Emmett y el menú del día
La la la… Iba de camino a la cocina para visitar a Esme, mi querida madre, ¿Por qué teníamos cocina? Es todo un misterio…
-¡Hola Esme! –Grite en cuanto llegue a la cocina.
-Emmett te escucho lo suficientemente bien como para que me grites.
-Arruinas el momento Esme, eres aburrida.
-Calla Emmett y come. –Dijo amenazándome con una cuchara llena de masa.
Empecé a dudar, ¡Nunca me había dicho que comiera! Me imagino que su plan era que me muriera de anorexia.
-De acuerdo, comeré, pero solo porque tú me dijiste.
Me dirigí a mi amigo el refrigerador, Esme se me quedo mirando como si tuviera una mosca gigante en la cara, ¿Es acaso que nunca había visto a un sexy vampiro tomando algo de comida de su amigo el refrigerador Bob?
Tome un recipiente de uvas, verdes, jugosas ¡pero redonditas! Esa es la definición que tendría que aparecer en los diccionarios ¡Soy todo un genio! ¡Toma eso Albert Einstein!
-Emmett iré de compras con Alice, por favor, te lo pido desde muy en el fondo de mi corazón que no incendies la cocina.
-¿Yo? ¿Esme? ¡Me ofendes! Esta bien que las personas ancianas no tengan confianza en los jóvenes, ¡Pero soy tu hijo!
-Por eso mismo lo digo, porque te conozco, y porque podrías iniciar la tercera guerra mundial solo porque una hormiga no te hablo.
-No lo haría por un caso tan simple, ¡Hasta un tonto sabe que las hormigas solo entienden la clave Morse!
-¿La morsa que? –Dijo la pequeña duendecillo demoniaca al entrar a la cocina.
-Hoy cocinaremos duende a la parrilla, ¿Quieres participar? –Le comente a Alice, que claro, ella seria el duende a la parilla.
-Emmett, ¡come tus estúpidas uvas y atragántate por todos!
Le hice caso a su recomendación del duendecillo, la verdad es que no lo hice. Solo observe a mis uvas, mis amigas redondas y verdes. Jugosas y redondas. Dulces y redondas. Redondas y redondas.
-Bien, nos vemos pequeño. –Se despidió Esme de mí y siguió a Alice afuera de la cocina.
Estaba solo.
Con las uvas.
Las uvas y yo.
Yo y las uvas.
Uvas.
Tome una uva, la apreté. Gggg… gggg… ¡Que lastimosos reclamos daban con cada apretón!
-Ñaaaaaaaaammmmmm, hay viene el paquete del avión Sexy Emmett, ñaaaaaaaammmm. Programado para caer en la boca de Emmett en cuatro, tres, dos, unos… ¡Suelten! –Empecé a jugar al avioncito con mi uva, haciendo que flotara en el aire. Abrí mi boca, como si fuera un sexy y perfecto túnel. Pero, la uva no cayo ahí, me evito a toda costa.
Cayó al suelo, junto a mi silla. ¡Pero si yo tenía una excelente puntería! Estire mi mano para alcanzarla, pero empezó a rodar, ¡Parecía una linda pelotita verde! Me arrodille y empecé a perseguirla, pero ella rodaba más allá de mi alcancé, ¡Era más rápido que un sexy y encantador vampiro! Cuando por fin logre alcanzarla un pequeño chillido sonó:
-Emmett, grandísimo torpe. ¡Suéltame!
-¿Qué? ¿Quién eres? ¡Flumpy el pato asesino número 50 viene por mí!
-No, ¡soy la uva que tienes en tu mendiga mano! Suéltame o te muerdo.
-Espera… ¡Yo soy el vampiro! Ese es mi trabajo.
Entonces la pequeña uva me empezó a morder, ¡No respetaba las leyes de la naturaleza!
-Vale, ¡Vale! Ya, que te suelto. –Dijo tirándola lo más lejos de mi, después de esto necesitaría terapia con mis siempre fiel psicólogo Teddy.
-Sólo por haber provocado al Máximo Súper Rey de las uvas –una ridícula corona de niña apareció en su, según yo, Uvicabeza- Te mataremos Emmett.
-Pero soy muy sexy para morir, aparte… ¡Yo no puedo morir!
-Pero si no eres Hércules, ¡Uvas, salgan del trasto, y maten al gran gigantesco idiota de Emmett!
-¡Oh no! ¡Soy muy, pero muy sexy para morir!
Entonces, las pequeñas uvas rebotaron poco hacía mi.
¡Oh no! Ataqué de uvas, imposible… ¡Edward me había dicho que las frutas y verduras eran buenas! Me engaño, como el siempre lo hace…
-¡A su boca! –Grito la uva líder.
Oh no, ¡a mi sexy y perfecto túnel no!
Entonces, todo un grupo de redondas y verdes uvas se metieron dentro de mi hermosa boca, ¡Oh no! Se metieron a mi garganta, y al parecer la más gorda se atoro, ¡Porque diablos las uvas no hacían dieta! Entonces, no pude respirar, empecé a retorcerme y me caí ¡No podía respirar! Esperen un minuto… ¡No era necesario que yo respirara! Aún así… ¡Moriría de asfixia! Empecé a revolcarme como si fuera perro que se quisiera quitar la comezón… ¡Si, era un perro! No... Puedo… ¡Respirar! Empecé a dar vuelta como los tontos bailarines de Break Dance, sólo que yo me estaba ahogando.
-Emmett… Emmett… ¡Emmett! –Grito Esme, su dulce voz me hizo parar de dar giros como poseído.
-¡Esme! –Grite con una alegría incontenible.
¡Genial! Ya no sentía que me iba a ahogar… ¡Amaba a Esme!
Me levante y la abrace.
-¡Ah! Eres como una diosa, una gran y maravillosa diosa ¡Te mereces el don de ser madre! ¡Si, serás mi madre! ¡Oh madre mía te amo!
-Emmett, hace más de 80 años que soy tu madre.
-¿En serio? ¡Que rápido se pasa el tiempo!
Voltee a ver las uvas… ¡Eran malas! Pero seguían intactas… ¡Era como en Toy Story! Esas uvas tenían una buena estrategia.
