Capítulo 1
8.20 am
Haru despertó y miró el despertador con ojos somnolientos, pero al darse cuenta de la hora que era abrió sus párpados como si el despertador fuera un temible monstruo.
—¡Hahi! ¡Haru no puede llegar tarde otra vez!—gimió.
Se preguntó por qué su padre no había subido a despertarla mientras se ponía su uniforme, la respuesta le llegó de golpe cuando se dio cuenta que su padre no estaba en casa.
Haru suspiró resignada, de seguro su padre se había quedado apostando en el casino toda la noche, para luego pasar a cualquier bar que encontrara, probablemente ahora estaba intentando adivinar qué día era. La ausencia de su madre era cada vez más notoria.
Haru abrió la nevera y no encontró nada para comer, revisó los ahorros que tenía en su cartera, con un poco de suerte conseguiría un descuento en la cafetería, o al menos eso esperaba.
—Si Haru no se hubiera quedado viendo anime hasta tarde, esto no estaría pasando ~desu—suspiró la joven.
Pero no era su culpa, anoche había descargado una serie nueva, se llamaba Katekyo Hitman Reborn, y no había podido despegar los ojos de la pantalla, mientras en el fondo de su corazón esperaba a que su padre llegara.
La castaña salió corriendo de su casa rumbo a la escuela, ya sabía que iba a llegar tarde, pero al menos intentaría llegar lo más temprano que sus piernas le permitieran.
8.47 am
La chica otaku entró con exactamente 47 minutos de retraso, miró con resignación las puertas de su escuela e intentó idear un plan de entrada.
—Esto es como un anime~desu—se dijo para animarse.
En ese momento su estómago emitió un pequeño quejido a causa de la falta de comida, el vacío en el estómago de Haru comenzó a incomodarle, quitandole la poca fuerza que ella misma se auto-transmitía. Por un momento parecía como si ella estuviera a punto de rendirse, pero rápidamente sus ojos castaños se tornaron desafiantes. Su voluntad había regresado para desafiarse a sí misma, para probarse e intentar afrontar otro día más.
Haru conocía todos los pasadizos de su escuela, tal vez porque esta no era la primera vez que se retrasaba, asique se había visto en la obligación de buscar rutas de entrada alternativas para que el comité disciplinario no la reprendiera.
Corrió por el patio de entrada, lo más rápido que sus piernas le permitieron, se escondió en un costado y marcó un código secreto en su celular.
El mensaje le llegó a otra alumna de la misma academia, que en ese momento se encontraba en clases. Abrió su celular con discreción para leer el código que había esperado toda la mañana al percatarse que su amiga aún no llegaba.
"1886"
Nadie sabía bien por qué habían escogido esa secuencia de números, simplemente representaban una señal de auxilio difícil de interpretar, si es que alguien ajeno al sistema, como un profesor, llegaba a leer el mensaje.
La joven receptora escribió en un papel el código y lo pasó a su compañera de pupitre, que tampoco parecía sorprendida.
—Sensei—la primera niña se puso de pie—. No me siento muy bien, puedo ir a enfermería.
—Esta es la segunda vez esta semana, Misaki. ¿Aún no has ido al doctor?—preguntó preocupado el profesor.
—Ya pedí hora para el lunes, las jaquecas son horribles—respondió Misaki.
En ese momento la compañera de banco de Misaki se levantó para ofrecerse:
—Sensei, yo la acompaño, para que no se desmaye en el camino.
El profesor miró exceptico a sus estudiantes, pero finalmente cedió a la petición.
—Que comience la operación, Ingresando a Haru—dijo Misaki.
La joven que supuestamente sufría jaqueca corrió al ala este donde se encontraba esperando Haru, mientras que su compañera de banco echaba una alocada carrera para distraer al comité disciplinario.
8.56 am
Haru emprendió camino a su siguiente clase, suplicando pasar desapercibida.
Por fortuna, el maestro no prestó atención a la mágica aparición de la alumna, hoy estaba de buen animo asique lo dejó pasar.
La castaña agradeció la ayuda de sus amigas e intentó mantenerse despierta durante la clase, realmente debía dejar su hábito de ver anime en la noche si quería aprobar el curso.
El día de Haru transcurrió normal, partiendo por su llegada tarde a clases, pasando por un pobre almuerzo que apenas se permitió pagar, y finalizando cuando se quedó dormida durante su última clase, la maestra golpeó con tal fuerza el pupitre de su alumna que ella no pudo evitar gritar un "Hahi" que despertó las risas de toda la clase. Y como si fuera poco, tuvo que quedarse hasta tarde limpiando el salón, aunque eso no le importaba mucho, no era como si alguien la estuviera esperando en casa.
El estómago de Haru volvió a quejarse mientras emprendía camino de regreso a casa.
Hoy había escuchado a su maestra regañandola por no poner los pies en la tierra, apenas comió algo en el almuerzo, no había visto a su padre en todo el día y se sentía más sola que nunca, y en medio de esa soledad se sintió culpable por no valorar a sus amigas que tanto la ayudaban cada vez que llegaba tarde.
Ya se estaba haciendo tarde, el sol comenzaba a esconderse detrás de los altos edificios de Japón, la gente que caminaba a su lado estaba absorta en sus pensamientos, cada persona centrada en su mundo y ya.
Entonces recordó a Sawada Tsunayoshi, el protagonista que había visto ayer en su pantalla, ese chico de mirada amable que siendo solo un dibujo había le había animado, porque siendo un Dame-Tsuna, lograba llevar su vida y aceptar su destino.
—Supongo que Haru es una Dame-Haru—se dijo en voz baja.
Pero no se sintió triste, sino que sus labios se curvaron en una ligera sonrisa de satisfacción.
—Tsuna-san, tú sí entiendes a Haru~desu—completó—, en serio desearía que fueras real.
Llegó a su casa, vacía como siempre, pero con un gran desorden en el comedor que anunciaba que su padre había regresado, pero se había vuelto a marchar.
–Mamá, ¿volverás algún día a ver a Haru?—preguntó la niña, sin esperar respuesta de nadie.
Subió a su cuarto y lanzó su mochila sobre su cama, tenía algunos deberes por hacer, miró su pc con nostalgia antes de comenzar a realizarlos.
11.32 pm
Una joven de 16 años se encuentra sola en su casa, mientras su padre apuesta en el casino y su madre se encuentra muy lejos.
Las estrellas cubren el cielo, por encima de la casa de la estudiante, alegre pero solitaria, cuando porfin termina sus deberes observa nuevamente su laptop.
A la joven le pesan sus párpados y sus ojos cafés están cansados, pero en su interior la curiosidad le está matando.
¿Dormir o ver a Tsuna?
Que ridículo, se dije mentalmente. Una caricatura, un simple dibujo, le da ánimos. Pero sea como sea, Tsuna no es real.
La joven mira con sus cansados ojos a la ventana, cualquier persona que viera la escena se daría cuenta que los ojos de la muchacha estaban brillando tanto como las estrellas, porque a pesar del cansancio y la nostalgia, en su alma ella aún guardaba algo de esperanza y anhelo, que eran suficientes para hacer brillar a su mirada.
—Tsuna-san, ¿por qué no puedes ser real?—se preguntó Haru, sin esperar respuesta. Sin pensar que las estrellas la estaban escuchando.
Al día siguiente.
8.14 am
Los suaves rayos de luz caen sobre unas castañas hebras de cabello, acariciando una cremosa piel blanca que recubría el cuerpo de una joven que descansaba sobre la resbaladilla de un parque de diversiones.
Lentamente la muchacha abre sus ojos, pero su cuerpo se pone rápidamente alerta al darse cuenta que no está en el mismo lugar en donde se durmió.
Asustada, la joven observa con atención un paisaje que solo había visto en un anime, por lo que ya conocía a pesar de no haber estado nunca allí: Namimori.
—¡Hahí!—fue lo único que logró articular al darse cuenta de dónde se encontraba.
8.26 am
Un pequeño arcobalero llega hasta el parque de diversiones de Namimori y descubre que el informe que había recibido era cierto.
