Somebody to love

Caminaba rápidamente por las calles de tierra de la Push. El polvo se levantaba con cada paso dado y era arrastrado por el viento. No estaba de humor, y creía que ya nunca lo iba estar.

Ser un punto muerto genético era un asco. Tener que pensar en lo que podría haber sido con Sam y no lo fue, también. Soñar en estar algún día imprimada de alguien y poderlo olvidar, un imposible.

Caminaba tan rápido que parecía estar trotando. El ritmo de la respiración acelerado, los pasos agigantados, la desolación enmarcaba su cara. Dos lágrimas se escapaban de sus ojos, mientras que el ritmo comenzaba a disminuir.

La vida era injusta y, sobretodo, con ella. La única persona que había sido capaz de amar se iba con su prima; jamás podría tener hijos; tenía que ser una licántropa; y, para colmo, jamás de los jamases se imprimaría.

Cayó sobre el suelo de rodillas. Las uñas clavadas en las palmas la lastimaban, pero sabía que las heridas sanarían pronto. Tan pronto que parecía no estar al segundo siguiente, muy ditintas a las heridas del corazón que podían tardar siglos en cicatrizar.

Leah siempre había sido una chica sencilla, nunca había tenido muchas exigencias, sólo una. Y era justamente esa la que nunca veía satisfecha. Y era en las tardes como esas, en las que la brisa marina rompía fuertemente en las olas, la arena volaba por los aires y la tormenta se avecinaba, que siempre solía perguntarse que tan difícil era poder encontrar a alguien a quien amar.