El talento de zarina - Primera parte
[Zarina]
Mi talento es aburrido, registros de consumo, control de empaquetaje, distribución por las estaciones, controles de almacenamiento, más registros… Cuando escogí el polvo de hada como talento, jamás pensé que tendría que ser una esclava.
En mi cabeza pensaba que experimentaríamos con él, que probaríamos de sacarle todo el potencial, que analizaríamos sus propiedades y descubriríamos cosas nuevas. Menuda decepción.
Lo único que puedo hacer es leer y leer sobre ello, porque hada Gary dice que no debemos alterar el polvo de hada, que es peligroso. ¿Qué tiene de divertido entonces mi talento? Nada, cada día es más aburrido que el anterior.
Hoy, al menos, me toca llevar polvo azul en el gran árbol, por fin, llegó la zeta de Zarina.
Cuando entré en aquella sala por primera vez me quedé maravillada, nunca había visto el brillo zafiro que desprendía en primera persona, tenía cuarenta y dos coma cuatro veces más poder que el polvo de hada normal, digno de admirar.
—Uao…— hada Gary cogió un poco usando un cuenta motas con mucha delicadeza.
—Tenemos que coger veintitrés exactas, ni una más y ni una menos— me pregunté por qué, debía de ser algún cálculo minuciosamente pensado, pero no me respondió.
—¿Podré ponerlo en el árbol de polvo de hada? Quiero ver como se multiplica.
—Ho-ho… creo que eso tendremos que dejarlo para la próxima, aún tienes que aprender a respetarlo pequeña.
—Pero si yo lo respeto mucho, he leído todos los libros que hay.
—Quizás la próxima vez Zarina, la paciencia es una virtud muy valorada en nuestro talento, tenlo presente.
Aburrido. Fuimos a la fuente del gran árbol para depositar mota a mota aquél polvo de hada tan especial. Quise acercarme más para verlo mejor, pero no me dejó.
—Oye, ¿y qué puedes contarme del polvo de hada que no esté escrito en los libros? Seguro que sabes un montón de secretos.
—Te mentiría si dijera que no, pero debo decirte que todo lo que tienes que saber, ya está escrito. Ahora volvamos, ya hemos terminado aquí.
Me aterré, acababa de decirme que en poco más de un mes ya sabía todo lo que tenía que saber, no podía ser verdad.
—¿Alguna vez se ha experimentado… o hecho algo más con polvo de hada?
—¿Experimentado? Zarina, con el polvo de hada no se experimenta, podríamos ocasionar problemas muy grabes. Sabes que tiene mucho poder, no debemos tomarlo a la ligera.
—Bueno… sólo preguntaba, por curiosidad…
Volví cabizbaja al molino, y otro día más, volví a envolver los sacos para las demás. Suspiré, ojalá tuviera un talento como el del agua, o el de jardín, o el de vuelo veloz así podría salir volando rápidamente.
Me recordé el nombre de mi talento, guardiana del polvo de hada. Guardiana, ni que fuéramos scouts, ¿tenemos que protegerlo? Preferiría cocinar pasteles en casa en vez de pasarme todo el día aquí.
Los días pasaron y mis ánimos siguieron cayendo en picado, llegó una mañana que no aguanté más y hablé seriamente con hada Gary.
—¿Tienes cinco minutos?
—Claro, dime.
—Verás… no es que no me guste mi talento pero… a veces me aburro haciendo un trabajo tan repetitivo…
No me ayudó en absoluto, me echó un sermón diciéndome que este es nuestro deber, que si me aburría que me pusiera a charlar con las demás y volvió a repetirme que nuestro talento tenía que ser metódico para que todo funcionara como una rueda.
Me entró por un oído y me salió por el otro, tenía que hablar con alguien que no fuera él, que me entendiera.
Pensé en comentarlo con un ministro, porque ni me atrevería decirle eso a la reina, pero después de darle vueltas un rato, llegué a la conclusión de que quizás sólo tenía que acostumbrarme, tratar de enfocarlo positivamente y seguir adelante.
No fue muy buena idea, al cabo de una semana, estaba peor. Dejé de tomarme mi talento en serio, no me esforzaba ni prestaba atención. Una tarde por poco hago perder dos horas de trabajo por un despiste, y cómo no, Gary me echó la bronca.
Llegué a casa hecha una mierda, sin ganas de nada, mirando el polvo de hada que me quedaba de mi ración diaria como si esperara una respuesta. Necesitaba hacer algo con mi vida. Entonces se me encendió una bombilla, fui a por un libro de pócimas y recetas para ponerme a experimentar.
No podía seguir amargándome, necesitaba algo que me motivara y sentí que tratar de encontrarle potencial al polvo de hada era la mejor forma de conseguirlo.
Así pues, a partir de entonces, empecé a ahorrar mi polvo de hada para hacer pruebas. Creé un diario con todo lo que hacía para poder cubrir el máximo de casuísticas posibles, cada día esperaba ansiosa a que terminara mi turno para volver a casa y experimentar.
Una mañana, mientras paseaba para despejar mi mente en busca de ideas, me paró un hada tintineadora.
—¿Te has quedado sin polvo de hada? Si quieres te doy un poco— no era la primera vez que me ofrecían.
—Oh, no gracias, sólo estoy dando un paseo.
—¿Un paseo? ¿Eso qué es? ¿Como un aleteo con los pies?
—Exacto.
—Eres Zarina ¿verdad? Te vi el día que naciste, eres la primera hada que veo nacer.
—¿Naciste justo antes que yo?— en ese momento supe quién era.
—Sí, bueno, yo y mi hermana Peri, nacimos a la vez.
—Entonces tú debes de ser Tinkerbell.
—Sí… supongo que ahora soy famosa.
—Bueno, eres la única que tiene hermana— y de alguna forma, nos pusimos a conocernos de la forma más natural. Era extraño pero me sentía cómoda hablando con ella, teníamos mucho en común y terminamos dando un largo paseo por las estaciones.
La admiraba por haber re-inventado el talento del tintineo, yo esperaba lograr algo así algún día con el mío. Ese día, hice mi verdadera primera amiga.
Seguí con mis experimentos con más ganas, pensé que si seguía así podría conseguir que el polvo de hada tuviera efectos diferentes y los días empezaron a hacerse más cortos.
Tink fue presentándome a sus amigas y a su hermana, un día que fuimos a Invierno. Tuvo gracia que trabajara con hadas guardianas del polvo y ninguna de mis amigas lo fuera, pero lo prefería así, mis compañeras no me caían nada bien.
En cambio Tink, Fawn, Peri, Gliss y las demás tenían algo especial, llevaban las mismas ganas de aventura que yo, tenían una mente inquieta y eran tremendamente divertidas.
Llegó el tan esperado día de llevar el polvo de hada azul al gran árbol y vi la poca ilusión que tenía Gary. Me dejó coger las motas azules y lo hice de la misma forma que él, sin problemas.
Le pregunté por qué tenían que ser veintitrés otra vez, pero volvió a desviar la pregunta. Lo llevamos al gran árbol y me quedé mirando el polvo azul con admiración. Cuando se dio la vuelta, cogí la pulsera que me regaló Tink y la dejé flotando justo debajo para ver cómo reaccionaba.
En un parpadeo salió disparada rebotando por todas partes, hasta que se perdió por Primavera. Esperé no haber dado a nadie.
—Ups— por supuesto, me cayó una gran bronca por mi irresponsabilidad, y me sancionó con una semana sin polvo de hada. No me importó demasiado porque ya estaba acostumbrada a andar, pero me molestó no poder probar el último experimento que tenía entre manos.
Les conté a las chicas lo ocurrido y se echaron a reír, me sumé a ellas aunque no debería, pero es que hubiera sido gracioso que la pulsera hubiera terminado rebotando en su careto.
Peri se acercó a mí y me pidió hablar en privado. La acompañé a un pequeño bosque apartado donde no había nadie.
—No sé si debería decirte eso precisamente a ti, que eres una guardiana, pero creo que te gustará saberlo…— torcí la cabeza intrigada. —Tengo tres motas de polvo azul guardadas, y-
—Pero eso está prohibido, si te pillan…
—¿No está prohibido también experimentar con polvo de hada? Te lo digo porque creo que tú les darás un mejor uso que yo.
—¿Lo dices en serio? E-espera, ¿de dónde los has sacado? En Invierno ni siquiera se usa.
—Tink me los regaló, los cogió prestados en el festival de la luna azul.
—Ostras… pues sí, los acepto con todo el gusto o sea… eso cambiará por completo mis pruebas. Muchísimas gracias Peri, no sé cómo agradecértelo.
—B-bueno, puedes darme un beso, si quieres…— le di uno a cada mejilla con rapidez.
—Muchas gracias, en serio.
Fuimos a su casa para que me los diera, y antes de salir de allí disparada hacia mi casa, me abrazó.
Me sorprendió, no me lo esperaba para nada, pero lo hizo y yo la abracé también.
—Ve con cuidado ¿vale? Dicen que tiene mucho poder.
—Lo sé, lo sé todo sobre el polvo azul, tendré cuidado, te lo prometo.
Y salí disparada de allí.
En honor a Peri, nada más llegar, probé una receta con la que esperaba hacer nieve, sólo con una décima parte de una mota de polvo azul.
Fui precavida, mucho, pero debí de haberlo sido más. Cuando entró en contacto con la mezcla, un brillo blanco me cegó y la mesa entera empezó a temblar. Retrocedí asustada sin saber qué hacer, esperé a que se detuviera pero de golpe, hizo una pequeña explosión que me llenó de polvo de hada blanco.
Quedé asombrada, pero más asombrada quedé cuando empecé a sentir un tremendo calor, sentía mi piel arder. Salí de casa muy asustada, chillando, volando hacia el centro de hadas sanadoras creyendo que me estaba derritiendo por dentro. A medio camino, decidí meterme en Invierno y envolverme en nieve antes de que terminara de derretirme del todo.
Me sentí mucho mejor de golpe, tanto, que no noté ni una pizca de frío. ¿Había perdido la sensibilidad? No, tenía que ser otra cosa.
—Oh dios mío… N-no me digas que…— me miré mis manos, más pálidas de lo habitual, y chillé al ver que mis rizos se habían vuelto blancos. —J-joder… ¿¡S-soy un hada del Invierno!? ¡He creado polvos para cambiar el talento!
No sabía si ese efecto era temporal o si iba a quedarme así para siempre, quizás no podría volver nunca más al lado cálido o quizás moriría por alguna razón. No sabía nada, así que lo primero que hice fue ir a buscar ayuda.
Volé rápidamente, sin mis alas escarchadas, al sitio donde debían estar las chicas pero no estaban. Fui a casa de Spike porque seguramente estarían todas allí, pero solamente estaba ella.
—¡Spike! ¡Spike!
—¿Zeta?— me dejó pasar. —Uow, ¿qué le has hecho a tu pelo?
—Olvida mi pelo, necesito hablar con Milori, o-o con alguien como la reina, ¿sabes dónde puede estar ahora?
—Ahora… siendo jueves… en la biblioteca, creo, ¿estás bien? No parece que-
—¡Claro que no estoy bien! ¡¿Me ves con cara de estar bien?! ¡Creo que soy un hada de invierno!
—Aha... tranquilízate. Cuéntamelo por el camino, vamos.
Le dije lo que había hecho con el polvo de hada y se lo tomó con humor.
—¿¡Eres consciente de que puede que esto tenga efectos secundarios!? podría morir por esto.
—Ah, pues no había pensado en eso… perdona… Pero si todo sale bien, es la bomba, Peri se pondrá muy contenta.
No sé por qué dijo eso, pero llegamos a la biblioteca antes de que pudiera preguntar. Lo encontramos con Dewey entre libros. Les conté lo ocurrido y a Milori casi le da un patatús, Dewey no tardó en tomar apuntes.
—¿Qué hago?
—Por ahora, tenemos que comunicárselo a Clarion, además de ser reina es la mejor guardiana del polvo que ha habido nunca.
—¿Ah sí? Pensaba que su talento era ser reina— no entendí por qué nadie me lo había dicho hasta ahora. —¿Tú lo sabías?— le pregunté a Spike, pero dijo que no.
—Permaneced aquí, iré a buscar hadas sanadoras para que te vean, Guardián, deja la escritura para más tarde y vigila que no le ocurra nada.
Milori se fue.
—Bueno bueno bueno, eso sí que es interesante, por ahora no creo que debas preocuparte, si te sientes cómoda y no tienes ninguna molestia significa que el cambio de talento ha ido bien.
Lo dijo muy confiado, como si supiera algo al respecto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?— pregunté.
—No eres la primera que consigue algo así, pero no puedo decirte nada— me emocioné al escuchar eso, significaba que detrás de los libros habían muchos secretos interesantes escondidos.
—¿Qué puedes contarme que no esté escrito?
—O-ho~ nada florecilla, pero no seré yo quien te deje leer ciertos libros. Ten paciencia— no lo entendí, pero supuse que debía dejar de insistir.
No tardaron en aparecer hadas sanadoras con sus utensilios. Se pusieron a hacerme pruebas de todo tipo para hacerme un chequeo general, y veinte minutos más tarde, apareció Peri.
—¿Qué demonios...? ¡Zeta! ¿Qué te ha pasado?
—Es una larga historia…
Se lo conté todo y pude ver la preocupación en su rostro.
—Te dije que fueras con cuidado… ¿seguro que estás bien?
—Las hadas sanadoras dicen que sí, y me siento bien, no sé.
—Dios mío… aún no me cabe en la cabeza o-o sea… eres un hada invernal, ¿vas a vivir aquí?
—No lo sé, por ahora no tengo más remedio. A ver qué dice la reina, espero que se lo tome bien...
Nos quedamos charlando sobre todo lo que cambiaría al vivir allí, de que podría vivir en su casa y que mis nuevos compañeros guardianes del polvo del Invierno estarían encantados de conocer mi historia.
Milori regresó, habló rápidamente con las hadas sanadoras y nos dijo que teníamos que ir a la frontera, la reina nos esperaba.
Al llegar me puse de los nervios, sin duda me caería un castigo histórico.
—Reina Clarion, yo…
—Deja que hable primero. El señor del Invierno me ha puesto al corriente y tengo que felicitarte,— levanté las cejas sorprendida —nunca pensé que alguien sería capaz de crear polvos de talento en tan poco tiempo y sin ayuda, sin duda tienes un don como alquimista.
—¿A-alquimista?
—Así es, muy pocas hadas tienen ese don, ahora mismo somos tres, contándome a mí.
—¿Quién es la tercera?
—Te lo diré cuando sea el momento. Por ahora, debes volver a tu sitio y para ello he preparado unos polvos que te devolverán a tu estado.
—Vaya…
[Peri]
—¿No puede quedarse en Invierno?— yo misma me sorprendí de la intrusión, era una conversación entre la reina y Zarina, no pintaba nada.
—Bueno, eso dependerá de las ganas que tenga ella. No veo problema en que te quedes a vivir en Invierno, la alquimista del Invierno, Luna, estaría encantada de recibirte— recé para que dijera que sí.
—Vale… sí, siempre podré volver al lado cálido ¿no?
—Por supuesto— lo celebré en mi interior con pompones y confeti. —Deja que te acompañe al laboratorio.
La reina cruzó sin problemas, tiñendose de blanco y las acompañamos.
Antes de llegar, nos dijo que debía mantenerme al margen, era una zona restringida sólo para alquimistas. Se adentraron en aquél bosque y no nos quedó otra que volver, preguntándome cuándo la volvería a ver.
Le dije que podía quedarse en mi casa, pero no sé si se lo tomó en serio. Esperé impacientemente por si aparecía, incluso limpié la casa de arriba a abajo, pero nada.
Al final terminé cenando sola y yendo a la cama decepcionada. Me hice ilusiones como una tonta, seguro que le dieron una casa para ella allí mismo, era obvio, no sé cómo pude ser tan estúpida.
Desperté a media noche por un ruido, algo como un susurro. Me pareció escuchar su voz así que me levanté. Entonces apareció por el marco de la puerta, sorprendiéndome.
—Perdona, ¿te he despertado?— negué con la cabeza sin saber por qué. Zarina estaba allí, en mi casa, iba a quedarse después de todo. —Voy al sofá a dormir, no te molesto más.
—Espera— de nuevo, mi boca se movió antes que mi cerebro. —Am…— no podía pedirle que durmiera conmigo, iba a sonar extraño dijera como lo dijera. —¿N-necesitas un pijama? Tengo de sobras.
—No hace falta…
—Tranquila, tengo muchos, ven…— fui hacia el armario, nerviosa. —Así dormirás más cómoda— le ofrecí mi favorito, uno que me hizo Tink con dibujitos de mariposas y copos de nieve.
—Gracias…— se fue al comedor antes de que me atreviera a decir nada más.
Volví a la cama con una inmensa sonrisa, primero por tenerla en casa en plena noche, segundo por llevar mi pijama y tercero por saber que al levantarme, ella sería la primera hada que vería.
Me costó una barbaridad volver a dormir, no dejaba de pensar en un ella y yo juntas.
La mañana siguiente desperté con el ruido de un armario cerrándose. Salí de la habitación despacio y no la vi en el sofá, estaba en la cocina. Revoloteé hacia allí de muy buen humor.
—Buenos días Zarina~
—A-ah, buenos días… perdona pero…
—¿Te echo una mano? Supongo que no has cocinado mucho por Invierno.
—Gracias… te lo agradezco.
—No hay de qué— preparé un desayuno completo para las dos con una sonrisa mientras le explicaba los pasos a seguir para la próxima.
—Ah, y si necesitas algo, cualquier cosa, pídemelo ¿de acuerdo?
—S-si, gracias… Eres muy amable— mi corazón dio un saltito al recibir un halago por su parte.
—¿Cómo fue ayer? Llegaste muy tarde— su rostro se iluminó.
Se puso a contarme todo lo que hizo de lo más contenta, casi no le daba tiempo a comer con todas las cosas buenas que le pasaron. Me alegré muchísimo de que fuera feliz, si ella lo era yo también.
—¿Entonces esta mañana tienes que volver?
—Sí, voy un poco justa de tiempo pero bueno. Supongo que al mediodía ya habré terminado. ¿Te importa si...?
—¿Te quedas a vivir conmigo? No, por mí encantada.
—Entonces ¿no te molesta que me quede aquí? Puedo pedir que me den una casa para mí sola si quieres.
—Así es más divertido ¿no crees?— sonrió. —Además, tienes mucho que aprender sobre Invierno, no estás preparada para vivir sola.
—Cierto, fue un poco locura cuando decidí quedarme en Invierno, pero es que el lado cálido ya lo tengo muy visto.
—¿Te gusta Invierno?
—Claro, todo es mucho más… amplio y tranquilo, antes vivía al lado del molino de polvo de hada y el ruido llegaba a hacerse insoportable. Aquí hasta tienes unas vistas estupendas.
—Sí, menudo cambio has hecho eh~ no te podrás quejar.
—Nope. Bueno, me voy que no quiero llegar tarde el primer día.
—Vale~ Pásalo bien haciendo experimentos de esos raros…
—Científicos, experimentos científicos con polvo de hada, no me lo creo ni yo, es tan interesante… Hasta luego Peri~
—Hasta luego~— y se fue. Solté un chillido ahogado de lo genial que fue todo. Casi parecíamos novias viviendo juntas, me moría de ganas de contárselo a Tink.
Después de darme una ducha en la que dejé volar demasiado mi imaginación, fui a ver a las chicas para ponerlas al día. No pararon de hacer bromas y lanzarme indirectas mientras escarchábamos en el bosque de la escarcha pero me gustó, fue divertido creer por un momento que podríamos llegar a ser algo más que compañeras de piso.
Volví a casa temprano para empezar a preparar la comida, estaba deseando que volviera.
Terminé y aún no había llegado, no supe muy buen qué hacer porque no podía ir a buscarla en el laboratorio así que esperé. Tras un angustioso cuarto de hora, apareció, haciéndome dar saltitos de alegría.
—Llegas justo a tiempo— iba cargada con unos cuantos libros.
—¡Genial! gracias. Buah, me ha pasado la mañana súper volando, no puedo contarte la mayoría de cosas que he hecho porque son confidenciales pero ha sido como si hubiese descubierto el juego más divertido de la historia.
—Me alegro, supongo que no tiene nada que ver con ser una guardiana del polvo.
—Pero nada, nada de nada— nos pusimos a comer mientras charlaba sobre su nuevo y antiguo talento. Me alegró que le gustara la comida, me esforcé mucho en hacerlo perfecto. Le interrumpí para hacerle una gran pregunta.
—¿Y qué harás esta tarde?
—Luna me ha dado ese montón de libros para leer, en principio son para esta semana pero me da que en dos días me los terminaré— adiós a mi imaginaria cita con ella.
—A-ah…— después de comer, me ayudó a recoger los platos e insistió en lavarlos. No me dejó ayudarla, pero igualmente me quedé con ella. Me hizo temblar las alas cuando dijo que mañana me prepararía el desayuno.
Después de eso, se sentó al sofá para empezar con sus libros, y como yo tenía uno a medias sobre el lado cálido, me relajé a su lado.
Fue muy placentero, ese silencio que se rompía por el sonido de las hojas como si fueran olas en la orilla me calmó tanto que mis párpados empezaron a caer. Me di cuenta de que me quedaría dormida cuando di una cabezada.
Zarina no se dio cuenta, estaba inmersa en su libro de extrañas fórmulas.
—Voy a… echarme una siesta…
—Hm…— no estuve segura de si me escuchó, quería recostarme encima de ella, pero opté por la cama para no fastidiar nada. Nada más tumbarme, caí dormida en un agradable sueño.
A media tarde me levanté, perezosa de mí, y cuando volví al comedor la vi exactamente en la misma postura que antes. Iba por el tercer libro.
—¿Has estado leyendo hasta ahora?— ni caso. —Zarina. Zarina~— le pasé la mano por delante de la cara para que me prestara atención.
—¿Eh?
—¿Has descansado?
—Ah, no.
—Pues deberías, no es bueno pasarse tantas horas leyendo, te va a dar dolor de cabeza si sigues así.
—Bueno, lo cierto es que tengo un poco ya… pero es que todo esto es muy interesante, no puedo dejar de leer— le quité el libro de sus manos.
—Los libros no se irán a ninguna parte, tómate un descanso y luego sigues, por favor. Leerás mejor sin dolor de cabeza. ¿Quieres tomar algo?
—Quiero… ir al baño primero— le costó un poco ponerse en pie, y abracé el libro que estaba leyendo como si fuera ella. Sentí haberla ayudado y eso me dio una gran satisfacción.
Le propuse dar un aleteo para que nos diera un poco el aire y de mientras le fui contando curiosidades y anécdotas sobre Invierno. Sin darnos cuenta nos pusimos a hablar de Tink, era una de las pocas amigas que compartíamos.
Me alegró saber que mi hermana fue su primera amiga de verdad, se llevaban bien y tenían mucho en común. Le dejé caer que yo tenía cientos de gustos parecidos con mi hermana, pero que ella prefería salir con duendes. Quise indagar en si a ella le gustaban los duendes, pero no conseguí una respuesta.
Me negué a abandonar la pequeña posibilidad de que a ella también le gustaran las hadas, Tink siempre me decía que ella y yo haríamos buena pareja.
Cambiamos de tema rápidamente, Zarina quería volver a casa para seguir leyendo. No se lo negué. Le dije que fuera tirando, que pasaría a buscar algo de comida y a hacer cuatro recados.
Volví a casa con dos bolsas llenas, ahora que éramos dos en casa, tenía que tener casi el doble de cosas.
—Te he conseguido cuatro cosillas, ¿quieres verlas?
—Hm…— no me hizo mucho caso.
—Cepillo de dientes, ropa, comida…— ni caso. —Un tanga, unos sujetadores transparentes, un cocodrilo…— estaba tan metida en su lectura que ni un terremoto la haría reaccionar.
Me puse a pensar qué hacer para la cena sin más. Di vueltas por casa, me duché, lavé incluso la ropa pero Zarina seguía igual, como si fuera un mueble más. Suspiré, no quería que se pasara todos los días así.
Antes de preparar la cena logré captar su atención para preguntarle si quería darse una ducha, pero sólo recibí un 'luego'. Terminé la cena y le quité el libro de las manos, levantándolo hasta la altura de mi cabeza, otra vez.
—A cenar.
—¿Puedo terminar de leerme esa página?
—No. Te has pasado la tarde leyendo, descansa un poco.
—Ya he descansado antes…— dijo levantándose con pereza.
Vi el cansancio en sus ojos cuando cenamos, le aconsejé que dejara la lectura para mañana y que descansara. Costó, pero conseguí que entrara en razón, no podía pasarse tanto tiempo sumergida en su talento.
Después de recogerlo y limpiarlo todo se dio una ducha en la que me hubiera gustado participar. Me decepcioné cuando salió del baño con el pijama puesto. Me armé de valor para decirle algo que tenía en mente desde hacía un tiempo.
—Oye am… el sofá es algo incómodo para dormir así que, si quieres… no me molestaría que durmieras en la cama conmigo— me puse nerviosa de golpe, pretendí sonar amable pero aquello claramente era algo más que un acto de bondad.
—A-ah…— tenía que arreglarlo de alguna forma.
—H-hasta que consiga otra cama, claro… si no quieres no...
—Si, sí, vale claro, te lo agradezco— mi interior lo victoreó con un revoltijo de emociones.
Mi corazón empezó a inquietarse cuando fui hacia la habitación. Me metí en la cama como si me escondiera en mi caparazón y esperé nerviosa a que viniera. No tardó mucho.
—Bue~eno…— dijo sentándose en la cama, notándola nerviosa con su voz. La miré con los ojos entrecerrados, su nuevo pijama dejaba sus piernas y muslos al descubierto. No podía estar más emocionada por dentro. —Buenas noches Peri.
—Buenas noches…— cerré los ojos como si no estuviera hasta que se hizo el silencio. Entonces los abrí para encontrarme con su pelo y espalda. Traté de relajarme, sólo íbamos a dormir después de todo.
Me tumbé bocarriba porque no paraba de escuchar mis latidos retumbando en mi oreja. Mis nervios hacían que mi cuerpo ardiera inquieto.
Tras unos minutos su respiración se volvió más profunda, la envidié por haberse dormido tan rápido, debía de estar agotada. Me surgió un problema y es que si quería ir al baño tenía que pasar por encima de ella, estaba arrinconada en la pared.
Dejé de pensar cosas estúpidas para intentar dormir de una vez, ya debía llevar una media hora dándole vueltas a mi mente. Me acerqué a ella, tímidamente, acurrucándome a un suspiro de su espalda y finalmente, inspirando su agradable aroma, me adentré en el mundo de los sueños.
Desperté al sentir que algo se movía, y ese algo no podía ser nada más que ella. Aún era temprano, pero no iba a conseguir dormir de nuevo, así que me quedé observándola. Dormía bocarriba, con su brazo hacia arriba, delante de mi nariz. Me apetecía mordérselos pero guardé mis ganas en un cajón.
Coloqué mi brazo al lado del suyo, dejando el dedo meñique lentamente encima de su mano, con suavidad. Como no se inmutó, fui invitando a los demás dedos hasta que mi mano terminó encima de la suya. Minutos después se empezó a despertar y guardé mi mano como si fuera un secreto que ocultar.
Entreabrió los ojos medio dormida, con media sonrisa y la mitad de voz.
—Buenos días…— volvió a cerrar los ojos un momento.
—Buenos días Zarina— entonces inspiró profundamente y empezó a despertarse de verdad. Me apetecía seguir más tiempo en la cama, a decir verdad, me apetecía pasarme el día entero bajo la manta.
Me quedé embobada viendo su cuerpo mientras se estiraba, arqueando su espalda aún tumbada. Tenía unos pechos geniales.
—He dormido de maravilla… ¿tú qué tal?
—Genial…— dije volviendo a su rostro.
—Tengo la sensación de que hoy será otro gran día— se puso en pie y me dio la primera alegría de la mañana quitándose su pijama, quedándose de espaldas a mí con únicamente sus bragas. No me atreví a mover ni un sólo músculo. Cuando se agachó ligeramente para coger su ropa pude entrever el volumen de sus pechos desnudos y me mordí los labios.
Terminó de vestirse y me quedé más agitada que nunca.
—¿No te levantas?— fui rápida en improvisar.
—Hoy hacías tú el desayuno ¿no~?
—¿Quieres que te lo traiga a la cama también?— me reí por lo bonito que sería. —¿No? Bueno…— me pregunté qué hubiera pasado si le hubiera dicho que sí.
Me levanté segundos después para perseguir su aroma. Adoraba verla de tan buen humor, me hacía creer que era por haber dormido conmigo.
Le ayudé un poco con el desayuno mientras esperaba sentada en la encimera, dando pataditas con mis zapatillas, supervisando lo que hacía. No se le daba mal cocinar, dijo que era como preparar polvos comestibles.
—Oye, y ¿podrías hacer polvos para ir al lado cálido?
—¿Quieres ir al lado cálido de vacaciones?
—Si~ eso sería genial…— en ese momento me derretí pensando en que parecíamos novias de verdad, organizando planes juntas.
—Se lo comentaré a Luna a ver qué dice, pero no te hagas muchas ilusiones, tenemos bastante prohibido usar los polvos que hacemos.
—Al menos lo habremos intentado— me envió una sonrisa desde donde estaba.
—¿Qué harás esta mañana?— me pilló por sorpresa su pregunta. Le dije que normalmente no tenía nada planeado, iba a buscar a las chicas o a veces venían ellas, era posible que Tink viniera ya que ayer no le vimos el pelo y quizás pasara a ver a Dewey un rato. Lo bueno de mi talento es que no requería mucha dedicación y me daba mucho tiempo para jugar.
Mientras desayunábamos, noté que mis alas se ponían a brillar. Me emocioné de golpe y salí de casa disparada.
—¡Ti~ink!— la abracé dejando caer toda mi felicidad en ella.
—Ho-ho~ Peri, ¿a qué viene tanta alegría?— la volví a abrazar dando saltitos, estaba muy contenta.
—Zarina está viviendo conmigo.
—Ya lo veo ya…— al seguir sus ojos la vi con una sonrisa, cerca de la puerta. —Tienes que ponerme al día ya.
—Después te lo contaré todo con más detalle, ahora se irá a trabajar— entramos en casa de lo más felices, sobretodo yo, que tenía a mis hadas favoritas juntas. Por desgracia no duró mucho.
—Bueno Zeta, ¿qué tal es eso de vivir con mi Peri?— la miré nerviosa por haberle lanzado una pregunta así.
—No me puedo quejar— y eso fue lo único que dijo, con tan pocas ganas que hasta me dolió. Encima Tink me miró preocupada.
—Y… ¿cómo es que fuiste a vivir con ella?— deseé que no volviera a hacer ninguna pregunta nunca más.
—Pues… me lo ofreció y como ya era tarde para ir a otro sitio… pues vine aquí— mi pecho me maltrató, lo dijo como si fuera la última alternativa que le quedaba, como si no le gustara, siguiendo con el desayuno. Empecé a creer que en realidad no quería estar aquí, que buscaría una casa donde ir cuanto antes.
—Vale pero… ¿te gusta vivir aquí?— yo ya no sabía qué cara poner, ni siquiera levanté la vista. Tink hacía justo las preguntas clave, como si me leyera la mente.
—Claro, es muy tranquilo— terminé de comer rápido y me escondí en la cocina. Mi tintineadora no tardó en aparecer.
—Peri…— con su rostro lo dijo todo.
—Cállate, después hablamos— la sorprendí con mi tono de voz. Me daba rabia porque cuando estaba a solas con Zarina parecía otra persona, ahora debía estar pensando en cosas del laboratorio.
—Bueno chicas, me voy ya. Nos vemos luego.
—S-sí…— nos despedimos con una última y extraña mirada. Resoplé.
—Muy bien señorita Winkle, desembucha.
Le conté todo lo que ocurrió, lo que creía que pasaba y lo extraña que fue su actitud al estar ella.
No me dio muchas esperanzas, dijo que no me hiciera ilusiones, que dormir juntas no significaba nada y que me lo tomara con calma, aún no sabíamos si le atraían las hadas.
—¿No deberías animarme en vez de deprimirme más?— le reproché.
—Quiero que seas feliz Peri, y si ella sólo quiere ser una compañera de casa temporal, será mejor que dejes de obsesionarte con ella.
—Ya…— Tink siempre solía tener razón, pero no pude estar de acuerdo con ella esa vez. —Ya te lo diré cuando llevemos una semana durmiendo juntas. Dijo que hablaría con su supervisora para pedirle polvos de hada cálida y así pasar unas vacaciones allí.
—Ostras pues ojalá sea verdad, me encantaría dar un aleteo contigo por las estaciones.
Después de ponernos al día y de hablar de todo lo que teníamos que hablar, fuimos al bosque de la escarcha para buscar a las chicas y jugar con ellas.
Fue una mañana que pasó volando pero llena de dudas. ¿Y si Tink tenía razón? Quizás todo eran imaginaciones mías y Zarina prefería vivir en otro sitio. Seguramente esperaba a que me hiciera con una cama de más para no tener que compartir la mía.
Fuera como fuese, Zarina volvió a casa, más temprano que ayer, cuando aún estaba preparando la comida con Tink.
—Buenas~— se la veía de buen humor y nos sonreímos, pero Tink se nos puso en medio.
—Hey Zeta, vienes al punto para ayudar a Peri a preparar la comida— le extrañó un poco esa intrusión, pero no se quejó.
—Bueno… ¿qué habéis estado haciendo?— se lo contamos mientras le decía lo que tenía que hacer con la comida y Tink volvió a hacer una pregunta que no debía.
—Oye Zeta, ¿te gusta Peri?— casi le lanzo un cuchillo a la cabeza, ¿cómo pudo preguntar algo así? Zarina se sorprendió por esa pregunta tan directa.
—¿A-a qué viene eso? No dejas de preguntarme cosas sobre ella, ¿no te gusta que viva con ella? Porque si es eso dímelo y ya está, no tienes que andarte con rodeos— se enfadó, y no supe qué hacer.
—No lo sé, ¿te gusta a ti vivir con ella?— y parecía que se pondrían a discutir, no podía permitirlo.
—E-eeh ya vale, tranquilizaos— traté de ponerme en el medio, pero no sirvió de mucho.
—¿Qué? ¿Tienes envidia? ¿Te molesta? Porque parece que quieras apartarme de ella.
—Qué va ¿yo?
—¡Basta! ¡Las dos! Tink, no te entrometas más, y tú… tú…— me perdí en sus ojos, preocupados. —Cocina.
Tink se largó al comedor, frustrada, y no supe qué hacer.
—Perdona Peri, pero me irrita que me haga preguntas con segundas, con ese tonito suyo. Somos amigas ¿sabes? No tiene que sonsacarme información como si fuera una espía, si quiere saber algo que me lo pregunte.
—Ya… bueno... Tink es un poco especial. ¿Sabes qué? Olvidémoslo, no vale la pena darle vueltas al tema.
—Estoy de acuerdo. Cambiando de tema… ¿quieres saber quién se irá de vacaciones al lado cálido?
—No… ¿¡lo dices en serio!?
—Sólo será una semana, espero que— la abracé impulsivamente —sea suficiente.
—Es más que suficiente, ¡muchísimas gracias!— Le di un beso en la mejilla llevada por la emoción. Al girar la cabeza vi a Tink sin entender nada. —¡Voy a pasar una semana en el lado cálido!— me puse a saltar en los brazos de mi tintineadora favorita.
—Pero con una condición, tienes que fingir ser mi novia— toda mi piel se me erizó de golpe, no supe qué decir, me quedé atontada. Tink también se quedó congelada. —Es broma, sólo quería saber qué cara poníais— se echó a reír y me morí de vergüenza.
—Pásame un cuchillo Peri, la acuchillaré por detrás— dijo ella bromeando, espero.
—Será dentro de un mes más o menos, tendré unas clases exprés de la mismísima reina y tú serás mi acompañante, a Luna le parece bien que vengas. Pasaré la mayor parte del día en el árbol de polvo de hada así que podrás ir a todos los sitios que te apetezca.
—Pero un mes es mucho~ no podré esperar tanto…
—Tranquila, tú róbale el polvo de hada mientras duerma y te cuelo por la frontera— susurró Tink.
Seguimos preparando la comida en un mejorado ambiente, Tink y Zarina seguían teniendo algún enfrentamiento que debía de ser provocado por los celos de mi hermana, porque ahora tenía muy claro que Zarina iba a quedarse y por un buen tiempo.
—Que aproveche~
—Oye Zeta…— le di una patada a Tink antes de que volviera a hacer una de las suyas. Se rió.
—Dime Tink, ¿qué quieres? Pregunta— pero Zarina insistió en recibir la pregunta.
—¿Ya te ha dicho Peri que es lesbiana?— cerré los ojos queriendo que el hielo me tragara.
—Claro, también me dijo que duermes con un peluche de lo más mono, ¿cómo dijiste que se llamaba?
—Gordi— Tink me miró enfadada, pero no pude evitar reírme— lo que me extrañó fue que no le dije que me gustaban las hadas.
—Y dime, ¿duermes bien con Gordi? ¿Ronca?— preguntó con el mismo tono que hacía Tink.
—Muy buena— chocamos la mano celebrando la derrota de Tink.
Después de aquello, Tink dejó de hacer preguntas innecesarias. Comimos entre risas y entre las tres lo limpiamos todo en un momento.
—¿Hoy también tienes que leer libros enormes?
—Sí, pero puedo dejarlo para más tarde si quieres, me lo tomaré con más calma— me alegré de que siguiera mi consejo.
—Bien, es que Tink me chivó que nunca habías bajado en trineo y… no puedes vivir aquí sin haberlo hecho.
—Bueno, mientras tu hermana no me empuje a media caída…— dijo en voz baja.
—No prometo nada…
Por suerte, se portó bien y terminamos pasando la tarde entera jugando, divirtiéndonos entre trineos, patines y bolas de nieve. Atesoré todas las risas que me llevé, ojalá todos los días fueran como aquella tarde.
Nos despedimos de Tink antes de volver a casa. Nada más llegar, le pregunté si realmente sabía que me gustaban las hadas, respiré tranquila al decirme que Gliss se lo había contado tiempo atrás.
Preparé la cena mientras se daba una ducha a modo de disculpa por haberle robado la tarde, aunque ella dijera que los libros no iban a irse a ninguna parte.
Cenamos muy a gusto, solo las dos, en un ambiente casi romántico. Me perdía en mis pensamientos pensando que éramos novias de verdad, tenía que controlarme, necesitaba saber qué pensaba ella de mí pero no sabía cómo hacerlo.
Después de aquello, me di una ducha para terminar con el día. Pasé por el comedor y la vi en el sofá leyendo.
—No te quedes hasta muy tarde.
—Hm…— sonreí, y me fui a la cama con un placer general en el cuerpo. Me relajé, quise esperar a que volviera para dormirme con ella, pero no aguanté más de veinte minutos.
Unas agradables caricias me despertaron. Zarina me estaba acariciando el pelo y seguí haciéndome la dormida. Me puse algo nerviosa al darme cuenta de que estaba abrazada a su cuerpo, mi pulso se disparó, nuestras piernas estaban en contacto, mi cabeza estaba apoyada en su brazo y mi mano descansaba demasiado cerca de su pecho. Iba a explotar por dentro.
—¿Ya te has despertado…?— seguro que me pilló de lleno.
—Sí…— pero no me moví, no quería, y ella no dejó de acariciarme, ni parecía molesta. Me agarré a su pijama para no soltarlo jamás, me creía en el mejor de los sueño.
—Se me ha dormido el brazo Peri— gruñí, sin abrir los ojos, sin querer terminar ese momento casi mágico. Cambié su brazo por el cojín y me acomodé, ya no tan cerca de ella.
—Te has puesto roja de golpe— susurró, casi a mi oído, logrando lanzar mis estanterías mentales por los aires. Me di la vuelta para que no viera lo ruborizada que debía estar en ese momento. —Buenos días~— no ayudó que me punteara el hombro con su dedo índice.
Noté como se sentaba en la cama y mi mente dio un chispazo recordando el momento de ayer, quería ver sus pechos, mi parte más alocada se moría de ganas.
Me tumbé hacia arriba al no sentir su peso en el colchón y la miré un instante de reojo, se estaba quitando el pijama. Decidí hacer una estupidez y hacerle una pregunta, aunque después fuera a arrepentirme.
—¿P-por qué no desayunas con pijama?— mi voz sonó rota, pero se dio la vuelta, obligándome a apartar la vista tras un breve fotograma de su torso desnudo que no olvidaría.
—Pues… porque así no tengo que cambiarme después, yo soy de las que usan el pijama sólo para dormir— ni siquiera recordé lo que le había preguntado.
—Hm.
Mirándola de reojo de nuevo, pude tener una vista de perfil que me despertó de golpe.
Cuando terminó, se subió a la cama de cuatro patas, abrumándome aún más.
—Si quieres me cambio en el baño— enmudecí, sentí que si decía que sí no volvería a verla semi-desnuda y que si decía que no pensaría que quiero verla semi-desnuda. —Dios mío Peri, pareces un tomate.
Cogí la almohada para lanzársela a la cara, no aguanté más esa situación. Me escabullí de la cama y fui al baño para calmarme, estaba muy alterada. Esperé a que mi rostro dejara de ser tan rosado, y escuché sus nudillos contra la puerta.
—¿Te has enfadado?
—Sí.
—¿Mucho? Perdona, es que no pude evitarlo, me he levantado así de… simpática. ¿Sales porfi? Tengo que usar el baño.
Suspiré y salí para darle el relevo.
—Gracias~
En el comedor me encontré un tomate encima de la mesa, en mi sitio. Me entraron ganas de cogerlo y lanzárselo a la cara, eso sin duda sería divertido. Cuando salió la miré con el tomate en la mano.
—¿No te ha hecho gracia? Oh venga, con lo que me ha costado de encontrar…
—Pues ahora te lo comes— entrecerró los ojos y se acercó, arrebatándomelo de la mano, dándome un inesperado beso en la mejilla que me revolvió entera.
—Hmm~ está bueno— tardé unos segundos en reaccionar.
—A-a-ah…— ya no sabía cómo enfadarme con ella. Sólo fue a la cocina y la ayudé a preparar el desayuno, con una estúpida sonrisa en la cara, escuchando una maravillosa vocecilla que decía que Tink se equivocaba.
Comimos con una paz inquebrantable, entre miradas intermitentes y una sensación inquieta en mi cuerpo. ¿Le gustaba? Sabía que me gustaban las hadas y aún así aceptó dormir conmigo, ¿sería posible que le gustara?
—Por cierto, mañana tendré el día libre, no sé si te lo había dicho…— volví a la tierra.
—Va…le…— los nervios me atacaron, no sabía qué insinuaba con eso, si esperaba que hiciera planes con ella o qué quería. —¿Q-quieres hacer algo?
—Bueno, algo tendré que hacer para no aburrirme, ¿se te ocurre algo interesante?— en mi mente tenía demasiadas cosas interesantes que no pasarían.
—Pues… hay lugares que seguro que aún no has visto,— aunque prefería quedarme en casa con ella, en la cama para ser más específicos —si buscas algo interesante…
—Aquí no hay playa ¿no?— me reí por lo bajo.
—Hay nieve y agua congelada, no creo que consigas bañarte allí.
—Entonces iremos cuando vayamos al lado cálido, te enseñaré a nadar.
—Vale, sí— siempre quise nadar por el mar, me llenó de ilusión.
Perdimos el hilo de la conversación, dejando el tema de mañana colgado. Se fue a trabajar con una sonrisa y me quedé pensando en mañana.
Fui a ver a Dewey para preguntarle qué le podría resultar interesante a un hada del lado cálido y ya de paso hacerme con un par de libros, por si Zarina volvía a pasarse la tarde leyendo. Me dio unas cuantas ideas, pero ninguna terminó de convencerme.
Me hizo preguntarme ¿qué le gustaba hacer a ella? A parte de experimentar con polvos, claro. Me di cuenta de que aún no la conocía lo suficiente, si fuera Tink lo tendría muy fácil pero con ella no.
Después de darle muchas vueltas, se me ocurrió algo que quizás le gustara y fui a por ingredientes para ello.
Yo no era la mejor en repostería, pero pensé que a ella le haría ilusión, se le daba bien cocinar.
Cuando volví a casa, casi al mediodía, me la encontré preparando la comida.
—Anda, cada día vienes más temprano.
—Sí, un día de estos volveré en diez minutos. No, es que esta tarde tendré que volver, hemos dejado unas pruebas a medias que necesitan tiempo— vi que estaba siguiendo una buena receta. —¿Qué es todo esto?
—He pensado que mañana podríamos desayunar pastelitos de chocolate, ¿qué te parece?
—Hm~ dulce. Será divertido— nos sonreímos y terminamos de cocinar juntas. Hablamos de mi mañana con Dewey y del lado cálido, tenía que aprender sobre aquel lugar antes de ir, sólo de pensarlo me emocionaba.
—Me pregunto si te volverás rubia una vez allí…— me miró con demasiado detenimiento, poniéndome nerviosa. El recuerdo de esa mañana me hizo sonreír, me acarició el pelo mientras dormía. —¿En qué piensas?— bajé de las nubes de golpe.
—En las ganas que tengo— me di cuenta de que desde que vivíamos juntas, no habían pasado más que cosas buenas, me sentía feliz, animada y contenta. Ojalá mi deseo se hiciera realidad y nos convirtiéramos en novias algún día.
Empezamos a atacar la comida y la vi bostezar más de lo habitual, dijo que ayer se quedó hasta tarde leyendo y que se echaría una siesta después de comer. No pude estarme callada y casi susurré que yo también tenía sueño, aunque fuera mentira.
Me miró fijamente con una sonrisa, como si supiera lo que estaba pensando.
—¿Qué?— le dije ya sin poder aguantar más.
—Eres muy transparente— no supe ni dónde ponerme, me escondí tras mi vaso más tensa que nunca. Parecía no molestarle y eso podría ser muy buena señal.
—¡Deja de mirarme así!— se rió.
—Es que te pones muy mona cuando te ruborizas, no puedo evitarlo. Sí, justo así.
Me enfadé con ella, se estaba divirtiendo a mi costa, burlándose de mí. Terminé de comer mosqueada.
—Bueno, voy a echarme un rato, ¿te vienes?
—N-no…
—¿No? Venga, pero si te mueres de sueño~— se puso a darme toquecitos en mi cintura, buscando unas cosquillas que no tenía.
—Vale pero para, no me gusta que me hagan cosquillas.
—¿No te gusta?
—No…— no me atreví a decirle la verdad, no quería estropear las cosas.
Una vez en nuestra habitación, se empezó desnudar para a ponerse el pijama.
—¿No te cambias?— preguntó, dándose la vuelta, poniéndome nerviosa por tenerla delante de mí, con sus pechos al aire.
—S-sí…— me di la vuelta y me cambié, con mi pulso acelerado. Era la primera vez que lo hacía con ella en la habitación pero sobreviví. Fui a meterme en la cama pero estaba ella. —¿Te mueves?— no quería tener que pasar por encima de ella.
—Ese es mi sitio…— no me dejó otra opción. Gateé como pude tratando de no aplastarla. No fue fácil, pero lo conseguí. —Estás hecha todo una ninja.
—Cállate y duerme— cerró sus ojos acomodándose, acortando mi espacio.
—Buenas noches…
Me quedé mirándola casi enfada, sentía que ella podía hacer lo que quisiera conmigo pero yo con ella no, y eso me frustraba, me daba rabia. La loca idea vengarme besándola mientras durmiera me obligó a cerrar los ojos con fuerza.
No conseguí pegar ojo, mi cabeza era una noria constante de dudas, preguntas y suposiciones.
Después de un rato se empezó a mover y me hice la dormida. Noté como se incorporaba un poco, acercándose a mí. Los segundos se congelaron, no sé ni cómo conseguí estar tan quieta.
—Peri…— su susurro apenas se escuchó, —me gustas— mi alma entera se estremeció, mil mariposas se pusieron a jugar en mi vientre y no pude mantener mi rostro serio y calmado, mi cuerpo se convirtió en un incendio. —Sabía que estabas despierta, finges muy mal ¿lo sabías?
—¡Serás!— le di la espalda con toda mi mala leche. Lo peor de todo era que no estaba segura de si lo dijo en broma, parecía muy seria, y sabía que estaba despierta. Se lo pregunté, con una boca minúscula. —¿De verdad?
—Puede…— se movió, acercándose a mí. Mi corazón se ajetreó cuando pasó su brazo por mi barriga, uniendo su cuerpo al mío. Me encogí agarrando las sábanas con fuerza, apretando hasta los dedos de los pies.
Me puso la piel de gallina cuando acarició mi nuca con su nariz. Podía sentir su respiración en el tacto de sus pechos, no podría dormir así ni aunque me pasara días en vela.
Por la cercanía, puse mi mano encima de la suya y entrelazamos nuestros dedos. Morí de nervios, ¿qué significaba ese puede? Me había dicho que le gustaba, pero ¿de qué forma? Dijo que era transparente, ¿eso quería decir que conocía mis intenciones? ¿Entonces las aceptaba? ¿Qué se suponía que tenía que pensar?
No me atreví a preguntarle nada más, me convertí en una estatua.
Con el paso de los minutos, me calmé y disfruté de aquel tranquilo momento, parecía que el tiempo se hubiera detenido.
El sonido de su voz me devolvió al mundo real.
—Tengo que volver al laboratorio.
—Hm…— silencio otra vez.
—Mm… ¿Cuánto me harás pagar por el rescate?
—¿Eh?
—Me has secuestrado la mano.
—A-ah… perdona— se la solté y me giré hacia ella. No quería que se fuera.
Se quitó el pijama y me quedé mirándola, admirando su espalda desnuda, recordando sus pechos. Se vistió y no me escondí.
—No creo que esté más de un par de horas. Nos vemos en un rato, pelos locos— se fue riéndose y suspiré, mi pelo se despeinaba mucho cuando dormía.
Con la ñoña que me había entrado y sabiendo que tardaría en volver, me resbalé hacia su lado de la cama, aún con su aroma impregnado en ella. Me abracé a mí misma con las sábanas para dormir, como si la abrazara a ella.
No pude quedarme más plácidamente dormida. Soñé con ella, pero aquello se convirtió en una pesadilla, nos estábamos besando cuando de golpe se deshacía de mi ropa y me metía mano con brusquedad, haciéndome sentir dolor, casi como si quisiera torturarme.
—Eh eh, oye, Peri, mírame— estaba sudando, alterada y conmocionada. Me calmó encontrarme con sus ojos, tenía sus manos en mis mejillas.
—Ah..
—¿Has tenido un mal sueño?
—S-sí… muy malo— frunció los labios. Me sequé las tímidas lágrimas que yacían bajo mis ojos. —¿Ya estás aquí?
—Sí, te has pasado como tres horas durmiendo. ¿Quieres darte una ducha? Te sentará bien— asentí, me fijé en que su pelo estaba mojado, debía de acabar de ducharse.
Me acompañó al baño, quedándose bajo el marco de la puerta.
—¿Estás bien?— se la veía preocupada.
—Sí, no te preocupes, no ha sido nada— se quedó unos segundos antes de irse. Respiré hondo.
Me quedé pensando en mi problema con mis puntos erógenos, si lo nuestro iba a llegar a algún sitio, tendría que contárselo. No sabía cómo podría tomárselo, lo único que tenía claro era que no le iba a gustar.
Salí enrollada a la toalla, con su mirada atenta. Después de ponerme el pijama, cuando salí de la habitación, la encontré esperándome al lado de la puerta, apoyada en la pared.
—Peri… Antes me he encontrado con Gliss, y hemos estado hablando…
—¿Ah sí? ¿De qué?
—De ti. Y dijo que tenías algo que contarme, algo así como un secreto que tenía que saber y que sólo podías decirme tú. Me preocupó la seriedad con la que me lo dijo.
—A-ah… ya… n-no creo que esté preparada para decírtelo aún— asintió, y sentí que la herí.
—Está bien, esperaré.
Fuimos a preparar la cena con un ambiente un tanto crispado. No me sentía preparada para hablarle de mí de una forma tan íntima, tenía miedo de que dejara de gustarle por eso.
Durante la cena, me sorprendió, contándome cómo fueron sus primeros días en Pixie Hollow, la frustración que sentía siendo una guardiana del polvo de hada, su falta de amigos, sus largos y aburridos días… Dijo que por fin, aquí, conmigo, estaba empezando a vivir de verdad. Se me erizó la piel al escuchar eso.
Pero yo, no pude decir nada. Sabía que la estaba preocupando, que debía decírselo sin más y quitarme ese peso de encima, pero no tuve el valor suficiente para hacerlo.
Limpiamos la cocina más calladas de lo habitual y fuimos juntas a la habitación. Me metí en la cama, de cara a la pared, encogida, decepcionada conmigo misma. Zarina se metió en la cama, acercándose a mí.
—Buenas noches Peri— me dio un lento beso encima de mi hombro que me hizo temblar.
No me abrazó, pero se quedó justo detrás de mí, casi rozándome. Tardé en responderle.
—Buenas noches…
—Sueña con angelitos— suspiré al recordar la pesadilla. No tenía nada de sueño, no iba a poder dormir en horas.
—Lo intentaré…
Pasé un buen rato sin dormir, tanto que mi infalible postura se volvió incómoda. Me tumbé bocarriba y al mirarla de reojo vi que sus ojos me miraban con atención, me sorprendió.
—¿No puedes dormir?— negué. —Claro con la siesta olímpica que te has marcado… ¿te apetece jugar al me gustaría? Gliss dice que te encanta.
—Será… No me gusta nada ese juego, y me hago una idea de por qué lo dijo…
—Bueno, podemos jugar a otra cosa si quieres. ¿Qué te apetece? yo tampoco tengo mucho sueño y mañana no tengo que ir al laboratorio— me puse a pensar en algo que no fuera enrollarme con ella.
Me encaré a su rostro, quedándome demasiado cerca de sus labios.
—¿Veo veo?— sonrió.
—¿Qué ves?
—Una cosita…
—¿De qué color?— su voz fue susurrándose.
—Blanco.
—Venga ya, tiene que ser algo que no sea blanco.
—Entonces… marrón— se puso a mirar alrededor, pero no había nada de ese color.
—Te daré una pista, ahora mismo, sólo lo puedo ver yo.
—Las cosas imaginarias no cuentan.
—No tonta. Es algo que veo muy a menudo… y que sólo puedes ver en un espejo.
—¿Mis ojos?
—Sí.
—Qué tierna…— su sonrisa sí que lo era. —Me toca, veo veo.
—¿Qué ves?
—Una cosa rosa que se volverá de color rojo tomate.
—Tonta.
—Exacto, eres tú~ Has ganado un vale por un beso, puedes guardarlo para otro día si quieres— negué, esperándolo con ganas.
Cerré los ojos cuando sus labios puntearon mi mejilla, quería ganar a ese juego mil veces.
—¿Jugamos al me gustaría ahora?— preguntó, insistiendo en ese juego. Asentí, con algo de miedo. —Vale, empiezo. Me gustaría… ir a Tierra Firme contigo— mi varriga volvió a azotarme con amor.
—Cierto. Tienen que ser más difíciles para que tenga gracia. Por ejemplo… me gustaría hacer experimentos con polvo de hada.
—¿Cierto?
—No, ¿quieres que haga explotar el laboratorio?
—Exagerada, ¿qué clase de experimentos crees que hacemos?
—No lo sé, pero parece peligroso tratar con polvo de hada azul. Te toca.
—Me gustaría… no tener que trabajar para poder hacer el vago como tú.
—¿Fal…so? Yo no hago el vago.
—Bien, es que me encanta mi talento, no creo que me canse nunca de aprender.
—Vale… me toca… me gustaría…— tenía que decírselo, y cuanto antes mejor —poder… contarte mi secreto y que todo siguiera igual…
—Puedes contármelo, sea lo que sea, te prometo que nada cambiará.
—No prometas cosas que no puedas cumplir.
—Peri, mírame. Sea lo que sea, seguiré estando contigo ¿de acuerdo? No te lo guardes para ti, por favor.
—Es muy personal…
—Vivimos juntas, incluso dormimos juntas, eres mi compañera de vida y quiero saberlo, puedes confiar en mí.
—¿A cambio de un beso…?
—A cambio de cien.
—Vale… am… esto es algo que sólo saben Tink, Gliss y Spike… así que no se lo digas a nadie— asintió, dejándome tiempo. —Nací con un pequeño problema… en las terminaciones nerviosas de mis puntos erógenos…— me puse roja por tener que contárselo a ella.
—Aha…— esperó a que siguiera.
—Dijeron que tengo… hipersensibilidad aguda, y con un roce siento cincuenta veces más de lo que debería, y molesta mucho, puede llegar a doler.
—¿Te refieres a…?
—Sí, ahí, en los pezones y en las orejas, y no puedo… ya sabes.
—Masturbarte— me quedé en silencio. —¿Y ya está? ¿Eso es todo? ¿Por qué pensaste que algo así cambiaría las cosas entre nosotras?— no fui capaz de responder. —No dejaré de estar contigo por algo así… ¿Qué hay de los besos en los labios?
—N-no lo sé… nunca lo he probado pero no tengo mucha esperanza.
—Ya… Bueno, no te preocupes ¿vale? Me alegro de que me lo hayas contado.
De todas formas, sentí que a partir de entonces se distanciaría de mí, que había matado esa posibilidad de que llegáramos a ser algo más que amigas, que se buscaría a otra, y sufrí. No debí de haberle dicho nada.
—No pongas esa cara, ¿dónde has dejado tu sonrisa?— se puso a buscarla, como si fuera a encontrarla en la cama. —Ah ¿por eso no te gusta que te hagan cosquillas?
—Hm.
—¿Y las caricias?— preguntó, repasando el contorno de mi cara con su dedo.
—Eso es una de las pocas cosas que me da placer— sonrió.
—¿Ah sí?— continuó por mi barbilla y subió a por mis labios, haciéndome poner nerviosa. —¿Un beso en los labios contarían como cien?— las células de mi cuerpo se alteraron, me estaba pidiendo un beso indirectamente.
Mi cuerpo se agitó, molestándome ligeramente.
—N-no creo que pueda soportarlo…
—De acuerdo, tendré que dosificarlos entonces…— me dio un beso en la frente. —¿Y los abrazos?
—Eso también… me da gustito.
Se acercó a mí y me rodeó la cintura lentamente, con cuidado, como si fuera de cristal. Me costó cancelar mis deseos sexuales, no podía dejarme llevar.
—¿Estás bien así?
—Hm.
Apoyé mi frente contra la suya, rozando nuestras narices, mirándonos a los ojos.
—¿Puedo quedarme a vivir contigo para siempre?— sonreí, feliz.
—Hm.
Sus párpados fueron cerrándose poco a poco y su sonrisa se fue desvaneciéndose con cuidado. Se quedó dormida pegada a mí, sintiendo que aunque no lo hubiéramos dicho como tal, nos habíamos convertido en novias. Compañeras de vida, unidas por nuestro mutuo sentimiento de amor.
Acabé dormida, mentalmente agotada.
Un lento cosquilleo que iba desde entre las cejas hasta la punta de la nariz me despertó a la mañana siguiente.
—Estás preciosa cuando duermes— creo que ese fue el mejor despertar de mi vida. Recordé lo que pasó anoche con una sonrisa.
—Buenos días…— dije acercándome a ella. Me dio un beso en la nariz.
—Buenos días pastelito de chocolate— ni me acordaba que teníamos que hacerlos. —¿Quieres que preparemos el desayuno o prefieres quedarte un rato más en la cama?
—No tengo hambre— me acarició el pelo y me acomodé entre sus brazos, abrazándola, queriendo detener el tiempo.
—¿Sabes qué?
—¿Hm?
—Me convertiré en la mejor alquimista de la historia y te haré unos polvos que reajusten tus terminaciones nerviosas— reí por lo imposible que me sonó.
—Las hadas sanadoras dijeron que no se podía hacer nada.
—También decían que las alas no se podían curar. Al menos déjamelo intentar.
—Bueno…— le besé sus manos. —Gracias— volvió a darme un beso, ahora en la frente.
—Dos.
—¿Los vas a contar?
—Sí, así cuando pierda la cuenta tendré que empezar de cero.
No sé qué hice para merecer estar al lado de alguien como ella.
Retozamos en la cama sin ninguna prisa, adorando la comodidad de aquél ambiente tan placentero. Cuando el hambre pudo con nosotras, nos pusimos a hacer el desayuno, y terminamos jugando con los ingredientes, dejando la cocina patas arriba. Fue deliciosamente divertido, llevábamos un humor encima inmejorable.
Tink apareció a media mañana, mientras nos terminábamos aquellas delicias. La abracé y llené su cara de besos.
La invitamos a probar nuestros pastelitos y le encantaron. Le dije impaciente que le había contado lo mío a Zarina y que ella intentaría hacer unos polvos para arreglarlo.
—Eso es genial, ¿crees que lo podrás conseguir o sólo lo dijiste para quedar bien?— empecé a pensar que a Tink no le caía bien mi novia.
—Se lo dije porque lo voy a conseguir, y cuando eso ocurra hazte una idea de lo que haré con ella— eso nos descolocó a las dos, no esperaba que fuera tan directa y atrevida.
—Va…le… pero como me entere de que la tratas mal te cortaré la cabeza con uno de mis inventos.
—No creo que tengas que preocuparte por eso— me miró con ternura, y le dije que la quería con los ojos.
—Buff, no creo que pueda aguantar tanto amor pululando por el aire, me parece que hoy me iré temprano.
—Venga Tink, no seas así, sabes que te echaré de menos si vienes menos.
—Ya pero entiéndeme, parezco un aguanta-velas, me gustaba más antes cuando pasábamos todo el día juntas…
—Podéis hacer lo que queráis, por mí no os molestéis, tengo un montón de libros que leer. Mientras pueda achucharte por la noche...— eso lo dijo en voz baja, sólo para mí.
—Qué detalle por tu parte, vámonos Peri, huyamos.
—Eso sí, como no me la traigas de una pieza seré yo la que te cortará la cabeza— Tink rió nerviosa, y es que la intimidó con ese tono de voz.
—Va…le… ¿estás segura de que no está loca?— susurró.
—Venga ya Tink…— le di un besote a la mejilla a mi Zeta antes de irnos. —Iremos a dar una vuelta por ahí, no creo que tardemos más de un par de horas…
—De acuerdo, pasadlo bien— me sonrió con la mirada y me fui con Tink para ponerla al día.
Le pregunté directamente si le caía mal o algo, dijo que en el fondo nos envidiaba, ella también quería enamorarse como yo. Le dije que algún día encontraría a su media naranja, pero no la vi muy convencida.
Dimos un largo paseo por las montañas mientras hablábamos sobre mi nueva compañera de vida. Tink le preocupaba que nuestros roces se convirtieran en algo más que roces y lo pasara mal, pero le repetí una y otra vez que Zarina era cuidadosa, que me trataba con mucho cariño y quería lo mejor para mí.
Hablamos también de los besos en los labios. Me animó a probarlo, era algo que podría darme algo de placer y que me estaba perdiendo, incluso me propuso probarlo con ella, pero me negué. Si lo hacía, tenía que ser con mi novia.
Volvimos a casa ya casi a la hora de comer. Zarina nos sorprendió con una gran comida, casi un banquete. Había cosas que ni siquiera tenía en casa. Sin duda era una gran cocinera.
Quedamos más que satisfechas, Spike y Gliss se apuntaron por la tarde y terminamos de pasar un día perfecto de bromas y risas. Todas se alegraron un montón de que empezáramos a salir juntas.
Cuando llegamos a casa me costó de creer, éramos novias, oficialmente, y no podía estar más feliz por ello.
Nos sonreímos al entrar en nuestra habitación, y me acarició el cuello.
—Quiero probarlo. Un beso en los labios— le dije, con una artillería de atrevimiento.
—¿Estás segura?— asentí decidida.
—Vale, ¿cómo quieres hacerlo?— lo pensé, pero no se me ocurrió nada.
—No sé… decide tú— se sentó en el borde de la cama, con una pierna recogida, medio subida.
—Aquí— me puse frente a ella y de golpe mis nervios se intensificaron, quizás demasiado. —Puedes parar cuando quieras, no tienes que forzarte, ¿lo sabes no?— asentí. —Bien…
Me acarició el pómulo de la cara, acercándose a mí muy despacio. Noté sus dedos temblar un poco. Me humedecí los labios, agarrándome con fuerza al colchón, cerrando los ojos para recibir ese beso.
Permanecí inmóvil mientras sus labios se posaron sobre los míos, besándome durante un segundo, sintiendo como mi emoción se agitaba, con una pizca de molestia. Me miró esperando una respuesta.
—Es… soportable.
—¿Cómo de soportable?
—Hazlo otra vez— frunció los labios algo preocupada y volvió a besarme, esta vez con más recorrido en sus labios. Mi mente dio un chispazo y cerré los ojos con fuerza.
—Peri…
—Vale, este ha molestado un poco, ¿puedes hacerlo más rápido?— suspiró.
—No es necesario que lo hagamos si te molesta— me lancé a sus labios para darle uno rápido, pero ese me dolió más que los anteriores. —¿A quién intentas engañar?
—Vale… está bien…
—¿Quieres probar algo más?— asentí, mirando sus pechos. —¿Quieres… que me desnude?— la miré mordiéndome el labio inferior.
—Vale pero con una condición. Tú también— la miré sin estar muy segura. —Mis ojos no te hacen daño ¿no?
—No… pero tú primero.
Se puso de pie, delante de mí, y empezó a quitarse la ropa poco a poco. Al quitarse el sujetador me alteré, tan cerca de mí, ahora con permiso para deleitarme en ella, siguió deshaciéndose de sus pantalones y cuando se quitó las bragas, un punzante dolor me hizo cerrar los ojos con fuerza. No podía hacer nada, me excité al mirarla.
—¿Estás bien?— me sentí fatal, ni siquiera podía tener el placer de verla desnuda.
—S-sí…— mi mente ennegreció pensando que ella no aceptaría vivir así, con una novia que ni siquiera puede verla desnuda. Me entraron muchas ganas de llorar.
—No te preocupes Peri, lo arreglaremos ¿vale?— me abrazó y no pude contener mis lágrimas, mi vida sexual era una mierda, siempre lo sería. —Conseguiré crear unos polvos super sanadores que te curen, te lo prometo.
—Hm— asentí, recomponiéndome en su torso.
—Me pondré el pijama…— me sentía fatal por ella, empecé a quitarme la ropa para compensárselo de alguna forma. —No hace falta que-
—Ese era el trato ¿no?— me daba mucho corte, nunca me habían visto desnuda y tenía muchos complejos, pero lo hice, me quedé delante de ella, mirando al suelo, entristecida.
—Eres preciosa Peri, por dentro y por fuera— se acercó a mí lentamente, tensándome, hasta que me abrazó. —Te quiero, y voy a hacer lo que sea para hacerte feliz.
Rompí a llorar, por todo. Dejé que me acariciara el pelo, entre sus brazos. Ya más calmada, me puse el pijama, silenciosa, y nos metimos en la cama más unidas que nunca, sin secretos, sin muros.
Agradecí que distrajera mis pensamientos hablando del lado cálido, contándome todo lo que tenía planeado para pasar unas maravillosas vacaciones juntas, con ella, con las chicas y con Tink. No sé qué hice para merecerla.
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