Era una mañana soleada en el Parque Nacional de Lima. Las aves cantaban las más hermosas melodías, los árboles se mecían al ritmo del viento, las flores tenían los colores más brillantes del mundo, en otras palabras era el primer día de primavera.

Kurt Hummel tan solo tenía cuatro años, pero sus padres confiaban lo suficientemente en el como para dejarlo ir al parque por su cuenta.

A Kurt le gustaba hacer fiestas de té, sin embargo él no tenía amigos, así que se conformaba jugando con el mismo.

"¿Quieres un poco de té?" Kurt se preguntó mientras se percataba de que habían unos niños mirándolo mal, el conocía a esos niños, uno era Karofsky, el otro era Finn y el último era Puck, los cuales por alguna razón molestaban a Kurt todo el tiempo

"No les hagas caso" se dijo al mismo "ellos solo están celosos de que no pueden jugar contigo"

Kurt sirvió un poco de té imaginario en una de las tasitas que su mamá le prestó para jugar.

"¿Te gusta el té de limón?" "Porque a mí me fascina"

El siguió jugando por unos minutos hasta que uno de los niños se le acerco, era Karofsky.

"¿Cómo estas maricón?" Kurt no sabía lo que eso significaba pero estaba casi seguro de que no era algo bueno.

"¿Me prestas esto?" dijo el niño agarrando una de las dos tasitas verdes de Kurt.

"¡Eso es de mi mamá devuélvemelo!" Kurt gritó con toda su fuerza mientras que intentaba alcanzar la tasita que se encontraba en las manos de Karofsky.

Karofsky dejó caer la tasita de Kurt, provocando que se rompiera.

"Ups lo siento marica" y con eso Karofsky se fue dejando a Kurt con los pedazos de su tasa tirados por todas partes.

Kurt calló en el suelo y empezó a llorar, porque nadie quería hablar con él, porque las personas lo trataban como si él fuera un alienígena invadiendo el territorio de enemigo, él no se merecía esto, nada de esto.

Kurt podía escuchar pasos acercándose a él pero no se interesó en descubrir de quien era, simplemente siguió llorando, aunque sea se merecía llorar sin que nadie lo molestara, pero Kurt podía ver la sombra de alguien, alguien que estaba cerca, la curiosidad atacó a Kurt, tanto que sin pensarlo dos veces se volteó y miro a un niño de pelo negro y enrulado, relativamente bajo, ojos hermosos de un color que Kurt no podía describir a simple vista, llevaba puesto una camisa que estaba un poco, no, bastante sucia y rota, igual que lo pantalones.

"¿Por qué lloras? Le preguntó el pequeño niño a Kurt.

"Y eso que te importa" Kurt dijo con su clásico tono de diva que todo el mundo hallaba fastidioso.

"Lo siento…" pausa "no debí haber preguntado" se quedaron mirando el uno al otro, era un silencio incomodo, largo y vacío. Kurt decidió romperlo.

"Me llamo Kurt"

"Mucho gusto en conocerte, mi nombre es Blaine" Kurt pensó que Blaine era muy educado.

"¿Tienes hambre?" para entonces Kurt ya había parado de llorar.

"No" Blaine dijo rápidamente.

"¿Seguro?" "Porque aquí tengo unas frutas picadas que mi mamá me preparo, las podemos compartir"

"No gracias, estoy bien" no, Blaine no estaba bien, él lo sabía, en realidad él no había comido nada en meses, pero no le iba a contar la historia de su trágica vida a un niño que acababa de conocer.

"¿Quieres jugar algo?"

"M-mmm sí, me parece una buena idea" Kurt le sonrió a Blaine, era una sonrisa suave y delicada, pero Blaine no le sonrió a Kurt, era como si su cara no tuviera emoción alguna, como si estuviera vacío, sin alma, sin sentimiento.

"¿Qué quieres jugar?" preguntó Blaine.

Kurt pensó y no se le ocurría nada en absoluto.

"No se"

"Qué tal si jugamos a la princesa"

"No podemos jugar a la princesa" "Para eso necesitamos una niña y un niño, y no sé si te has dado cuenta pero somos niños, los dos".

"Eso no importa tú serás la hermosa princesa que está atrapada en un castillo y yo seré el apuesto príncipe que te tiene que rescatarte".

Kurt no se veía muy convencido, Blaine lo podía notar.

"¡Vamos en realidad es muy divertido, yo lo juego todo el tiempo con mi hermana!"

"¿Tienes una hermana?" Kurt le preguntó.

"Sí" Blaine dijo sintiéndose muy orgulloso.

"¿Cómo se llama?" Kurt preguntó con curiosidad.

"Helena"

"Entonces…" "¿quieres empezar a jugar?"

"Seguro"

Kurt y Blaine llevaban horas jugando, la estaban disfrutando la compañía del otro que no se dieron cuenta como el tiempo paso volando.

Blaine miró hacia el hermoso cielo y se dio cuenta de lo tarde que era, ya el sol estaba a punto de ocultarse por completo, inmediatamente se espesó a preocupar, él no podía llegar a más tardar a las seis en punto, sino lo que lo esperaba en su casa no iba a ser nada placentero.

"Ya me tengo que ir" dijo Blaine mirando a un Kurt que parecía estar decepcionado.

"¿Por qué te tienes que ir?" Kurt preguntó.

"Ya es muy tarde y a mi mamá no le gusta que llegue tarde" Blaine dijo "Lo siento"

"Antes de que te vayas me podrías hacer un favor" Blaine asintió con la cabeza "¿Podrías ir a mi fiesta de cumpleaños?"

"Sí" "¿Dónde vives?"

"A dos cuadras de aquí" Kurt y Blaine se miraron directamente a los ojo, solo tenían cuatro años así que no comprendían porque cada vez que se miraban sentían que su corazón iba a salirse de su pecho. Kurt fue el primero en romper en silencio.

"Eres un príncipe muy apuesto" bromeo Kurt "Te tengo que compensar por salvarme del castillo"

Kurt se acercó a Blaine y le dio un pequeño beso en el cachete y para sorpresa de Kurt, Blaine sonrió, sus dientes estaban sucios pero Kurt igual pensó que Blaine tenía la sonrisa más hermosa del mundo. Antes de irse Blaine le dijo a Kurt:

"Tú eres mi mejor amigo".

Este era el comienzo de una hermosa amistad.