Disclaimer: Los Juegos del Hambre y todos sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Suzanne Collins. Este fic participa en el minireto de marzo para el Torneo entre Distritos en la Arena, del foro "Hasta el final de la Pradera".
Distrito 8 – Textiles.
La Comandante del Distrito Ocho
El aire en el exterior está tan viciado como de costumbre. La nube tóxica que emiten las chimeneas de las fábricas envuelve el ambiente, cargando el aire con ese olor tan característico al que todos en el Distrito Ocho estamos acostumbrados.
En el interior de las fábricas el ambiente es peor. Una tras otra las correas de las maquinarias pasan una y otra vez sin cesar. Todo el lugar está plagado de ellas, como si de serpientes gigantes se trataran. Cada día me sumerjo entre las entrañas de las fábricas del Distrito, mi trabajo es supervisar que los uniformes de los Agentes de la Paz se confeccionen sin ningún fallo.
Cada fábrica se divide en cuatro secciones: tratamiento y selección de las telas, corte, ensamblaje y terminado. Cada sección trabaja en función de la anterior, por lo que todas en su conjunto dependen entre sí, así como el Capitolio depende de los Distritos.
Todos los días me encargo de supervisar que cada sección cumpla con su trabajo. Tengo un equipo de asistentes que me ayudan en la tarea y acatan mis órdenes como si fuera la Comandante de algún escuadrón militar, así como los del Distrito Dos. Son personas como yo, personas que están convencidas que cada engranaje, cada telar, cada tornillo forman parte esencial de un conjunto, tal y como lo hacemos cada uno de los habitantes del Distrito. Todos, en conjunto, somos fuerza y ahora lo sabemos, o al menos somos más consientes de ello.
Lo puedo sentir, está sucediendo. Las personas cada día están más insatisfechas, más indignadas con las acciones del Capitolio. ¿Cómo pueden tratarnos así? Si somos nosotros, los Distritos, los cimientos de Panem. La impotencia de la que todo el Distrito es presa se alza con mayor fuerza el día de la Cosecha, donde año tras año enviamos víctimas inocentes de una guerra de la que, al día de hoy, nadie tiene memoria.
— ¡Paylor!— escucho el grito de alguien en la sección de corte un segundo antes de que los Agentes de la Paz irrumpan en la fábrica.
Cruzo los corredores con prisa solo para encontrarme con los Agentes de la Paz disipando a los trabajadores que se encuentran reunidos alrededor de Damar. La sangre, oscura y espesa, cubre el piso y vuelve el ambiente más pesado de lo habitual.
Otro accidente, esta vez uno mortal. No tengo que llegar junto al cuerpo de Damar para comprobar que está muerto, la sangre es simplemente demasiada como para que siga con vida. Lo indignante es ver como los Agentes de la Paz poco se interesan por su muerte. Lo que les interesa es que las máquinas no se detengan, que las correas sigan transportando los cascos y las botas para proveer a los suyos con los uniformes.
Golpean a mi gente para que regresen y ocupen su lugar, para que sigan trabajando hasta la muerte para cumplir con la remesa mensual.
— ¡Escúchenme todos! Es hora de volver a sus posiciones— mis compañeros me miran por un momento— yo me encargo de Damar.
Todos me escuchan y regresan cabizbajos, pero con los puños apretados. Esperando por el momento adecuado, esperando por el día en que por fin nos levantemos y salgamos de la oscuridad de las fábricas para tejer nuestro propio destino.
Primer minireto entregado! Espero que les guste el Distrito Ocho!
Besos.
