PARA HELENA.

ESTE ES MI REGALO, ESPERO QUE LO DISFRUTES. FELICIDADES.

DESTINO CRUEL.

CAPITULO 1: UN TRAGICO SUCESO.

Era una calurosa y apacible noche de agosto. El cielo estaba despejado, colmado de

estrellas que hacían guiños a quien las miraban.

Todo Londres dormía sumido en la mas profunda calma.

El chirriante sonido de la puerta quebró el nocturno silencio.

Hermione se despertó sobresaltada. Trago saliva. Parpadeo un par de veces para aclarar

su vista. Y se incorporo. Agudizo el oído.

Oyó pasos, por el pasillo, oyó abrirse la puerta de la cocina. Luego mas pasos. Y al final

de estos un sonoro crujido. Luego otro, otro, y otro mas. Eran las escaleras de madera.

Salió de su cama de un salto ¿eran ladrones?

Puso la almohada en entre las sabanas para simular un cuerpo que dormía. Luego se escondió

tras la puerta del despacho de su padre.

Era una habitación cuadrada, mas bien pequeña. En ella había una estantería repleta de

libros referentes a la higiene dental y a las ortodoncias. Había también una mesa de madera

con muchos cajones, estaba colmada de papeles. Un sofá de piel color verde botella. Y un

amplio ventanal con una terraza que daba al jardín trasero de la casa de Hermione. Este

estaba tapado con unas vaporosas cortinas de color oliva.

Entorno un poco la puerta, y entonces s vio. Casi era incapaz de distinguirlos en la

oscuridad de la noche.

Eran tres vestidos con largas capas negras. Iban encapuchados y sus rostros estaban cubiertos

con mascaras. Entonces lo comprendió aquellas personas no eran ladrones, eran... mortifagos.

Avanzaban por el pasillo en el mas absoluto de los silencios. El mas delgado alargo la

mano hasta posarla sobre el picaporte de la tercera puerta a la derecha del pasillo de la

casa e los Granger. Aquella era la habitación de sus padres.

Un escalofrió recorrió su cuerpo. La puerta se abrió por completo. Los tres mortifagos

entraron. Sacaron sus varitas a la vez. Sus padres seguían profundamente dormidos.

Una voz rota se elevo por encima del sonido de los latidos del corazón de Hermione.

- Avada kedavra (N/A ni idea de cómo se escribe)

Un potente rayo de luz verde resplandeció en la habitación. La misma voz, otro grito:

- Avada kedavra

Un chorro de luz verde cegadora.

Los dos muertos... no podía ser.

Hermione ahogo un grito y se puso la mano en la boca para acallar su llanto. El llanto mas

profundo y mas doloroso que la chica hubiera sentido nunca.

Las lagrimas brotaron de sus ojos. Recorrieron su cara aterciopelada a gran velocidad. Su

respiración se había agitado y le temblaba todo el cuerpo. Se le nublo la mente y solo pudo

pensar en todo lo que había asado con sus padres. Todos los buenos momentos vividos.

Su dolor se hacia cada vez mas profundo.

Ya casi no podía pensar, pero tubo que hacerlo para salvar su vida.

Se irguió con mucha dificultad y recorrió el despacho con la mirada desesperadamente.

Su vista se paro en la ventana.

Corrió hacia ella. Aparto las cortinas y salió al bacón. Hacia brisa, y las estrellas

brillaban, el cielo estaba despejado, ni una nube.

Si se quedaba ahí la podían ver.

Miro hacia el tejado de la casa era de color gris intenso, estaba compuesto por pequeñas

placas de pizarra.

Se acerco a la barandilla, se agarro a los barrotes de hierro pintados de blanco. Puso un

pie sobre la barandilla, esta se tambaleo un poco. Después apoyándose en la pared que le

quedaba a la derecha consiguió subir en la barandilla el otro pie, el izquierdo. Y haciendo

equilibrio pego mas su cuerpo a la pared de la casa que era de piedra color blanca.

Trepó hacia el tejado, le costo un poco. Cuando tuvo los dos pies arriba subió hasta lo mas

alto del tejado y se sentó cerca de la chimenea.

Y... espero... espero, la espera se le hacia eterna, los segundos pasaban como minutos y

los minutos como horas. Lloraba en silencio, lloraba desconsoladamente.

Entonces cundo menos lo esperaba los vio salir. Se agazapo para que no la vieran. Los tres

mortifagos se desaparecieron en la oscuridad en mitad del jardín de Hermione.

Se seco las lagrimas y bajo como pudo del tejado. Entro en la casa por la ventana del

despacho, por la que haba salido. Avanzo temerosamente hacia el cuarto de sus padres.

Abrió la puerta que estaba entornada, y camino lentamente hacia el interior de la habitación.

Miro los cadáveres de sus padres, no habían tenido oportunidad de defenderse, de todas formas

no podían haber hecho nada.



Parecían apaciblemente dormidos, toco la cara de su padre, estaba fria como el alabastro.

Se acerco al teléfono y lo descolgó ¿debía llamar a la policía? Ellos no lo entenderían.

Solo podía recurrir a una persona.