Descargo de Responsabilidad: Ranma ½ no me pertenece, esta historia sí.
SALVAJE
Introducción
-¿Señorita? ¡¿Señorita está bien?!
-¿Mmmm…?
-Señorita Tendo esta es la última prueba de su vestido, tiene al menos que decirme si le gusta… - Suspiró derrotada la dueña de la Boutique de Modas más famosa de Nerima.
Es que no era para menos, ante sus ojos se encontraba la muchachita más linda que había visto en años, con un presupuesto exorbitante para la creación de un vestido. Uno. Si quería lleno de diamantes, pero no.
La linda muchachita parecía perdida… En el mejor de los casos distraída. Pero algo en su mirada decía AYUDA. Quizás estaba a las puertas de la demencia senil y paranoica.
Llevaba más de cuarenta años vistiendo a las mujeres de esta ciudad, de todo estratosocial, desde las más humildes hasta las millonarias, no por nada su Boutique era destacada a nivel Internacional. Había entregado su vida a crear un Imperio de la moda: impenetrable, con esfuerzo y dedicación, simplemente había cedido su vida para que otras destacaran. Se enorgullecía en conocer cada gesto de una mujer, cada actitud, mueca o seña por imperceptible que fuera, mientras examinaban sus vestidos, pero el silencio total, era casi un insulto.
Sin embargo, la entendía. ¡Oh sí! Pero a pesar de todo, quería que se viera como una Princesa de cuentos de Hadas, de esos Occidentales muy comunes últimamente y no como la protagonista de otra leyenda de terror japonés. ¡No! ¡Sobre mi cadáver! Se había dicho: "Al menos que se sienta la mujer más dichosa de la tierra con el hermoso vestido que le confeccionaré".
Es que esta creación era un sueño hecho realidad para la más caprichosa de las princesas. Y esta muchachita parecía una Diosa Griega bajando del Olimpo para darnos de su ambrosía. Con un blanco celestial, el más puro que había tenido el placer de tocar en años, suave al tacto, brillante, casi incandescente a miradas envidiosas, parecía volar. ¡Una tela exquisita! Ni la hija del Emperador había tenido la posibilidad de utilizar una semejante.
Con un corsé decorado a mano con diamantes swarovski, en forma de corazón y un diamante en el centro, con un cinto que le ajustaba tal si se tratará de una segunda piel, caía en cascada hasta sus pies calzados de zapatos de cristal. El velo que completaba el vestido, cubría su hermosa cabellera azulada, con una diadema de diamantes, daban ese brillo etéreo, celestial, con hermosa pedrería que adornaban sus tres metros de largo.
Se había lucido, este vestido era memorable.
-¡Señorita Tendo! ¡Pareces un ángel!- Exclamó extasiada su asistente. Que ingresaba a la pequeña salita de pruebas. Este había sido el motivo por el que su jefa se encerraba por días a trabajar. ¡Que maravilla!
Y con un orgullo muy bien disimulado oculto su gran satisfacción ante el cumplido. El trabajo bien realizado era su meta, pero la admiración era su propósito y como bien supo desde que vio a esta muchachita, es que realizaría un vestido digno de una diosa.
-Señorita Tendo, mi trabajo está hecho. ¡Y vuelve cuando seas feliz!
Ante el desconcierto de la muchachita que la miró con pasmo y desilusión se escapó de aquella salita de prueba. Murmurando un silencioso:
-¡Lo siento pequeña!
-Señorita Tendo debes estar feliz ¡Al fin podrás casarte con Kuno-San!- Dijo la pequeña anciana asistente.
Y ante el peso de esas palabras, comprendió que estaba perdida, que no había ninguna otra forma de escapar y lloró.
Lágrimas corrían incansables sobre su rostro,abrazaba desconsoladamente el hombro de aquella mujercita que profería palabras tranquilizadoras para una novia enamorada y nerviosa ante la conmoción de su próximo matrimonio.
Continuará ...
