¡Hola a todos! No puedo creer que he vuelto.
Les traigo una historia cortititita que surgió mientras estudiaba para mi examen del próximo lunes (muy mal, lo sé). Me pregunté qué estaría haciendo Hermione en este momento. Y de repente nació. Espontáneamente.
Bueno, los dejaré leer. ¡Nos vemos más abajo!
Perfecto
Hermione tiró las llaves de su casa sobre la mesa. Parecía increíble que por fin estuviera en su hogar después de un día tan pesado en el trabajo. Vio el reloj del recibidor: 23:35, ya era algo tarde.
Cruzó los pasillos, subió las escaleras y echó un vistazo ante la tenue luz que apenas iluminaba los cálidos colores con los que su habitación se encontraba pintada y sonrió. Sonrió al ver de espaldas la sombra de una figura masculina durmiendo plácidamente sobre la cama.
Tan rápido ya habían pasado 21 años.
Una parte de ella seguía viendo a aquel niño delgaducho y frágil, con rodillas huesudas, una cicatriz escondida debajo del flequillo y unos anteojos redondos muy grandes para su cara. Sólo rastros de eso quedaba.
Observó la amplia espalda del hombre, su cabello eternamente despeinado en el cual empezaban a teñirse algunas canas (algo prematuro a sus escasos 32 años). Pero ahí estaba: tranquilo, sano y en una pieza. Lejos de aquellos tiempos donde su vida se encontraba amenazada constantemente.
Decidió quitarse los zapatos y dirigirse a la habitación contigua. Un cachorro Border Collie estaba dormido sobre la alfombra del cuarto y Hermione refunfuñó. Pronto sería lo suficientemente grande para impedir que estuviera dentro de la casa. Como si pudiera escuchar sus pensamientos el perrito abrió los ojos y se alegró ante su presencia, movió la cola y se acercó a recibirla.
No, nunca tendría el corazón para mandarlo a dormir al patio.
"No vayas a ladrar, Billy. No queremos despertar a nadie" susurró Hermione mientras acariciaba el vientre del cachorrito.
Hermione exploró con la mirada el resto de la habitación y se alarmó al encontrarla sin rastros de otro ser vivo.
Regresó rápidamente a su cuarto para despertar a Harry y preguntarle dónde se encontraba su otro amor. Rodeó la cama y la imagen le robó el aliento. Había visto a Harry de espaldas porque éste se encontraba abrazando a un niño de 6 años. Delgaducho, frágil, con flequillo rebelde y rodillas huesudas. Y unos anteojos redondos muy grandes para su cara. Eran idénticos. Los dos se encontraban vestidos con túnicas de Quidditch de color escarlata y más llenos de lodo que lo que alguna vez Billy iba a estar. Nunca volvería a quejarse del perro.
En otras circunstancias ya les habría gritado y regañado por horas… Pero al ver a sus dos amores, uno siendo la fiel copia del otro, no le quedaba más que agradecerle a la vida por permitirle presenciar esa escena. Tomó el libro que se encontraba en las manos de Harry y lo colocó sobre la mesita de noche. Con la misma ropa que se traía puesta se subió a la cama y se recostó al otro lado de su hijo, abrazándolo y contemplando la escena. Un tirón en la cobija hizo que volteara hacia abajo. Billy intentaba subirse a la cama que tan alta le quedaba. Hermione extendió el brazo y jaló al cachorrito quien rápidamente se acomodó a los pies de la cama. Hermione sólo atinó a sonreír.
Levantó la mirada hacia su esposo y se sorprendió al ver unos ojos color esmeralda observándola con devoción. Le sonrió con la mirada y volvió a cerrar los ojos mientras le tomaba mano.
Todo era perfecto.
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¡Nos volveremos a leer, un besote!
