Disclaimer: No soy rubia. No soy rica. No soy Rowling. Pero voy tirando.
Notas: veamos... 3ª generación. ¿A que suena a chino? Digamos que me gusta más que la de Harry porque sí, porque casi todo me gusta más que la generación de Harry, y más que la de los Merodeadores porque da más libertad. Y es algo que agradezco, porque me fastidia tener que inventarme AUs raros. Y, oye, por lo menos en esta última generación nadie se puede quejar, porque no hay mucho escrito por Jo. Es una suerte.
En fin, ya sin más... Damos y caballeras, permítanme presentarles este nuevo espectáculo.
Herederos
De noche y de besos
--------------(Magia)----------------
Hogwarts es magia. Todo el mundo sabe eso. Hogwarts es magia de varitas y calderos, pero también es magia adolescente, de risas y descubrimientos, y cuerpos, labios y corazones.
Lily Potter no se fija en él hasta que Rose se lo señala, claro. Se apellida Malfoy, y tiene un nombre casi tan horrible como su pelo, rubio, lacio. Ojos grises y mirada orgullosa; su apellido, al fin y al cabo, se remonta a tiempos de Merlín, o casi, y ninguna estúpida posguerra cambiará eso.
Scorpius Malfoy juega al quidditch. Es buscador; tiene todo el talento que su padre solía fingir, y una escoba nueva y muy rápida, con una resistencia casi perfecta y un equilibrio absoluto. Una maravilla de cacharro. Es todo cuanto James sabe de él, cuando Lily le pregunta –sin interés real, por supuesto; es sólo por hablar de algo-, y su hermano lo dice con entusiasmo, sobre todo eso último, y añade que "para ser un Slytherin, ese rubiales no juega nada mal".
Datos todos realmente interesantes, claro, pero que a Lily le traen al fresco. Al fin y al cabo, está reñida con las escobas, y no le gusta pisar el estadio. Así que –sin intención ninguna, obviamente- se vuelve hacia otro informador.
Albus, como buen Slytherin, le cuenta con pelos y señales todo dato aprovechable. Ha dormido seis años con Scorp, como lo llama, y no es mal tipo. Un poco niño mimado, y un inculto en todo lo referido a muggles. Pero claro, es lógico, dice Al, viniendo de la familia que viene. Pura cepa Slytherin, sangre tan limpia que casi brilla.
También le comenta –y Lily abre bien las orejas en este punto, aunque, ciertamente, no le interesa demasiado- que Scorp sólo ha salido con dos chicas, al menos en Hogwarts. Una tal Heliodora Corr, Raven y sangre sucia, que le costó un par de Howlers y una paliza de parte de su ex, por ejemplo.
La segunda, que en realidad fue la primera, es -¡qué curioso!- su misma prima, Molly.
-¿En serio? –inquiere Lily. Al asiente, y añade:
-Pero de eso hace mucho tiempo.
En fin. A estas alturas, Lily supone que ya ha tenido bastante, que, al fin y al cabo, el tal Scorpius Malfoy no le interesa. En absoluto. Pero tampoco hace daño ir a ver(le) un partido. Los partidos, al fin y al cabo, son populares, ¿no?
Pues eso.
Y un entrenamiento, en fin, es exactamente igual que un partido, pero un poco más tranquilo. Y a Lily le gusta la tranquilidad.
Además, ella no va a ver a Malfoy. Claro. No viene a ver a Scorpius, sino a… A Albus, eso es. A Albus, que es guardián suplente y ni siquiera se ha presentado.
Ups. Excusa invalidada.
Y claro, ya que ha venido, no tiene por qué marcharse. Sería una estupidez; quiere disfrutar del quidditch, aunque todas esas cabriolas en el aire la mareen y siempre, en casa, encuentre una excusa lo bastante buena como para escaquearse de ver los partidos que traen loca a toda su familia.
Pero oye, es que tiene que apoyar el deporte nacional mágico. Si no, puede que el fútbol muggle empiece a cobrar fuerza, y eso sí que no tiene emoción. Excepto cuando los jugadores marcan, y se quitan la camiseta, claro.
La cuestión es que su presencia –que no se disimula muy bien, con el pelo rojo fuego y la bufanda Griffindor. Maldita guerra de casas- no tarda en ser notada. Y empiezan los murmullos, hasta que seis cabezas Slytherin se vuelven hacia su capitán, Justin Smithson. Golpeador, séptimo año, dos metros diez. Así, a ojo, como unos mil doscientos quilos, todo músculo y mala idea.
Oh, oh.
Pero, por lo visto, el tal Smithson no se mezcla con la plebe no deportista. Así que manda a otro miembro, que selecciona por el sencillo y efectivo método de "le toca al último que se largue".
¿No decía James que Malfoy era muy rápido?
-¿Eres la hermana de Al? –pregunta el chico, ya en el suelo. Bueno, más bien a unos veinte centímetros sobre él, pero casi casi. Y Lily –a quien no le afecta nada, pero nada de nada la cercanía de ese rubio presumido a quien no conoce, pero que ha salido con la pelirroja equivocada- asiente, desafiante- ¡Genial! Albus me ha hablado mucho de ti. Eres la oveja negra de la familia, ¿no? –ante su mirada extrañada (la oveja negra, verde, en todo caso, sería Al. Es algo de dominio público) él especifica- Con lo del quidditch y eso.
-Ah –dice ella-. Ah. Sí.
Silencio. Uno de estos silencios fáciles, pero que la ponen nerviosa. Aunque no se suba a una escoba –ni muerta, vamos, ir sobre un cacharro de esos-, Lily Potter es una chica de acción. Una Griffindor; valentía ante todo. Golpea antes de preguntar.
-Sí –repite él.
Y claro, la valentía Griffie se debe haber ido a paseo, porque ella no la encuentra. Así que se aparta un par de mechones pelirrojos de la cara, y se levanta, y murmura un "me tengo que ir".
Scorpius la sigue con la mirada, antes de despegar.
Ya en la Sala Común, después de haberse golpeado cuatrocientas doce mil veces la cabeza contra la pared de piedra –porque a ver a qué narices venía ese nerviosismo enfrente del puñetero amigo de su hermano, a ver-, Lily se dispone a hacer Pociones. O Encantamientos. O algo, cualquier cosa, que no tenga que ver con quidditch. Ni con Slytherins rubios y encantadores.
Al final, acaba por claudicar, y se va a la cama. Una súbita inspiración; si duerme no tendrá que pensar. Y claro, teniendo en cuenta que el nombre de Scorpius Malfoy es casi desconocido para ella, será mejor soñar que pensar. Obviamente.
O no. Porque, cuando se despierta, a la mañana siguiente, descubre que –maldita sea- ha estado dándole vueltas a lo mismo toda la noche. En sueños y en vela, da lo mismo.
Su prima Rose se le acerca, con ese aire marimandón que la caracteriza.
-¿Has visto a Hugo? –Lily niega con la cabeza, y su prima arruga la nariz. Un gesto cotidiano, para ella.
-¿Qué ha hecho?
Piiiiiiiiiii. Alarma. Mala pregunta, mala. Ahora, Rose la mira con un brillo peligroso en los ojos grises.
-¿Te acuerdas de Malcolm Greene? –jo, que si se acuerda. Como para olvidarse de algo así. En la vida- Pues había conseguido una cita con él. Anoche.
-¿Y? –pregunta Lily, tentando un poco más a la suerte. No ve qué relación tiene su primo con el Apolo griego del que habla Rose, pero quién sabe.
-¿Y? Pues que "alguien" –tonillo de "sé quién es el culpable, y te aseguro que va a pagar"- le puso poción vomitiva en la comida. Y, de paso, le hizo cambiar de color. A un azul eléctrico, precioso. Combina con sus ojos, desde luego.
Vale. No necesita saber más, porque todo eso es muy del estilo de Hugo. Incluida la actitud sobreprotectora hacia Rosie, como la llama él.
Así que, con un gesto divertido, Lily señala la dirección en la que, cree, ha visto pasar a su primo.
-Por cierto, Lils –la advierte la otra, antes de irse-, hay un Slytherin buscándote. De parte de Albus, supongo.
Y ya está. Corazón de Lily Potter latiendo a cien mil por hora. Porque, claro, podría ser -¿y qué si lo es?- que ese Slytherin…
Digamos que tiene una conversación pendiente con Scorpius Malfoy.
Pero, cuando sale, no es él.
Este chico es moreno, bajito. De primero o segundo, seguro. Y está bastante nervioso –territorio enemigo, al fin y al cabo-, y la mira de arriba abajo antes de alargarle un papel.
-Gracias –es todo cuanto atina a decir ella, mientras el niño sale a todo correr. Hoy la gente parece dispuesta a rehuirla.
Se guarda el papelito en el bolsillo, sin mirar, en un gesto automático, y baja a desayunar. Está ligeramente molesta –ligerísimamente, vamos-, y nota un pequeño nudo, justo en la boca del estómago. No consigue comer, pero tampoco es tan raro, ¿no?, con todos esos exámenes a la vuelta de la esquina.
Y qué si quedan cinco meses.
El resto del día transcurre normalmente, más o menos. Más menos que más, claro, porque Lily Potter, normalmente un hacha matando cucarachas… digoo… en Encantamientos y Transformaciones, acaba tirando por la ventana el pupitre de su compañero más cercano y convirtiendo la silla del profesor en un perro de peluche. Fallos tontos, futesas, casi.
Y bueno, está un pelín desconcentrada, ¿y qué? Todo el mundo tiene un mal día, y no tiene nada que ver con que Scorpius Malfoy no le hable. Si es que es tonto; ni siquiera van a la misma clase.
En fin. Tampoco es para tanto. Ni que fuera guapo, con la cara esa afilada que tiene, y los dientes un pelín grandes, y el pelo aplastado y los ojos preciosos y el cuerpo de atleta… Ejem… Quizás no está progresando mucho, la verdad.
La cuestión es que, a la hora de comer –hora que se salta, porque no tiene hambre y, además, con los castigos que se ha ganado tiene tarea para rato- se acuerda, por fin, de la notita. Y la abre, con un nudo aún mayor en el estómago, y las manos temblándole un poquito. Debe de ser sueño.
Nos vemos a las ocho en la Torre de Astronomía.
Y nada más. Ni una firma, ni un nombre. Nada. Para colmo, la letra es casi ilegible; se parece a la de su prima Louise, y Louise tiene cinco años. Pero, oye, algo es algo. Y le gusta la Torre de Astronomía.
Puede que se dé un garbeo por ahí. Sólo para despejarse.
Cuando llega, él ya está esperando. Tiene algo en las manos; parece un libro. Está mucho más guapo -¿guapo?-, sin el uniforme sucio de quidditch, con el pelo colocado. Es un aristócrata, claro, y eso se nota. No le sienta bien la suciedad.
-¿Scorpius? –aventura ella, no muy segura de nada. Él levanta la vista, y sonríe. Tiene una sonrisa bonita. Como de anuncio de televisión muggle.
-Hola, Lily –dice-. Yo…
Pero, claro, ella no le da tiempo para hablar. Aunque –que conste- le gusta su voz. Pero es que la leona ha vuelto, amparada por la oscuridad y la forma en que el Sly pronuncia su nombre, como si fuese algo mágico, especial. Cuando sus bocas se separan, Scorpius Malfoy se ha quedado sin palabras.
-¿Tú…?
-Esto –dice él, tras un silencio. Le alarga el libro-. Es tuyo. Me lo dio Albus; dijo que te lo dejaste tirado por ahí.
-Ah –de pronto, Lily Potter se siente hundida. Estúpida, también, y con ganas de llorar; el nudo crece y crece, y la amenaza. Pero es una chica fuerte, y agarra el libro-. Ah. Gracias.
-De nada.
Se quedan, de nuevo, en silencio. Y ya no es un silencio fácil, como el de antes, porque algo ha cambiado. Lily siente las mejillas rojas, las manos sudorosas, y aferra con más fuerza el libro. Como si fuera un talismán.
-Bueno. Creo que… -empieza.
-Me gusta tu forma de dar las gracias –interrumpe él, Scorpius Malfoy, de nuevo sonriente y pícaro. Y la chica no sabe si está hablando en serio, o si se ríe de ella; el libro era suyo, claro, se lo había prestado a Albus hace eternidades, pero duda que Malfoy haya venido sólo para eso. A menos que…
-¿Al te dijo dónde encontrarme? –muy bien, Lily, acabas de cortar todo el ambiente. Genial.
Scorpius asiente, ligeramente sorprendido. Luego –los Slytherin son astutos, pero hay algunos más espesos que otros. Debería haber llegado a esta conclusión hace siglos, pero estaba más ocupado mirándola a ella-, captándolo, por fin, suelta una carcajada.
-¡Será capullo! –exclama, y lo dice en tono de broma, con una sonrisa en los ojos grises.
-Tú no me has escrito ninguna nota, ¿verdad?
-Y tú no perdiste el libro.
-Un poco sí. Se lo dejé.
-Ah –y se queda parado, como pensando, y añade-. Ah. Vale.
Y la besa. Y jo, cómo besa, labios con labios, saliva, dientes, lenguas. Besa con cuerpo y alma; es cálido y fuerte. El nudo del estómago de Lily baja, rápido, hasta abajo, hasta el suelo, con el libro cuando tiende las manos a la nuca de él.
Albus Severus Potter es un Slytherin. La oveja verde de la familia, lo llama James. Y, esta noche, Lily lo quiere más que nunca, y se apunta mentalmente comprarle chocolate, sin saber que Scorpius Malfoy –Scorp para él, que lo conoce desde hace seis años- está pensando en lo mismo, antes de no pensar en nada, o pensar en LilyLilyLilyLily.
El amanecer les encuentra juntos, rondando los jardines de Hogwarts. Tuvieron que salir de la Torre, antes de que los pillara alguien. Lily lleva flores en el pelo; Scorpius la besa suavemente antes de entrar, de nuevo, al castillo.
Hogwarts es magia. Y ve magia.
Notas finales: una amiga mía me sugirió, al leer esto, que debería (tenía que) hacer una segunda parte. No estoy de acuerdo, claro, pero, ¿quién soy yo para negarme? Los autores estamos mal pagados y tenemos más bien poca decisión, en todo esto. Así que pensé que, si había más gente interesada, no era del todo imposible la susodicha parte.
Pero luego se me ocurrió otra idea. Algo más acorde conmigo. Y es (o será, si la fuerza me acompaña) hacer una tabla. Más o menos. Menos o más.
Así que aquí va el primer intento. Supuestamente habrá otros, las próximas semanas. Si no tenéis noticias mías, es que he muerto. Por falta de reviews, seguramente.
Daenerys Pendragon
