El color del cielo
Por Yoana Spiegel
Disclaimer: High Speed!, Free! y todos sus personajes son propiedad de Kōji Ōji, Kyoto Animation y de todos los demás que posean los derechos. Fanfic hecho sin ánimos de lucro.
Nota de Autor: Aquí está otro Future Fish!AU. Ahora será un multi-chapter con mucho drama y angst. Espero les guste. El título y la frase que inspira este primer capítulo está inspirado en la canción "The Misfit Go" de OLDCODEX.
Capítulo 1,
Un idioma diferente.
"Incluso los días que se opusieron a la dirección del viento, han olvidado el color del cielo".
El cielo fue siempre del mismo color para Haru. Gris.
Un tono de gris tan monótono y triste que no inspiraba ningún sentimiento en él que no fuera indiferencia y melancolía. Nunca se encendió esa chispa dentro de su corazón al ver esos colores radiantes que explotaban sobre el cielo en aquellos días de festivales.
Para los demás, el azul que brillaba por todos lados alegraba sus almas y les daba fuerzas para seguir viviendo cada día. Su madre, por ejemplo, sonreía cada vez que su padre la miraba con los ojos más azules que jamás haya conocido. Su expresión se volvía radiante mientras ambos compartían un beso de despedida en la puerta principal de la casa.
Haruka nunca entendió por qué el azul era importante en la vida de su mamá. Él heredó los ojos de su padre, y su corazón jamás latió con fuerza al ver sus propios ojos reflejados en el agua.
Para la abuela de Haruka, el rojo simbolizaba la pasión y el amor que aún sentía dentro de ella al recordar a su esposo. Haru nunca conoció a su abuelo, pero ella le habló en muchas ocasiones sobre lo amoroso y detallista que era; sobre la dedicación y cariño que siempre le profesó.
Claro, Haru aún era pequeño para entender las suaves palabras de su abuela, pero suponía que ella sentía ese amor cada vez que miraba las rosas del jardín. Tal vez las fresas le recordaban su primer beso y las manzanas el día de su boda.
Haruka nunca entendió por qué el rojo fue importante para su abuela. Él relacionó el rojo a la sangre; cada vez que resbaló sobre las rocas o las espinas de las flores se enterraban en su piel, la sangre brotaba y sólo le causaba dolor. Nunca hubo amor o pasión; sólo dolor.
El blanco era pureza, bondad. El amarillo representaba a la energía e inteligencia; el morado, poder. A él nunca le importó el significado que los colores tenían en la vida de las personas. Jamás pudo entender ese idioma que, al parecer, todos hablaban. Se sentía como un extranjero en tierras lejanas.
Y ha sido así desde el día de su nacimiento.
Haruka encendió el pequeño radio que estaba sobre la repisa, y la música alegre que tocaba la estación se dejó escuchar por toda la cocina. Mientras trabajaba en una pequeña cafetería en el centro de la ciudad, le gustaba distraerse oyendo diversos programas radiofónicos. Había veces en las que la carga laboral era tan ligera que en poco tiempo terminaba de limpiar el lugar y lavar todos los utensilios. Necesitaba mantener la mente ocupada para que los recuerdos no llegaran a él.
Después de terminar su formación como chef, Nanase consiguió empleo en una cafetería llamada "Pez del futuro", un agradable y pequeño lugar que se encontraba cerca de la estación de bomberos. Realmente el dueño se alegraba de tenerlo ahí, pues era un viejo amigo de su abuela y siempre admiró la buena sazón de ella. Ni siquiera le pidió referencias ni documentos que avalaran su experiencia, con sólo escuchar su apellido y probar algunos platillos que le pidió preparar, el dueño le dio el trabajo a Haruka sin dudar. Al de cabello negro le dio igual el pasado que el hombre tuvo con su familia, pero necesitaba dinero para vivir y oportunidades así no se repetirían.
Se preparó una taza de té y se sentó en el pequeño comedor que se encontraba en una esquina de la gran cocina, los empleados solían almorzar y descansar ahí. La música siguió sonando, una melodía pegajosa que había estado de moda desde hace semanas.
―¿De nuevo esa canción? La odio tanto ―el mesero en turno dijo mientras entraba a la cocina y buscaba su bento en el refrigerador―. Ni siquiera es hermosa, no entiendo su éxito.
Ese era Rei Ryugazaki. Un chico de veintiún años que estudiaba su primer año en la universidad. La razón por la cual apenas iniciaba sus estudios la había olvidado a los cinco minutos de haber conocido al chico. A Haruka sólo le interesaba que Rei hiciera bien su trabajo y no le diera molestias, su vida personal quedaba fuera de aquella cocina.
El chico de lentes calentó su almuerzo en el microondas y cuando terminó, se sentó frente a Haruka. Por lo general Rei era silencioso y hablaba sólo lo estrictamente necesario en horario laboral; eso le agradaba al chef.
"Y estamos de regreso" dijo el locutor del programa que escuchaban, lleno de energía. "Espero les haya agradado el anterior bloque musical. Conmigo siempre tendrán la mejor y más nueva música de todo Japón. Y ahora, seguiremos con el tema del día", Haruka no recordó el tema que trató el locutor toda la tarde, así que prestó atención mientras miraba comer a Rei.
"¿Cómo evitar accidentes caseros? Todos saben que es bastante fácil provocar un accidente en casa, en la escuela o en el trabajo. Y todo por culpa de un descuido, ¿no es eso bastante triste? Caídas por líquidos derramados, en la bañera. Quemaduras, golpes… pero mejor que los expertos nos den algunos consejos para evitarlos y cuidar nuestra integridad. Demos la bienvenida al miembro del cuerpo de bomberos más lindo de todo Japón".
―Me exaspera bastante ese locutor, ¿a ti no, Haruka-senpai? ―Preguntó Rei, le dio un pequeño sorbo a su bebida mientras miraba a Haru, que sólo dio un pequeño gruñido evasivo.
Música y aplausos inundaron la cocina, dando la bienvenida al sujeto que, según el locutor, era el bombero más lindo del país. Era una pena que fuese por radio.
"No digas esas cosas tan vergonzosas, Nagisa".
Fue como si el tiempo se detuviese para Haruka. Aquella voz sonó tan suave y melodiosa, que parecía algo divino, un ser fuera de este mundo que vino a iluminar a la gente con su voz. Haruka miró el aparato con sumo interés, quería seguir escuchando a la voz. Su corazón se calmaba y latía en una suave armonía que se desconcertó por un momento. Jamás le había pasado eso al escuchar a alguien hablar.
Emociones que creyó enterradas bajo una gran capa de tierra florecían dentro de su ser. Y era tan ridículo. Haruka realmente quería reír a carcajadas delante de Rei, del dueño y de todos los clientes, porque no era posible que un desconocido le hiciera sentir tantas cosas que ni siquiera la gente más allegada a él pudo.
Pero Haru sabía que era una fantasía. Algo irreal que sólo le pasaba porque la soledad había sido su compañera desde hace bastante tiempo.
Suspiró, era un día raro. Siguió escuchando el programa de radio.
"Yo sólo digo la verdad, Mako-chan. Bueno, bueno, no nos salgamos del tema. Como decía, hoy nos acompaña Makoto Tachibana, miembro del cuerpo de bomberos de la zona oriente", oh, era la estación que estaba cerca de la cafetería. "Y nos hablará sobre cómo prevenir accidentes en nuestra casa o trabajo. Adelante, Mako-chan"
"Gracias, Nagisa. Estoy un poco nervioso, jamás había estado en la radio. No sean muy duros conmigo si me equivoco". El bombero volvió a utilizar el tono suave que hizo que Haruka se desconectara del mundo.
"No te preocupes, Mako-chan. No creo que haya un ser en este planeta que sea duro contigo. Tú eres la encarnación del bien, un ángel que ha venido a iluminarnos con su amor y dulzu…"
"Basta, Nagisa, no digas esas cosas. Como miembro del cuerpo de bomberos de la zona oriente, he venido a hablarles sobre los accidentes y cómo prevenirlos. ¿Cuántos de ustedes han olvidado apagar la estufa? ¿O dejar productos de limpieza al alcance de los niños? Hay bastantes situaciones que pueden ocasionar accidentes. Sin embargo, nosotros podemos evitarlos si seguimos estas recomendaciones…"
Y Haruka siguió escuchando al bombero hablar sobre accidentes hasta que llegaron los clientes al lugar.
La voz que le causó sentir emociones ridículas estuvo presente el resto de la tarde.
Fue un jueves por la tarde cuando la tormenta roja llegó a la cafetería. Haruka lo llamaba así por la intensidad que el pelirrojo irradiaba siempre. Rin Matsuoka era un policía bastante activo, le gustaba llegar siempre a la cafetería y hablar con Rei a todo volumen, saludaba al dueño como si fueran los mejores amigos y hubo veces en las que se metía hasta la cocina sólo para molestarlo.
Si Rin pensaba que era amistoso y agradable, Haruka lo creía entrometido y frustrante. Pero nunca fue molesto.
Nanase conoció al policía hace cuatro años en la piscina pública. Llevaba ya un año en Tokio y nunca se tomó la molestia de conocer a la gente. Sus vecinos eran ruidosos y los compañeros de la escuela gastronómica eran gente petulante, así que él estaba mejor solo.
Pero aquel día en la piscina fue diferente. El chico de cabello rojo lo observó nadar bastantes minutos desde algunos carriles de distancia. Cuando se acercó, lo retó a una carrera y no dejó de hablar hasta que Haruka aceptó. Quiso retarlo en todas las especialidades de natación, pero él se negó argumentando que sólo nadaba libre. Rin estuvo de acuerdo en nadar y pronto se dedicaron a esforzarse en ganar. Como era de esperarse, Haruka Nanase ganó todas las carreras; se sorprendió bastante en ver la sonrisa llena de emoción de Rin.
Y a partir de ese día, Rin se convirtió en el único amigo que Haru tuvo en mucho tiempo.
Era una amistad basada en la competencia, que poco a poco se fue convirtiendo en algo más profundo. Matsuoka lo visitaba seguido y no paraba de hablar de su vida. Tenía una hermana menor a la que cuidaba como un loco celoso; según él, ningún hombre era digno de Gou y le partiría la cara al que se atreviera a salir con ella. Incluso Haru se llevó una amenaza por parte de su amigo.
También le contó sobre su padre y su sueño de ser nadador olímpico. Él quiso seguir su sueño, pero por problemas que Haruka no recordaba, Rin tuvo que abandonar ese sueño. Aunque, a Haru le constaba, su amigo era feliz en su trabajo como policía. Le encantaba patrullar la ciudad y ser útil a la gente en desgracia. Incluso era voluntario para visitar hospitales infantiles y alegrar a los niños enfermos. Nanase estaba orgulloso de él.
Rin nunca obligó a Haruka a hablar más de lo que estaba acostumbrado. Aprendió a no hacer preguntas sobre el pasado que tanto hizo sufrir a Haru; incluso se calló y fingió no haber visto las cicatrices en las muñecas de Haruka. Rin entendió que ese no era un asunto que le importara, pero a partir de ese día el pelirrojo cambió su actitud hacia él. Se preocupaba por él a un nivel diferente. Cuidaba de él cuando se enfermaba y le hacía compañía en sus días de soledad.
Haruka llegó a pensar que Rin sentía lástima por él, pero después de discutir con él le quedó claro que no era así.
Rin era un gran chico al que, aunque fuera impulsivo y algo cursi, podría llamar un verdadero amigo.
―Haruka-senpai, Rin-san está aquí y ha pedido que tú le tomes la orden ―Nanase rodó los ojos y se limpió las manos llenas de harina. Dio a Rei una señal para decirle que él se encargaba de la tormenta roja.
Cuando salió de la cafetería, pudo ver a Rin sentado en las mesas del exterior; al pelirrojo le encantaba comer sintiendo el viento sobre el rostro.
Haru se paró frente al policía, que sonreía mostrando sus extraños dientes. Nunca supo por qué Rin poseía esa dentadura, tal vez un accidente de la niñez o una mala atención dental. De lo que estaba seguro fue que era algo atemorizante.
―Hey, Haru, ¿un poco lento el negocio, no? ―Rin apoyó su cabeza en su mano derecha, en actitud burlona.
―Un poco. ¿Qué es lo que vas a pedir, Rin? ―Haruka tomó una pequeña libreta de su mandil y un bolígrafo, listo para anotar el pedido de su amigo.
―Uy, ¿qué clase de actitud es ésta, Haru? Se supone que debes atender a los clientes con una sonrisa en el rostro y una voz alegre.
―Lo haría si yo fuese el mesero, pero resulta ser que soy el chef –dijo, son quitar la vista de la libreta―; ¿qué vas a ordenar?
―Eres un aguafiestas, ¿lo sabías? ―Rin dio un pequeño golpe en la mesa mientras se hundía en su asiento.
―¿Vas a pedir algo o sólo estás aquí para molestar? ―Haru dio media vuelta, dispuesto a regresar a su amada cocina cuando Rin lo sujetó del mandil café que traía puesto.
―Vamos, Haru. No te molestes. Quiero una hamburguesa doble, patatas fritas y una malteada de fresa.
―¿En serio vas a pedir eso? ―preguntó el chico de ojos azules mientras anotaba la orden.
―Soy un hombre sencillo, no estoy interesado en la alta cocina. Prefiero comer cosas normales y en gran cantidad.
De repente, una tonada llena de ritmo sonó por todo el lugar, capturando la atención de Haru. Era el teléfono celular de Rin que sonaba. El pelirrojo abrió el pequeño aparato y sonrió a la pantalla, Nanase creyó que las mejillas de Rin dolían al sonreír de esa manera. El policía le informó a Haru que era un email, como si él le hubiese pedido algún informe.
―Es mi compañero de piso. Dice que llegará en un momento.
―¿Tienes un compañero?
Rin le dedicó una mirada llena de molestia. No era culpa de Haru que olvidara el noventa por ciento de todo lo que Rin le contaba.
―Compartimos departamento desde hace cinco meses. Yo te lo dije, Haru ―al ver que Haru se encogió de hombros, dio un gran suspiro en señal de derrota―. Como sea, mal amigo, que sean dos hamburguesas, dos órdenes de patatas fritas y dos malteadas: una de fresa y otra de chocolate.
―Está bien, ¿otra cosa? ―preguntó Haru, dando golpecitos a la libreta con el bolígrafo.
―No. Puedes retirarte.
Si no fuese porque estaban en el exterior, Haru hubiese pateado el trasero de Rin con todas sus fuerzas. Suspiró profundamente y contó hasta diez, la violencia no era parte de los principios del chef, aunque a veces deseaba golpear a la gente hasta que la sensación de molestia desapareciera.
Sin más, regresó a la cocina a preparar la comida de Rin. Mientras asaba la carne y freía las patatas, el programa de Nagisa sonaba con fuerza a través de la radio. Haru no era muy aficionado al locutor, pero siempre tenía la esperanza de que el bombero regresara y animara el ambiente con sus consejos.
Quince minutos después, fue al exterior de la cafetería para entregar la comida a Rin y a su compañero. Vio al policía sentado en la misma mesa de siempre hablando con un hombre de cabello castaño. Tal vez era el compañero de Rin con el que ya llevaba cinco meses compartiendo vivienda. Tal vez Haruka necesitaba prestarle un poco más de atención a su amigo.
Se acercó sosteniendo con fuerza la charola con la comida ordenada; cuando Rin lo observó, sonrió y golpeó la superficie de la mesa suavemente, asustando a su amigo castaño.
―Ya era tiempo de que llegara la comida ―Rin dijo, colocando una mano en el amplio hombro de su compañero―. Espero no te moleste, Makoto, he ordenado por ti.
Haruka observó al hombre llamado Makoto. Tenía ojos verdes y un tono bronceado en la piel, vestía un… ¿uniforme de bombero? El corazón del chef empezó a latir con rapidez. Tal vez, si la suerte estaba de lado de Nanase, este chico era el que fue al programa de radio.
Era lógico. La estación que mencionó el locutor quedaba cerca de la cafetería; el nombre del sujeto era el mismo y vestía como bombero. Si tan sólo escuchara su voz…
―No te preocupes, Rin. Realmente confío en tus decisiones ―Haru abrió los ojos enormemente.
Este chico que estaba sentado junto a Rin era el mismo que fue al programa de Nagisa. El mismo que hizo sentir a Haru cosas raras dentro de él con tan sólo escuchar su voz. Emociones ridículas que hicieron que encendiera la radio a la misma hora para escuchar de nuevo su voz, sin éxito. El trabajo se hizo un poco menos pesado al escuchar música mientras cocinaba y esperaba de nuevo a este hombre.
Haru trató de calmarse un poco y quiso colocar la bandeja con los platos sobre la mesa. Pero al estar haciéndolo, Rin se levantó bruscamente y empujó a Haruka, quien perdió el equilibrio. Toda la comida fue a dar sobre el cuerpo de Makoto. Los tres chicos se quedaron paralizados. Rin y Haruka miraron al bombero, quien tenía malteada sobre todo el cabello y rodajas de tomate sobre los hombros. Haruka no quiso ver el desastre en el que se convirtió la ropa de traga fuegos.
El chico mantenía una sonrisa algo nerviosa y sus ojos verdes miraban con horror toda la comida derramada sobre él. Haru miró con molestia a Rin, diciéndole con la mirada que toda la culpa era de él. Si tan sólo no hubiese empujado a Nanase, nada vergonzoso hubiese pasado.
¿Ahora qué pensaría el bombero de él? Vaya primera impresión.
Haruka esperaba que el chico no tomara represalias en su contra. Y que sus mejillas dejaran de arder.
Sin duda, la tormenta roja hizo de las suyas nuevamente.
Continuará…
