Para Angel Dark Fire y Lirio-Chan, que esperaron una segunda parte de Lovuletto.
A diferencia de la primera, se toparán con un Fakir y Ahiru en esa lucha del adolescente que se vuelve adulto y trae consigo tantas contradicciones, amén de un montón de sentimientos encontrados. Pero sobre todo, el choque entre la madurez temprana en las chicas, que por lo general, sabemos lo que queremos –incluso alguien como Ahiru- y el miedo en los chicos, que a veces no saben cómo enfrentar los cambios.
Espero les agrade y pasen un buen momento imaginando estas escenas.
Besos a tods ls que siguieron Lovuletto.
Ilet.
"Decisiones"
Por: Ilet Moratar
Capítulo I
"Siempre hacemos daño a aquellos que amamos.
Diríase que desde el momento en que queremos a otro,
Lo destinamos a sufrimientos que no le habían alcanzado todavía".
Maurice Maeterlinck
La ceremonia de graduación había sido todo lo solemne que se esperaba de la Academia Kinkan. Primaba la elegancia y el buen gusto por encima de todas las cosas, de modo que a partir de ese día iba a añadir un hermoso recuerdo a otros tantos de su corta vida como humana. Sin embargo, Ahiru sentía una débil punzada de tristeza y dolor. Tanto Fakir como ella habían recibido el título que les acreditaba como egresados, pero aún no… Lo observó de reojo, tan gallardo y masculino en su traje negro, le daba el brazo, sin embargo, aún no…
—¿Quieres cambiar esa cara? —se estremeció al oírlo— Ya eres una excelente bailarina, tienes el mundo al alcance de la mano, ¿y todavía luces triste?
—Awawa —fue todo cuanto ella alcanzó a murmurar.
—Te he dicho que cuando vayas a hablarme, hazlo de modo que se te entienda. —el tono de él no fue más brusco de lo normal— ¿Qué rayos te pasa?
Por toda respuesta, la chica dejó de asir su brazo y se alejó hacia donde estaban Pique y Lilie.
—¿Qué bicho la habrá picado ahora? —musitó Fakir, siguiéndola con la mirada. Sin duda, las mujeres eran en extremo difíciles.
—Me temo que esta vez sí nos despedimos, —la voz de Mythos lo sacó de su abstracción— te agradezco lo que has hecho por mí en estos años. Has sido un buen amigo, Fakir. Y aunque no te lo diga, Rue también te lo agradece.
Por toda respuesta, el trigueño le estrechó la mano y emitió un gruñido.
—De más está decir que tanto Ahiru como tú serán bienvenidos en mi reino. De hecho, me gustaría obsequiarte con un título nobiliario.
—Ser tu amigo es suficiente —el caballero sonrió—. Me basta con llegar a maestro coreógrafo de la Academia, vivir en la pequeña casa que me cedió Charon, y tener animales para criar.
—Quizás deberías añadir "una pequeña familia", que incluye a la buena esposa, con sus seis hijos —Mythos no pudo evitar una carcajada, al recordar que la pelinaranja había manifestado su interés en una amplia descendencia.
—Ni que estuviera loco —Fakir negó de plano, molesto por la abierta manifestación de su amigo—, y tú, mira a ver a quien le haces chanza… Rue parece bien dispuesta a perpetuar la casta.
—Bueno, en nuestro caso, es normal —Mythos se encogió de hombros—. Toda familia real tiene la obligación de un heredero.
—Me maravilla lo fácil que ves la idea.
—Fakir, amo a Rue. Quiero vivir con y para ella —el príncipe se tornó serio—. Si mal no recuerdo, esperabas este momento para proponerle a Ahiru lo mismo.
—Ya habrá tiempo…
—No te reconozco. ¿La amas de verdad?
—Solo quiero hacer bien las cosas —Fakir se sintió agredido—, claro que la amo. Más de lo que sentiste por ella, siendo Princesa Tutu.
—No te pongas a la defensiva, no busco atacarte —se apresuró a indicar Mythos—. Sólo quiero ayudar, como amigo.
—¿Ayudarme? —el pelinegro se encogió de hombros— No entiendo con qué.
—Me doy cuenta de que vuelves a tener miedo. Lo percibo muy claro, gracias a que me devolvieron el corazón.
—"En mal momento".
—¿No quieres hablar de eso, Fakir? —Mythos lo interrogó con la mirada— Si no deseas confiar en mí, entonces dile a Neko sensei, o a Charon, después de todo es como un padre para ti. A quien desees, pero no te lo guardes adentro, como otras tantas cosas —el príncipe le señaló con discreción a Ahiru—. Ella está esperando a que te decidas, y se marchitará si llega a pensar que lo dijiste solo por quitártela de encima.
—¡Pero qué rayos estás pensando! —Fakir lo tomó de las solapas— ¡No soy un villano, soy un caballero!
—Demuéstraselo entonces —con parsimonia, Mythos hizo que lo soltara—. No creo que le temas a las responsabilidades, nadie es más juicioso que tú. Cuidado, Fakir, si el miedo pesa más que el amor que le tienes, entonces, no es amor.
—Tú no entiendes nada —el trigueño le respondió con un crujir de dientes—, porque la quiero a morir es que temo herirla. Ahiru... —suavizó la expresión— es tan inocente.
—Pero se ha vuelto humana y desea lo mismo que tú. No vas a proponerle algo que te ensucie la conciencia. Es increíble que tenga que decírtelo yo.
—Con Rue supongo que es más fácil, —en el tono de Fakir había mordacidad— ella no duda a la hora de tirársete encima.
—Voy a hacer como que no te escuché. No soy el mismo de antes y eso lo sabes bien, —replicó Mythos, grave— ahora no dudaré en sacudirte.
La voz de Neko sensei llegó hasta sus oídos, eliminando las tensiones.
—Casi todos los finales de ballet tienen por común el matrimonio. ¡Una boda! La Bella Durmiente, por ejemplo, Coppelia, Don Quijote…
—"Boda, casarse, firmar un papel" —pensó Fakir y arrugó el ceño— "¿Por qué se me hace tan complicado?"
Parte de aquella inquietud la respondió Rue, al acercarse.
—Debo reconocer que hoy Ahiru está más cerca de Princess Tutu —el comentario de la princesa hizo que el caballero se estremeciera—. Los chicos no dejan de admirarla ¿qué haces ahí parado como un idiota, Fakir? Si todos saben que la reclamaste como tuya, al menos haz tu papel y acompáñala.
—Cállate de una vez, cuervo —estaba más enfadado con él mismo, que con ella—. Estaré feliz cuando te vea ir con Mythos.
—Oh, totalmente de acuerdo —respondió la chica, mordaz.
—No te olvides, Fakir —el príncipe le estrechó cordial la mano—. Espero que al encontrarnos de nuevo, tengas buenas que darnos.
—Preocúpate ahora por sobrevivir al amor del cuervo, que parece más mortal que su odio… —sonrió irónico, mientras respondía a la despedida— y más pegajoso que el limo.
—¡Oh, ya se van! —Ahiru acortó la distancia con un par de saltitos, intentando llegar a tiempo— ¡Les enviaré muchas cartas!
—Espero que no termines diciéndoles la misma sarta de tonterías que pusiste en aquellas —acotó Fakir—. En todo caso, prefiero escribirlas yo.
—No pasará lo mismo, ya no está Drosselmeyer ¿Cierto? —ella evadió el tono sarcástico, y se dedicó a agitar su mano en un adiós— ¿Por qué quieres traerlo de vuelta, Fakir?
—Me gustaría saber de dónde sacas ideas tan cursis. ¿Cómo voy a desear que ese viejo regrese?
—Solo hay que ver tu cara de tragedia —resopló ella—. Drosselmeyer estaría más que complacido.
Por un instante, bajó la mirada. Ahiru estaba frente a él, hermosa en su traje, que resaltaba con delicadeza unas curvas juveniles. Lógico que los demás la admiraran, aquella patita había cambiado, y no sólo a su condición humana. Estaba dando una primicia de lo que sería en verano, aquella muchacha que ahora era primavera.
—"¿Por qué se me hace tan difícil, maldición? A mí, que conozco sus sentimientos, que la he besado…" —Sus ojos topaban con el detalle del amplio escote, revelador de un misterio que lo atraía y a la vez le daba miedo, y justo en ese instante, se le hacía un nudo en la garganta— "No es el compromiso lo que me detiene… Es el temor a verla otra vez y no poder resistirme…"
—Fakir, —susurró ella, mirándole con preocupación— ¿qué te sucede?
—No es nada —negó, reponiéndose—. Quizás debiéramos regresar a casa de Charon. Rachel se esmeró para tenernos el banquete listo después de la ceremonia.
—¿Es cierto que está esperando un bebé? —preguntó Ahiru, ilusionada— ¡Ah, creo que toda chica debe ser madre y Rachel…!
—Sí, se ve muy bien.
—Fakir… —la chica lo detuvo, tomándolo del brazo. Pero titubeó, sin decir una palabra.
—¿Otra vez te muerdes la lengua? —muy en el fondo, rogó porque no soltara aquello que bien sabía— Ya te he dicho que cuando quieras…
—Lo sé, pero cuesta un poco hacerlo —por un momento, él esperaba verla chocar las puntas de sus dedos índice, como siempre que estaba nerviosa. Esta vez la reacción fue por completo diferente—. Quisiera que me abrieras más tu corazón.
Aquello lo desarmó por completo. Había negado para sí mismo que Ahiru estaba madurando, y en un instante, ella le abría los ojos al cambio. No podía seguir tratándola a evasivas. Quedó en silencio, hasta que sus pasos los alejaron del ambiente festivo, hacia aquella glorieta donde se sucedían los encuentros de Rue con el príncipe.
—Tú conseguiste cambiarme —dejó que ella ocupara los escalones a siniestra, y acomodara la espalda a una de las columnas, para después sentarse a su lado—, cambiarme en muchas formas, Ahiru. Te veo, me miro, y nada es igual que antes.
—¿Eso te ha hecho daño? —la chica se inclinó hacia él, inquieta— ¿Por qué nunca lo dices?
—Porque no es como piensas —musitó Fakir, enojado—. No quiero que confundas las cosas.
—Explícamelas entonces —un par de ojos celestes se abrieron interrogantes—, cada vez te entiendo menos.
Por toda respuesta, Ahiru sintió el abrazo con que la atraía hacia su cuerpo. El calor de aquella ternura escondida bajo la piel de Fakir, de haberlo descubierto antes, hubiera podido cambiar todo el curso de la historia, desde el principio. Con ganas de corresponder, entreabrió los labios. El beso no se hizo esperar, profundo, cada vez más intenso. Las lenguas comenzaban a jugar un rol importante, donde cada roce e intercambio de humedad significaba un paso más para escapar al límite impuesto. El rubor de los primeros días había desaparecido bajo el intenso escarlata del esfuerzo por robarse mutuamente el aire hasta no poder más.
—Quiero… —jadeó ella, apenas la dejó escapar, los ojos entrecerrados. En su pecho un cúmulo de nuevas sensaciones, punzantes y dolorosas, mezcladas con la ansiedad de alcanzar una dicha que no alcanzaba a definir todavía— quiero…
—Dejémoslo así —se apartó con delicadeza, como para no ofenderla—. No hace falta que lo digas. Lo sé.
—A veces quisiera volver a ser un pato.
—¿Un pato? —Fakir abrió los ojos, sorprendido. En el rostro de Ahiru había el mismo pesar que otrora la había llevado al fondo del lago.
—Mi verdadera naturaleza jamás me dio tal dolor —susurró ella, incorporándose. El caballero le tendió la mano para sostenerla—. Es tan distinto a soñar con un pas de deux, y la espera por ver a Mythos sonreír no me provocó la mitad de esta angustia —sus miradas se encontraron en un duelo de sinceridad—. Prometiste que siempre estarías junto a mí, ¡y ahora lo necesito más que nunca!
—Ahiru… —Fakir dejó correr los dedos por sus mejillas, apartando unas lágrimas que recién brotaban de los ojos celestes— Perdóname, he vuelto a sentir miedo. Un caballero, tsch… —la abrazó otra vez, con la seguridad de que podría compensarla— un caballero que teme decirle a su princesa cuánto la desea.
—¿Sueñas conmigo por las noches? —el susurro en el oído, provocó que él se ruborizara de pies a cabeza. Era normal que Ahiru a veces no reparara en el alcance que podían tener sus palabras.
—Oe, no, no te hagas esas ideas… —intentó poner remedio a la situación, pero la tristeza en el gesto de la chica lo hizo retractarse. Dejó caer, derrotado, la cabeza sobre su hombro— Sueño con el día que pueda tenerte conmigo, para siempre.
—¿Tienes que escribirlo para que se haga realidad? —la pregunta llevaba implícita la inocencia de la niña Ahiru.
—No, pero Dios me libre de ir a proponerle hoy a Neko sensei una boda —sonrió Fakir, algo más animado al recuperar su confianza—. Hemos hecho esperar más de la cuenta a Rachel y a Charon, creo que estaría bien si les decimos a ellos primero.
—¿Decirles qué? —para algunas cosas, la chica seguía tan despistada como antes.
—No tienes remedio —Fakir sacudió reprobatorio la cabeza—. Que hemos decidido poner un límite a la espera.
