Prologo

Luego de la despedida

Era una hermosa noche en Dómino, una en la cual la luna se alzaba majestuosa en el manto estrellado. Sin embargo, el joven Moto no se fijaba en ello, solo observaba su habitación con tristeza y nostalgia. Por primera vez en mucho tiempo lo único que sentía era su propia presencia. Habían pasado apenas unos días desde la partida del faraón y él todavía no se acostumbraba a la falta de su presencia que por tanto tiempo le hubo ayudado, aconsejado y apoyado.

Camino pesadamente hacia donde se encontraba su cama y, recostándose con la mirada fija en el techo y colocando su manos sobre su abdomen, comenzó a recordar poco a poco todo lo que había vivido desde que completo el Rompecabezas del Milenio. Uno a uno los recuerdos aparecían vividamente en su mente, como si los estuviese reviviendo en ese preciso instante, pero estaba conciente de que no era así.

Con todos aquellos buenos, malos y divertidos momentos fue quedándose dormido mientras de a poco las lagrimas nacían en sus ojos y morían en la almohada.