Disclaimer: todo lo que reconozcáis, los personajes y demás pertenecen a Stephenie Meyer, su editorial y Summit. Nadie dice lo contrario pero el resto lo he ideado yo, así que no lo copietees en otro lado sin mi permiso. No hagas copy&paste, me cabrearé mucho. Nada de esto nace con ánimo de lucro, ni tampoco me sacará de pobre.
Os traigo una colección de oneshoots no muy largos y sin orden cronológico sobre la pareja Rosalie/Emmett, como respuesta a una de las tablas de la community Twilightèque de livejournal. Se desarrollarán tanto en los libros, como en épocas anteriores. El rating ahora mismo es orientativo, probablemente alguna vez subirá y otras bajará, y los géneros igual. Intentaré que haya de todo.
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Resurrección
Ni siquiera me enteré de cuándo me había levantado del suelo, pero fue distinto cuando ella echó a volar, pues el dolor me hizo sentir que había cambiado de posición a como me encontraba y ya no estaba tirado sobre el terreno, espachurrado. Intenté elevar los párpados como pude a pesar de que me costaba horrores mover siquiera las pestañas.
Ella fue lo único que mis ojos fueron capaces de ver después de aquello, entre tanto dolor. Y es que habría sido totalmente imposible que no lo hubiera hecho, ya que sería signo de que me había quedado perpetuamente ciego. Creí que ya había muerto, lo cual tenía cierta gracia porque continuaba con cada uno de mis miembros entumecidos y sentía pinchazos por todas partes, como si aquel maldito oso todavía me apaleara de mala manera y por puro entretenimiento. No obstante, aquello también era lo que yo habría hecho con él si hubiera podido.
Traté de moverme para comprobar si estaba soñando o había ido al Paraíso directamente, pero me fue imposible. Aquel hermoso ángel me lo impedía; tenía mucha más fuerza que yo, si bien no me importó. En esos momentos, lo único que me interesaba era mirarla hasta que todo hubiera terminado. Cuando mis párpados trataban de cerrarse, yo hacía todo tipo de esfuerzos sobrehumanos para mantenerlos elevados lo suficiente como para no perderla de vista, por poco que fuera.
Debe de ser algún tipo de alucinación, me decía mi cerebro en aquellos momentos. Pero me daba igual. Me importaba bien poco a qué se debía la aparición de aquella hermosa mujer, lo importante era que estaba allí y que me llevaba hacia alguna parte. Yo la necesitaba y ella estaba allí; no me hacía falta más.
Quizá se me escapaba algún quejido de vez en cuando, pero realmente ni me daba cuenta. Eran sonidos involuntarios que salían de mi boca sin que yo quisiera, pues no creía que fueran dignos de aquel ángel. Esa fue la conclusión a la que llegué, que era un ángel arrastrándome hacia el lugar al que tuviera que ir después de mi muerte.
En seguida quedé totalmente inconsciente, a pesar de no querer que eso ocurriera. No pude evitarlo. Lo siguiente que recordaba era un terrible y punzante dolor por todas partes, mucho peor que el anterior. Infinitamente peor. Era como estar dentro de una enorme hoguera que jamás dejaba de arder y cuyo fuego no hacía más que avivarse constantemente.
Y pronto noté un gran contraste en la zona de una de mis manos; la sentía helada. Totalmente congelada. Lo que hizo que mis ojos se abrieran involuntariamente, cosa que yo creía ya no podría volver a hacer. Ella seguía ahí, a mi lado, mirándome con ojos de sorpresa; y lo único que pude pensar era que el dolor me importaba una mierda mientras ella estuviera allí y pudiera verla, notarla a mi lado. Por muy extraña que me pareciera su presencia en un lugar así.
Incluso me sonrió alguna vez y ya sí que pensé que era algún tipo de regalo divino.
No sabía dónde me encontraba, ni tampoco tenía demasiada capacidad para ahondar en ello, pero no podía ser nada bueno sintiéndome de aquella forma. La única posibilidad que veía era que se tratase del infierno o alguna cosa parecida, de esas que los predicadores tanto nombraban y que yo nunca escuchaba. Y en el fondo, también me daba igual.
Cuando creía que mi ángel iba a abandonarme, no lo hacía; cuando creía que iba a morir, tampoco lo hacía; y cuando pensé que aquello jamás terminaría, terminó.
Había comenzado a escuchar dos voces cerca de mí, después de horas y horas de haber perdido totalmente la audición. Una de ellas era como musical, dulce, pero sonaba triste, y la otra era muy seria. Quería acercarme a aquellos sonidos, saber de dónde procedían y si mi ángel todavía estaba ahí.
Me concentré tanto en los sonidos que no me percaté de que ya no sentía dolor, ni mucho menos aquella terrible quemazón que me consumió durante quién sabía cuánto tiempo. Lo único que me parecía era que necesitaba desperezarme, como si hubiera estado demasiado allí tumbado y mis músculos se hubieran entumecido. Necesitaban una especie de recomposición.
Al primero que vi fue a Carlisle. Mi teoría referente a los ángeles cobraba fuerza, quizá ella era mi ángel y él ¿Dios? No lo sabía, pero qué podía ser si no. Él tenía toda la pinta. No dije nada debido a que no creía que me estuviera permitido, pero pronto me di cuenta de que no estábamos solos. Me giré rápidamente, más rápido de lo que habría podido tiempo atrás.
Oh, allí estaba otra vez, el maravilloso ángel. No había sido una alucinación producida por el dolor, era real.
Me quedé mirándola fijamente, como si no hubiera nada más.
—Vaya, así que esto es el Cielo. Estupendo, me parece genial —dije, pues una vez vi lo que podía ofrecerme aquel lugar, no tenía ningún sentimiento en contra de ello. Y evidentemente aquello no podía ser el Infierno.
Me quedé mirando a la muchacha sin parar de sonreír, enormemente agradecido de que ella me hubiera llevado hasta allí, de que ella me hubiera permitido poder estar entre ellos, sin importar cómo me hubiera comportado cuando estaba vivo.
Después comencé a responder a las preguntas que Dios me hacía, aunque en un principio seguía sin entender que me hablara a mí directamente. Me comentó algunas cosas, como que iba a tener más fuerza, algo que me entusiasmó visiblemente. Acto seguido, quedé alucinado porque el hermoso ángel se dirigiera a mí. Hasta aquel momento no había pensado que ella tuviera la capacidad de hablar conmigo o que quisiera hacerlo, pero así era. Me estaba hablando y yo no le contestaba por miedo a romper alguna regla y que eso hiciera que se marchara.
—Me temo que no, hijo. Es de eso, precisamente, de lo que debemos hablar contigo —me contaba el hombre rubio que ya no supe identificar, pues mi teoría parecía ser errónea—. Rosalie y yo somos… vampiros.
Rosalie. Ya sabía su nombre. Mi precioso ángel se llamaba Rosalie y era ¿un vampiro? Eso tenía gracia. Me habría esperado de los vampiros el que durmieran en ataúdes, no que tuvieran camas tan cómodas como aquella. Ni tampoco que fueran sacando personas de las montañas.
Después de llevarme un chasco cuando me dijeron que no había colmillos de por medio, todo tuvo sentido. Al menos en parte, cuando Rosalie se dirigió a mí.
—También lo eres, ahora —me dijo—. Fue por mi culpa, te vi en las montañas y aquel oso estaba a punto de devorarte… Y no sabía qué hacer, te traje hasta aquí para salvarte, pero la única forma posible era ésta —se señaló, y no pude dejar de seguir el movimiento de su mano por todo su cuerpo.
¿Yo era un vampiro, como ellos? Era un poco raro, al menos lo parecía, pero no le vi el lado malo. Si ellos dos lo eran, no podía haberlo. Dos seres como ellos no podían ser malos, ni sus vidas tampoco, aun siendo vampiros.
Y retomé las palabras de Rosalie. Había dicho que me había salvado en las montañas. Ella había sido la que había impedido que yo muriese a manos de aquel oso juguetón. Estaba vivo gracias a ella, gracias a su esfuerzo. No sería nada de no ser por ella. Había resucitado por medio de sus acciones arriesgadas, de su contención, y todo habría sido muy distinto de no haber pasado ella por allí.
De repente empecé a sentirme muy feliz, sin explicación aparente.
Decidí que me apetecía hacerla sonreír, que quería volver a ver la sonrisa que me había mostrado hacía unos minutos, así que empecé a bromear sobre quién me había mordido y todas esas cosas. Lo que me resultó curioso fue el empeño que ambos tenían por verle el lado malo a todo cuando no era cierto. Estaba seguro de que si ellos estaban allí y habían pasado lo mismo que yo, no era posible que hubiese algo oscuro u horrible. Sencillamente, era imposible.
No me había dado cuenta de que ahora podía escuchar cosas que siendo humano ni habría alcanzado a imaginar, aparte de empezar a sentir mayor musculatura por todo mi cuerpo; si bien también había algo más, algo que me apretaba la garganta. Tenía hambre, pero no de la misma forma que podría tener un humano. Era algo más fuerte. Fue entonces cuando me comentaron que nosotros no matábamos humanos, que éramos vegetarianos. O eran, al menos. Al principio no lo creí, ya que me parecía una broma, pero cuando me dijeron que todos, incluida Rosalie, lo hacían, no tuve inconveniente en aceptarlo. Al menos a priori.
Y después llegó una decisión que me hicieron tomar sobre si prefería quedarme con ellos o si quería irme solo. Si prefería tomar mi propio camino. Pero eso estaba totalmente fuera de cuestión, yo no iría a ningún lugar en el que no estuviera mi ángel, la persona que había logrado salvarme de una muerte segura. En realidad, pensé que se lo debía, que tendría que hacer algo para agradecérselo, más después de deslumbrarme como lo hacía cada vez que me miraba.
Habría mentido si hubiera dicho que no quería estar cerca de ella, por la razón que fuera.
A partir de aquel día fue algo complicado, porque ellos querían que yo hiciera algo que mi cuerpo me decía que no estaba bien. Querían que fuera en contra de lo que mi interior me pedía a gritos, pero lo intentaba. Siempre que podía, trataba de mantenerme en lo que ellos deseaban; mas había algo dentro de mí que, de vez en cuando, tomaba el control de mis decisiones sin pedir mayor permiso.
Llegó un punto de la larguísima conversación que mantuvimos, no recuerdo cuál, en el que llegué a pensar que Rosalie era un ser totalmente perfecto. No únicamente por su aspecto exterior, cosa que era totalmente evidente y saltaba a la vista, sino por algo más: ella había sido capaz de no beber sangre de humanos, hecho que no habían logrado todos los demás. Sinceramente, no podía creer que hubiera algo que aquella maravillosa muchacha no pudiera hacer bien.
Luego todos se marcharon y me quedé solo en la habitación, sin saber qué hacer ni dónde estaba metido. Me sentí un poco abandonado, la verdad. Lo que más me confundió fue la desaparición durante horas de mi ángel. Yo quería darle las gracias, o al menos tenía la intención de hacerlo, pero no pude porque se marchó. Quizá yo había hecho algo malo, algo que la había espantado. Puede que fuera mi pelo, que solía tener ese efecto sobre las mujeres.
Así que, en las horas en las que estuvo lejos de mí, me propuse que haría todo lo que estuviera en mi mano para poder agradecerle que me hubiera ayudado. Siempre pensaría que le debía la vida, y era verdad. No pretendía que aquel hecho se olvidara y quedara en la nada, pues para mí había sido muy importante. Gracias a ella había resucitado, por así decirlo.
Lo que me extrañó es que no parecía especialmente feliz. Me di cuenta en seguida. No era muy complicado fijarse en que Rosalie había sido un planeta, grande y luminoso, y ahora su luz se estaba extinguiendo con demasiada rapidez. Por suerte, todavía no era tarde.
No haría nada que pudiera hacerle daño, ni a ella ni a su familia. Tendría que comportarme como un chico bueno y acatar las normas que me habían impuesto. Lo haría por ella porque se lo debía.
Pero aquella idea sonaba mejor en mi cabeza que a la hora de llevarla a la práctica, sobre todo cuando un pequeño humano apareció en la puerta de la casa y casi se armó una buena. Después de ese tiempo, sentí que Rosalie me había perdonado. No había pasado nada realmente, pero estuvo a punto. Y ella toleró que se trataba de algo sobre lo que yo no tenía control. Ni siquiera sabía muy bien lo que pensaba cada vez que me miraba o que me dirigía una palabra; era como si desconectara por completo, como si me llevara a otro mundo o algo así.
Conforme los días iban pasando, me fui dando cuenta de que quizá sí encajaba en la familia de Rosalie. O mejor dicho, yo quería encajar en su familia. Y el que ella me permitiera acercarme, para mí ya era algo muy importante. Sentía que ella también necesitaba que la resucitaran, y quería ser yo quien lo hiciera.
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N/A: Sango, mil gracias por tu ayuda. El título del fic es por la canción "Starlight" de Muse. Y nada, serán 30 oneshoots no demasiado largos que le dedicaré con muchas ganas a mi OTP.
Lo que quiero dejar claro es que los oneshoots no siempre estarán publicados de forma cronológica, es decir, ordenados en el espacio-tiempo, sino que habrá saltos porque los iré escribiendo un poco como me venga la inspiración y me apetezca; si bien no son independientes, sino que, en su conjunto, forman la historia de Rosalie y Emmett. Es un longifc sin progresión cronológica.
No sé exactamente cuándo publicaré el siguiente, más o menos en unos cuatro días. Espero que os haya gustado la idea y tal. Ya sabéis, los RR alegran mucho el día y me ayudan a escribir.
