Mi nuevo fic, escrito en un momento de celos y dedicado a una persona que no voy a nombrar. Creed que hay veces que la vida de uno puede convertirse en fic... Es mi historia más personal, solo espero que os guste.

Deseo: Capítulo 1

Los primeros días de Agosto estaban resultando los más calurosos de todo el verano. Las calles de Londres estaban en su mayoría desiertas, y los bares con aire acondicionado con más clientela de la habitual. Pero no es el clima de Inglaterra lo que nos llama realmente la atención en esta historia, sino un piso cerca de Notting Hill, un segundo con la fachada pintada de blanco y el techo de tejas azul marino. En el espacioso balcón del susodicho piso cuelgan plantas y flores, acompañadas por una jaula de pequeños pájaros exóticos multicolores. Si abrimos la enorme puertaventana de este coqueto balcón, nos encontraríamos en un espacioso salón de paredes color crema, también hay en él una chimenea que no funciona o estanterías de libros que se mueven. Y en un sofá beige con cojines de cuero oscuro, descansa Hermione Granger , que lee pergaminos.

O lo intenta.

- Maldición.

Levantó el rostro de las hojas que apoyaba en sus rodillas, dirigiendo sus ojos marrones hacia el reloj lunar que tenía justo al lado del aire acondicionado (Conectado evidentemente). Justo en ese momento, los planetas se movieron y marcaron las cinco menos cuarto. Respiró sofocada, aunque no era la insufrible calor la causa de sus males. Se levantó y anduvo descalza por la moqueta oscura hasta situarse frente a una estantería donde un marco de plata con varias personas saludaban alegremente a la muchacha. En la fotografía se podía ver el jardín de Hogwarts con la casa de Hagrid y el Bosque Prohibido de fondo. En un primer plano Ron, Harry y ella sonreían alegres, sin preocupaciones, con un pergamino bien enrollado cada uno en la mano. Habían pasado cuatro años desde que esa fotografía fuera tomada por el incorregible Colin Creevey el día de su graduación, cuando ya podrían ser considerados unos magos en el mundo mágico.

Observó al Harry de diecisiete años: Su pelo revuelto, su túnica bien planchada, la extrema delgadez y la poca altura que siempre lo caracterizaron. Luego cerró los ojos, y se encontró con un chico de veintiún años alto, de gafas redondas y mirada vergonzosa que saludaba a una grada repleta de magos que aplaudían con entusiasmo después de haber sido nombrado auror y contratado más tarde para misiones especiales en el Ministerio de Magia.

Luego se fijó en ella en su época escolar: El cabello castaño y enredado, las discretas pecas de su nariz, la túnica con la insignia de Premio Anual... El cristal de uno de los muebles, sin embargo, le dejaban ver a una Hermione Granger totalmente diferente. El pelo enmarañado había dado paso a uno completamente liso, recogido bien estirado en la nuca con un simple adorno oriental. Las formas de los pechos y las caderas se torneaban vagamente bajo la holgada camiseta, y sus piernas lucían ahora tostadas a causa de un conjuro muy útil y sencillo que había leído en un libro de belleza ("La Bruja más guapa eres tú" de Alexandra Rabanilius). Observó de soslayo sus apuntes, sonriendo ampliamente tras recordar la beca que había obtenido para investigar más a fondo sobre los Derechos de las Criaturas Mágicas en la época antigua y actual. Se había dedicado a ello después de Hogwarts, y jamás se arrepintió de no aceptar el puesto que le ofrecía Dumbledore como profesora de transformaciones en Hogwarts, justo unos días más tarde de que la Profesora McGonagall decidiera darse unas vacaciones indefinidas.

Pero aquella fugaz felicidad se esfumó al recordar una cara pecosa, unos ojos alegres y azules. Un pelo peculiar.

- Lo mataré. Juro que ésta vez lo mataré.

Hablaba de Ron Weasley, su mejor amigo desde tiempos indefinidos, aquel que ahora, con veintiún años, era el capitán más joven habido en el equipo de quuidditch profesional de los Chuddley Cannons. Ese mismo que desde que Harry se fuera a vivir con Ginny a Edimburgo la iba a ver cada tarde a su casa, y cenaban juntos mientras discutían de cosas sin importancia, o tal vez importantes en su momento. También era el Ron Weasley que ahora la tenía furiosa por haberse ido de vacaciones a Bali y no haberle escrito desde hacía un mes.

Ron era el que menos había cambiado de los tres. Seguía siendo el pelirrojo de siempre, con su considerable altura y su inocencia, el chico que nunca se daba cuenta de nada. El cuerpo era lo único diferente, teniendo ahora algo más de forma y fuerza debido a los duros entrenamientos a los que era sometido. Y quizá en otra situación, Hermione hubiera pensado cosas buenas de él, pero tenerla un mes sin noticias solo la hacía pensar en maldiciones y conjuros para cuando el pelirrojo regresase.

El conocido sonido del teléfono la hizo salir de su ensoñación, y dirigirse con paso rápido hacia el inalámbrico que descansaba en una mesa auxiliar cerca del sofá.

- ¿Diga?

- ¿Hermione? ¿Hermione eres tú? – frunció el ceño, extrañada.

- ¿Ron?

- Sí, soy yo – silencio – Eh... ¿qué tal estás? – la muchacha chasqueó la lengua, irritada.

- Bueno, teniendo en cuenta que llevas un mes en Bali, estamos a treinta y seis grado en Londres, que no me has mandado una maldita lechuza y que inesperadamente has utilizado una forma muggle para contactar conmigo...

- Hermione, la conexión se cor... ¿Hermione? La conexión se corta.... llego en... llego el día... lleg – el ruido de las interferencias se estaba haciendo insoportable.

- ¿Ron? Ron no te oigo – silencio - ¿Ron estás ahí? ¡RON!

Colgó el teléfono, más furiosa aún de lo que estaba antes de la llamada. No se podía creer la naturalidad con la que le había hablado, lo despreocupado que parecía cuando le regañó por no dar señales de vida... Y para colmo de males, las interferencias no le habían dejado escuchar el día en el que regresaba. Miró de nuevo el teléfono, y luego lo tiró con rabia en el sofá.

- ¡LO ODIO, LO ODIO, LO ODIO!

- ¿Qué odias a quién? – tras ella, una voz grave y familiar sonó de repente. Allí había un chico alto, de mirada clara y muy moreno, con pecas saltarinas que se veían por los botones abiertos de su camisa blanca. Llevaba unos vaqueros holgados, con unas deportivas del mismo color que la camisa. A su lado descansaban varias bolsas y un par de maletas.

La rabia que Hermione había acumulado para cuando le viera se esfumó de repente, tan solo sintió una sacudida en el vientre, y un escalofrío que le recorrió la espina dorsal de arriba abajo. El nudo que días atrás no la dejaba comer desapareció, y dio paso a una calidez extrema... a una ternura inimaginable.

- ¡RON! – corrió hacia él, colgándose de su cuello como si de un mono se tratara, y el otro se balanceó un poco, sorprendido por tanta efusividad inesperada.

- Vaya – exclamó, descolgando a Hermione de su cuello – Creo que voy a tener que irme de vacaciones más a menudo...

Ella rió con franqueza, como no reía desde hacía semanas.

- Creí que aún te encontrabas en Bali... ¿Cómo demonios hiciste esa llamada? – Ron se había acoplado en el sofá, sintiendo el aire acondicionado en su rostro, revolviéndole el cabello pelirrojo que se le pegaba en la frente por el calor.

- Bueno, allí en Bali me compré un teléfono móvil – Hermione abrió la boca para replicar, pero Ron la cortó en seco – No, Bali vende teléfonos de esos pero no tiene cobertura para contactar con el extranjero, tampoco cabinas... y si las había, yo no las vi; y sí, utilicé el móvil para que creyeras que aún me encontraba allí y darte una sorpresa... solo que al entrar en el ascensor la conexión se cortó.

La chica lo miraba sonriente, y negó con la cabeza un par de veces.

- Lo importante es que estás aquí.

- ¿En serio estabas preocupada por mí? – la pregunta sorprendió bastanta a Hermione, que parpadeó varias veces, desconcertada.

- Si yo me fuera de vacaciones y no supieras de mí durante un mes... ¿cómo estarías?

- Estaría de maravilla.

- ¿Ah sí? – preguntó, frunciendo el ceño. Ron sin embargo estaba pensativo, observando el reloj lunar, que marcaban las cinco y dos minutos. - ¿Y por qué estaría tan bien?

Entonces sus ojos azules se fijaron en ella.

- Porque si tu tardaras tanto en contactar conmigo habría ido a buscarte donde fuera. Por lo tanto, estaría junto a ti.

El corazón de Hermione latió con más fuerza que antes, bombeando sangre a kilómetros por hora. Ron respiró hondo, tambolireando encima de uno de los cojines de cuero, y mirando de nuevo el reloj se levantó, cogiendo las maletas y dirigiéndose a la puerta.

- ¿Te vas?

- Hermione acabo de llegar, ni siquiera he visto a mis padres. Tú eres a la primera persona a la que he venido a visitar – se acercó a la muchacha, y sujetándola por la nuca le dio un beso en la frente, dulce y tierno – Mañana Sábado te vengo a buscar para pasar el día juntos.

- ¿A las doce?

- De acuerdo, a las doce . Hasta mañana – y tras esto, desapareció tras las puerta de la casa.

Hermione recorrió entonces el salón, y el pasillo hasta llegar a su dormitorio y mirarse en el espejo. El adorno que sujetaba el cabello se abrió, y dejó que cayera como una cascada sobre su espalda, liso y brillante. Comenzó así a cepillarlo con mucha delicadeza, y solo unos minutos después se percató de que estaba sonriendo, y de que susurraba la letra de su canción favorita. Sus ojos marrones se encontraron con los de su reflejo, que seguía sonriendo tontamente.

- ¿Pero qué te pasa? – le preguntó la Hermione del espejo - ¿Qué te ocurre? ¿Por qué tan sonriente y feliz después de lo que te ha hecho pasar? ¿Por qué le perdonas?

Y la respuesta salió sin pensarlo de sus labio.

- Porque estoy enamorada.

Y aquella declaración la asustó.

Pues nada más. Este es mi nuevo fic, que espero continuar al igual que los otros... solo que no sé cuando podré actualizar. Gracias por leerlo. Espero que os guste. ¡FELIZ NAVIDAD!