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Never Be Like You

¡Tic! ¡toc! ¡tic! ¡toc!

Es maniático la forma en como tus zapatos golpea contra la hermosa y fuerte losa, era tan traslucida que el propio espejo se podía observar, había alrededor de unos 600 pasos desde mi cuarto hasta el trono del Rey, necesitaba tomar un respiración, mi corazón palpitaba como un colibrí que está intentando salir de su jaula.

Solo unos pasos más.

Mientras caminaba podía ver el tapis, era de colores dorados con negro, algunos cuadros de la dinastía del Rey, había algunos que otros espejos, espejo que no debería estar allí, pero por cortesías humanas lo estaba. El olor de sangre llegaba desde donde estaba. Ya la sangre no me hacía nada. Cuando era humana la sangre me repugnaba, la odiaba, me asqueaba era aquel ridículo olor entre oxido de carbono y sal.

Camina, respira, esta derecha, no mires a nadie, se perfecta.

Siempre era el mismo martirio, respirar era fácil y no hacerlo era mucho más fácil, siempre me pregunte que sentía ÉL cuando no lo hacía, pero ya no tenía que responderme, ya ni siquiera tendría que pensar en ello. Hace mucho que ya no pensaba en ÉL, ya no tenía ni que recordarlo, ser lo que era ahora, me había dado ventajas, una de ellas era borrar el dolor de cuando era humana.

Hace tiempo atrás cuando era inocente y crédula, cuando pensé que perder al amor de su vida lo era todo, había caído en un abismo, fue ese mismo abismo que hizo que estuviera y fuera lo que era. Si hubiera estado despierta, si hubiera estado consiente, tal vez mi vida humana siguiera siendo eso, humana.

-¡Por fin! –exclamo una voz varonil, ronca y fuerte. Tome una respiración, aun ni había entrado en la enorme sala, y ya él me sentía, la sala estaba totalmente vacía de personas, pero eso no suponía que estuviera solo, a su lado estaba una nueva chica, virginal, si sentido de nada, embriagada por la lujuria, enloquecida por las carisias, por las promesas arrulladoras. Desde mi lugar hay un aproximado de 100 pasos, podía apreciar como aquella chica besa con desesperación el cuerpo de él, mientras este solo acariciaba distraídamente su cuerpo.

-¿para esto me llamas? –dije en un gruñido, lleno de odio. Mientras me quedaba en aquel lugar, en el centro del pasillo que daba paso al enorme salón, y aquel salón era pequeño, estaba cubierto por cinco pilares blanco y grueso en ambos lados, era lo suficientemente alto como para pensar que no había nunca un final. El techo que era de vidrio, dejaba ver el cielo y todo lo que este componía en él, cada vez que salía el sol, lo cual era rara veces, los vidrios se ponía oscuro no permitiendo la luz solar.

Los pilares estaba decorado con una tela suave de colores rojos y negros, había algunas pancarta escrito en latín el grito de guerra familiar, en los pasillo posteriores estaba los cuadros de cada uno de los reyes de la dinastía en la cual él pertenecía.

El me miro con sus ojos calculadores, sus ojos era como filos brillos y letales, bajo su cabeza para besar los labios de la mujer desesperando, mientras agarraba su cabello con presión, y la besaba como si fuera lo último del mundo. El asco me recorrió por el cuerpo. ¿Con él era que yo estaba casada? Lo mire fijamente, porque él no había cerrado los ojos, nunca solía hacerlo, todas ellas era putas de suerte y putas que seguiría la misma línea. El asco se convirtió en tristeza que le dio paso al enojo. Lo odiaba, como nunca pensé que odiaría nadie.

El bajo su manos hasta los muslos de aquella mujer y de la nada introdujo un dedo en su partes más íntimas y secretas, mis ojos recorriendo aquel acto atroz, la sangre se volvió más impaciente, más profunda, mas desgarradora, el grito aterrador y asustadizo, rompió la lujuria de la mujer, pero solo fueron por minutos, los ojos frio de él, se volvieron dulzones y dejo besos dulce y cortos en su cuello y promesas frías, y el embrujo volvió.

-Es una lástima no…-dijo con voz ronca, sus ojos azules como el cielo, brillantes y calculadores me miraron como si esperara algo de mí, solté un suspiro cayendo en aquel juego estúpido.

-¿Qué es una lástima, mi Amo? –lo mire con desafío, odiaba cuando se comportaba como si fuera lo más importante de mi mundo, y la verdad es que no era así, había un par de personas que son muy importantes para mí, y él no lo era. No necesitaba de el para que las cosas fueras como él quisiera.

- Que sigas, siendo una humana de mente…-dijo mordisqueando el cuello de aquella mujer- no entiendo, porque me he casado contigo…-cerré los ojos controlando mi ira, y esto siempre pasaba los abrí y le dedique una sonrisa.

-yo sé porque te has casado conmigo…-dije mientras caminaba lentamente hacia donde estaba, y sus ojos recorrieron mi cuerpo, y pude ver lujuria en ello, estire mi brazo en la parte de atrás, agarrando mi cola de caballo y tirando de ella hasta mis hombros de forma desinteresada, con lentitud quite mi vestido de seda, que bajo por mi cuerpo dejándome desnuda, pude escuchar el gruñido de excitación, y no fue por el oral que aquella puta de turno le estaba haciendo- porque no puedes ver que otra persona toque mi cuerpo, no puedes observar como alguien sea mi dueño, y como eres un egoísta mataste a tu esposa y me diste su puesto… sabes que es una lástima, que creas que puedes dominarme cuando entre los dos sabemos quién domina a quien –dije con una sonrisa coqueta, mientras me daba la vuelta y caminaba los pasos de regreso a mi habitación, sin importarme mucho.

Mientras caminaba podía sentir el fluir de la sangre, el grito desgarrador de la chica, el olor era abundante y mi cuerpo reclamaba aquello, pero no voltee, ni gire, seguí mi camino lo más rápido posible, hasta que escuche como se quebraba los espejos, el grito furioso y atroz, un grito con mi nombre.

-¡ISABELLA! –el grito de Alexander se escuchó por todas partes, y la verdad era normal, esto estaba pasando más veces de las que pudiera desear. En el camino recogí mi túnica, y envolví mi cuerpo con ella, subí las escaleras con rapidez y cansancio, estaba llegando al pasillo cuando una pequeña sombra apareció por la puerta blanca.

Arrugue mi ceño, hasta que vi el pequeño cuerpo de mi princesa asomarse, sus pequeñas manitas estaban en sus ojos restregándolo con fuerza, y sonrió apretando bien el nudo de mi túnica.

-mami, puedes dormir esta noche conmigo…-dijo mi pequeña Charlotte sus ojos tan marrones, brillaba con sueño y sonreír, atrapándola en mi cuerpo y ella rio bajo mientras se acurrucaba a mí, tarare para ella y me acomode en su cama, del otro lado del cuarto, Anthony murmuraba cosa y se movía nervioso, tarare de formas más fuerte haciendo que se calmara, y Charlotte se acurruco más a mí.

Mientras veía a mis hijos dormir profundamente, mi corazón dio los latidos de colibrí que solía dar, y esta era la peor parte de todas, cuando el silencio me abrazaba, cuando no podía dormir, cuando no podía llorar, cuando odiaba, pero sobre todo, cuando me daba cuenta de que no importara lo que hiciera, nunca sería como él.

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Disclaimer:

Los personajes no me pertenecen le pertenece a S. Meyer: La Historia es de mi propiedad, espero que la disfruten.

Inspirada en varios relatos sobre vampiros.