Disclaimer: La historia no me pertenece es una adaptación de una antigua novela que leí de Patricia Ryan así como tampoco los personajes de Mai Hime que son propiedad de Sunrise. La idea de realizar la adaptación es que mas personas conozcan la historia a través de Natsuki y Shizuru. Esto lo hago sin fines de lucro.

Espero que la lleguen a disfrutar al igual que yo en su momento...

Protegiendo hasta tu sombra!

Era un día como cualquier otro para Natsuki cuando llego a la agencia, esperaba tener algo nuevo en que trabajar y mantenerse ocupada. En cuanto puso un pie en la entrada su secretaria le comento que su Jefa la estaba esperando en su despacho.

Al tocar a la puerta una Nao le dio la bienvenida -¡Welcome puppy!-, enfundada en un traje de cuero con tirantes y una corbata color vino, se encontraba sentada en su sillón fumando un puro. Al verla de esa manera Natsuki no pudo contener su risa al percatarse que con ese aire despreocupado y juvenil Nao parecía una niña imitando a una mafiosa.

Sentado en otro sillón en la esquina del despacho se encontraba una personal a la cual no reconocía, un joven de aparentemente 30 años quien estaba tomando una copa de vino.

-¿Me has llamado araña?- preguntó Natsuki, mientras caminaba sobre la alfombra oriental del despacho de Nao, este al igual que el suyo tenía techos muy altos y paredes forradas de madera sin embargo la araña a diferencia de ella había decorado su despacho con estilo minimalista lo cual hacía juego con la casa en la que estaba situada la agencia Searrs.

—Así es tu presencia ha sido requerida, nuestra querida jefa "la que debe ser obedecida" te ha llamado.

—Araña te estoy escuchando —dijo Midori Sugiura a través de una tablet—. ¿Así quieres llevarte, arañita?

—Es un hecho comprobado, mi querida Midori —sonrió Nao—. En la atareada colmena que es la agencia Searrs, tu eres la que menos hace… bueno solo mandar, por lo que te conviertes automáticamente en la abeja reina y nosotras en unos simples lacayos.

—Es enserio Nao, ahora me comparas con un insecto. Todas sabemos aquí que el único insecto que existe aquí eres tu…araña!

—En realidad Midori cariño mío, cuando te lo propones usas tu aguijón —intervino el extraño, dejando su vaso con vino en el escritorio de caoba—. Y, en mi opinión, debería gustarte esa analogía.

¿Cariño mío? … Natsuki había escuchado que llamaran a Midori de muchas maneras sin embargo del tiempo que tenia de conocer a Midori, nunca había escuchado que alguien le llamara «cariño mío» ya que Midori solo le permitía eso a una sola persona Yohko Sagisawa su más grande amor.

—Creo que debería hacer las presentaciones —sonrió Nao entonces—. Reito Kanzaki, te presento a Natsuki Kuga. Reito es nuestro nuevo cliente. Y también es un antiguo colega y amigo de la jefa.

Ah, de modo que era un «amigo» y no otra de los matones a los que les debía favores Midori Sugiura. Natsuki no recordaba que Midori alguna vez lo hubiera mencionado sin embargo si recordaba que cuando eran jóvenes Midori realizo una gran estafa a varios coleccionistas de arte y para salir de ese problema tuvo que recurrir a un grupo de matones que de vez en cuando solicitaban favores especiales en la agencia.

La agencia era una de las más prestigiosas agencias de seguridad en el país sin embargo para que Midori no fuera encontrada por los coleccionistas estafados hacían pasar la agencia por una compañía de seguros "Seguros Searrs".

Todos sabían que Midori había utilizado el dinero de la estafa para crear la agencia y tener una vida tranquila.

Un gusto, señor Kanzaki – dijo Natsuki, ofreciéndole su mano.

—Reito, por favor. Permítame decirle que tiene unos hermosos ojos, es que acaso es hija de la famosa teniente Saeko Kuga

—Sí así es- contesto Natsuki con una imperceptible tristeza en sus ojos

—Ah, eso lo explica todo —Reito tomo su copa de vino y tomo un trago— ¿Gustas una copa con vino?

—No, gracias —Natsuki se dejó caer sobre un sillón de terciopelo verde oscuro y cruzó las piernas. Era por cosas como aquélla, inesperadas reuniones con nuevos clientes, por lo que llevaba traje y corbata a la oficina cuando no estaba encargándose de algún caso. Ella solía llevar trajes oscuros, camisas blancas y las corbatas ni demasiado anchas ni demasiado llamativas.

—Pensé que a todo el mundo le gustaba el vino y más a las mujeres.—preguntó Reito

Desde la Tablet se escuchó una risita.

—Natsuki no es tan fina como tú, cielo. Su idea de tomar, es una simple cerveza y pasear en su moto. Hasta el otoño pasado era un agente especial de la brigada de narcóticos en Tokio y la mejor del cuerpo, un genio haciéndose pasar por una vil delincuente y conviviendo con estos. Una persona lista, fiel y un hueso duro de roer.

— ¿Así que una chica dura? —repitió Reito.

—Así es, si yo te contara cada hazaña de Natsuki —explicó Midori—. Ella ha nacido para este trabajo. Es una gran policía y aparte es muy sexy, o no?

—Ex policía —la corrigió Natsuki con rubor en sus mejillas

—Oh vamos sexy! La cachorra no podría levantar pasiones así como yo —comento una Nao muy orgullosa de si, mirando a Natsuki de reojo- Esta baka no sabe comportarse es muy cabeza dura, por eso no tiene novia!

A través de la tablet volvió a oírse una risa.

—Cuidado, Nao. No querrás que Natsuki te rompa los huesos como la última vez que discutieron. – comento Midori

—Esas son mentiras nunca me ha ganado una pelea —grito Nao—. Yo soy la mejor en todo!

—Calma, Calma … Nao! No quiero ver sangre correr —contestó Midori.

Por razones que Natsuki no comprendía, Nao siempre se empeñaba en llevarle la contraria y hacerla enojar, tenían muchos años de conocerse al igual que con Midori sin embargo había ocasiones que lograba sacarla de sus casillas y no tenía más remedio que hacerle entender quien mandaba, a pesar de eso estaba muy agradecida que la vida las hubiera juntado nuevamente. Eran como una familia.

Bueno, ahora que ya nos conocemos y estamos de acuerdo que Natsuki es ideal para este trabajo debemos entrar en contexto

—Sí por favor, tengo algunos pendientes que atender—contestó Natsuki, preguntándose por qué Reito necesitaría los servicios de un guardaespaldas.

—Pues creo que esto acaparara toda tu atención… ¿Conoces mi revista, Natsuki? —preguntó Reito.

—mmm la verdad no.

—Reito es el fundador y editor de esta publicación —dijo Nao, tomando una revista de su escritorio.

Se llamaba Ray y debajo del título decía Celebrando todo lo que brilla en la ciudad de la kyoto. La fotografía de portada era de una pareja muy elegante sentada en la terraza de un restaurante en Arashiyama, admirando una bandeja de pescado mientras el chef sonreía orgullosamente. El pie de foto decía: Los diez mejores restaurantes de kyoto.

—Ah, sí —Natsuki había visto algunos ejemplares de la revista desde que se mudó a la ciudad. Era un noventa por ciento sobre arte y entretenimiento y un diez por ciento sobre política local. En resumen: cien por cien frivolidades.

Reito sonrió.

—Tú eres más de la revista del National Geografic ¿eh?

Natsuki le devolvió la sonrisa.

—Eikyo, The Japan Journal más bien —murmuró, pasando las páginas—. Bueno, ¿y qué te trae por la agencia, Reito?

—Dínoslo tú, Natsuki —la retó Midori—. Tú eres la detective.

—Ya no —contestó ella—. Pero si tengo que adivinarlo, diría que alguien te ha amenazado en respuesta a un artículo.

—Casi —contestó Reito—. Mira la página treinta y ocho.

En la página treinta y ocho Natuski encontró una columna llamada Señales de Humo. Al lado de la columna, la fotografía de una mujer apoyada en el tronco de un árbol de cerezos. La foto era en blanco y negro y evocaba una etérea sensualidad a tono con el sujeto: una preciosa castaña que miraba a la cámara con los ojos semicerrados y los labios entreabiertos. Tenía el pelo largo y llevaba largos guantes de satén blanco. Su piel era blanca también, luminosa. Natsuki casi podía tocar la seda del vestido, que acariciaba sus pronunciadas curvas. Una cámara colgaba de su cuello, llamando la atención sobre sus pechos. Y sobre el hecho de que, evidentemente, no llevaba sujetador.

—Shizuru Fujino —dijo Reito.

—¿Perdona?

—Así se llama, Shizuru Fujino.

—¿Ése es su nombre auténtico?

—Sí. Nació hace veintinueve años.

—Los padres de Shizuru eran buenos amigos de mis padres así como les ella para mí —explicó Reito—. Murieron en un accidente automovilístico. Los dos pertenecían a poderosas familias de editores de Japón y se podría decir que fue un matrimonio arreglado sin embargo con el paso del tiempo se enamoraron. Han sido una de las parejas más enamoradas que he conocido en mi vida aunque haya sido muy pequeño en ese tiempo, lo que ellos transmitían es indescriptible.

Ellos vivían en Japón sin embargo se mudaron a Kyoto buscando un lugar tranquilo para ver crecer a su hija y empezar a invertir en el arte. Llegaron a invertir en diferentes personas que hoy en día son muy famosos por sus obras en todo el mundo.

—Ya veo cada quien tiene sus gustos y aficiones —murmuró Natsuki, mirando la fotografía de Shizuru.

En realidad, no podía apartar los ojos de esa mujer tan enigmática. Parecía que la miraba a ella y la llamaba con la mirada, había un candor lánguido en ella que resultaba muy excitante. A pesar de la promesa sexual implícita en su expresión, Natuski sabía que no era una pose calculadamente provocativa. Aquella mujer no podría dejar de ser sexy aunque quisiera.

—Así que esta señorita es Shizuru y la cuestión es ¿para qué necesitas un guardaespaldas y qué tiene que ver con ello la señorita Fujino? No creo que esta chica sea una amenaza para ti.

Reito soltó una risa.

—No, no, todo lo contrario. Es Shizuru quien necesita un guardaespaldas.

Natsuki volvió a mirar la fotografía.

—¿Por qué? ¿Está en peligro?

-Sí. Potencialmente. Bueno, al menos yo lo creo.

—¿Por?

—Por algo... más bien imprudente que publicó en su columna. Es una columna de cotilleos, ya sabes.

—¿Shizuru Fujino es una columnista de cotilleos?

—Debes ser la única persona en Kyoto que no sabe eso —murmuró Nao.

— Sus padres eran una leyenda en el mundo cultural de Kyoto —siguió Midori—. Por eso la contrató Reito para escribir esa columna. Su apellido es importante, así que la invitan a todas las fiestas. Conoce a todo el mundo y tiene mucho material para escribir.

—Además, es una estupenda fotógrafa—añadió Reito—. Pero la auténtica razón por la que contraté a Shizuru es porque necesitaba trabajo y es mi amiga. Yo la aprecio demasiado y no quiero que le pase nada. En realidad, soy algo así como su hermano mayor.

—Ya entiendo —dijo Natsuki, cerrando la revista—. Pero me temo que yo no soy la persona adecuado para este trabajo.

—¿Por qué?

—Digamos que tenemos... diferencias ideológicas que comprometerían mi efectividad.

—¿Qué diferencias ideológicas puedes tener con Shizuru? Si no la conoces siquiera.

—Conozco a ese tipo de persona.

—¿Qué significa eso?

Natsuki se pasó una mano por la barbilla.

—Mira, estoy intentando ser educada, pero te aseguro que no soy la persona adecuada para ese trabajo.

—Midori, ¿hay otra persona disponible en la agencia? —preguntó Reito algo molesto.

—No —contestó ella—. Natsuki, lo siento pero tienes que hacerlo.

Midori y Nao eran las únicas personas en Kyoto que sabían por qué había dejado el departamento de investigación de narcóticos de Tokyo y el papel de la prensa en el drama que arruinó su carrera.

«Me detuvieron por asesinato», les había contado porque, tarde o temprano, se enterarían. El fiscal no encontró pruebas suficientes, así que los periódicos lo hicieron por él.

Ellas no le habían preguntado si era culpable, afortunadamente, de modo que Natsuki no tuvo que admitir lo que había hecho. De haberlo sabido, sus amigas nunca la hubieran mirado de la misma forma. Para sorpresa de Natsuki, ellas solo agradecieron la sinceridad y nunca volvieron a tocar ese tema. A partir de ahí comenzaron a trabajar juntas en la agencia.

—Mira, Midori... ¿no podemos mandar a otra persona o recomendar otra agencia?

Tanto Midori como Nao soltaron una carcajada.

—Baka tu más que nadie sabes que la agencia Searrs no se ha convertido en la mejor agencia de seguridad del país diciéndole a los clientes que busquen en otro sitio.

— ¿Se puede saber qué tienes contra Shizuro? —preguntó Reito.

—No me gusta la gente que escribe cosas sobre los demás. Especialmente los que cuentan chismes, rumores... no me gustan nada, lo siento.

—Oye, mira...

—Por favor, no pierdas el tiempo diciendo que es una buena periodista, que confirma todos los datos y no explotaría a nadie para escribir una columna porque no lo voy a creer.

—La verdad es que confirma todos los datos—insistió Reito—. Es prácticamente una periodista de investigación.

Natsuki levantó los ojos al cielo y soltó una risita.

—Aunque ella, más que una periodista, se considera... una observadora, una cronista de la naturaleza humana.

—Ya.

—Y puede que te interese saber que la gente sobre la que Shizuru escribe es gente que está deseando ver su nombre en la revista... por eso la invitan a todas las fiestas. Están locos por darse a conocer o que hablen de ellos porque eso les beneficia. En algunos casos, han hecho esperado mucho tiempo sólo por aparecer en la columna de Shizuru.

—Ya, claro, una racionalización impresionante —replicó Natsuki, irónica—. Pero no podrás convencerme de que no hay mucha gente inocente que ha sufrido por culpa de la telaraña de comentarios e insinuaciones de la señorita Fujino.

Reito soltó una carcajada.

—Nada más alejado de la realidad, ella no es una araña, mejor yo diría que es una persona noble, carismática, humilde y trabajadora que trata de ganarse la vida. No tiene a nadie en la vida por lo que yo me siento responsable por ella y quiero que esté protegida.

—¿De lo que ella misma busca? Que irónico!—dijo Natsuki.

—¿Qué?

—Tú mismo has dicho que escribió algo imprudente en su columna, por eso tiene problemas.

Reito dejó escapar un suspiro.

—Sí que eres cabezota, mira la columna otra vez.

—¿Qué es lo que tengo que buscar?

—El tercer párrafo.

Natsuki lo buscó y empezó a leer en voz alta: — ...sé de buena fuente que un excéntrico millonario de Kyoto de cierta prominencia, y quizá un poco descerebrado, está obsesionado con una igualmente prominente, y muy casada, conocida suya. Las señales de humo me dicen que sus atenciones han pasado gradualmente a convertirse en llamadas amenazantes y luego a intentos de extorsión. Sí, han leído bien, extorsión y chantaje. Y existe una cinta guardada en un sitio seguro que lo cuenta todo. A los periódicos sensacionalistas les encantaría hacerse con esa cinta, ¿no les parece? Claro que si nuestro obsesionado amigo deja en paz a la señora en cuestión, la cinta seguirá en lugar seguro para siempre. Que decida.

— ¿Lo ves? Es una velada amenaza para que ese hombre desista o...

—Lo he entendido. Demasiado para una columna dedicada a frivolidades, ¿no?

—A mí no me gustó mucho cuando me la enseñó, pero la dejé pasar. Ahora me doy cuenta de que fue un error.

— ¿Por qué?

—Ayer, un día después de que la revista apareciera en línea y los puntos de venta, una mujer llamada Tomoe Marguerite desapareció sin dejar rastro.

—Ya veo —Natsuki se pasó una mano por la barbilla.

—Tomoe era... es... una amiga de Shizuru. Y cuando le pregunté si Tomoe era la mujer a la que se refería en la columna, me dijo que sí.

—¿Y tú crees que esa tal Tomoe ha sido secuestrada por el millonario que está obsesionado por ella?

—Sí, lo creo.

—Y que la señorita Fujino, que conoce la identidad del hombre y, presumiblemente, la localización de la cinta, está en peligro y necesita protección.

—Exactamente.

—¿Por qué no ha venido la propia señorita Fujino?

—Ah, pues...

—A ver si lo adivino —lo interrumpió Natsuki—. Ella niega estar en peligro.

—Es buena —dijo Reito, mirando a Nao.

—Ya te lo dije —contestó Midori desde la Tablet.

— ¿Quién es ese hombre? —preguntó Natsuki.

—No quiere decírmelo. Pero sí me ha dicho que, aunque un poco raro, el tipo es inofensivo... que no es un criminal.

Natsuki hizo una mueca.

—Los auténticos criminales son especialistas en disimular que lo son. La mayoría de la gente no sabe que su agradable y educado vecino es capaz de tener enterrados varios cadáveres en el sótano.

A Reito se le cayó la copa de vino sobre la alfombra.

—Lo sé, pero Shizuro es muy joven y testaruda...

—Muy imprudente —terminó Natsuki la frase por él.

—Es un producto de su entorno, un espíritu libre.

—¿Y qué cree la señorita Fujino que le ocurrió a Tomoe?

—Cree que Tomoe se ha ido de la ciudad. Aparentemente, le había comentado que estaba pensando hacerlo. Además, si esto se hiciera público, cierta información que no beneficia a Tomoe podría salir a la luz.

—¿Por ejemplo que tenía una relación extramatrimonial?

—Quizá, no lo sé. Shizuru insiste en que Tomoe volverá pronto y que no hay razón para alarmarse. Yo me he ofrecido a ponerle un guardaespaldas, pero su independencia lo es todo para ella. Dice que no tiene intención de dejar que un... —Reito no terminó la frase, cortado.

—¿Un matón? En este caso una matona …

El hombre se aclaró la garganta.

—Que no tiene intención de tener a alguien todo el día detrás de ella.

—Ya, bueno, pues este «matón» tampoco tiene interés en seguir a la señorita Fujino, así que asunto resuelto —replicó Natsuki—. No me apetece hacer de niñera para una columnista de chismes que no tiene interés en que la protejan.

—¿Te gusta trabajar en mi agencia, perdón nuestra …Natsuki? — preguntó Midori entonces.

Ella apretó los dientes. Evidentemente, aquello era una amenaza. Sabía que la accionista mayoritaria era ella… ¿Le gustaba ser guardaespaldas? Sí y no. ¿Era preferible eso a estar sin trabajo y alejada de sus amigas? Desde luego prefería trabajar, Midori lo sabía bien. Y también sabía que el escándalo que había arruinado su carrera en Tokyo haría que encontrar otro trabajo no fuese tan fácil al menos en el gremio de las agencias de seguridad. Al menos no un trabajo tan lucrativo como aquél.

—A veces puedes ser muy «persuasiva», Midori

Ella y Nao soltaron una carcajada

—Entonces mi cachorro, ¿aceptas el trabajo?

—No tengo elección, esto es peor que no tener mayonesa

—Eres muy cabezota, pero agradezco tu disponibilidad forzada.

—Ah, bueno, menos mal —suspiró Reito, aliviado—. Pareces una persona muy capaz. Shizuru estará en buenas manos.

—Te olvidas de algo, ¿no? —comentó Natsuki—. Shizuru no quiere un guardaespaldas. ¿Cómo voy a cuidar de ella si no quiere que la cuiden?

—Ya lo he pensado—contestó Reito—. Creo que deberías vigilarla sin que ella lo sepa. Síguela disimuladamente. Se supone que eso es lo tuyo, ¿no? Shizuru es una chica muy lista y si no intentas pasar desapercibido se daría cuenta. Yo te diré cuál es su horario, sus costumbres, su dirección, los sitios a los que suele ir... Que no te vea mientras...

—La espío.

—Sí, bueno...

—Espiar no es hacer de guardaespaldas. No puedo garantizar la seguridad de un sujeto libre.

— ¿Sujeto libre?

—Alguien que no tiene defensas —explicó Natsuki—. El primer paso para salvaguardar a un cliente es establecer ciertas pantallas defensivas, por ejemplo un sistema electrónico de seguridad en su casa. Tendría que decirle que cambiase de hábitos, por ejemplo, que no saliera de casa todos los días a la misma hora y sí, tendría que pegarme a ella como uno de esos guantes de satén... No puedo defender a un sujeto que no participa en su defensa.

—Estoy de acuerdo con Natsuki—dijo Midori—. La protección personal es más complicada de lo que parece, Reito. Estamos especializadas en proteger de verdad a los clientes. Pero para eso hay que establecer varias órbitas de defensa, con el agente asignado a unos metros del sujeto. Eso no se puede hacer sin el conocimiento del cliente.

—Me doy cuenta de que lo que pido es inusual —insistió Reito— pero yo conozco bien a Shizuru y sé que no aceptaría nunca ese tipo de restricción.

—Reito, no olvides que yo también conozco a Shizuru. Me cae bien y quiero que esté protegida. Pero lo que estás pidiendo es que hagamos un mal servicio al cliente.

—Pero es que Shizuru se niega a aceptar los servicios de un guardaespaldas.

—No puedo vigilarla veinticuatro horas —dijo Natsuki.

—Shizuru no es vulnerable las veinticuatro horas —respondió Reito—. Por las mañanas trabaja en la oficina y no creo que esté en peligro entre sus colegas.

—¿Y en su casa? —preguntó Natsuki—. ¿Hay un conserje?

—No, vive en un loft que solía ser una tienda de dulces, en Tokiwa. Supongo que tendrá cerrojo o algo así, pero no estoy seguro.

—Ah, excelente sistema de seguridad —murmuró Natsuki.

—Haz lo que puedas —insistió Reito—. Eso es todo lo que te pido.

—Necesito una fotografía de Tomoe.

Nao tomó otro ejemplar de la revista y se la pasó.

—La página sesenta y dos.

En la página sesenta y dos Natsuki encontró un montón de fotografías tomadas en un baile benéfico.

—La última foto de la derecha. Ella es Tomoe Marguerite y la que está a su lado es su esposa.

Era una mujer de media altura, cabello color cerceta con un vestido negro y un diminuto tatuaje en forma de flecha sobre el tobillo derecho. Su esposa tomaba una copa de champán con expresión aburrida... pero detrás de Tomoe había un hombre con esmoquin. Era un tipo elegante y delgado de unos cuarenta y tantos años, con ojos pequeños y aspecto malicioso que se inclinaba para decirle algo al oído.

— ¿Puedo quedarme con las revistas?

—Sí, claro —contestó Reito, sacando una tarjeta del bolsillo—. Puedes llamarme a este número.

—Muy bien entonces —dijo Midori—. Nao, ¿te importa redactar el contrato?

—Ahora mismo, lo hago. Cachorra ahora si te pondrás a trabajar por fin ya me estaba cansando de tenerte cerca de mí.

Reito estrechó su mano.

—Gracias. Te aseguro que no lo lamentarás.

«Yo no apostaría por ello, creo que ya me estoy lamentando», pensó Natsuki.