Los personajes son de la magnífica Stephenie Meyer y la historia es completamente mía


Capítulo Uno

Tarde. Otra vez llegaba tarde. Detestaba hacerlo. Si no fuera por su hermana que la había retenido más de lo necesario llegaría temprano. Como para sonreír, su coche se había averiado en medio de la avenida principal y se lo devolverían a final de semana. Casi corría por la avenida principal tratando de esquivar a la gente de la hora pico y cuidando de que sus tacones no se rompieran. Aunque con su suerte, llegaría con ellos en las manos.

Edward caminaba deprisa mientras contaba los minutos ansiosamente. Había deseado esa reunión desde que tenía memoria. Ahora, estaba llegando justo a tiempo si una descuidada mujer no hubiera arruinado su auto a mitad de la avenida principal y se hubiera retrasado. En su criterio, las mujeres no debían conducir.

Caminaba descuidadamente maniobrando con las cajas, su bolso y el café que llevaba en la mano. La gente la atropellaba y debía esquivar a tantas personas que ya se sentía exhausta. Parecía el juego de la víbora que debe saltar obstáculos. Todo fue tan rápido que apenas lo notó hasta que oyó el grito reprimido.

-¡Demonios! ¿Por qué no te fijas por donde vas?- gritó, se sobresaltó de inmediato.

-Lo siento…

-¡Idiota!-

Ahogó un grito y él la miró furioso. Tomó sus cosas y salió echando humo por las oreja. Su camisa llevaba una gran mancha color café y ella con la peor de las mañanas.

-¿Estás bien?-

Su asistente, Heidi, era una adorable administradora de finanzas que le facilitaba la vida en muchas de las ocasiones. Esa mañana la vio abatida y triste. Isabella se limitó a asentir, recogerse el cabello y ponerse manos a la obra. Ser la directora general de Swan Corporation ya le daba demasiados dolores de cabeza. La reunión que la esperaba no sería para nada fácil.

Edward se prendió todos los botones del saco e ingresó a la empresa, estaba furioso. Todo parecía complotarse con él y eso lo enfurecía. Le molestaba que todo saliera mal justo aquella mañana. Odiaba a aquella mujer, su camisa estaba arruinada y tendría que enfrentar a treinta personas con una quemadura en el abdomen que le dolía horrores. Detestaba a las mujeres ese día. La que había estropeado su auto, la que lo había herido y a la que estaba por ver. A quién tenía que convencer sobre su empresa para poder enlazarla.

-Isabella, todo esta listo-

Caminó por el pasillo arreglándose la camisa color hielo, los tacones del mismo color y el pantalón de seda negra. Su vestimenta era intachable. Siempre era alabada por eso y había sido dictaminada como la ejecutiva mejor vestida de Nueva York. Sus negocios multinacionales la habían llevado a ser la numero uno de las inversiones a tan solo veintitrés años. Ahora, estaba a punto de tomar una decisión que la llevaría a la gloria. Su unión con otra de las empresas más grandes del mercado tecnológico, Cullen Research.

Con seguridad entró en la oficina y se petrificó cuando el director general la miró de frente. El ambiente se volvió turbio a sus alrededores. Edward tragó en seco y clavó sus ojos en ella.

-Isabella, estábamos esperándote. Esta reunión no puede empezar si ti-

Sam Uley, uno de los viejos empresarios encargado de las finanzas de su empresa le sonrió obstruyéndole la vista y ella se apartó para sentarse en la cabecera contraria al que daría la conferencia. Edward había escuchado al viejo Uley y una corriente le recorrió la columna. ¡La había llamado idiota! Pero se recordó que él no tenía ni una culpa, no la conocía. Por lo menos no en aquél momento.

-Empecemos-

La voz firme y decidida de Isabella lo hizo temblar. Le dio la espalda y recordó costosamente lo que debía decir, su mente estaba en blanco.

Tres horas más tarde, Edward se sentaba para darse un respiro al terminar la conferencia. Había sido dura. La jefa de Swan Corporation había remarcado cada uno de los balances económicos y se la había puesto difícil. Sus estimas de enlazar las empresas estaban por el suelo.

Isabella había estado tratando profesionalmente con Edward Cullen. Desde esa mañana lo odiaba sin saber su nombre y ahora podía detestar a un hombre con nombre. Solo deseaba que terminara la jornada de viernes maldita y comenzaran sus dos semanas de vacaciones. Las había deseado y se había negado a participar en esta reunión pero a las insistencias del concejo, debió asistir y no se arrepentía. Cullen parecía muy justo con sus análisis, eran brillantes y detonadores. Inteligentes. Amaba esa destreza y su mente la alababa.

-¿Qué opinas?-

Su secretaria la miró un largo rato mientras ella tenía la mirada perdida.

-Dile que tendrá una respuesta en tres semanas.

Se levantó y salió de la sala de junta con las carpetas en mano. Miró la hora. Seis en punto. Sonrió y salió de su despacho dejando todo en orden.

Le dijo hola a sus vacaciones…


Les presento mi nueva historia, he estado semanas desidiendo de si era la correcta o la quería mostrarles. Finalmente, aquí se las dejo! :) Saludos guapas!