YURI
Hasetsu era diferente a San Petesburgo, su ciudad natal. El clima era frío, pero no tanto. El mar se podía escuchar cantando una canción diferente. ¿O acaso era él quién veía todo de forma diferente? No, él seguía siendo el mismo.
Ese día arribó al lugar dónde aquel patinador japonés le dijo que estaría, Yuri Katsuki, ojos castaños, cabello negro, poca tolerancia al alcohol... Yuri Katsuki, amado por una familia, apoyado por sus amigos, inseguro... Yuri Katsuki, aquél que puso su mundo de cabeza.
-Viktor, la cena está lista- era Yuri desde la puerta de su nueva habitación. -Mi madre cocinó Katsudon, debes probarlo.
Viktor asintió, sí existía alguna duda de su decisión se disipó al ver a Yuri. Quizás él, la leyenda viviente del patinaje, necesitaría mucha más ayuda que el muchacho japonés en mala racha.
