Santuario de Athena.

A pesar de los inimaginables entrenamientos, los días en el santuario transcurrían con tranquilidad y calma. La mayor parte de los caballeros y aprendices dormían; solo aquellos a quienes el roll les obligaba a hacer guardia se podían percatar de la inusual actividad que repentinamente embargaba el santuario.

En la delicia de la noche, sin previo aviso, todas las luces de las 12 casa y el templo mayor se encendieron. Aquellos que hacían guardia extrañados por el acontecimiento corrían a gran velocidad con dirección a las 12 casa; sabían que, por razones para ellos desconocidas, los caballeros dorados habían debido salir. Las 12 casas, se encontraban por lo tanto sin protección y si se trataba de un enemigo tendrían que defenderlas sin entrar en ellas. Pues de lo contrario romperían las reglas impuestas por Athena y su Santidad el gran Patriarca.

Al llegar a las faldas del templo de Aries, cada caballero en turno de vigilancia, encendió su cosmos y pronto 3 hileras con 5 caballeros cada una se encontraba listas para la defensa del templo. Se encontraban ya listos para la batallas, aunque ni el más poderoso adversario los hubiera podido sorprender como lo que vieron llegar. Sin decir siquiera una palabra rompieron filas y permitieron a los transeúntes proseguir su camino.

La mayor parte de los presentes no habían visto más de 3 veces a un caballero dorado, las pocas veces que se les veía era solo para vigilar de manera espontanea los entrenamientos y después de eso se retiraban sin decir una solo palabra. Lo que hacía de aquel momento aun más impresionante, era que por primera vez veían a los caballeros dorados juntos; al que jamás había sucedido ante sus ojos.

En un principio se encontraban tan absortos en el desfile de sus superiores que nadie había reparado en la presencia de unos niños que los acompañaban. Los 2 mayores tendrían entre 10 y 11 años, los que seguían en edad ,no pasarían de los 7 años y a los más pequeños aun no se les podía considerar niños, ninguno parecía llegar aun a los 4 años. Los 5 mayores caminaban justo detrás de un caballero, mientras que los 6 bebes caminaban tomados de la mano de algún otro santo.

Era entonces, un espectáculo realmente pintoresco, observar a los temibles y respetables caballeros dorados caminar de aquella manera tan solemne mientras llevan a unos niños. Las armaduras doradas brillaban en todo su excelencia, mientras sus dueños lucían aquel maravilloso porte. Aportaban los niños al singular desfile, un aire grato e incluso divino; pues vestidos con aquellas tiras de tela que pretendían ser ropa, parecían seguir con singular alegría a un ángel que los llevaba a su salvación.

Si, definitivamente aquel había dejado de ser un día cualquiera. Nadie hablo, los hombres que en un principio pretendían defender el templo, eran callados y extrañados espectadores. A la elite del santuario parecía no importarles su presencia; aunque si alguno de los niños, movido por la infantil curiosidad, trataba de prestar atención al resto de los soldados, era silenciosamente corregido y llevado a seguir con la peculiar procesión.

¿Qué hacían ahí esos niños? Era la unánime pregunta. Aunque todos los presentes sabían que no existían aspirantes a las armaduras doradas, a nadie llego a ocurrírsele que esa podía ser la razón de la llegada de aquellos infantas.

El primer motivo, de que tal idea no hubiera sido considerada era simple. Los 2 niños más grandes, eran precisamente demasiado grandes; los 3 siguientes deberían estar a un año de la edad promedio y los 6 restantes eran demasiado jóvenes. Tal vez la razón de la edad no sería tan importante si se trataran de aspirantes a cualquier otra armadura, pero tratándose de las armaduras de oro, no podía ser.

El segundo motivo era aun más sencillo. Nadie jamás viajaba para llevar a un aspirante. Los niños que pretendían servir a la diosa, simplemente llegaban un día y pedían permiso para entrenarse. Los maestros les eran asignados y eran los mismos maestros quienes decidían si podían llegar a una armadura. Así que ¿Por qué habría los santos de oro de tomarse esa molestia? En algunas ocasiones algún maestro observaba a un niño con potencial y lo llevaba al santuario, sin embargo estos casos eran pocos.

A si, los centros de la atención siguieron avanzando hasta que fueron sus presencias ocultadas por el primer templo. Y como era de esperarse, de una multitud que sentía finalizar el encanto del momento, comenzaron a nacer en el silencio los rumores. Nadie los podía culpar, después de todo eran pocas las diversiones y libertades dadas en el santuario y nadie jamás les había prohibido hablar del otro. Sin importar si malo o bueno fuera.

Muchas especulaciones vieron la luz. Algunas tan absurdas y otras tantas un poco más creíbles. Entre lo absurdo, fue la sensación el creer que el grupo de niños seria sacrificado. Entre lo poco más creíble que serian utilizados como esclavos dentro del gran templo. Dicho sea de paso que más de uno debería haber agradecido la concentración del Patriarca en la llegada de los niños. Pues ni aun al más noble de los lideres, como lo era el gran Patriarca Shion, le agradaba que sus seguidores pensaran tales idioteces; como que sacrificaría a unos pobres e inocentes niños.

Aunque a decir verdad, puede que existan ocasiones en que lo absurdo sea de una retorcida manera los más cercano a la verdad. Pues aunque no de la manera tradicional, cada persona que entraba en el santuario, seria de una u otra manera sacrificada en nombre de la diosa Athena. Así que en vista de tan reveladora verdad, que podían esperar aquellos ignorantes niños de su destino.