¡Buenas! La verdad dudaba mucho si subir la historia aquí, en verdad le entiendo muy poco a esta plataforma, pero nada que no se pueda ir aprendiendo sobre la marcha. Espero se diviertan con esta historia, el personaje principal es mi favorito de todos, y en verdad espero transmitir emociones a través de ella. Desde ya agradezco se tomen el tiempo de leer y comentar si así gustan. Gracias.
Kawasumi Kurisu es una chica común que cada día asiste al Instituto Kusanagi, cumple con sus deberes, ayuda a sus compañeros y además desempeña el arduo trabajo de cuidar el Templo de la Ciudad. Todas las personas que visitan aquel lugar sagrado hablan muy bien de ella y siempre la saludan cuando la ven pasar; ella es amable, educada, humilde y mantiene una presencia inigualable ante los demás, es muy atlética aunque no le guste destacar en deportes del Instituto, practica kendo y aikido, su largo y oscuro cabello es sumamente envidiable; pero la característica que nadie puede obviar en ella es su profunda y penetrante mirada, esos ojos azules brillantes como del más puro y transparente océano.
Ella guarda un secreto, una herencia, un legado de sangre que no le fue posible negar.
- ¡Kawasumi-san! –Se acercó corriendo hacia ella- ¿Desea que le ayude con sus cosas? –Se ofreció amable.
- Oh, no te preocupes Saito-san –Sonrió amable mientras cargaba un par de cajas- Solo debo llevarlas hasta la Oficina del Consejo, y si no me equivoco tú debes ir para allí también…
- Sí –Caminaba a su lado- Como usted dijo, debemos terminar con las propuestas para el Festival de Verano.
- Tienes razón, son muchas las ideas… -Ambos llegaron hasta la Oficina e ingresaron.
- Por cierto, Kawasumi-san –Ella dejó las cajas en el escritorio y lo miró atenta- He escuchado que en su clase ingresará un nuevo estudiante.
- ¿Sí? –Levantó una ceja- ¿A estas alturas?
- Según me han dicho que es muy conflictivo –Explicaba- Tuvo muchos problemas en colegios anteriores…
- Ya veo.
- Y no sólo eso, dicen los rumores que él mismo solicitó estar en esa clase… -Hizo una pausa y luego continuó- Preguntó por usted.
- ¿Por mí? –Un tanto sorprendida y confusa- ¿Con qué motivos?
- No sabría decirle, lo mejor sería que tenga cuidado…
- Hm… -Se sentó en su silla y quedó pensativa.
El resto del día transcurrió normalmente, aunque Kurisu estuvo muy pensante por aquello que le habían comentado a primera hora del día.
Al terminar el horario matutino de clases, los alumnos se dirigen a sus respectivas obligaciones en los diferentes clubes formados en el Instituto, por lo que la Presidenta del Consejo Estudiantil no era la excepción. En el Consejo había mucho trabajo que hacer y muchas cuestiones por resolver, una de ellas era controlar que los encargados de cada club llevaran sin problemas las actividades propuestas.
- Muy bien, es bueno que todo vaya tranquilo –Dijo amable.
- Todo va más que perfecto por aquí, Kawasumi-san.
- Será un placer que uno de estos días participe de sus actividades.
- ¡Un honor! Simplemente un honor –Alegó complacido.
- Gracias –Sonrió y se retiró.
Caminando por el pasillo, finalizada una recorrida satisfactoria por todos los clubes decidió volver a la Oficina, sin embargo no esperaba llevarse una sorpresa al encontrarse con un joven que estaba obstruyendo su camino, mirándola fijamente con ojos llenos de ira. Ella detuvo su paso, después de todo no reconocía al estudiante aunque llevara el mismo uniforme del Instituto Kusanagi; no parecía tener más de 17 años, era alto y de contextura física promedio para alguien de esa edad, su cabello de color negro se acomodaba de manera alborotada sobre su cabeza, unos ojos de color verde y una mirada altanera terminaban por definirlo.
- La imponente Sacerdotisa… -Susurraba de tal manera que a Kurisu se le hacía complicado entender sus palabras- No es más que una simple niña.
- ¿Cómo? –No bajó la guardia en ningún momento, se la notaba tranquila aunque bajo eso ocultara un terrible nerviosismo.
- Morirás… -Mostró una sonrisa maquiavélica que logró asustar a la chica. Sereno caminó hacia ella y antes de cruzarla le dijo sin mirarla- Pronto Sacerdotisa… -Continuó su camino.
La atemorizada muchacha se quedó completamente congelada a causa de esas palabras, su cuerpo no quería reaccionar y su mente fue invadida por miles de ideas que la confundían cada segundo que transcurría.
Cuando al fin pudo moverse, pasados unos minutos, decidió ir a buscar sus cosas y retirarse hasta su casa. El camino hasta el Templo no fue para nada placentero como lo solía ser rutinariamente, no podía dejar de pensar en las palabras que el misterioso joven le había dicho; ¿será aquel chico del cuál le habían mencionado? Si fuese así… ¿Por qué la amenazó de tal manera? Solo quizás para mantener su reputación conflictiva, pero… ¿Justamente ella?
Al llegar al Templo saludó a las personas que se encontraban realizando sus rezos cotidianos, les ofreció algunos consejos y ayudó en lo que podía en cuanto le solicitaban tal y como lo hacía día a día. Cuando terminó con su trabajo fue y se preparó la cena.
Kurisu vive hace algo más de 2 años sola, cuidando tanto el Templo como la casa, a su cargo había quedado todo el territorio sagrado de la ciudad. Nadie conocía con exactitud la historia de su familia, ni nunca antes se habían preocupado por conocerla solo les bastaba con la amabilidad recibida por los Kawasumi. Su padre falleció cuando ella era pequeña, por lo tanto no sabe mucho sobre él; su madre fue víctima de un trágico accidente que ningún habitante del pueblo puede recordar, solo Kurisu.
Luego de terminar con sus tareas escolares se dispuso para ir hasta las escaleras a la entrada del Templo, sentarse allí en ese lugar le relajaba mucho. Terminó con la limpieza de la casa, buscó un abrigo y fue para allá.
La Luna controlaba tranquilamente todo bajo su profunda capa de oscuridad llamada noche, cubierta en su totalidad por vigilantes estrellas resplandecientes. El silencio parecía haber envuelto los alrededores, el viento solo se mantuvo calmo y ligeramente producía una brisa fresca en ciertas ocasiones no muy marcadas. El tiempo era confuso en aquel lugar tan solitario. La Sacerdotisa satisfizo su necesidad de tranquilidad recostándose por uno de los pilares de la entrada, sentada en el último escalón de las imponentes escaleras.
- Entonces… -Irrumpió en el enmudecido ambiente una voz grave y fuerte. Kurisu se alertó e inmediatamente se puso de pie buscando con la mirada de dónde provenían las palabras- ¿Estás completamente segura de que es aquí el lugar que prefieres para tu muerte?
- Prefiero antes saber quién eres –Reconoció la voz, era el estudiante con el cual se había cruzado en los pasillos del Instituto.
- Tonta Sacerdotisa –Rio- Venir a un lugar a estar a solas luego de que un completo desconocido te ha amenazado de muerte no es la mejor de las ideas, ¿sabes? –La figura del muchacho apareció desde detrás de la columna opuesta a la que estaba ella.
- Si tu intención era matarme, lo hubieras hecho desde hace ya rato –Lo miraba fijamente, algo confiada esta vez- ¿No será que algo te lo impide?
- Eres valiente para ser mujer… -El rostro de él desdibujó la sonrisa que hace unos instantes poseía- Tu vida es demasiado tranquila para poder comprender –Hizo tronar sus dedos al moverlos con cierta severidad, notándose como unas afiladas garras crecían-
- No es necesario comprender –Suspiró- Pensé que ya todo había quedado más que claro entre nosotros.
- ¿"Nosotros"? –Hizo un gesto- ¡Nosotros no tenemos nada! –Alzó el tono de su voz- Matarte es mi cometido, nada más simple que eso –Antes de terminar de pronunciar esas palabras, y de que Kurisu pudiera responder a su acción venidera, se aproximó hasta ella con una velocidad inhumana para sujetarle del cuello, empujándola bruscamente contra el poste.
- Tsk… -El dolor inmediatamente se hizo presente en su cuerpo.
- ¡Vamos! ¡Muéstrame ese poder del que tanto hablan! –Le apretó más el cuello, disfrutando el tenerla así. Ella solo sostenía el brazo de él con ambas manos, intentando inútilmente liberarse del agarre.
- No… -Logró decirle con dificultad. Prensó más su mano contra ella y la mantuvo así por unos segundos más, sin respuesta alguna por parte de la muchacha.
- No me sirve matarte sin al menos haber probado algo de tu supuesto poder –Le soltó y de manera instintiva ella tomó una bocanada de aire en razón de recuperar el oxígeno, quedando recostada contra el pilar.
- Mi responsabilidad… -Tosió- No es acceder a peleas innecesarias… -Fijó su mirada hacia él.
El joven molesto dio un puñetazo contra la columna quebrándola ligeramente; el golpe quedó a pocos centímetros del rostro de Kurisu, pero ella no reaccionó de ninguna manera a tal acción. Sin quererlo sus miradas se cruzaron y el dueño de aquellos ojos verdes se sintió invadido por los profundos ojos azules que tenía en frente, eso lo hizo retroceder unos pasos. No dijo nada más. Hizo un paso hacia el costado y saltó para las escaleras, desapareciendo entre la oscura espesura formada por los árboles que rodeaban la subida hacia el Templo.
Todo volvió a ser recuperado por el sigiloso silencio. La Luna estaba escondida detrás de unas nubes que coincidentemente aparecieron para ocultar su rostro durante este acertado encuentro.
Al día siguiente la joven Sacerdotisa se levantó muy temprano, como era habitual en su rutina, para realizar las oraciones matutinas correspondientes.
En cuanto a lo que ocurrió por la noche, solo le quedaron unas marcas en el cuello las cuales cubrió con unos vendajes simples, pondría la excusa de haberse lastimado durante una de las prácticas en Kendo; el encuentro con aquel muchacho fue significativo, ella lo conocía por lo que le habían comentado, sabía de su familia y la obvia rivalidad que existía entre ambos linajes.
- Kurisu-chan… ¿Qué te ha sucedido? –Una chica de cabellos color castaño oscuro se acercó presurosa hacia ella-
- Yuuko… –Se volteó a verla- Esto… -Puso la mano en su cuello- Estuve practicando Kendo en mi casa y… -Trataba de explicárselo de tal manera que no fuera a desconfiar de ella- Me lastimé realizando una de las técnicas.
- Deberías de tener más cuidado –Se sentó en el pupitre delante de ella. Ambas se ubicaban en el centro del salón desde ya comienzo del Instituto.
- Sí –Rio aliviada porque su amiga había caído en su disimulo-
- ¿Sabes? –Le miró un tanto seria y a la vez se aproximó hasta Kurisu para poder murmurar- Todo el Colegio está hablando sobre aquel chico…
- ¿Qué chico? –Se hizo la desentendida, pero mejor que nadie sabía de quien le estaban hablando-
- No te hagas, Kurisu-chan –Frunció el ceño- Ya la mayoría te habrá comentado –Estaba en lo cierto. Ayer cuando fiscalizaba los diferentes clubes, cada uno de los encargados le preguntaba lo mismo que le había comentado su Vicepresidente: ¿Por qué un chico conflictivo que recién llegaba al Instituto preguntaba por ella? ¿Tenían acaso alguna relación pasada?-
- Yo… -El nerviosismo en ella iba a salir a flote si no fuera porque en ese preciso instante ingresó el profesor-
Todos se pusieron de pie de inmediato y saludaron como de costumbre. Sin embargo una cosa, una sola cosa, fue lo que resaltó ese día al comienzo de la clase. El profesor trajo consigo a un estudiante nuevo. Su cabello desordenado cubría ligeramente aquellos ojos de un intenso color verde, vestía el uniforme del Instituto pero lo hacía de una manera desalineada, su camisa fuera y su corbata desajustada lo hacían ver como todo típico rebelde de secundario.
El rostro de Kurisu se mantuvo sereno y su mirada fija en el muchacho. De la misma manera él conservaba su contemplación hacia ella al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en sus labios, pero no era de amabilidad sino más bien parecía ocultar fines más oscuros.
Varios se dieron cuenta de ese cruce de vistazos entre ellos. Algunos comenzaron a murmurar, Yuuko notó la posición que había adoptado su amiga y apoyó su mano en el hombro de ella lo que hizo que inmediatamente la chica declinara su acción y así desvió la mirada.
- Kurisu-chan… -Le miró preocupada.
- No te preocupes, Yuuko –Sonrió para tranquilizarla- Estaba pensando en algo nada más…
- Buenos días –Saludó- Como verán, él será su nuevo compañero de clases –Apuntando al muchacho.
- Mi nombre es Takahashi Alex –Se presentó con tranquilidad y una expresión irónica adornaba su rostro. Varias de las chicas empezaron a cuchichear entre ellas y él les dedicó una sonrisa mostrando su blanca dentadura- Espero no ser molestia –Fijó nuevamente su mirada hacia Kurisu.
- Kawasumi-san –Le llamó el profesor- Estarás a cargo de Takahashi hasta que se adapte al Instituto.
- Sí –La sorpresa no fue tanta, esperaba le encargaran eso después de todo.
Luego de las presentaciones formales y de que le indicaran el pupitre que utilizaría, Alex se dirigió a sentarse, pero no sin antes cruzar al lado de la Sacerdotisa para poder atravesarle con su amenazante mirada. Kurisu no se quedó atrás y no le quitó los ojos de encima; aprovechando de su máxima característica le miró de la misma forma en que lo había hecho la noche anterior en el Templo. Nadie sabe por qué, pero ambos apartaron su vista del otro inmediatamente después de sentir un extraño escalofrío que les recorrió el cuerpo por completo.
"Un profundo mar de emociones recorre todo tu ser, querida Luna"
