanidad que su jefe mostraba. La mayoría de la cocina dejó lo que estaba haciendo para mirar el espectáculo.- Hace más de dos horas que debería haberme ido a casa y que usted debería haber empezado a trabajar por mí, pero en su caso está ahí parado, explotando a sus trabajadores y sin mover ni el dedo. Así que si hago su trabajo, estaré haciendo extras y se que no me los va a pagar. Me debe usted más de dieciocho dias y cuatro horas de trabajo extra y parece ser que no me lo va a pagar. Así que como se ha acabado mi hora de trabajar, me voy.
El jefe, al que parecían no haberle levantado la voz en su vida, se asustó de tal forma que se fué corriendo temiendo de que Morgana le pegase o algo así. Cuando volvió traía con sigo una caja negra. La abrió y le entregó entregó moneda por moneda contada a Morgana. Ella asintió haciendo calculos y comprobando que ese tío era un rácano.
- Ahora págeles a los cocineros lo que les debe y a Sally, la otra camarera todo lo que les debe y ni un céntimo menos, mientras tanto voy a servirle sus bebidas a al rey y su sirviente por que por una vez en la vida está usted ocupado.- Dijo ella descargando todo su enfado contra él y asustandolo más aún. Se levantó un pliege del vestido y guardó todas las monedas que el jefe le había dado y cogió otras dos, por las horas que había echo aquella noche.
Ella cogió dos copas, las rellenó y salió de la cocina. Cuando estuvo fuera de esta su cuerpo empezó a temblar y llevó las jarras como pudo sin ramarlas hasta la mesa, donde al soltarlas, un poco se calló en la camisa de Arthur. Al verlo, uno de los caballeros empezó a insultarle pero Arthur levantó la mano para que se cayara, que lo hizo al instante. Morgana le tendió un paño que había cogido del mostrador, avergonzada. Pero el rey no dejó que se lo limpiara, se lo quitó tranquilamente de las manos y se lo tiró a Merlín.
-¡Merlín!- Musitó el rey divertido viendo como su sirviente le limpiaba la parte de la camisa manchada refunfuñando. Ella no dejaba de temblar sin saber el porqué y sintió las manos de alguien rodeandole la cintura. Era Gawaine. Al principio se asustó pero luego se "relajó" aunque sin dejar el temblique, claro esta. Arthur los miró tristemente, la última vez que había tomado a su hermana así fué cuando su padre había caido enfermo, perdiendo la mente.
-¿Por qué tiemblas?- Preguntó Gawaine intentando consolarla, pero ella solo podía ponerse más tensa y temblorosa. Abrió la boca para contestar pero sus palabras no salieron de la boca y se giró hacia la cocina, esperando a que lo entendiera. Él rió.- Veo que le has plantado cara al jefe.., ¿Como se lo ha tomado?
- Mal.., creo que se ha asustado de mí.- Dijo ella con una sonrisa forzada. Miró a Gawaine. No sabía como es que siempre la tranquilizaba.- No tuve que hacerte caso... ahora...
-Ahora tienes el dinero que ese explotador te debía.- Dijo él. Ella estaba visiblemente incómoda pero el no se daba cuenta. Él la había tomado por la cintura delante de trece personas incluido su hermano, al que no quería mirar por que conocía la expresión que tendría en aquel momento su cara.- Además si no lo hacías tú, nadie lo iba a hacer.
-Ya sé por qué. Mañana estaré despedida.- Dijo neutralmente mirando a un punto fijo como Arthur hacía en muchas ocasiones.
Le sonrió a Gawaine, haciendole saber que no le importaba lo más mínimo aquel hombre y se separó de él. Se quitó el delantal y lo dejó en el perchero que se encontraba en la entrada de la puerta y salió. Al salir el aire le dió de bruces y empezó a tiritar con más ganas. Por la noche siempre hacía frío y el cambio de temperatura la iba a resfriar. Bajó las escaleras que conducían al bar y se sentó en uno de los escalones. Se cruzó de brazos y pensó en lo que había echo. Se soltó el pelo que hasta ahora lo tenía atado en un moño del cual se le escaparon pequeños mechones y ahora el pelo le cubría algo los hombros, pero no lo suficiente y sintió como su largo pelo ondulado se enfriaba. Se palpó el trozo de tela que contenía el dinero y sonrió.Con aquello podría vivir dos meses si lo exprimía. Pensó en Agravaine, no sabía si podría liberarlo. Si compraba aquella moneda, no le quedaría dinero ni para tres semanas. Se frustró.
- Pensaba que ahora serías una contrabandista o algo así.- Dijo una voz a su espalda. Se giró. Su hermano. Por un segundo pensó que la voz era de Merlín que vendría a echarle la bronca y con un poco de suerte a rematarla del todo, lo que en casi cuatro años llevaba intentando sin éxito. Arthur bajó las escaleras y se sentó al lado de Morgana, en el mismo escalón y le puso su capa roja por encima.
- Gracias.- Dijo ella secamente y con la mirada vacía.
- La verdad es que iba salir Merlín a buscarte, pero tras discutir en voz baja con él se rindió.- Él negó para sí y sonrió.- Que cabezón puede ser a veces. No me gustaría que se resfriara, ya es patoso de por sí, imaginate la que armaría si estuviera enfermo.
- Sí, ya.-Morgana sonrió, imaginando a Merlín, dando tumbos por ahí tirando todas las cosas de Arthur al suelo- Pero creo que en parte es mejor, sería bastante violenta la conversación.
Arthur la miró. Sabía que ella odiaba a Merlín y que él la odiaba a ella. Pero tambien sabía que en algún momento del pasado, él se enamoró de ella y no pudo olvidarse. Negó a su hermana. Pero prefirió no decirle lo que Merlín sentía por ella. Algún día él se lo diría. Sabía que Morgana, en el fondo, no había cambiado y que seguía siendo la niña que jugaba con las muñecas de trapo que le regalaba su padre.
- Ahí dentro habrás sacado las uñas.- Dijo él sin saber que decir aunque tenía muchas preguntas sin resolver.
- No, yo solo le dije la verdad, que me debía mucho dinero a mí y a todos los demás trabajadores. Pero no importa, yo ya tengo lo que quiero y era tener dinero ahorrado
- ¿Por qué?- Preguntó Arthur. Morgana nunca había sido derrochadora pero tampoco ahorraba nada.
- Por que quiero irme de Camelot.- Dijo ella. La verdad no era aquella, pero no es que fuera la primera vez que lo pensaba.- A mí no me queda nada aquí. Uther murió. Morgause. Agravaine.- Cuando nombró a este último Arthur la miró. Morgana cerró los ojos. Lo había dicho sin pensar, se le escapó.
- ¿Le querías?- Preguntó él mirando al frente.
- Él me quería.
- Eso no es lo que te he preguntado.- Ella le miró y se encogió de hombros.
- ¿Recuerdas cuando Lancelot volvió?- Preguntó de repente.
- Sí -,contestó él,- lo invocaste tú.
- ¿Lo sabías?- Preguntó asombrada.
- Merlín me lo dijo, como otras muchas cosas que has echo.- Ella se quiso morir en aquel mismo instante. Merlín. Merlín. Merlín. Siempre Merlín. Lo llegó a considerar su amigo. Ambos se traicionaron mutuamente y esa amistad se rompió.- Cosas que te he perdonado. Como yo espero que perdones otras muchas que yo hice. Pero eso sigue sin ser lo que yo te he preguntado.
- Cuando devolví a Lancelot a la vida, utilicé una moneda. Una moneda antigua utilizada en la antigua religión para muchas cosas. Nuestro padre ordenó que todas se escondieran.- Dijo Morgana. Ambos hermanos se sorprendieron en silencio de que Morgana hubiese llamado "padre" a Uther.- Pensé en comprar una de esas monedas y utilizarlas para revivir a Agravaine. Se lo debo.
- No, Morgana, no le debes nada a nadie.- Dijo él que no quería que su hermana volviera a utilizar la magia.- Déjalo morir en paz.
- No murió en paz. Murió por mí.
- Y espero que no tenga que vivir por tí.
Se miraron los dos a los ojos, dos ojos azules que a la luz del sol parecían glaciales y a la luz de la noche parecían estar echos de agua. Se vieron iguales por una vez en la vida.
- ¿Donde vives ahora?- Preguntó el rey preocupado.
- En una casa compartida. Yo trabajo para los dueños y les doy una parte de mi salario para poder dormir en su hogar.
- No pareces comer muy bien.- Comentó Arthur.
- El dinero no me llega para comer bien. Algunos días no he comido y he trabajado hasta que me desmayo y me despierto horas más tarde. Esos días son horribles.- Preguntó ella. Se levantó y giró sobre su propio eje para que su hermano juzgara por sí mismo.- ¿Tanto se me nota?
- A simple vista no se nota. Pero soy tu hermano. Yo sí lo noto.- Dijo y ella se volvió a sentar a su lado. El la miró, tenía la cara algo más seca y las manos huesudas.- ¿Cómo te has echo eso?- Preguntó Arthur señalando una pequeña cicatriz situada en la sien izquierda, que de lejos no se veía y que casi siempre la tenía tapada con el pelo.
- Me caí.
- Se cuando mientes, Morgana
- Me golpearon.
- ¿Quien?- Quiso saber Arthur. Pero Morgana no se lo dijo, a decir verdad se quedó callada y se levantó dandole un beso en la mejilla a su hermano.
- Tengo que irme.- Dijo ella escabullendose de la pregunta del rey.
- ¿Pero quien te hizo eso?- Preguntó Arthur.
- Lo hecho, hecho esta.- Contestó ella.- Adios, hermano.
Dijo ella mientras hacía una pequeña reverencia. Que fuera su hermano no quitaba importancia, él seguía siendo el rey. Tras inclinarse se quitó la capa de él y se la entregó, luego corrió. Arthur la siguió hasta llegar a una pequeña casa en la que Morgana se paró, mientras, él se escondía tras la fachada de otra casa que quedaba enfrente de esta. Miró a ambos lados para asegurarse de que nadie la seguía y sacó de debajo del vestido, quizas de un pliege, pensó Arthur, una gran cantidad de monedas y las enterró con tierra en un trozo de parcela. Tras limpiarse las manos, tocó a la puerta y unas manos grandes la metieron dentro. Arthur asustado corrió hacia la casa y se asomó a una de las ventanas desde la cual se escuchaba toda la conversación. De pronto escuchó a alguien en la oscuridad e iba a desembainar su espada, cuando vió a Merlín. Se llevó un dedo a los labios indicandole que no hiciera ruido. Y luego ambos se acercaron a la ventana para ver el interior.
Por dentro era muy pequeña. Había pocos muebles dentro de ella. Y solo se veía desde allí tres habitaciones. Las dos estaban cerradas y una supuso que sería el baño. En la principal estaban Morgana y un hombre de aparentemente cuarenta años enfrente de ella. Media casí dos metros y tenía las espaldas anchas. Arthur y Merlín lo veían desde atras y no pudieron saber la cara del hombre solo que era rubio y que a Morgana le asustaba.
- ¿Donde está el dinero?- Preguntó él. Ella sacó cuatro monedas de su bolsillos y se las entregó. Él no lo contó.- ¿Esto es todo?
- Sí, sire.- Contestó ella asustada. Él negó con la cabeza y le dió un bofetón a Morgana que la tiró al suelo. A Arthur la sangre le hervía al escuchar los gritos de su hermana, que se alejaba de aquel hombre presa del pánico.
-¡Dime la verdad, estúpida!- Le gritaba él hacercandose a ella. Merlín y Arthur no veían a Morgana por que aquel tipo estaba en medio.- Cuando Jerry ha salido del bar me ha dicho que le has cantado las cuarenta a tu jefe y que te dió mucho dinero.
- Me lo han robado.- Él no le hizo caso y la levantó como si fuera un muñeco, para tirarla otra vez al suelo. De su nariz brotaba sangre.
-¿Por qué no usa la magia?- Le preguntó Arthur a Merlín fuera de la casa, en voz baja para que no lo escucharan. Merlín pensó lo mismo. Él envió a Aithusa. Sabía con certeza que Morgana tenía magia.
- ¡Déjala en paz!- Dijo un anciano que salió de una habitación. Tenía el rostro sereno y con algunas berrugas en la piel.- Seguro que dice la verdad, ¿No es así, Morgana?- Ella asintió enérgicamente.- De todas formas ella ya te ha dado las dos monedas que nos debía por quedarse aquí.
Cuatro le había dado, en verdad. Pero Morgana no iba a replicar, otras veces se llevaba las dieciocho que cobraba en un mes y decía que no se las había entregado. Jhonny le acababa de hacer sangrar la nariz por lo que tenía que tener bastante cuidado con él, ahora por suerte se iba a la cama, junto con Monshine su anciano tío que al parecer solo había venido a por algo de agua. Saludó a Morgana y entró en la habitación seguido de Jhonny, que la miraba con rabia. Se levantó como pudo y cogió una manta que ella misma había comprado y se la echó por encima. Escuchó un ruido fuera, pero no le dió importancia y se tumbó en el suelo, con sueño.
-¡Merlín!- Le reprendió Arthur en voz baja cuando su sirviente hizo ruido con las ramas que había a su alrededor.
