Crossover The Walking Dead – The Vampire Diaries
Sinopsis: En medio de una invasión zombi, Damon regresó a casa con la esperanza de reunirse con su hermano, pero en su lugar se encontró con una chica asustada que tendría que proteger.
Delena
+18
AU (humanos y zombis)
Los personajes que aquí aparecen no me pertenecen a mí, sino a The CW (en el caso de los personajes de TVD) y a AMC (en el caso de los personajes de TWD)
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Durante la histeria colectiva y los primeros ataques zombis, Stefan y su novia Elena corrieron a buscar un lugar seguro donde refugiarse. El chico no se llevó nunca bien con su hermano mayor Damon, pero este pertenecía a los SWAT y seguro que sabría qué hacer en una situación como esta.
Stefan intentó llamarle desesperadamente en varias ocasiones, pero las líneas telefónicas estaban saturadas y era imposible contactar con el chico. Por esa razón y sabiendo que la casa de Damon no estaba muy lejos de donde ellos estaban, la pareja se subió a su coche y se presentaron en casa del mayor de los Salvatore.
El chico no estaba allí, por lo que su hermano supuso que estaría ayudando a acabar con la amenaza zombie. Por suerte para ellos, Stefan tenía una copia de la llave y lograron entrar sin problemas.
-¿Qué hacemos ahora? –preguntó una preocupada ella.
-Damon no tardará en venir, deberíamos pasar y esperarle aquí. Él sabrá qué hacer luego.
Stefan sacó una pequeña navaja de su bolsillo y garabateó una serie de extraños símbolos en la puerta exterior, un lenguaje en clave que utilizaba con su hermano cuando eran pequeños. El mensaje era para decirle a Damon que él estaba allí.
La casa estaba muy bien protegida, incluso tenía un sótano donde había armas y víveres suficientes para sobrevivir hasta que Damon regresase. Stefan siempre le había tomado por un loco por tener todo eso en casa, pero ahora no podía estar más agradecido.
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Pasaron varias semanas encerrados en aquella casa con miedo a salir al exterior, sin saber muy bien qué estaba ocurriendo fuera. Las provisiones se estaban agotando y ambos sabían que no podían seguir esperando a que Damon fuese a rescatarles, que debían hacer algo o morirían de hambre.
-Hay una pequeña tienda cerca de aquí –recordó Stefan-. Puedo ir y volver en seguida, con suerte no la habrán saqueado del todo.
-¿Es que no has visto lo que esos seres hacen? El exterior no es seguro.
-Tampoco podemos quedarnos en este lugar para siempre –dijo él consciente de que sino lo hacía ambos morirían de hambre-. Necesitamos comida.
-Por favor, no vayas.
-He de hacerlo, Elena.
La chica iba a protestar, pero sabía que su novio tenía razón. Además, si la tienda estaba tan cerca como él decía, no tenía por qué haber ningún problema.
-Te mucho cuidado –le suplicó Elena.
-Todo irá bien, cariño.
Stefan bajó al sótano y cogió una mochila vacía, una pistola con varios cargadores y se despidió con un beso de su chica, prometiendo que regresaría a por ella.
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Elena no estaba muy segura de cuanto había pasado desde que Stefan se fue en busca de provisiones, pero lo que sí sabía era que habían pasado varios días. Las pocas latas de comida que le quedaban se habían acabado poco después de irse Stefan, por lo que la soledad, el miedo de haber perdido a novio y el hambre se convirtieron en su única compañía durante ese tiempo.
Una noche, unos fuertes golpes despertaron a Elena, quien se quedó de piedra al ver cómo una horda de zombis rompía la puerta principal e irrumpía en la casa.
La chica logró reaccionar rápidamente y cogió la pistola que tenía a su lado de la cama y les disparó aunque con tan mala puntería que no alcanzó a ninguno. Presa del pánico, corrió a esconderse al sótano, el cual tenía una puerta blindada y la protegería mejor.
Allí abajo el tiempo pasaba más despacio, pues solo sabía cuándo era de día o de noche porque había una pequeña ventana al exterior de la que apenas entraba luz.
Elena no supo cuánto tiempo se pasó allí, pero un día oyó ruidos extraños, como el de un cuchillo afilado cortando carne, aumentaron los escalofriantes gritos de los zombis y el ruido del cuchillo cada vez era más cercano. Después, se produjo el silencio por un momento hasta que el ruido de un par de disparos la sobresaltó.
Alguien había entrado en la casa y, no solo a la casa, sino que había bajado al sótano y dado unos golpecitos en la puerta.
-¿Stefan, estás ahí? –preguntó una voz masculina-. Abre, soy Damon.
Elena se sorprendió al oír ese nombre, pues resultaba que se trataba del hermano de su novio. Debía sentirse aliviada al estar él allí, pues se suponía que este no le haría daño. Pese a ello, insegura ante lo que podría encontrarse, la chica abrió la puerta con algo de miedo.
Damon, que tenía el cabello oscuro revuelto y lucía una ligera barba de dos días, llevaba el uniforme de los SWAT compuesto por una chaqueta negra con el logo de su unidad sobre el pecho y una camiseta de mangas cortas también del mismo color. Para completar el conjunto, tenía unos pantalones también negros con muchos bolsillos. Además de eso, cargaba una mochila de campista en la espalda y un rifle de salto en sus manos.
-¿Tú quién eres? –le preguntó él extrañado al verla.
La joven, al contrario que Damon, no tenía rastros de sangre ni heridas en su rostro, pero sí lucía bastante agotada y desnutrida.
-Elena Gilbert, la novia de Stefan –se presentó ella, ya que nunca se habían conocido.
-¿Dónde está mi hermano? –preguntó el chico, mirando dentro del sótano buscándole con la mirada.
-Salió hace unos días a buscar comida, pero… No ha regresado todavía.
Damon, al suponer que su hermano había muerto, sintió cómo su mundo se terminaba de venir abajo ya que lo único que le quedaba y le ayudaba a seguir adelante era pensar que Stefan podría estar a salvo de toda esta locura. Pero, haciendo gala de su entrenamiento en los SWAT, mostró la actitud más fría, fuerte e impasible que pudo para que Elena se sintiese segura y protegida.
-¿Tienes hambre? –le pregunta a esta sacando unas chocolatinas de su mochila.
Ella asintió y tomó la barrita con timidez, para luego devorarla con ansia.
-Calma, fiera -le dijo Damon en un cierto tono divertido-. Tengo más.
El chico le dio más comida y Elena comió más despacio, ya más tranquila al tener el estómago lleno.
-Bien, ya es muy tarde y está empezando a anochecer –comentó Damon como si estuviese planeando una estrategia-. No es seguro salir fuera cuando está oscuro. Así que habrá que madrugar mañana.
-¿Para qué?
-Salir.
-¿Qué? ¡No! ¿Y si Stefan regresa y ve que no estamos?
-Stefan no va a volver -dijo él de forma cortante-. Ha muerto. Y nosotros lo estaremos pronto si no salimos de aquí.
-Este lugar es seguro.
-No nos queda comida, ni agua. De nada nos sirve estar protegidos de esos monstruos si nos morimos de inanición.
Elena le miró aún con la duda reflejada en sus ojos.
-Venga -le dijo él ahora con un tono dulce-, duerme un poco. Te hará falta.
Ella asintió y se fue a dormir. Damon, quien no había comido esa noche para alimentar a la chica hambrienta, comprobó el sótano por si había algo que pudiese llevar consigo y recogió algunas cosas como una mochila de campista de unas dimensiones algo más pequeñas que la suya pero que le irá bien a la chica, ya que era algo menuda. También cogió cuchillos, munición, armas y un par de mantas.
Después de preparar el "kit de supervivencia" y repartir los objetos en las dos mochilas para asegurarse de que Elena no cargase con demasiadas cosas, se tumbó para dormir. A pesar de saber que el sitio era seguro, tomó un cuchillo y se apoyó contra la puerta para asegurarse de que todo iría bien. Hubiese preferido no dormir y hacer guardia, pero sabía que era una mala idea, que necesitaría sus fuerzas para más tarde si quería salir fuera y proteger a la chica.
Unos gemidos de dolor despertaron a Elena un par de horas después. La chica encendió la pequeña linterna que siempre dejaba al lado de su saco de dormir y, al mirar hacia la puerta, se encontró con que su cuñado, que estaba sentado apoyado contra la puerta con un cuchillo de caza en sus manos, se removía inquieto en sueños. Elena se preguntó si era buena idea despertarle o si debía dejarlo estar pero, finalmente y al verle pasándolo tan mal, optó por ponerle una mano en el hombro y él pareció relajarse ante su toque.
-Katherine -murmuró él en sueños.
-Shh… Tranquilo, Damon –le susurró ella-, estás a salvo.
El chico pareció tranquilizarse, por lo que Elena volvió a dormirse sabiendo que este estaba mejor.
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Con los primeros rayos de sol, el joven policía se despertó y fue a llamar a su cuñada.
-Vamos, Elena –la llamó él, zarandeándole ligeramente el hombro-. Hay que ponerse en pie.
Entre murmullos de protesta, esta abrió los ojos algo soñolienta. Cuando sus miradas se cruzaron, Damon seguía manteniendo su mirada impenetrable y semblante serio, sin rastro alguno del chico atormentado que vio la noche anterior mientras este dormía.
-Come –le ordenó él, tendiéndole una chocolatina.
-¿Tú no comes?
-Ya lo he hecho.
Elena supo que mentía, por lo que partió la chocolatina en dos y le tendió un trozo.
-Te hará falta –le dijo ella, repitiendo las palabras que él le dedicó cuando la mandó a dormir.
Damon asintió en silencio, aceptó el trozo de chocolatina y ambos comieron en silencio, sin a penas intercambiar miradas.
Tras aquel breve desayuno, el chico guardó el saco de dormir de Elena en una de las mochilas y terminó de preparar las cosas para irse, para después ayudar a joven a cargarse la mochila que le había preparado.
-¿Estás bien? –le preguntó él al ver que se quejaba un poco por el peso.
-Sí –respondió ella haciéndose la fuerte-, puedo con ello.
Al salir por la puerta principal de la casa, y creyendo que la chica no le veía, Damon dejó para su hermano una nota clavada en la puerta diciéndole que Elena estaba con él y que se dirigían hacia el este, con la esperanza de que este estuviese vivo y lo leyese.
-¿A dónde vamos? –preguntó Elena curiosa después de una breve caminata, acelerando el paso para ponerse al ritmo de su cuñado.
-Primero debemos encontrar comida. Después ya veremos.
La joven asintió en silencio y continuaron caminando en el más absoluto silencio, algo que parecía no importarle para nada a Damon pero que a ella le casaba de quicio, por lo que se dispuso a entablar una conversación:
-¿Por qué no estás con los del ejército?
-El ejército ya no existe, Elena –respondió él con voz totalmente neutral.
-Pero debe haber algún tipo de organización que esté intentando solucionar esto, ¿no? Alguien que nos proteja.
Este comentario hizo que Damon se detuviese en el acto y se girase para mirarla a la cara por primera vez desde que salieron a la calle.
-Nadie va a venir a rescatarnos –dijo él con firmeza-. Estamos solo en esto.
-Pero…
-Ya nada existe salvo esos malditos zombis y los supervivientes.
Elena vio la dureza en sus ojos y entendió por qué este tenía esas pesadillas tan feas, el chico debió pasar un infierno.
-Estabas allí, ¿no? –intuyó ella por su comentario-, cuando ocurrió todo.
-Todo el cuerpo de seguridad del país fue llamado para detener la amenaza.
-Pero no lograsteis vuestro propósito –dijo la chica sin reproche, solo intentando entender lo que había ocurrido fuera.
-Eran demasiados –murmuró él agachando la cabeza para tratar de ocultar lo mucho que eso le afectaba.
La joven no tenía pensado hablarle de lo sucedido la pasada noche, pero su curiosidad pudo con ella:
-¿Quién es Katherine? –preguntó esta, para luego continuar hablando al ver su mirada sorprendida-. La nombraste en sueños, durante una pesadilla.
-Yo no tengo pesadillas –respondió él con una voz tan dura e intimidante que Elena no se atrevió a decir nada más.
Damon vio cómo la había asustado y, sintiéndose mal por ello, suavizó su mirada.
-Debemos continuar –dijo él, volviendo a ponerse en marcha.
