Disclaimer: personajes de Sui Ishida.


No sé qué hago subiendo esto, tbh ¿, en mis planes estaba escribir tres drabbles hidetouken pero tenía tantas ganas de subir algo que me adelanté y subí un simple hidekane. En fin, seré fiel a mis deseos e intentaré continuar con dos drabbles más, je. El título se lo debo a una canción de Empire! Empire! I Was a Lonely State, ¡escúchenla!


Conteo de palabras: 413.


I would have stolen you a whole orchestra.

(Hide&Kaneki)


Las cosas son simples: Kaneki Ken es un niño rondado por la muerte y Nagachika Hideyoshi la espanta con los rayitos de sol instantáneos que se le escapan por la separación existente entre sus dientes de leche recién cambiados. Ken suspira y Hideyoshi quiebra su propio corazón de metal en cuatro exactos pedacitos. Animoso, le dice:

«Uno para ti entero, otro para tu tristeza, el tercero para tu sonrisa y el último, pero no menos importante, para nuestro amor (ese que ha nacido en mi estómago y va a terminar en la muerte)».

Y aunque es bien sabido que Kaneki entiende mucho de palabras, Hide es un remolino que arrasa con todo lo que alguna vez entendió, así que se dedica a buscar y buscar en la biblioteca de papá algún libro que trate sobre el idioma del sol, pero llega a la conclusión que probablemente nunca ha existido alguien que hable con la misma luz. (Esa misma luz que quiso ser su amiga a pesar de todo y Kaneki, sin saberlo, siente lástima porque su destino será morir ahogada en lágrimas de amor y muerte, con el guitarreo de sus propios intestinos en la boca de su gran amor).

Hasta que Hide se cansa de que Kaneki no pueda salir a jugar por estar encerrado en esa habitación y, escabulléndose por la ventana de sus pensamientos, lo enfrenta.

—Mira, Kaneki. Tú no entiendes las palabras que esboza mi voz al mismo tiempo que yo no entiendo la constelación que pintas en el suelo de tu casa, con lágrimas que están hechas de colores nuevos y que más de alguna estrella gustaría de vestir. Debo admitir que no sabía que eras pintor, Kaneki. Así que estamos a mano.

Luego, a Kaneki le duele menos la columna vertebral —esa misma que está torcida de tanto cargar llanto y golpes disfrazados de amor maternal— y desea, a esas mismas estrellas que salen de sus salados ojos, que los minutos se transformen en horas y éstas en días. En días donde la luz se vaya jamás. (Rogarle a sus lágrimas es lo único que le queda), porque Kaneki entiende mucho de palabras aun así no sabe cómo ocuparlas para pedirle a Hide que no lo abandone. No entiende el simple hecho de desear algo de cariño.

(Es que).

Las cosas son simples: Kaneki es sólo un niño al que nunca le han enseñado a amar.

(Hide muere por enseñarle y Kaneki pone flores en su tumba).