La llegada a Pelusa V

La oscuridad del espacio los envuelve con su estrellado manto. Desde el vitral del puente de la enorme plataforma de batalla "Miranda" de los Ultramarines una figura solitaria observa un planeta. La penumbra lo envuelve al igual que sus pensamientos y melancolía. Recuerda la última campaña en la cual intervino junto con su tropa de exploración. Iscandar 3 fue una victoria que se comentara por siempre en las salas de la Bendita Terra, pero a él le ha llenado de una profunda tristeza.

- Pelusa…

- Hermano Capitán.

La enorme figura se da la vuelta y camina hacia la tenue luz proporcionada por un servo cráneo. El ciclópeo Hermano Capitán Numitor se encuentra con el que lo ha llamado. El Capellán Varnum camina hacia su capitán mientras los adornos dorados de su servo armadura negra brillan por la luz.

- Dime Varnum.

- Ya tengo listo los informes del Apotecario Albión y el Tecnomarine Aurelius.

- Resúmelos por favor, querido amigo. No estoy de ganas de leer ahora.

El capellán, aunque no es psíquico, siente el dolor de su hermano, y, aunque las noticias que debe darle no son muy buenas, se las resume:

- Muchos de nuestros hermanos están en tratamiento médico a causa de las heridas que sufrieron en la última campaña. Aunque triunfamos, las bajas han sido grandes. Además ninguno de nuestros vehículos esta operativo.

- Nuestros hermanos muertos ya están en la gracia del Emperador y eso me consuela. Dile a Albión que cure a nuestros hermanos y a Aurelius que repare las máquinas y Dreadnoghts lo antes posible por favor.

El Capitán Numitor voltea hacia el vitral para observar las estrellas y vuelve a hablar a Varnum:

- ¿Cuantos hermanos de batalla nos quedan?

- Tenemos sesenta y cinco hermanos de batalla, cinco exploradores y diecisiete veteranos en plena operatividad.

- Hay veces que creo que el Emperador sólo nos exige morir por él y no vivir para él.

- No pienses en eso. – le recrimina Varnum, tomando al joven capitán de los hombros – La angustia y el dolor de perder a nuestros hermanos te hace decir blasfemias. Eres joven y le has dado un triunfo a la humanidad que juramos proteger de esos malditos herejes. Además una forma de vivir para el Emperador es morir en su nombre. Tus hermanos lo sabían y estoy seguro que, como tú lo has dicho antes, ya están en la gracia de nuestro divino Emperador.

Las palabras del severo capellán han calado profundamente en la atormentada alma del joven capitán. Voltea y observa el rostro de Varnum cubierto de cicatrices. Él ha visto de frente a la muerte en cientos de ocasiones, pero su fe inquebrantable en el Primarca Guilliman y en el Emperador lo han llevado a la victoria contra ella.

- Perdóname amigo. Perdona mi debilidad.

- No te preocupes, – responde Varnum – yo alguna vez he tenido los mismos sentimientos. Sólo piensa en que la humanidad te lo agradecerá, así como lo hicieran las personas en Iscandar 3.

- Es cierto. Lo mejor que hemos hecho fue librarlos de esos malditos traidores para siempre. Espero que ardan en los fuegos purificadores.

- Ese es el espíritu que debe demostrar un Ultramarine.

Otra enorme figura se acerca a ellos. De su cabeza surge una poderosa aura de luz que ni siquiera su Capucha Psíquica puede contener. Es el Hermano Epistolario Cástor que se detiene ante Numitor y Varnum.

- Disculpen la intromisión hermanos.

- Tú no necesitas pedir disculpas Cástor. – responde Varnum volteando a ver a su compañero - ¿Qué ocurre amigo?

- Acabamos de recibir un mensaje astrotelepático desde el quinto planeta de este sistema. Todo el lugar esta siendo invadido por alienígenas, mutantes y herejes. La población está aterrada y pide nuestra ayuda.

- ¿Sabes si alguien más ha recibido el mensaje? – pregunta Numitor.

- Al parecer la Inquisición y la Guardia Imperial han recibido el mensaje, pero no han respondido nuestro pedido de asistencia.

- Tal vez ellos tengan sus propios intereses. – agrega Varnum - ¿Tú que piensas Hermano Capitán?

- Que lo que dices es cierto. Tú sabes el poder que puede ejercer la Inquisición en la Guardia Imperial, pero eso a nosotros no nos interesa. Iremos a apoyar a la población.

- ¿Estás seguro de querer hacer eso Numitor? - dice Cástor preocupado por su capitán.

- Claro que lo estoy. – responde – Nuestra misión es defender a la humanidad de todos los malditos que la amenazan, sean alienígenas, traidores o cosas peores. Quiero que prepares un contingente para que me acompañe a la superficie del planeta. Varnum.

- Dime.

- Necesito que pongas a buen resguardo a todos los civiles del sector y los organices para una defensa. Cástor se quedará al mando de la Miranda en ni ausencia. En caso de una desgracia ya saben que hacer.

- ¿Estás seguro de que quieres ir sólo? – dice Cástor algo nervioso – yo te podría ser muy útil ahí abajo. Conmigo podrías acabar con esas basuras con mayor facilidad.

Numitor toma el hombro de Cástor y sonríe. Esta sonrisa va cargada de un Hasta Luego o de un eterno Adiós. Es la primera vez que siente que sus dones no funcionan correctamente.

- Gracias por el ofrecimiento amigo, pero ambos saben que debo ir sólo. Esto debo hacerlo por mi mismo.

Varnum levanta la mano derecha y la coloca en la frente del joven capitán. Inmediatamente este se arrodilla. El capellán toma su Crocius Arcanum tricúspide con la mano izquierda y lo levanta. Sus bordes dorados brillan con una luz fantasmal.

- Yo te bendigo en el nombre de nuestro Primarca Roboute Guilliman y de nuestro Emperador Inmortal. Recuerda que una forma de servirlo es morir por él. Ahora ve. Que el Emperador te ilumine.

El Hermano Capitán Numitor se levanta y corre hacia las barracas de la Miranda. Varnum y Cástor lo ven irse. El viejo capellán gira lentamente su cabeza para encontrarse con el perfil del bibliotecario y le pregunta:

- ¿El regresará con nosotros?

- Desde luego que sí.