¡Hola, hola!
He vuelto con un fic participe en el reto "amores prohibidos" del foro 'Hazme el amor'
¡Esta vez sí prometo terminar el fic! Y bueno, será algo cortito, pero bueno no importa la cantidad sino la calidad.
En fin, si les ha gustado recuerden dejen review y, si desean, pueden votar por mí cuando las votaciones se abran.
Antes de comenzar les recuerdo que Inuyasha le pertenece a Rumiko Takahashi
Kagome se removió en su lugar algo inquieta. Su mirada destellante recorrió con aburrimiento las carpetas que se encontraban en su escritorio. Demasiado trabajo. Pero debía hacerlo todo para mañana.
Suspirando se puso de pie y caminó hacia la sala de almuerzo para prepararse un café. Sus largas piernas hicieron gráciles movimientos acompañando sus pasos. Sus cabellos danzaban al compas de su caminar y sus manos se mantenían firmes a los costados.
Se detuvo frente a la cafetera y espero a que el agua hirviera para poder hacerse el café. Tomó el vasito blanco y regresó a su escritorio.
Se sentó nuevamente en su silla acolchonada y se echó hacia atrás. Releyó los documentos y ladeó la cabeza involuntariamente mientras lo hacía.
— ¿Sabes? Cuando haces eso te ves encantadora —dijo uno de sus compañeros de trabajo.
—Halagador, como siempre, Kôga —rió la azabache.
—Recuerda la reunión de esta noche. A la señorita Tama no le gustará nada que no asistas —le advirtió mientras que se alejaba.
—Seguro… —murmuró con una ligera sonrisa. Ese hombre siempre lograba hacerla reír un poco.
De pronto el teléfono de su escritorio comenzó a sonar, haciendo que de un respingo. Lo tomó apresurada y contestó con voz apresurada. — ¿Sí, señorita Tama?
—Te necesito en mi oficina, ya —dijo la mujer, cortando inmediatamente la llamada.
Ella dejó todo lo que estaba haciendo y caminó hacia la oficina de su jefa. El furioso sonido de sus tacones resonaba en los confines de la habitación, llamando la atención de algunos empleados que pasaban por allí.
Llegó frente a la oficina de su superior, tocó la puerta y sin esperar nada más la abrió. Asomó la cabeza dentro del cuarto y entró con cierta duda.
— ¿Me llamó, señorita Tama? —preguntó Higurashi.
— ¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así? —Preguntó su jefa con ambas cejas alzadas—. Bien, necesito que me acompañes a hacer un par de compras —dijo ella.
Kagome torció el gesto y jugueteó con sus dedos. — ¿Segura Kikyō? —Preguntó ella.
—Sí, prima, no debes preocuparte. Son compras para negocios. Además eres mi asistente personal, debes asistirme en lo que necesite. ¿No? —preguntó Tama poniéndose de pie.
— ¿Por qué siempre logras convencerme? —suspiró Kagome esbozando una suave sonrisa.
—Porque me amas… —contestó Kikyō con simpleza y seriedad.
—Está bien, Tama, deja que busque mi cartera y nos vamos —dijo la de ojos zafiros mientras que alisaba su falda negra.
—Ve —dijo señalando la puerta—. Y no te tardes —le advirtió clavando sus orbes negros en los ojos de ella.
—Ahora vuelvo —dijo corriendo fuera de la habitación. Llegó a su escritorio, tomó su cartera blanca y marchó junto a Kikyō.
—En marcha —dijo la mayor sonriendo ligeramente.
Caminaron fuera de la habitación, manteniendo un porte serio, y, una vez fuera de la empresa, comenzaron a charlar amena y tranquilamente.
Subieron al automóvil de Kikyō y ésta condujo hasta el centro comercial. Entraron en el gran establecimiento y, luego de elegir a qué tiendas irían, entraron en la más cercana.
Al entrar, Kikyō, tomó una un vestido muy costoso y un par de zapatos a juego. Mientras que ella se vestía, Kagome, revisaba entre los percheros. De todos los vestidos uno en especial le llamó la atención. Era de color blanco mangas cortas, llegaba hasta las rodillas, tenía la mitad de la espalda al descubierto y un cinturón con tachas doradas que marcaba perfectamente su cintura. El escote de la espalda estaba dividido a la mitad por una tira de color blanco.
—Ése es un vestido que te sentaría muy bien —dijo la dependienta del lugar—. Y tengo unos zapatos que te irían fabulosamente con él.
Ella se volteó y le sonrió agradecida, pero se apresuró a negar con la cabeza. —No venimos aquí por mí, solo por mi jefa —dijo ella—. Pero igual, muchas gracias.
La mujer asintió y volvió a su lugar, observando atentamente a la joven. Estaba muy segura que se vería perfecta con aquel vestido.
—Ya estoy —dijo Kikyō saliendo del probador con un vestido de seda, negro de tirantes gruesos. Éste llegaba hasta el selo y tenía una abertura en la pierna derecha, además era sumamente ajustado. En sus pies llevaba unos zapatos de tacón alto negros con suela y taco de cristal.
—Estás fabulosa, prima —dijo Kagome.
Kikyō era una mujer sumamente sofisticada y fina. Sus facciones eran perfectas y delicadas. Modelaba de vez en cuando, pero ella se consideraba más empresaria que modelo.
— ¿Tú ya tienes un vestido? —preguntó Tama.
—Sí —mintió Higurashi.
—Te conozco muy bien, Kagome, no me mientas —dijo la superior—. Veamos —dijo caminando hacia los percheros. Revolvió un poco y luego de unos minutos se decidió por el mismo vestido que Kagome había elegido—. Éste te quedará muy bien junto con… —Se rascó levemente la barbilla—. Esos tacones —dijo señalando un par de zapatos de tacón alto aguja. Éstos eran de color blancos, con las suelas y los tacones de color dorado—. Pruébatelo —ordenó.
Kagome obedeció y entró al probador. Luego de unos minutos salió del cubículo vistiendo las glamurosas prendas.
—Perfecto, nos llevamos los dos vestidos y los dos pares de zapatos —dijo Kikyō entrando al otro probador. Kagome hizo lo mismo y, una vez que terminó de cambiarse, salió y le entregó las ropas a la dependienta.
—Te devolveré cada centavo —dijo Kagome.
—No es necesario, es un regalo —dijo Kikyō.
—P-pero…
—Sin peros, ahora pagamos y nos vamos. Y ya te dejo en tu departamento, además, ya casi son las siete. Tú hora de salida está a punto de llegar —dijo la jefa.
—Te agradezco, prima —dijo Higurashi sonriendo agradecida.
Pagaron y se marcharon del lugar. Tama dejó a Higurashi en el condominio en el que vivía y se marchó.
Kagome entró en el edificio, saludó al portero y subió al decimoquinto piso. Caminó hacia la puerta número trescientos tres y entró.
— ¡Yura, llegué! —anunció Kagome cerrando la puerta a su espalda.
—Que bien, porque me estaba poniendo impaciente. ¡Mujer, a las nueve tienes la fiesta y…! —se interrumpió a sí misma.
— ¿Qué…? —preguntó Kagome.
— ¿Qué es esa bolsa que llevas ahí? —preguntó Yura señalando la bolsa que llevaba.
—Ya lo verás —rió corriendo hacia su cuarto. Cerró la puerta dando un estruendoso portazo, impidiéndole la entrada a Yura.
— ¡Vamos, Kagome, déjame entrar! —exclamó Sakasagami golpeando la puerta de manera insístete.
Kagome colocó el vestido y los zapatos sobre la cama y los observó. Eran muy bonitos, no eras carísimos ni nada de eso, pero a ella le encantaba el conjunto. Se quitó la ropa y, en ropa interior, caminó hacia el baño que había en su habitación. Se dio una ducha de diez minutos y salió.
Se recogió el cabello húmedo y se vistió con la ropa y los zapatos antes descriptos. Se secó el cabello con una toalla y, una vez que éste estuvo seco, salió de la habitación.
— ¿Y bien? —preguntó Higurashi girando sobre sí misma.
— ¡Me encanta! —exclamó Yura observándola de arriba abajo—. Pero debemos hacer algo con tu cabello —dijo señalando la mata de mechones azabaches—. Ven —dijo guiándola al sillón blanco de la sala.
La de ojos azules se sentó allí y Sakasagami se entretuvo con sus cabellos mientras charlaban. La azabache se inclinó a la derecha al sentir un tirón.
—Cariño, espera que voy por mis cosas y vuelvo —dijo Yura corriendo hacia su habitación. A los pocos minutos Sakasagami regresó con un par de peines y varias horquillas en mano—. Debes arreglarte bien, pues, será una fiesta muy importante. Me sorprende que estés invitada —dijo Yura haciéndose la sorprendida.
—Muy graciosa, Yura, recuerda que soy la prima de la jefa —dijo Kagome.
—Por eso soy estilista, no me gustan las empresas ni los jefes… —dijo la muchacha de ojos morados.
—Y estás obsesionada con el cabello.
— ¿Qué esperabas? —Preguntó Yura mientras que le armaba los rizos con el peine—. Bien, con un simple recogido estarás bien y quedarás muy elegante —comentó entusiasmada, a la vez que le daba más volumen al cabello de la joven de ojos azules.
—No creo que sea para tanto… —musitó Higurashi.
— ¡Sí que los es! —chilló—. Estarán los hermanos Taishō. Los dueños de la revista más famosa de todo Japón —dijo la de cabellos negros al hombro, recogiendo la cabellera azabache con ayuda de las horquillas.
— ¿Tessaiga & Tenseiga? —preguntó Kagome arreglando sus zapatos.
—Así es —respondió—. Listo, ya está. Has quedado preciosa —dijo Yura sonriendo orgullosa.
Kagome se puso de pie y caminó hacia el espejo de cuerpo entero que había en su cuarto. Una vez frente a él, observó con suma atención su reflejo. Tenía el cabello recogido y con algunos mechones cortos y rebeldes cayendo a los lados de su rostro. ¡Estaba guapísima!
—Bien, debes lucirte esta noche y muestra que las clases de modelaje han dado frutos —le animó Yura.
— ¿Y si celebramos con una copa? —preguntó sonriendo.
—Por supuesto, preciosa —rió Yura, corriendo hacia la cocina. Abrió el refrigerador y tomó una botella del vino antes blanco. Abrió la alacena y tomó dos copas. Le quitó el corcho a la botella abierta y sirvió.
Yura le entregó una copa a su compañera y levantó su copa. — ¡Salud! —exclamaron al unísono mientras que chocaban sus copas para luego beber su contenido de un trago.
Kagome sonrió y dejó la copa sobre la mesa. Arregló sus zapatos y se puso de pie. —Bueno… —Miró el reloj—. Bien, son las ocho y cuarenta y cinco. Debo irme —dijo tomando su bolso—. Tomo tu auto prestado —Tomó las llaves del auto de su compañera y las agitó.
—Está bien —asintió—. Ah, y recuerda, elegante y refinada —dijo Yura acompañándola hasta la puerta—. ¡Estás preciosa, cariño, suerte! —le gritó, viéndola desaparecer por la puerta.
Kagome le dio un último vistazo y entró en el automóvil negro. Lo encendió y condujo con tranquilidad, deteniéndose al llegar a las empresas Tama. Aparcó el carro y bajó de él.
Tomó con fuerza su cartera al ver a muchas mujeres entrar ataviadas con extravagantes vestidos. Ella no tenía el dinero suficiente como para comprarse uno de esos.
—Su nombre señorita… —dijo el guardia de la entrada.
—Higurashi, Kagome Higurashi —dijo ella.
El gigantesco hombre revisó la lista y, una vez que pudo encontrar el nombre de la chica, le cedió el paso.
Caminó, meciendo las caderas a compás de sus pasos. Su mirada azulina se paseó por cada rincón del salón. Debía admitir que Kikyō era una decoradora de interiores innata. Era muy talentosa y todo lo que hacía le salía perfecto.
—Oh, prima —oyó a sus espaldas—. Te ves preciosa —dijo Tama observando con una suave sonrisa a la azabache.
Vaya… estaba preciosa, vestía el vestido y los zapatos que habían comprado esa misma tarde y llevaba su perfecto cabello lacio, suelto.
—Estás… guapísima —expresó Kagome ladeando su cabeza.
—Ven, quiero presentarte a mi nuevo novio —dijo Kikyō con suma tranquilidad.
—Bien… ¿cómo se llama él? —preguntó ella.
Kikyō meneó con suavidad sus cejas y torció el gesto. — ¿Quieres saber? —rió.
—Así es, —dijo Kagome rodando los ojos.
— ¿Segura? —preguntó la de ojos café.
Kagome se cruzó de brazos y se apoyó en un pie y luego en otro. Impaciente. — ¡Apresúrate, Tama! —exclamó Higurashi.
—Bien, bien. Su nombre es Inuyasha, Inuyasha Taishō —dijo emocionada.
Kagome observó con ojos brillantes a su prima. Le alegraba verla feliz, se notaba que lo amaba de verdad.
—Has atrapado un pez gordo —dijo Kagome—. Te felicito.
—Debo dejarte, Kagome, iré a recibir a Kagura y a Tsubaki —comentó Kikyō despidiéndose haciendo un suave gesto con las manos.
—Ve… —dijo ella viendo como sui prima se alejaba.
Suspiró, volteándose a tomar una copa de Champagne que uno de los camareros llevaba en su bandeja. Se giró y caminó hacia un rincón, donde había varios sillones para descansar.
Iba tan absorta en sus pensamientos que chocó con alguien, ensuciando su vestido, manchando en el proceso la camisa del hombre con el que había chocado, con el contenido de su copa.
—Oh, —exclamó al sentir el líquido empapar su vestido blanco—. ¡Maldición! —exclamó.
— ¡Tonta, fíjate por dónde caminas! —exclamó el hombre delante de ella.
— ¡Pero qué grosero eres! —exclamó ella sorprendida—. ¿Quién demonios te crees para hablarme así?
— ¡No seas tan chillona! —exclamó quitándose el saco para luego dejarlo caer sobre los hombros de la chica.
— ¡¿Pero qué…?! —Se interrumpió a sí misma al ver dicha prenda.
Inuyasha se cruzó de brazos y desvió la mirada. No la conocía pero no podía dejar que anduviera por allí con aquel precioso vestido manchado.
—Gracias… —murmuró—. Pero…
— ¿Pero qué? —preguntó él.
—Tú camisa —señaló ella la mancha en su pecho.
—Bah, no importa —dijo rodando los ojos.
Ella dio unos pasos hacia atrás, invitándolo con la mirada a seguirla. Él captó el mensaje y la siguió hasta los sillones.
—Y, dime… ¿por qué estás aquí? —preguntó Kagome, tratando de sacar conversación.
— ¿Te importa? —preguntó él alzando una ceja.
—Pues… quiero saber con quién estoy charlando —dijo ella.
Inuyasha no contestó, solo se limitó a examinarla. Era bonita, muy bonita. Sus preciosos ojos zafiro irradiaban vida y su largo cabello con pequeñas ondas caía en forma de cascada por su espalda. Sus carnosos labios carmesí estaban tentándolo, sus largas piernas blancas se le hacían irresistibles y… ¡Un momento! ¿Qué demonios estaba pensando? Le estaba siendo infiel a Kikyō con el pensamiento. Además con una chiquilla que recién conocía.
— ¿Me contestarás o me mirarás como si fuera un bicho raro toda la noche? —preguntó clavando su mirada en él.
Vaya que guapo era. Sus preciosos ojos de color oro, sus largos cabellos plateados sujetos en una coleta y su rostro perfectamente tallado la estaba volviendo loca. ¡Demonios! Lo acababa de conocer y ya se fijaba en esas cosas. Además se había comportado como un patán con ella.
—Inuyasha Taishō —contestó al fin, haciendo que su respiración se cortara.
Continuará…
Hola…
Bueno, como ya lo dice el título del reto nombrado anteriormente, este fic se trata sobre amores prohibidos. Y quise salir del incesto, del amor entre jefe casado/secretaria, etc. Por eso he elegido esto. No es muy común este tipo de amores prohibidos. Por eso decidí tomarlo.
Son solo tres capítulos así que trataré de sintetizar todo en los dos próximos. Les prometo lemon y otras cosas.
En fin, espero que les haya gustado.
¡Nos leemos y no olviden dejar un review! ¡No sean flojos!
Besotes bobosotes.
Nina.
