Era una buena tarde en la mansión Riddle, el amo Tom jugaba con su hija en el balcón principal y el abuelo, fumaba su pipa en la sala.
—¡Para niña, sabes que tu madre no estaría orgullosa de que juegues así!—La regañó.
Un grito se escuchó.
—¡Tom, él ha vuelto, volvió! —El abuelo Riddle gritaba con todas sus fuerzas, impresionante para su gran edad.
A lo lejos, la niña pudo escuchar "¡He vuelto, Tom Riddle JUNIOR!".
—Debes esconderte en la habitación del abuelo —Un sudor frío cayó por su frente —Debes esconderte y no importa lo que oigas, no bajes… —Soltó a la niña y luego corrió escaleras abajo al escuchar un grito ahogado de su madre.
La niña corrió a esconderse, pero mientras se deslizaba por debajo de la cama se golpeó la cabeza, y cayó unos minutos inconsciente.
Gritos de diferentes voces, golpes secos ahogados por la alfombra, un vaso rompiéndose, risa aguda y fría… La puerta cerrándose con estruendo. Eso era lo último que recordaba.
¿Qué había pasado?
La pequeña niña se secó las lágrimas con el dorso de su chaqueta y salió de su escondite, arrastrándose para lograr salir de debajo de la cama de sus abuelos.
Miró a su alrededor, ya no había ningún ruido. Realmente no sabía porque la obligaron a esconderse.
—¿Papi? —Preguntó con voz quebrada, abriendo la puerta lentamente —¡Abuelo!
Nadie respondió, la niña bajó las escaleras con torpeza puesto que el nerviosismo estaba pudiendo con ella.
Lanzó un grito agudo, su padre, su abuelo y su abuela estaban sobre la alfombra, muertos. Y un hombre entró en la casa ahogando un grito, el nombre de aquel hombre era Frank Bryce.
—Ven, pequeña Melanie —La cogió de la mano — Ya verás como todo esto se arregla, sí señor, todo esto se arreglará.
Frank, a pesar de estar recién llegando a sus treinta años, hablaba con monotonía y como si tuviera pasto en la boca, también hablaba mucho consigo mismo.
Melanie se dejó arrastrar por su criado, lo conocía desde que había nacido, hace ya siete años. Ahogó varios sollozos, puesto que su severo padre nunca mostraba debilidad frente a quien le servía.
—¿Viste al hombre que… —Pareció buscar las palabras correctas —que lastimó a tu familia?
La niña negó con la cabeza rápidamente, sin hacer ningún ruido. Pensado en que si debía o no admitir que había escuchado el nombre del asesino de su familia con total claridad.
—¿Alguna vez, escuchaste a tu padre hablar de una tal —hizo memoria —Mérope, creo que se llamaba?
—Una vez…—Melanie comenzó a recordar —maldecía a Mérope, la hechicera… ¿Puedo preguntar que es una hechicera?
Melanie Riddle, nunca había conocido más que lo que salía en los libros de texto que su padre revisaba minuciosamente antes de entregárselos, por lo que no sabía mucho del mundo. Estaba atrapada en las paredes de su casa, y las extrañas reglas de su familia.
—Bien. — Comentó Frank para sí mismo.
—Hey —La pequeña frunció el seño y dijo altivamente —Respóndame.
El hombre giró su cadera y su cuerpo tapó a el escaso sol que quedaba, dándole un aspecto más aterrador que de costumbre, con sus ojeras y su cabello ensortijado.
—Primero respóndame usted, señorita Riddle… ¿Alguna vez ha pasado algo que no tenga explicación, y su familia se ha enfadado?
A la niña le tomó varios segundos, pero al fin respondió.
—Sí —Anunció secamente, mirando a los ojos a su criado.
Frank abrió levemente sus ojos con sorpresa, se giró de nuevo y comenzó a guiar a la pequeña Melanie hacia su casucha con paso lento.
—Entonces… —Miró hacia el horizonte, donde se escondía el sol — Tenemos mucho que aprender, señorita Riddle —Añadió en tono lúgubre.
