Capítulo uno

Finalmente llegamos a la estación de Hogsmeade y como sabíamos que íbamos a tener que esperar mucho hasta salir del tren porque la gente ocuparía todo el espacio del pasillo del vagón del tren, decidimos esperar.

Pasados cinco minutos en silencio, Luna y yo salimos del tren.

Aquel iba a ser mi quinto año en el colegio Hogwarts de magia y hechicería.

Mi mejor amiga era una chica soñadora, de pelo largo y rubio, llamada Luna Lovegood, pero mucha gente la llama Lunática.

Cuando bajamos del tren, nos quedamos quietas junto al andén, mirando hacia donde se dirigía la gente e intentando buscar a alguien de nuestro curso.

-¡Quitaos de en medio! –Nos gritó una voz fría por detrás.

Entonces el propietario de aquella voz, me apartó bruscamente de su camino, haciendo que casi cayera al suelo. Luna vino rápidamente hacia mí.

Me fijé en quien me había empujado. Era un chico alto con los rasgos muy marcados. Era rubio y llevaba el pelo muy bien recogido. Me miró con desprecio y se quedó allí, mirándome, haciendo que cada vez me sintiese peor, mientras esperaba a que sus dos amigos, que eran enormes, bajaran del tren.

-¿Y tú qué miras? –Le preguntó de mala gana a Luna. Después viendo que ella ponía mala cara, esbozó una sonrisa de satisfacción.

-Vamos Luna -Dije tirando de ella. - Dejemos a este… -Pero no me dio tiempo a acabar la frase.

-¿Qué ibas a decir? –Dijo él, acercándose enfadado.

-¡Malfoy! –Gritó alguien detrás de él.

Todos nos giramos para ver quien había sido, y si no me equivocaba, y era obvio que no era así ya que se podía ver su cicatriz en forma de rayo en la frente, era Harry Potter. Estaba junto a sus dos amigos, de los cuales pude reconocer a Ron Wesley, uno de los hermanos de Ginny, una chica que iba en algunas clases con nosotras.

-Potter, siempre metiéndote donde no te llaman. –Contestó el chico que respondía al nombre de Malfoy.

-¿Porqué siempre tienes que estar metiéndote con los demás? –Preguntó una chica de pelo castaño que estaba junto a Harry Potter.

-Cállate, sangre sucia. –Aquella chica se estremeció un poco y después dirigió la mirada hacia su amigo, Ron Wesley.

Malfoy no dijo nada más. Se giró, lanzándome otra mirada de superioridad, que hizo que yo me sintiese peor, y después se largó con aquellos dos chicos enormes junto a él.

-¡Luna! ¿Estás bien? –Preguntó Ginny, que salió de detrás de su hermano.

Era pelirroja y con muchas pecas, como su hermano.

-Oh, Keira, ¿qué ha pasado con Draco Malfoy? –Me preguntó Ginny, al verme junto a Luna. Se acercó hacia nosotras y nos sonrió.

Le devolví la sonrisa, pero Luna no se inmutó, seguía con la mirada perdida y esos ojos soñadores que tenía siempre.

-¿Qué ha pasado con quién? –Pregunté extrañada. A Ginny se le borró la sonrisa de la cara y con eso comprendí que se refería al chico rubio. -¡Oh, vale! Pues todo ha empezado porque me ha empujado para salir del tren, entonces yo iba a decirle algo a Luna sobre él y se enfadó. Pero no pasó nada, porque entonces apareció Harry con sus amigos. –Miré a Harry y él me sonrió.

-Sí… Harry nunca se ha llevado bien con Malfoy. A nadie le cae bien. Siempre es muy desagradable con la gente. Menos con su gente, claro. –Me explicó Ginny. -¿Vamos a buscar un carruaje? –Me preguntó sonriendo.

Me sorprendía que ella fuese tan agradable conmigo. Casi nunca nos juntábamos y apenas nos veíamos en las clases que nos tocaba juntas. Además ella era una de las que llamaba Lunática a mi amiga.

Empezó a andar hacia donde se encontraban los carruajes. La seguí por detrás y Luna me seguía a mí. Aceleré un poco el paso y llegué a ponerme al lado de Ginny. Me volvió a sonreír.

-Este año tenemos los TIMOS. –Me dijo.

-Sí, es verdad. Además dicen que este año te ponen más deberes… -Suspiré.

-Sí, además espero entrar en el equipo de quidditch. Harry es el nuevo capitán de Gryffindor. –Sonrió.

Cuando llegamos donde estaban los carruajes, me separé de Ginny y sus amigos y me fui con Luna a buscar uno en el que pudiéramos ir juntas.

Por suerte, encontramos uno que iba vacío y entramos. Lo malo era que seguro que nos tocaría estar con otros, pero al menos habíamos llegado a tiempo.

-¡Aquí caben dos personas más! –Gritó un profesor para indicar a algunos alumnos que en nuestro carruaje cabían dos más.

Como Luna se había sentado delante de mí, era obvio que alguien se sentaría a mi lado, algo que no me hacía mucha gracia.

Entonces vi como una chica con el pelo oscuro y con al nariz chata, seguida de un chico de pelo rubio, subían a nuestro carruaje.

Aquella chica se sentó junto a Luna y por lo tanto, el chico rubio se sentó a mi lado. Esta vez, sabía perfectamente quien era él. Draco Malfoy. Cuando se sentó a mi lado, noté como me ponía nerviosa.

La chica que se sentó junto a mi amiga, como Malfoy, me miró con una mirada de superioridad. Pero esta vez no me sentí peor, sino que pensé que aquello lo hacían porque se sentían inferiores a los demás.

-Pansy, ¿qué crees que dirá esta vez el estúpido de Dumbledore?

-No sé, quizá algo como que ¿tenemos que ser todos amigos? –Esbozó una sonrisa sarcástica y después añadió -: O cualquier otra tontería. Nada de lo que dice ese estúpido, vale la pena escuchar. No sé como el colegio no lo han cerrado ya. Ya no vale la pena. –Suspiró. –Tengo unas ganas de acabar ya.

-Dumbledore no es ningún estúpido. –Opinó Luna con voz relajada. Pansy y Draco la miraron con mala cara. –A mí me parece muy interesante lo que dice. Es un gran hombre.

Draco soltó una carcajada, y lo miré con mala cara.

-¿Un gran hombre? Ese Dumbledore –pronunció su nombre con asco –no vale nada. Y todo lo que dice son tonterías que ni él se cree. Ojalá pudiera hacer algo para que lo expulsaran… -Se quedó pensativo. –Quizá podría hacer que hubiese "un accidente". –Miró a Pansy y los dos sonrieron.

-Tss, pues como no te golpees a ti mismo con una bludger… -Susurré. –Así dejarías de decir estupideces y nos ayudarías a todos. –Esbocé una sonrisa torcida.

-¿Cómo? –Me preguntó incrédulo. -¿Puedes volver a repetir lo que has dicho? –Me giré y lo miré. Era obvio que había escuchado lo que había dicho y eso que yo estaba segura de que lo había dicho lo suficientemente bajo como para que nadie me escuchase. En sus ojos podía ver odio. Odio y desprecio.