Te sentiste morir. Sentiste que la vida se te iba de entre los dedos. Pero no podías, no querías... Por ella. Creíste que ella no lo habría podido soportar, y te esforzaste por volver. Mas cuando tus ojos se abrieron ella no estaba, y tu mano estaba entrelazada con otra que no era la de ella.

Así recordaste por qué en un primer momento no quisiste volver. Recordaste a tu amigo y la mujer que no pudiste salvar. Recordaste que de seguro él te estaría odiando por ello. Recordaste la culpa que sentías en tu pecho, y también el dolor de tu puerna que volvía a punzarte. Y recordaste haber creído que, de estar ella ahí, quizá nada de eso te importaría tanto.

Ella no estaba... Y no entendías... ¿Acaso era verdad cuando te dijo que no te extrañaba? Te negabas a creerlo, pero todo a tu alrededor te indicaba que ella ya te había olvidado.

Tú, acostumbrado a llevarte el mundo por delante, acostumbrado a que todos dependieran de ti y de tu gran intelecto y sabiduría, y acostumbrado sobre todo a ser fuerte e inhumano en medio de los débiles mortales, te encontraste de pronto derrotado por tu propia humanidad, vulnerable y débil, esperando a que ella, el objeto de tus burlas por su debilidad, llegara como un ángel a llevarse tus penas.

Descartaste esa esperanza rápidamente; ella ya no vendría, estaría con su novio riendo, proclamando al mundo que ya no te extrañaba. Te quedaste solo con tu dolor, apretando con rabia esa mano entrelazada con la tuya. Solo en medio de un dolor seco, sin lágrimas. Un dolor silencioso, sin quejas ni lamentos, porque creías merecerlo. Y tras horas y días de intenso dolor decidiste que, ya que ella no vendría, mejor te sería morir. Así, cerraste los ojos.

Ahora la escuchas. ¡Sí! Escuchas su voz llamándote desde lejos... Y cada vez que pronuncia tu nombre te sientes más feliz, más lleno, más vivo. Sientes su mano en la tuya, luego en tu mejilla, y tu dolor desaparece. Ya no sientes tanto la culpa, tampoco el miedo al rechazo de tu amigo. Y cuando por fin abres los ojos la ves.

Es ELLA, sentada junto a ti, tomando tu mano y sonriéndote. ELLA, quien esperabas. ELLA y no otra. No entiendes cómo ni por qué, pero está a tu lado y es lo único que quieres. Y ahora ya no sabes si estás vivo o muerto, sólo sabes que si ella está, tú estás en el Paraíso, y quieres quedarte allí eternamente.

FIN