GOLPES DE LA VIDA

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Meyer, la historia es mia.

"Este fic participa en el reto Anual "Juguemos a ser Meyer" del foro Bite, blood and love."


Describiré mi vida como una enorme montaña rusa, hay momentos en los que me encuentro en la cima, pero lamentablemente bajo. Quizá dirás cosas como... "Así es la vida, momentos buenos y malos" o "La vida es así de embustera" pero después de todos estos años me di cuenta de algo... De ti depende quedarte en la cima y si bajas es por tu elección. Mi nombre es Edward Cullen y esta es mi historia.


Capítulo 1. Nadie me quiere.

Nací en un pequeño pueblo del Estado de Washington, en el año de 1992, nací con la ayuda de mi abuela paterna, Marie. Mi padre, Carlisle, trabajaba de maestro albañil y mi madre, Esme, no trabajaba. Según me contó mi abuela, era el niño mas mimado que ella hubiese conocido, hasta que llegó Victoria, mi hermanita, cuando apenas yo cumplía mis dos años de vida.

Cuando tenía tres años mis padres se separaron, aun estaba pequeño así que no sentí nada, bueno casi. Un año después de la separación, a mamá se le ocurrió la brillante idea de mudarnos a La Push, justamente a lado de la playa.

Era tan feliz viviendo junto a mi abuela, quien me compraba dulces y me consentía un montón, no se porque no trataba de la misma manera a Victoria, bueno después de todo es también su nieta ¿no?

Amaba cada tarde salir con la abuela y con Victoria a jugar a la orilla del mar, la abuela me advertía que no metiese mis dedos en los agujeros que hay en la arena, no entendía porque lo decía hasta que lo descubrí.

— ¡Ahhh! —Mi dedo dolía y con gran razón si había un animal que me mordía con sus manos*
—Edward, cariño, no llores ahorita te alivio el dolor —Me dijo la abuela calmando mi llanto.
—Echo te pacha pod tonto —Mi hermanita de tres años no paraba de reírse.
—Niña, deja de reírte de tu hermano —La regañó la abuela —Ya te quisiera ver a ti con un cangrejo en el dedo.
—Pedo abuedita...
—Ahora no niña. Cariño, vamos a casa a sanarte ese dedo —Dijo tomándome en brazos mientras mi pequeña hermana venía sollozando detrás de nosotros.


—Hedmanito... —Sentí que me movieron el hombro mientras dormía.

—Mhm ¿Qué quieres? —Le pregunté a Victoria.
— ¿Te puedo hached una pdegunta?
—Habla
— ¿Como le hachech pada que mi abuedita te quieda? —Esa fue la primera vez que sentí algo extraño en el pecho.
—A ti también te quiere hermana. —Le sonreí
—No es chiedto, a mi no me diche cadiño —Dijo haciendo un puchero de lo mas conmovedor.
—Victoria...
— ¡A mi nadie me quiede! —Exclamó interrumpiéndome. —Mami Echme noch dejo aquí con da abuedita Madie, achí que no me quiede. Ademach no tenemoch papi... —Susurró lo ultimo.

Oh sí, se me olvidó decirles que mi querida madre, nótese el sarcasmo, apenas nos trajo a La Push, se marchó a nosedonde.

—Yo te quiero hermanita —Dije abrazándola.
—Y yo a ti manito.
Y esa fue la primera noche que dormí consolando a mi hermanita.


Comencé a asistir a una escuela que quedaba cerca de la casa de la abuela. Por mi edad, seis años, pasé directamente a 1er grado, ya saben, obviándome de ir al kínder y esas cosas. Victoria asistía al pre-kínder. Y la abuela se puso un comedor, así que mi hermanita y yo luego de la escuela íbamos al comedor de la abue y finalmente íbamos a casa.

—A que no me alcanzas. —Me retó Victoria, mientras corríamos a casa.
Mi hermanita comenzó a hablar correctamente luego de que la abuela le dijo que parecía tonta hablando como bebé.
— ¡Te alcanzaré pequeño ratón! —Dije siguiéndola.
— ¡Jamás!

Al final la alcancé, fuimos recogiendo conchas el resto del camino pero nos llevamos una sorpresa al llegar a casa.

— ¡Mis niños! —Exclamó una señora con risos rojos, muy parecida a Victoria.
— ¿Mami? —Preguntó mi hermanita.
—Sí mi amor, soy yo. —Victoria apenas escuchó eso corrió a los brazos de Esme.
—Creí que te habías olvidado de nosotros —Dijo llorando.
—Jamás mi niña. ¿Y tú? —Dijo viéndome — ¿No piensas abrazarme?
—Tengo que hacer mis tareas —Dije mientras entraba a casa.

Como se atrevía a aparecer luego de que nos dejo a Victoria y a mi, abandonados como perros, creo que hasta hice mal la tarea por estar enojado. Mi abuela llegó después de un rato, y como supuse, se puso histérica.

— ¡Whoa! Hasta que a la señorita le dio el gusto de aparecer. —Dijo la abuela. Yo la escuchaba desde mi habitación.
—Marie, por favor, ya vine y es lo que importa. —Se excusó Esme.
—Claro, como digas —Dijo ignorándola.
—Ja, ahora entiendo de quien aprendió Edward.
— ¿De que hablas? ¿Dónde está mi nieto?
—En su habitación, y lo que sucede es que cuando llegué no se emocionó ni nada.
—O sea que tú esperabas que te recibiera con canción y todo —Dijo sarcástica la abuela. —Edward también tiene su corazón.
—Es un niño —Dijo con simpleza.
—Un niño que ha tenido que madurar hace dos años. —Susurró —Edward podrá tener seis pero créeme, ese niño muchas veces parece un adulto.
—Sí claro —Dijo resoplando.
—A final de cuentas ¿A que has venido?
—Lógico, a llevarme a mis hijos.

Ahí fue cuando deje de escuchar solo se repetía en mi cabeza, que Esme nos llevaría.


— ¿No estás emocionado? —me preguntó Victoria, en voz baja, mientras cenábamos.
— ¿Por qué lo estaría? —pregunté de mala gana, ella solamente se encogió de hombros.
— ¿Te quedarás a dormir aquí? —Le preguntó la abuela a Esme, a la vez que recogía los platos de la mesa.
—No, me quedaré en casa de los padres de Aro, ya sabes, por Alice.

Aro es el "nuevo" esposo de Esme, o sea nuestro padrastro, y Alice es nuestra hermana. Según Esme todos viven en Phoenix, ya saben, como "La familia feliz".

—Sí claro —respondió la abuela.
—Vendré por los niños el sábado a primera hora, así que los tienes listos.
—Como sea.

Así pasó martes, miércoles, jueves... y viernes
—Hijo, ven aquí —me llamó la abuela.
— ¿Sí?
—Quiero darte esto —dijo, dándome una pulsera tejida que decía "Siempre te amaré" —Jamás me olvides pequeño.
—Abuela, vendré a visitarte —dije con lágrimas en los ojos.
—Sea como sea pequeño, no te olvides que tienes una abuela que te ama. —me abrazó y fue el abrazo mas cálido que haya sentido.

Al siguiente día, Esme vino por nosotros, no hace falta decir que Victoria estaba feliz, yo era todo lo contrario. La abuela solo nos abrazó deseándonos lo mejor. Era la primera vez que la veía abrazar a Victoria.

— ¿Están felices por ir a casa? —Nos preguntó en el avión.
— ¡Sí! —exclamó Victoria.
— ¿Y tú, Edward? —No respondí —Edward...
— ¿Que? —pregunté con indiferencia.
— ¿Estas contento de ir a casa?
— ¿A casa? Tú me sacaste de casa.
—Hijo...
—Ahora te acuerdas que soy tu hijo. —Susurré
—Edward, lo hice por su bien.
—Como sea —dije

El viaje duró alrededor de cinco horas. Cuando llegamos, un hombre de cabello y ojos negros nos esperaba en el aeropuerto.

— ¡Aro! —Exclamó Esme —Mira te presento a Victoria y a Edward.
—Hola niños —Dijo con un tono de voz que era de temer.
—Hola... —respondió mi hermana tímidamente.
— ¿Tú no tienes lengua? —Me preguntó.
—Déjalo —Le dijo Esme —Edward es un poco tímido.

Tomamos un taxi y nos fuimos a casa de Esme y Aro. Cuando llegamos a su casa nos recibió una mujer de color y de edad avanzada.

—Ya iba siendo hora —dijo en cuanto entramos —Alice no ha dejado de llorar.
—Démela —le dijo Esme, recibiendo a la bebé que la señora le entregaba.
—Me imagino que ellos son tus hijos —Esme asintió — ¿Quién de los dos es mi...
—Rose —le interrumpió Esme —él no sabe nada.
—Oh.
—Bien niños, ella es Alice, su hermana menor.
— ¡Es preciosa! —dijo Victoria dando saltitos.
— ¿En donde dormiré? —Pregunté.
—Que maleducado —dijo Aro —Ven, sígueme —Me dirigió a una pequeña habitación con una cama. —Aquí dormirás con tu hermana.

Me acosté en la cama, esperando despertar y que esto sea solo una pesadilla.


*Nótese que las expresiones son de niños.