Prólogo.

La oscuridad se cernía sobre la colina y un lejano ulular se perdía en medio del silencio, era la noche indicada, la noche en el que el destino de miles de personas se sellaría y la noche en que la muerte, sería el único destino a cumplir.

Una solitaria figura se encorvaba en la cima de la colina, sus ojos, de un suave verde, lucían impacientes y por sobre todo malignos. Su actuar parecía inofensivo, unas cuantas hierbas en un mortero y unos símbolos dibujados sobre la tierra, eran sus armas. Todos sus pasos parecían estar muy bien memorizados, nada estaba hecho a la ligera y parecía que de ellos, dependía el éxito de su faena. Se demoró poco menos de una hora, pero cuando acabo, todo pareció remecerse; los árboles cercanos se estremecieron, como si presintieran que el final estaba por venir, y la verdad era esa. Aquella solitaria figura acababa de desatar el final, un final que nadie podría detener o al menos, eso es lo que él creía.

Capítulo 1.

Un frío viento otoñal remecía las hojas del viejo roble y Selene contemplaba asombrada lo que la rodeaba, había llegado a aquella pequeña ciudad hace dos días y todo parecía empeorar, lo que antes era un pequeño brote de influenza, se había transformado rápidamente en una epidemia. Nadie era capaz de explicarle los motivos de tan repentino suceso y eso solo reforzaba su teoría, las causas detrás de aquello… eran sobrenaturales. Si bien, aquel hecho no la asustaba, si la preocupaba. Llevaba investigando casos similares por cerca de dos meses y hasta el momento, ninguno había logrado tener solución.

Era preocupante revisar las estadísticas que el gobierno se empeñaba en ocultar, las muertes del país habían aumentado en un 400% y todo debido a múltiples enfermedades que parecían mutar cada dos segundos. Si bien, no podía establecerse un patrón entre los pueblos azotados por las epidemias, Selene estaba segura de que estaban relacionados, varios años en el negocio le daban la experiencia necesaria para reconocer cuando se trataba de un caso sobrenatural.

La muchacha botó los guantes en el basurero dispuesto para ellos y luego se quitó la mascarilla, acababa de estar en contacto con decenas de victimas de la epidemia y aquello requería de una constante protección. A pesar de haber podido conversar con mucho de los pacientes, aun no sacaba nada en limpio, su cerebro parecía tener una gran barrera que le impedía relacionar los hechos presenciados y eso conseguía frustrarla de sobremanera, por lo que con un leve asentimiento de cabeza salio del hospital y se dirigió a su cuarto de motel.

Una vez allí de dejó caer en la cama, mientras se deshacía de los incómodos zapatos de taco que debía lucir cuando fingía ser federal. El día había sido muy productivo, había recolectado decena de datos que le servían para aclarar un poco más la situación. Mucha de las personas habían asegurado ver a un hombre sobre una colina antes de que aquella terrible enfermedad los azotara, lo cual tenía mucho sentido, ya que las personas de los pueblos que Selene había visitado con anterioridad, aseguraban lo mismo e inclusive lo describían de manera casi idéntica. Entre 25 y 30 años, alto, tez clara y cabello rizado, siempre un forastero que parecía esconder algo.

-Debería ir por algo de comida- murmuró la muchacha mientras se quitaba la blusa. Hablar sola era una de sus muchas características, después de recorrer sola la carretera por casi 5 años, había adoptado aquella actitud. Si bien, en un par de ocasiones, había recibido propuestas de personas que querían ser sus compañeros, ella los había rechazado, no por el hecho de que la compañía le molestara, sino porque tenia claro, que en su trabajo, no se puede confiar en cualquiera.

Terminó de quitarse la ropa, mientas encendía la televisión. Las noticias eran las mismas de siempre, decenas de brotes simultáneos de diferentes enfermedades azotaban el estado. Muchas ideas habían cruzado la mente de la muchacha, pero ninguna de ellas parecía cubrir todos los cabos.

Despertó con el control entre sus manos, el sol parecía haber caído hace un par de horas y su estomago rogaba por un poco de alimento. No le gustaba caminar de noche y menos en un pueblo que estaba recién conociendo, lamentablemente su estómago no parecía pensar lo mismo y se esmeraba en exigir algo para comer. Sin tener otra opción se puso unos cómodos pantalones y una polera negra ancha de caderas, necesitaba que su vestimenta tuviera la soltura necesaria para esconder la decena de armas que cargaba día a día. Acomodando la pistola en la parte trasera del pantalón y tomando la chaqueta de cuero, salió del barato cuarto de motel que estaba alquilando.

Así era la vida de los cazadores, sin un destino fijo, sin un lugar al que llamar hogar y nadie con quien desarrollar un sentido de pertenencia. Pero a Selene le agradaba, de cierta manera aquella soledad era su garantía de seguridad emocional, si no convives con alguien… no lo amas, si no lo amas… no sufres y si no sufres… eres feliz. La verdad, no es que ella fuera muy feliz, pero le gustaba creer que así era y como no había nadie que se lo reprochase, esa idea seguía fija en su mente.