¡Hola! Bueno, solo quiero decir que publico mi primer fanfic, que espero con muuucha ilusión que leáis y os guste. Este capítulo es más bien cortito, a modo de comienzo o presentación. Por lo que tengo pensado el fic será intenso y largo.

¡Gracias y no olvidéis dejar reviews n.n!


Abrió los ojos de golpe y su cuerpo se estremeció. Miró el reloj: aún eran las 4:45 de la madrugada. Se sacudió los ojos y volvió a relajarse, dirigiendo su mirada hacia el oscuro cielo proyectado a través de la ventana de su cuarto.

Mañana era el gran día. Había pasado tanto tiempo desde que recibió la noticia, que su mente era desde entonces un montón de preguntas constantes. En tan solo unas pocas horas Kairi cogería sus cosas y comenzaría su nueva vida. Estaba excitada y apenas podía dormir.

Removió su cuerpo entre las sábanas e intentó descansar unas horas más.


A la mañana siguiente se despertó de un salto, tropezando con todas las maletas esparcidas por su habitación. Llevaba esperando ese día varios meses, y estaba segura de que había tomado una de las mejores decisiones de su vida.

Entró en el baño y se lavó la cara, observando en el espejo su aspecto a tan temprana hora. Su pelo liso y rojizo caía sobre sus hombros, y su mirada tras sus enormes ojos azules y su simpática sonrisa desvelaban al instante lo feliz que se sentía por dentro.

Bajó las escaleras hasta llegar a la cocina, donde le esperó un delicioso desayuno preparado por su padre.

-Buenos días, Kai. -le saludó este nada más verla.

-¿Dónde está mamá? El tren sale en una hora.

-Bueno, bueno... ¡tranquila! Llegará en un momento. -alargó el brazo y le acercó a Kairi el periódico del día- lee eso, te interesará.

La pelirroja lo cogió y comenzó a leer la noticia de portada.

"Tras seis años de espera y construcción, la Escuela Destati abre sus puertas a todos aquellos jóvenes aspirantes que, tras un complejo reconocimiento y una decisiva clasificación, comenzarán el estudio de la magia y fuerza, aspirando así a ser reconocidos mediante aquellas misiones que deberán llevar a cabo, eliminando así a cualquier amenaza Oscura y a sus determinadas criaturas..."

Kairi se llevó las manos al rostro sin dejar de repetir la última frase en voz alta.

-No puedo esperar más. -se llevó un trozo de tostada a la boca y miró a su padre- no puedo esperar más.

Este le sonrió, sin decirle nada.

-¡Buenos días! -la figura de una mujer alta, delgada y pelirroja apareció ante la puerta cargando un montón de bolsas.

-Mamá, llegas tarde.

-¿Tarde? -miró nerviosa el reloj de la pared y se relajó al saber que aún quedaba cerca de una hora para que Kairi marchara- exageras. Aún hay tiempo.

Dejó las cosas encima de la mesa y besó a su hija en la mejilla, moviendo su pelo hacia un lado.

-¿Tienes todo preparado? ¿Y estás segura de que en la carta te escribieron que tan solo llevaras la ropa y tus objetos necesarios?

-Así es. Nadie sabe qué ocurrirá en ese lugar ni cuál será el método de la Escuela. Es el año de inauguración, ya lo sabes. -se bebió de un trago el zumo- y ahora debería bajar las maletas y esperar.

Se levantó despacio y se dirigió a su habitación, pensando en todo aquello como un torbellino de sensaciones demasiado rápidas que estaban teniendo lugar en muy poco tiempo. Estaba intensamente motivada y desde hacía tiempo había decidido realizar las pruebas que determinarían si tenía la capacidad o no de dedicarse a la magia. Cuando supo los resultados, su vida comenzó a tener otro rumbo. Nunca antes los jóvenes habían tenido la opción de ser entrenados para ello. Desde hacía cientos de años la Oscuridad había constituido una amenaza para el planeta, y miles de organizaciones y aficionados se encargaban de perseguirla con el único objetivo de aniquilarla. Sin embargo, esta crecía, y especialmente en los últimos años se hacía más y más grande. Ahora, ella, Kairi, una chica de 18 años, comenzaría a ser protagonista en aquella batalla.


Tras tan solo unos quince minutos de espera, sus padres montaron las cosas en el coche y arrancaron, en dirección a la estación de tren.

Kairi miraba el paisaje desde la ventanilla. Su ciudad le parecía hermosa, y el lugar en el que se situaba su pequeña casa aún más. Todo estaba rodeado de pequeños prados intensamente verdes, y la gente allí era amable y humilde. Tenía la suerte de no haber sufrido en sus años de vida ningún ataque en aquel sitio, por lo que el lugar estaba perfectamente conservado y en armonía.

Tras veinte minutos llegaron, cogieron el equipaje y se dirigieron al tercer andén. Allí Kairi pudo notar la presencia de muchos jóvenes de su edad, también cargados de maletas y rodeados por sus padres, algunos en grupo y charlando, otros tímidos con rostro de espanto. Recordó días atrás la despedida de su amiga Anna. Ella era la única persona con la que Kairi había tenido contacto desde que era pequeña. Allí, en su ciudad, no conocía a nadie más debido a su personalidad reservada, y lo que más temía con la entrada a la Escuela era el problema de socializarse, cosa que tanto le llevaba costando toda su vida. Nada más pensar esto sus nervios aumentaron.

Pasajeros y pasajeras del andén tres. El tren saldrá en tan solo diez minutos. Por favor, comiencen despacio y con cuidado a ocuparlo, y respeten las normas durante el viaje.

Al escuchar esto, el cuerpo de Kairi dio un respingo y miró con un giro rápido a sus padres.

-Está bien, es hora de que te vayas, mujercita. -su padre le dio un abrazo de esos en los que sus brazos ocupaban todo el cuerpo frágil de su hija.

-Mmpfhh... vale, ¡vale! Me vas a ahogar... -se separó de él y le sonrió, con una mirada burlesca.

Su madre hizo lo mismo, aunque no con la misma fuerza que él, y luego besó su frente.

-No tengo que decirte nada, eres mayor y sabes con seguridad el poder que tienes de hacer lo que realmente quieres con tu vida.

Kairi asintió lentamente y se cargó con las cosas.

-Gracias, a los dos. Os escribiré en cuanto llegue. -se dio la vuelta y comenzó a andar hacia el tren.

Sus padres observaban cómo se alejaba y entraba por una de las puertas de madera. No tenían nada que advertirle a Kairi, ella era quien había tomado esa decisión. Le volvieron a despedir con la mano y una sonrisa, hasta que todas las puertas quedaron cerradas y el tren se puso en marcha.


Kairi se había sentado casi al fondo. El interior era precioso, de una madera oscura y unos asientos de terciopelo verdoso. Sacó un pequeño cuaderno y escribió algunas notas, especialmente con la intención de sacar un poco de aquellos nervios que tanto estaban alterando su cuerpo.

Aquel tren parecía estar reservado para los estudiantes de la Escuela de su ciudad y algunas ciudades del alrededor, ya que este hizo algunas paradas antes de llegar completamente a su destino. A su alrededor tan solo había adolescentes, y la mayoría de ellos ya habían formado grupos y hablaban entre ellos sobre noticias y algunos rumores sobre el futuro lugar que les aguardaba, por lo que pudo llegar a los oídos de Kairi. En frente de ella no se sentó nadie. Supuso que era normal, ya que los asientos de atrás quedaban menos ocupados que los de delante.

Guardó el cuaderno en la pequeña mochila de cuero y sacó un libro de relatos de Poe, pensando que sería más útil evadirse con eso. Sin embargo no podía dejar de pensar en lo que le esperaría en tan solo unas horas. Estaba excitada.

Minutos después de "empezar" la lectura, notó que alguien se acercaba haciendo un ruido excesivo al ir chocando las maletas con los asientos de los lados. Cuando llegó a la altura donde estaba Kairi, esta deslizó su mirada hacia arriba para posarla en el desconocido, la única persona que se había atrevido a pasar por ese pasillo durante todo el viaje.

Calculó que sería de su misma altura, quizá un poco más alto. Tenía el pelo revuelto y de color castaño muy claro. Miraba al frente serio, arrastrando las maletas que tanto ruido habían hecho desde el comienzo del vagón. Al notar la mirada de Kairi, su cuerpo se frenó en seco y se giró hacia ella.

En unos segundos, sus miradas se cruzaron y la pelirroja pudo ver en sus ojos el mismo azul que tenían los suyos. Rápidamente bajó la mirada y volvió a su libro, temiendo haber sido demasiado descarada. El chico reanudó su marcha y se sentó un poco más atrás que ella, donde los asientos estaban completamente vacíos.

Qué haces, estúpida, cómo te quedas mirándole así, ¿es que no sabes disimular? ¿tienes que mirar a las personas con esa seguridad?

Kairi sacudió su cabeza y miró por la ventana. En ese momento cruzaban al lado de un enorme lago en el que se podía divisar al fondo unas enormes cordilleras. El día estaba precioso, y eso le daba energía y vitalidad. Se sonrió a sí misma y se prometió centrarse al máximo en lo que iba a comenzar a ser su nueva vida y sus nuevos estudios, asimilando a su vez que debería conocer nuevas personas, y debería romper la barrera de timidez y aislamiento que usualmente tenía.

En unas horas habré llegado y no habrá vuelta atrás.

Cerró el libro de golpe y dejó escapar una pequeña risa.