Esto está escrito desde el punto de vista de Aioros de Sagitario inmediatamente después de su muerte. Es posible que diga cosas que después se demuestran que son mentira, pero esto es lo que yo considero que podría pensar sabiendo lo poco que sabe y teniendo en cuenta lo rápido que sucedió todo. Me ha tocado buscar información sobre lo que realmente sucede y en cada fuente ponía una cosa distinta, sobre todo respecto a si Shura sabía que Aioros realmente pretendía defender a Atenea... Insisto en que no es una descripción de lo que realmente ocurre sino de lo que Aioros piensa en un momento determinado.

Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece.


Todos los caballeros entrenamos con tesón para defender a nuestra diosa en las adversidades que se nos puedan presentar en el futuro. El concepto de la muerte no nos es ajeno, pues somos conscientes de que algún día nos hallaremos ante un enemigo que nos supere en fuerza o en número en una batalla que no seremos capaces de ganar. Siendo francos, muchos de nosotros llegamos al final de nuestras vidas de forma prematura. Yo, Aioros de Sagitario, soy un claro ejemplo de ello.

El desencadenante de mi muerte fue un golpe de estado, o quizás fuera más preciso decir que fue un intento de homicidio. Una persona quiso hacerse con el poder del Santuario asesinando a la reencarnación de nuestra diosa. Mi deber como caballero era acabar con la amenaza… pero no esperaba vérmelas contra alguien a quien todos considerábamos uno de los nuestros. La traición de Saga de Géminis me sorprendió casi tanto como me dolió. Lo último que un caballero espera es que su enemigo sea uno de sus compañeros. Es casi inconcebible.

Sin tiempo para pararme a pensar, cogí al bebé en brazos y huí de lo que podría haber sido la escena de un terrible crimen. A partir de ahí todo ocurrió muy deprisa. Saga, tras la máscara del Patriarca, me declaró traidor y ordenó mi muerte para que no desvelara sus oscuras intenciones al mundo. Dio la casualidad que el primer caballero de mi nivel que me encontró no fue otro que mi amigo Shura de Capricornio. Cegado por las mentiras del falso Patriarca, cargó contra mí en una lucha desigual que perdí al estar más preocupado por el bienestar del bebé que tenía entre mis brazos que por el mío propio. Herido de gravedad, no pude hacer más que confiar al bebé junto con mi preciada armadura a la única persona ajena al conflicto que encontré. Inmediatamente después… Morí. Y aquí estoy ahora, contando mi trágica historia a quien quiera escuchar.

Se podría decir que hay fundamentalmente tres cosas que me molestan especialmente acerca de las circunstancias de mi muerte.

Lo primero es la traición de Saga de Géminis. Ya he dicho antes que lo último que un caballero espera es enfrentarse a un compañero en una batalla a muerte. Dos personas que comparten unos mismos ideales no deberían luchar entre sí. Una traición siempre es difícil de creer, pero aún lo es más teniendo en cuenta el rango del sujeto en cuestión. Saga era un caballero de oro. De todos los hombres y mujeres que juramos proteger a Atenea, solo doce de nosotros conseguimos el honor de defender los templos zodiacales tras un entrenamiento especialmente intenso. Nadie llega a vestir una armadura de oro sin esforzarse hasta el punto de superar sus límites. ¿Qué podría causar que un caballero dorado se rebelara contra la persona en cuyo nombre lucha? ¿Cuál podría ser el motivo por el que Saga de Géminis perdió su razón de ser?

Lo segundo de lo que me arrepiento es el haber muerto a manos del caballero de Capricornio. Shura era mi amigo. Me duele mucho que estuviera obligado a matarme por la traición de Saga, actuando bajo un engaño. La celeridad de los acontecimientos jugó en mi contra y no tuve tiempo de hacerle ver la verdad. No le culpo por creer al falso Patriarca; no sé qué habría hecho yo de haber estado en su lugar. Estoy seguro de que se sintió traicionado, posiblemente aún más de lo que yo me sentí respecto al verdadero traidor, y de que le resultó muy difícil atacarme aunque creyera que actuaba defendiendo a su diosa. Shura no debió dejarme herido de muerte cuando en realidad pertenecemos al mismo bando, cuando tenemos un objetivo en común. Creo firmemente que él es otra de las víctimas en todo esto.

Por último, me aterra pensar en las consecuencias que mi supuesta traición acarreará a mi hermano pequeño. Aioria se ha convertido en el hermano de un traidor y me apena imaginar lo dura que será su vida a partir de ahora. Cumplir su sueño de llegar a ser un caballero de armadura dorada será difícil pero, conociéndole, no tengo dudas de que superará todos los obstáculos que se interpongan en su camino. Realmente lo que más me preocupa es el conflicto interno que esto le va a provocar. ¿Cómo se sentirá al descubrir que su hermano mayor, la persona en quien más confiaba, rompió su juramento como defensor de la diosa Atenea? ¿Me odiará al creer que actué como le enseñé que nunca había que actuar? ¿Seguirá creyendo en los valores que me esforcé en inculcarle a lo largo de mis últimos años de vida?

Si me hubieran dado a elegir, hubiera preferido morir en una batalla o incluso en una emboscada, pero siempre contra un enemigo. Saga, a pesar de su traición, sigue siendo el caballero de Géminis; sigue siendo un compañero más para aquellos que desconocen lo ocurrido. Shura, aun habiendo sido mi verdugo, no habría luchado contra mí de haber sabido toda la verdad. Además, mi muerte posiblemente será un gran lastre para el pequeño Aioria. Morí en vano, porque no se puede morir de otra manera cuando se lucha contra un amigo. Lo único de lo que me enorgullezco es de haber salvado a la diosa Atenea y de haberle dado una oportunidad para crecer en un lugar seguro, alejada de la corrupción del Santuario.

Espero que alguien detenga a Saga antes de que sea demasiado tarde. Que Shura no se sienta culpable cuando la verdad salga a la luz. Que Aioria crezca sin rencor hacia mí en su corazón. Que nuestra diosa aproveche la oportunidad que le he brindado.

La esperanza es lo último que se pierde, incluso después de la muerte.