Es mi primer fic, si les gusta háganmelo saber por reviews y subiré los demás capítulos :) !

...

CAPÍTULO UNO

Los días lluviosos me ponían de mala hostia. Eran días tan fatídicos, tan aburridos. Nadie hacía nada esos días, se metían en sus casas como si lo que estuviese cayendo del cielo fuesen cuchillos en vez de agua. No sé, básicamente los odiaba. Quizás sin ningún motivo, o quizás porque inconscientemente me recordaba al día en el que Naruto regresó herido de gravedad tras luchar contra Sasuke en el valle del fin. Recuerdo que ese día era lluvioso, y bastante de hecho. Nunca tuve nada en contra de la lluvia, hasta me gustaba, escuchar la lluvia caer, oler el pasto mojado, creía que era algo bastante hermoso. Pero he cambiado de opinión, al igual que he cambiado yo.

Han pasado tres años desde "aquello". "Sasuke-Kun" se marchó para cumplir su venganza, su tan amada venganza… Y Naruto sigue insistiendo en que lo traerá de vuelta, que cumplirá lo que me prometió. Paro bastante poco por la aldea, pero cuando lo hace siempre me viene con lo mismo.

-¡Sakura-chaaaaaaaaan! –Gritó Naruto.

Y aquí venía otra vez… Con hoy eran justo tres meses que había salido de la aldea para cumplir una misión. Desde aquel día que decidí cambiar he entrenado hasta la saciedad, para volverme fuerte, poder valerme por mí misma y no tener que depender de nadie nunca más. Fueron tres años bastantes duros, nada de misiones, solo entrenar. Noche y día. Gracias al arduo entrenamiento que me dio mi maestra, la quinta hokage Tsunade-Sama, hoy día soy una gran ninja médico reconocida por todo el país del fuego, tanto por mis habilidades como por mi carácter tan parecido a la sannin.

Desde entonces, trabajo en el hospital de la aldea cuando se me requiere y no me encuentro de misión fuera, ya que, debido a mi alto grado de inteligencia y capacidad logística, me convertí en anbu a mis dieciséis años por recomendación de la hokage. Me costó aceptar el puesto. Convertirse en anbu suponía separarme de todos mis amigos la mayoría de las veces por mucho tiempo y estaría en peligro frecuentemente. Pero al final acepté. Pensé que eso me haría crecer, madurar y ver las cosas más objetivas y sobre todo, nunca llevarme por mis sentimientos. Siempre estaba la opción de que si no lo aguantaba, lo podría dejar en cualquier momento.

Pero eso nunca pasó. Creo que ha sido sin duda unas de las mejores cosas que me han podido pasar. Paso mucho tiempo fuera y así tengo menos tiempo para pensar. Para dejar de pensar en cosas infantiles. En ver las cosas como verdaderamente son. Sin duda, he cambiado.

-¿Qué pasa Naruto? –Dije fríamente. – ¿Cuántas veces te tengo que decir que no me llames por mi nombre cuando llevo mi atuendo de anbu?

-Oh, cierto. Nunca me acostumbro a verte así, lo siento.

-Ahora mismo no puedo pararme a hablar contigo, tengo que llevarle a Tsunade-Sama el informe de la misión –Naruto hizo un mohín. – pero, cuando termine podemos ir a Ichiraku. Supongo que me tienes que contar muchas cosas ¿no? –Le sonreí maternalmente por instinto. La verdad es que Naruto era como un hermano para mí, y aunque fuese muy pesado a veces, le seguía queriendo.

-¡Dattebayo Sakura-Chan! –Gritó eufórico y saltando de alegría- ¡En una hora te veo allí!

Me despedí con la mano de él y seguidamente me fui a la torre de la hokage. Corrí por todos los tejados de las casas, así evitando que alguien más que me reconociese me pudiese parar y distraerme. En realidad, eran pocos los que me conocían con mi traje de anbu. Solo los más cercanos a mí.

Debido a mi extravagante color de pelo rosa, todos sabían quién era en la aldea. Y los que no eran de la hoja también. Al ser la discípula de la quinta hokage y tan alabada como ninja médico, todos me conocían por la flor de cerezo. Así que para poder ser anbu tuvieron que hacerme una máscara especial para mí, que me tapase toda la cabeza, para así no poder reconocerme. Era eso, o teñirme. La segunda opción no entraba en mis planes.

Desde que soy anbu, he cogido la costumbre de entrar a los sitios por todos lados, menos por la puerta. Supongo que el hecho de tener que estar escondida durante tanto tiempo en una misión, espiar a renegados, desertores, rastrear… En definitiva, te hace pensar que lo más fácil es lo más peligroso.

Llegué a la ventana de la torre hokage, de cuclillas, y allí estaba mi maestra. Viendo por la ventana frontal, pero sin mirar nada y tomándose su sake como de costumbre. Se le veía bastante tranquila, a pesar de que Shizune no paraba de dar vueltas por la habitación, sulfurada y gritando que tenían mucho trabajo que hacer.

-¡Hokage-Sama por favor! ¡Deje de beber y sea más seria! Tenemos muchas cosas que hacer y-

-¡Cállate Shizune! –Le interrumpió Tsunade. – No tengo ganas de trabajar, hazlo tú si quieres.

Le di dos golpecitos a la ventana.

-¡Pero bueno! Mira qué grata sorpresa –Tsunade se levantó de su sillón mientras decía eso y me abrió la ventana. – Sigo sin poder acostumbrarme que entres por la ventana. Te pareces a Kakashi.

Me eché a reír.

-Sí, tienes razón. Solo me falta el libro Icha Icha Paradise.

Entré de un salto y me posicioné delante de mi maestra. Se acabaron las bromas por un momento y nos pusimos serias. Saqué mis informes y se los tiré en la mesa.

-Ahí tiene todo lo que he podido recopilar Hokage-Sama –Dije.- Es todo lo que hemos podido conseguir.

Miró los informes detenidamente y se los pasó a Shizune.

-Shizune, llévalos al cuartel de investigación y que trabajen con esto.

-Sí, Hokage-Sama –Tras decir esto Shizune se marchó.

-¿Qué ha pasado? Te has tirado tres meses en esta misión y solo me has conseguido esa pequeña información.

-Surgieron problemas Hogake-Sama. Fui atacada y-

-Quítate esa máscara mientras estás hablando conmigo –me cortó.

Me quité la máscara como me había dicho dejando mi cara al descubierto. Mi pelo, que ya había crecido considerablemente, cayó sobre mis hombros. Mi aspecto tenía que verse bastante desaliñado, y encima mojado por la maldita lluvia, cuando terminase el reporte sin duda me volvería a cortar el cabello. Me crecía bastante rápido y era molesto. Era muchísimo más cómodo llevar el pelo corto.

-Como decía –continué– fui atacada. Mi compañero de equipo Hikari-san cometió una imprudencia, se confió demasiado y fue descubierto. Tuve que ir en su rescate y llevé la peor parte. –Le enseñé la cicatriz que me había quedado en el abdomen. – Durante un mes entero tuvimos que estar cambiándonos de escondite porque nos estuvieron pisando los talones. Sabían por qué estábamos allí, y querían darnos caza por lo mismo. Al ser la única médico ninja en el equipo, y al no poder irnos a un hospital que me tratasen, tuve que autocurarme, al menos lo que podía en el poco tiempo que nos dejaban los enemigos para descansar. Afortunadamente, todo salió bien. ¿No os llegó ningún reporte sobre la situación? –Pregunté. – Mandamos a Mizuki por lo que nos pudiese pasar.

-No llegó ninguno. No al menos con respecto a esta misión… –Respondió.

-¿A qué se refiere maestra? –Pregunté aún sabiendo ya la respuesta. Lo sabía, lo intuía. La habían matado y el informe que les había llegado era sobre el de su muerte. Todos los anbus cuando saben que van a morir, queman su cuerpo, para que no quede ninguna fuente de información en un país enemigo, ya que podría ser extremadamente peligroso.

Mi cara se desconfiguró al cerciorarme de esta noticia que llevaba ya días pensando y carcomiéndome la cabeza. Sé que ser parte de las fuerzas especiales ANBU es excesivamente peligroso. He visto caer a compañeros anbu, al menos a uno, en cada misión que he ido. Mizuki ha sido una de las únicas que me ayudó cuando entré en las fuerzas. Le tenía cariño y me dolía su pérdida. Pero no, no iba a llorar. Porque así era la realidad. Todos sabemos a lo que nos enfrentamos cada vez que salimos de la aldea.

Me puse de nuevo mi máscara, y me despedí.

-Maestra, espero que lo que hayamos conseguido sobre los Akatsuki sirva de algo. Me voy, he quedado con Naruto.

Y tal como dije eso, me marché.

Todo mi pelo se encontraba esparcido por el cuarto de baño. Miles de mechones de color rosa. Nada más salir de la tranquilizante ducha eso fue lo que hice: cortarme el pelo. No sabéis lo tedioso que es tener que lavar, enjuagar y peinar un pelo largo, no tengo tiempo para esas cosas. Además, desde pequeña siempre llevaba el pelo de esta estatura, solo ha sido una vez que me lo dejé larguísimo a mis trece años, y todo por una estupidez, hay que decir. Fue cuando estaba en la escuela ninja y conocí a Sasuke por primera vez. Me enamoré perdidamente, como una niña que era, de ese niño. Me enteré que le gustaban las chicas con pelo largo, y así fue cómo decidí no cortármelo nunca más. Mi vida solo consistía en satisfacer a aquel chico de semblante fría. ¿Y qué conseguí a cambio? Ser llamada "molestia" cada vez que intentaba acercarme a hablar con él o intentar llamar su atención. De verdad que era estúpida ¿es que no me daba cuenta? Mi orgullo y mi dignidad fueron pisoteados por Uchiha Sasuke como la polilla de un cigarro. Estaba completamente ciega.

A pesar de todos esos recuerdos, junto al equipo siete construimos buenas memorias. Me di cuenta que no era tan frío a veces como daba a entender, que tenía sentimientos aunque no los mostrase. Naruto mostró un gran potencial, el cual tenía que pulir, pero sin duda era fuerte, muy fuerte. Ambos lo eran, estaba tan orgullosa de estar junto a ellos. Y yo… Y yo nada. Yo solo lloraba y era rescatada.

Sasuke al final decidió marcharse y cumplir su objetivo. Se fue con Orochimaru para ser más fuerte y así poder matar a su hermano. Estuve llorando durante una semana entera. Mi único amor se había ido, había elegido el camino de la soledad y la oscuridad, dejó a sus amigos, a su futuro, por su pasado. Simplemente se fue. Se fue para no volver. No volverá. No lo hará.

-¡Ehhhhhhhhhhhh! ¡Sakura-Chaaaaaaaaaaaaaaaaan! ¿Me estás escuchando? –Gritó Naruto. – Maldita sea Sakura, llevo media hora hablando de los progresos que he hecho y no me estás echando cuenta. ¡Te he dicho que la próxima vez que vaya a por Sasuke, seguro que vuelve! Nunca faltaré a mi promesa, volverá Sakura-Chan, volveremos a ser el equipo siete.

Miré a Naruto con tristeza. Siempre que nos vemos acabamos hablando de él y me dice que lo traerá de vuelta a la aldea. Yo al final acabo divagando en mis pensamientos…

-Naruto, deja de esforzarte tanto. –Volví a mirar mi taza de ramen. – Se fue por su propia voluntad, y no volverá por mucho que se lo digas. Déjalo ya. ¿No viste lo que nos dijo la última vez que nos vio? Olvida esa promesa que me hiciste. Era una niña, no sabía lo que decía. Él ya ha construido su camino, y eso es lo que quiere. Nosotros tenemos que seguir con el nuestro. Olvídate de él, yo… –Lo miré fijamente y decidida- ya lo he hecho.

-Sakura-Chan… –Dijo totalmente abatido mientras me miraba. – No me rendiré. Lo traeré de vuelta –Se levantó y me cogió de los hombros. – Cumpliré mi promesa, le salvaré. –Dijo decidido.

Y así era Naruto… Luchador, nunca abandonaba a los que apreciaba. Siempre conseguía lo que se propusiese, aunque le costase la misma vida. Por eso los que le conocían bien en la aldea le estimaban tanto. Ese espíritu no lo tenía nadie hoy día… Y ahí seguía él, persistiendo y consiguiéndolo todo.

-Oye, paga tú ¿vale? No tengo suficiente dinero. –Acto seguido salió corriendo. – ¡Ya nos veremos en otro momento! ¡Dattebayo!

-Pero será… –Me levanté para salir corriendo tras de él y pegarle una buena tunda al muy desgraciado. Un bonito discurso pero deja que una chica pague por dos ¡pero qué capullo! No ha cambiado nada. Pero no pude ir en su busca porque alguien me cogió de la manga del chaleco.

-Señorita… No se puede ir sin pagar.

¡Agh! Sí que estaba de mal humor, cuando me lo encontrase le iba a dar una buena paliza, iba a estar hospitalizado por tres meses.

Pagué la cuenta y me fui para casa.

Desde ese día, Naruto estuvo esquivándome el mayor tiempo posible, evitaba tener cualquier contacto conmigo. Podría ser tonto, pero para lo que quería era demasiado inteligente. Mis días transcurrieron sin nada interesante que contar. Después de la misión anbu que tuve Tsunade-Sama me dio otros dos meses para descansar, y mientras tanto trabajaba en el hospital cuando me llamaban.

Quedaba con Ino y con Hinata cuando tenía tiempo libre y me ponían al corriente con los cotilleos de la aldea y de todo en general. Parecía ser que Hinata seguía enamorada perdidamente del imbécil de Naruto y sus desmayos continuaban cada vez que este le hablaba o se acercaba más de lo normal. Y por la parte de Ino, se estaba interesando demasiado por Sai. Ella lo negaba, pero a quién querría engañar… Se le ponía una cara cada vez que hablaba de él…

Todo estaba transcurriendo tranquilamente, estaba siendo todo perfecto.

Aunque yo sabía que esta tranquilidad no duraría por mucho tiempo.