Una vida, un amor, una mentira.

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Draco Malfoy empujo la puerta y asomó la cabeza, llamando a Ron. Este se hallaba ante la computadora y a la vez tenia el celular pegado a su oído. Giro el rostro y miro a su antiguo enemigo y ahora socio.

-Pasa, ya casi termino- dijo mirándolo de reojo.

Draco avanzo con paso seguro, era alto, cuerpo delgado pero en forma, de cabellos rubios platinados lacios peinados hacia atrás. Sus ojos eran grises, y su mirada fría.

-A ver Draco ¿Qué pasa ahora?

-No se por donde empezar… es algo complicado…

-¿Qué ocurre? Vamos, se que la valentía no es tu mayor virtud… puedes decirme lo que sea… no confías en mi?

En efecto, Draco Malfoy tenia una imagen fría y calculadora, pero a fin de cuentas no era el mas valiente, ni el mas listo… en el fondo era un cobarde, y lo había demostrado hacía ya algún tiempo.

Cuando murieron sus padres tuvo que pedirle ayuda a Hermione Granger, la nerd del salón, la traga libros, la única persona suficientemente inteligente que podía ayudarlo…

Tenía que seguir con el trabajo de su padre por lo que necesitaba socios con dinero e inteligencia que pudieran ayudarlo. Draco era abogado y trabajaba para la empresa estancada de publicidad de su padre, con Hermione como socia, una economista muy inteligente.

Gracias al cerebro de Hermione y la popularidad de Ron en tres años la empresa había prosperado, Hermione era la presidenta mayoritaria y Ron y Draco la seguían.

Ese día Draco tenia que desahogarse con alguien, y al morir sus padres y tener mala fama, no tenia demasiados amigos, tal vez conocidos, pero nunca amigos ni personas cercanas a el, la comadreja había sido su apoyo en los últimos tres años.

-Desahógate hace días que te veo paseándote nervioso y tenso, bueno, mas de lo común.

-Estoy loco por Hermione.