Disclaimar: Fairy Tail y sus personajes no me pertenecen (qué bueno, sino…), le pertenecen al pervertido de Hiro-sensei… aunque la trama está inspirada en una pesadilla que tuve e.e (Es mío aunque no tenga registrado por derechos de autor *mirada profunda*)
Proteger o morir
Era una tarde de otoño en Magnolia, estación donde los árboles se tiñen de color ocre y escasean de follaje. El ambiente era fresco pero al mismo tiempo tétrico, pues la evidencia estaba presente que el invierno estaba por venir. Los pájaros ya no trinaban como lo hacían en las estaciones pasadas y las plantas ya no tenían flores, algunas hojas de los árboles ya no tenían el verde característico que relucían en verano.
En la aldea se respiraba tranquilidad, esto porque la gran mayoría fue a trabajar al campo. Algunos niños jugaban fuera de sus casas. En ese lugar había una singular casona que se presumía era la más bella del lugar. Su constructor estaba orgulloso puesto había puesto todo su empeño en darle un diseño exclusivo, como si fuera de otro lugar. La casa estaba casi deshabitada, la única que estaba ahí era Natalie, una chica de cabellos rojos y ojos verdes. Dueña de un carácter singular, fuerte, aunque si se lo proponía, podría ser más dulce que un melocotón.
Ella se había quedado para cuidar la casona donde vivía junto a lo que llamaba su familia: tres adultos, dos damas que las quería como sus tías y un varón, a él le llamaba padre aunque no fuera de sangre. Las demás eran cuatro chicas que rondan por su edad, tres mayores que ella y una menor.
Se había quedado en casa porque tenía que hacer los deberes. Para la mañana había lavado toda la ropa sucia, preparó el almuerzo cuando todos regresaron a comer, lavó los platos y al final se dispuso a limpiar las recámaras. Detestaba que Wendy tuviera todo desordenado. Acomodó todo, doblo la ropa y cuando terminó, se sintió orgullosa por su trabajo.
Cuando tuvo todo listo, fue por una canasta donde guardaba sus pinturas, sacó un lienzo que ella misma había fabricado para terminarlo. Retrataba lo que tenía frente a ella, un hermoso campo de trigo. Recordó que en esa dirección estaba Rosemary, la aldea vecina y más grande que Magnolia.
La chica continuó su pintura. Valió la pena caminar varios kilómetros para encontrar el pigmento color naranja que le hacía falta para terminar el ocaso. Calculó que eran cerca de las cinco de la tarde. Ella ya conocía perfectamente los cielos no necesitaba verlos para poderlos retratar, era lo que veía siempre por las tardes en esa misma ventana. Cuando lo hacía, inventaba la historia jamás contada pero siempre se quedaba ahí, en su cabeza o también creaba su próxima obra que terminaba plasmada en un lienzo.
En esta ocasión era perfecto porque no había nadie podría concentrarse, a excepción de Fly. Era un pequeño pato silvestre que lo encontró en la selva, como se había separado de su manada decidió adoptarlo como mascota. Suspiró, tomó el pincel y se dispuso a pintar.
Conforme iba profundizando sus trazos, en vez en cuando miraba hacia la ventana. Media hora después, notó que el cielo se empezó a obscurecer. Fue raro porque de un minuto a otro cambió de repente. La primera hipótesis que vino a su mente fue que podría ser una tormenta, la descartó porque en seguida escuchó un estruendo, y con ello empezó a temblar.
El pánico empezó a amenazarla cuando vio un hongo nuclear ante sus ojos. Calculó que la bomba había caído en Rosemary.
La chica empezó a tener psicosis. Las piernas le temblaban, su cuerpo empezó a sudar en frío y su corazón latió tan fuerte que creía que se le saldría del pecho.
Corrió hacia donde estaba Fly, lo tomó y después corrió hacia la cama y se metió dentro de ella.
No supo cuánto tiempo pasó. Tal vez dos, tres o incluso una eternidad. No quería salir, pero al mismo tiempo quería hacerlo para buscar a sus amigos si seguían con vida. A su tía Mirajane o a su vulgar tía Cana o sus hermanas Lucy, Juvia o Levi. El pánico seguía apoderada de ella, tenía sed y hambre pero tampoco quería alejarse. Fly quería soltarse de sus brazos por incomodidad, pero ella lo permitió. Temió que fuera lo único que le quedara.
Lo único que podía ver era la claridad en la ventana, parecía ser que ya era la mañana del día siguiente. Parecía estar todo tranquilo pero ella con su agudo oído escuchaba voces desconocidas.
Se aferró a Fly a su pecho y tapó su pico para que no siguiera graznando.Pero supo que era demasiado tarde, ya que desde debajo de la cama miró a personas entrar.
—¡Qué bonito cuadro! —dijo uno de ellos.
—Es basura —contestó uno de ellos—. Busquen aquí por favor.
Entonces los hombres vestidos de trajes color azul índigo empezaron a buscar, por cada rincón de la casa hasta que uno de ellos la encontró, la jaló por los pies.
—General, encontré a una niña.
Natalie estaba con los ojos hinchados y llenos de lágrimas, el hombre que la descubrió la miró de pies a cabeza y sonrió con malicia.
Entonces, detrás de él se encontraba un hombre con traje blanco y de gabardina del mismo color, con franjas azules en las mangas y en las orillas de la prenda. Su cabellera era color azul y en su hemisferio derecho de su cara tenía un singular tatuaje color rojo, detrás de él estaba un tipo de traje azul y cabellera negra.
Natalie los miró con horror y se aferró más al pato a su cuerpo, tenía miedo y lo estaba demostrando con su mirada.
El tipo del tatuaje en su rostro la miró. Su mirada era pesada que Natalie temblaba más. La examinó por unos minutos hasta que se hincó para acercarse más a ella.
—¿Me tienes miedo? —preguntó a secas.
—Yo… yo… —apenas dijo, las palabras no salían porque lo admitía, tenía pánico, eran militares y ese hombre de cabellos zafiro la cohibía.
—Ven conmigo —dijo mientras le extendía la mano, su mirada no mostraba sentimiento alguno.
Natalie quería huir, creía lo peor de él por lo que siguió ahí, sin moverse y con la mirada clavada con la suya. Ambos ojos verdes chocaron, él podía mirar claramente el pánico. En cambio ella no encontraba nada, sólo odio. Sabía que los militares eran las peores personas pero jamás imaginó que tuvieran la mirada tan pesada. Apenas abrió los labios para pronunciar una negación.
Él mostró una sonrisa egocéntrica. En parte le causó gracia la respuesta de la chica. Tomó una decisión que parecía ser una locura pero estaba dispuesto a hacerlo, no importaba las consecuencias ni el precio que pagaría. Era un capricho que necesitaba complacer. Era un trato inesperado para ella y sorpresa para los demás.
—Te he dicho, ven conmigo —dijo él en tono de orden—. Te adoptaré. Serás mi hija.
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Hola, ¿verdad que no tengo perdón de Dios? Como leyeron, de nuevo subi este fic *todos albuchean a Vii* lo se, lo se. Fue un error borrarlo, pero si no era así no me ponía las pilas en la uni (les juro que cada vez estoy peor, pero la niña no aprende). Lo que si les puedo asegurar es que el Fic está terminado y conforme tenga tiempo de revisar de nuevo los capítulos, lo subo de nuevo… ¡les juro!
¿Y dos almas? Estoy en eso, pero ya aseguré que estará en tres partes y dos intermedios… (más información, en mi perfil C:)
Saludos y ahora si no los obligaré a que me escriban review, están en su libertad de escribir lo que les plazca C:
