Saludos. Unos pequeños avisos antes de empezar~

Aunque pueda parecerlo esto no es un crossover, es un AU. Esto quiere decir que los personajes de SnK se encuentran dentro del universo de Pacific Rim, pero al ser solamente un AU no aparecen los personajes de la película, solamente los del manga. Y por eso mismo no está en la categoría de crossover.

Sé que Pacific Rim se estrenó el año pasado y que no soy ni de lejos la primera en ver el paralelismo con SnK. Pero sucede que acabo de ver la película por primera vez y dado ese evidente paralelismo he querido trabajar en esta historia que, en ciertos puntos, se asemeja mucho al guión.

Por último, decir que va a ser un fic con varios capítulos cortos (alrededor de 1.000 palabras como máximo) por tanto pretendo actualizar con bastante frecuencia. No he terminado aún de escribir ni sé cuál será la longitud final del fic. Solo el tiempo y vosotros, los lectores, lo dirán.

Nada más. Os dejo con los avisos pertinentes y empezamos. ¡Espero que os guste!

Disclaimer: Shingeki no Kyojin y todos sus personajes pertenecen a Hajime Isayama. Pacific Rim y todos sus personajes pertenecen a Guillermo del Toro y Legendary Pictures. Esta historia fue escrita sin ánimo de lucro y con el único propósito de entretener.


El agua resbalaba sobre su piel pálida, llevándose por el desagüe los rastros de sudor y suciedad, pero no era suficiente para borrar también las pesadillas que la acechaban por las noches. Y si no ponía cuidado, se perdía en esos recuerdos incluso cuando estaba despierta. Por eso cada vez le era más difícil concentrarse en su trabajo. Por eso estaba a punto de abandonar. Por eso, quizá, la había llamado el mariscal Smith a su despacho, pensó, mientras cerraba el grifo y alcanzaba una toalla para secarse.

Con el cabello todavía húmedo, recorrió los pasillos de la base militar con paso firme y decidido. El complejo se encontraba a las mismas orillas del océano, cerca de la ciudad asiática de Hong Kong. Se trataba de una enorme instalación conformada principalmente por talleres, laboratorios y hangares. Oficialmente era un centro de supervisión que tenía sus días contados, puesto que quedaría clausurado cuando se terminara la construcción de la gigantesca muralla que sería la salvación de la humanidad. Pero, a pesar de su inminente desaparición, el lugar bullía de actividad. Abandonó el nivel superior para adentrarse en las entrañas de la base, hasta el lugar donde el líder de todo ese proyecto tenía su despacho.

El lugar no se encontraba en la planta alta del complejo, tal como cabría esperar de alguien de alto rango. Pero si había una persona que odiara a los burócratas más que nadie, ese era el mariscal Erwin Smith. Mikasa aguardó delante de su puerta, esperando el permiso para entrar. El mariscal Smith había sido piloto en los primeros días de la guerra. Comprendía a sus hombres y sabía qué clase de persona necesitaban al mando. Y por eso su despacho estaba en el piso inferior, un pequeño habitáculo anexo al hangar principal.

Cuando entró en la sala, Smith estaba de espaldas a ella, pero se dio la vuelta en cuanto la escuchó cerrar la puerta. Llevaba el pelo rubio perfectamente peinado hacia atrás con gomina, el uniforme del ejército que señalaba su rango tan impoluto como siempre. Mikasa siempre había pensado que ese uniforme era parte de su persona: si se lo quitara, dejaría de ser el mariscal Smith. Costaba imaginárselo con otro atuendo, ni siquiera el traje de combate. Su gesto era serio e imponente, duro, pero no frío. Sabía poner distancia entre él y sus subordinados; ella jamás lo había visto sonreír. Permaneció frente a él, expectante, tras murmurar un saludo disciplinario.

- Ackerman – el hombre respondió de la misma manera - ¿Sabe por qué está aquí?

No se podía negar que era directo. Mikasa frunció el ceño muy levemente, pero fue el único gesto que dejó traslucir en su rostro. Ella también era buena en mantener un semblante impasible.

- No, señor – se hacía una idea, pero no perdería el tiempo con divagaciones. Si Smith quería algo de ella, que se lo dijera.

- Claro que lo sabe – terció – Está aquí porque su rendimiento ha descendido de forma alarmante en las últimas semanas.

Aceptó el reproche con dignidad. Después de todo, era cierto.

- Le pido disculpas, señor – dijo, en tono neutro e impersonal – Le aseguro que...

- No quiero sus disculpas – cortó Smith – Quiero resultados. Usted me aseguro que estaba recuperada. Que estaba lista para volver. Los informes psicológicos fueron favorables.

Mikasa sacudió la cabeza, enfurecida por un momento. Respetaba con creces a su superior, pero ¿quién se creía que era para juzgar su capacidad y, más que eso, sus sentimientos? Aunque era inevitable que lo hiciera, ya que todo ello iba unido. Si no era capaz de controlar sus emociones, tampoco podía pilotar un jaeger.

- Han pasado diez meses, Ackerman – continuaba diciendo – Los pilotos que le mencioné están a punto de llegar. En menos de medio año, los gobiernos nos darán la espalda. Adiós a la financiación. Todo lo que tenemos será un montón de chatarra. Fabulosa, pero chatarra al fin y al cabo – el hombre se acercó a ella y apoyó una mano sobre su hombro izquierdo – Eso ya lo sabe. Sé que, en el fondo, continúa profundamente afectada por la pérdida de su hermano. Podrá engañar a los psicólogos, pero no a mí. Ahora estamos solos. La muralla no servirá de nada; somos los únicos que podemos detener la amenaza que se nos viene encima. Y usted es uno de los mejores pilotos que existen, su talento es excepcional. No lo eche a perder. No se rinda. La necesito, Ackerman. La humanidad la necesita.

El mariscal Smith terminó su alegato y volvió a darle la espalda. Mikasa no sabía qué responder, o si tan siquiera debía responder algo. Sus palabras le habían calado hondo. No esperaba que él, tan distante como era con los demás, hubiera sabido leer en ella con tanta claridad. Articuló un débil "sí, señor" antes de abandonar el despacho; su superior no hizo nada por detenerla.

Caminó de vuelta a su cuarto, esta vez con mucha más calma que antes. Iba reflexionando sobre las palabras de Smith, totalmente perdida en su significado. "Ya han pasado diez meses", había dicho. Diez meses de pesadillas, de despertarse por las noches, de llantos ahogados contra la almohada al recordar que su hermano ya no estaba allí con ella.

Al principio se negó a derramar una lágrima: era fuerte, llevaría su dolor por dentro hasta que con el tiempo lo aceptase. Pero había sido mucho más difícil de lo que pensaba; Armin ya se lo había advertido. No le escuchó. Y acabó derrumbándose. El día que abrió los ojos a la abrumadora realidad, fue demasiado opresiva para ella. Sintió que se asfixiaba. Así que se terminaron los jaegers, los entrenamientos y el matar monstruos. No estaba en condiciones. Sólo su terquedad, su fuerza de voluntad y su reticencia a retirarse de esa forma habían conseguido levantarla. Había vuelto al programa de pilotos, dispuesta a regresar al combate. Y ahora descubría que todavía estaba arrastrando secuelas de todo aquello. Más de una vez había pensado en rendirse, en entregar su renuncia, pero algo se lo impedía. Quizá fuera su orgullo, o tal vez la necesidad de honrar la memoria de Eren. No podía quedarse de brazos cruzados mientras se acercaba el fin del mundo. Él jamás lo hubiera hecho.

De vuelta en su habitación, se quitó las botas y se dejó caer en la cama, observando el techo. Trató de dejar la mente en blanco, cosa que le resultó imposible. Por más que detestara darle la razón, el mariscal Smith estaba en lo cierto. Tenía que pelear. Sus dedos acariciaron con suavidad la bufanda roja que siempre llevaba al cuello. Jamás se separaba de ella; había sido un regalo de Eren cuando se conocieron. Con un pesado suspiro, dejó que la tela resbalara entre sus dedos. Smith tenía razón en otra cosa: necesitaba un copiloto.


¿Qué os ha parecido? Es la primera vez que escribo un AU y muy pocas veces he escrito un chaptered fic así que toda aportación es bienvenida. ¿Reviews? :)