Agarre muchas manias, pero la peor, es la de que leí el fic de nuevo y lo odié.. ajajaja, no lo cambie mucho, pero prefiero que este asi. Ojala aprecien las modificaciones, :B


Cuando ella era muy pequeña, sus padres decidieron algo para su futuro.

Entre arrumacos y chillidos le cuentan de sus planes, como esperando una respuesta, o un comentario sobre lo acertado de éstos. Ella abre los ojos y ríe sin entender muy bien la idea de sus padres. Sinceramente le parecen un poco rídiculos y cuando su mamá la levanta de la cuna, se da cuenta de que su regordeta barriguita necesita más alimento así que empieza a berrear. Sus padres la montan en la sillita y comienzan a alimentarla con deleite. Ésa fue la primera vez que escuchó aquél nombre. Su nombre.

**

Años más tarde, la pequeña Parkinson había olvidado todo aquél asunto y se encontraba en un estado cercano a la felicidad, jugando entre sus mares de peluches y juguetes. Porque claro, la felicidad absoluta la obtenía al recibirlos como regalo.

Su negro y lacio pelo estaba insualmente ordenado sobre su espalda. Es que aquella mañana en cuanto se despertó, su madre comenzó a peinarla y arreglarla para quién-sabe-qué. Un vestido rojo a puntos, un par de zapatos limpios, un cintillo y los aros de la abuela, formaban parte de su atuendo aquella mañana. Su cabello parecía brillar naturalmente ante la espera de los invitados... o por una poción de su madre. El único problema que atentaba contra su presentación personal era su estómago comprimido y esa picazón horrible bajo el ajustado modelito.

Había gastado gran parte de la mañana intentando rascarse la barriga pero cada vez que sentía sus dedos cerca del ombligo, el vestido se negaba a ceder y la comezón aumentaba rebeldemente. Estaba en eso, cuando sintió que los tacos de su madre y aparentemente los de la invitada, se acercaban por el pasillo, hacia su pieza. Retiró rápidamente las manos del vestido y se acicaló para evitar que su madre notara que había desobecido ("No toques el vestido" "Solo quédate quieta, llegarán en poco más de una hora" "¡Si te veo rascándote, te hechizó los dedos!").

- ...¡siete años! ¡Quién lo iba a creer! ¿no? Crecen tan rápido, mi Draco ayer se subió por primera vez a una escoba ¿no es así, cielo?

- Sí – respondió una voz aguda algo aburrida.

- Estoy segura de que Pansy querrá saber todo sobre ello, a mi pequeña le encantan los juegos de Quidditch.

Pansy torció el gesto dentro de su habitación. Detestaba el Quidditch, si lo veía era simplemente porque era el único momento que podía disfrutar a solas con su padre. Pero la idea de ir sobre escobas y atrapar pelotas le resultaba de lo más aburrida. Sintió como los pasos casi alcanzaban su puerta.

- Me pregunto si eso será lo más adecuado para una señorita – musitó Narcissa con evidente desaprobación.

- No le veo el problema – respondió la señora Parkinson en tono defensivo - Mi hija siempre ha sido muy culta y además, femenina. Considero que hacen falta mujeres inteligentes y interesadas por todos los temas, incluido el deporte.

- Estoy muy de acuerdo contigo, viéndolo de ese modo. Nadie podría haberla educado mejor. Estoy segura de que Pansy es una chica espléndida – respondió ella en tono conciliador.

- Estará muy contenta de conocerte, Draco. Eres un chico muy educado, les aseguro que serán grandes amigos. Mi hija sabe diferenciar con quienes se junta.

Aunque no la estuviese viendo, "la hija" adivinó que estaba sonriendo por el tono de su voz. Río para sus adentros ante el cumplido que su madre se estaba haciendo, pues claramente era ella quién controlaba todas sus amistades. Y justo después se oyeron tres toques en la puerta de su dormitorio.

- ¿Sí? – repitió como su madre le había indicado al menos mil veces durante el desayuno.

- ¿Cariño, podemos pasar?

- Adelante – dijo Pansy, mirándo la puerta con interés.

Después de que el manojo girara suavemente, la tenue luz del pasillo se filtró por la puerta y se perdió, mezclada con la de el interior de su pieza. Su madre vestía su mejor túnica y tras ella venían dos personajes. Aparentemente áquellos eran los "invitados especiales" . Pansy se levantó del suelo y alisó los pliegues de su vestido, asegurándose de tener buen aspecto. Después lentamente se acercó y se situó junto a la mano de su madre, que le rozaba la cabeza. Ésta la examinó en silencio, pero no hizo comentarios, tan sólo se dedicó a presentar a los Malfoy.

- Pansy, quiero presentarte a tu nuevo amigo...

- Y prometido – recordó Narcissa, con cierto orgullo.

- Y prometido, – agregó su madre sonriendo – Draco Malfoy. Y ella – apuntó delicadamente a la señora - es su madre, Narcissa.

Pansy ignoraba el significado de la palabra prometido, sin embargo, le gustaba el cabello de los dos Malfoy. Ambos eran de un color rubio casi albino y tenían la tez pálida como los adornos de márfil que coleccionaba su Tía Anisse. El pequeño tenía una nariz recta y unos ojillos grises, casi plateados, con pestañas lisas. Su pelo estaba peinado cuidadosamente y sospechó que su madre también lo había arreglado durante toda la mañana. Llevaba una túnica negra que cubría sus pies y no dejaban ver sus zapatos. Por extraño que fuese a Pansy le disgustó esto, ya que pensaba que ayudaban a conocer a las personas o por lo menos, decían bastante sobre ellas. Y era otra de sus manías que su madre aún no lograba sacarle de la cabeza, obvio.

- La niña hizo una torpe reverencia a modo de saludo. Decidió que no era oportuno probar la paciencia de su madre, y apartó la vista de los pies de sus invitados.

- ¿Hace poco cumpliste siete años, Pansy? – preguntó Narcisa dulcemente acercándose a la pequeña.

- Sí. – respondió ella – Mi papi dice que sólo me faltan cuatro años para ir a Hogwarts – dijo dándose aires de importancia. Tampoco quería parecer menos ante su "nuevo amigo".

- Así es. Al igual que Draco. Pareces mucho más madura que las otras niñas de tu edad.

- Gra-gracias – murmuó la niña, sin entender del todo la frase. Narcissa sonrió fríamente, feliz de haber encontrado un defecto en su futura nuera.

- Draco y yo te hemos traido un regalo. – dijo mientras ponía su mano sobre el hombro derecho de su hijo – Entrégaselo, cariño.

- Feliz cumpleaños – murmuró Draco, mirándola solo a medias. Pansy sonrió y alargó el brazo para recibir el paquete que el niño le entregaba.

- ¿Te parece si bajamos a tomar un té, mientras los niños juegan? – ofreció su madre.

- Claro, diviertánse chicos – dijo la señora Malfoy antes de cerrar la puerta.

Apenas cerró la puerta, Pansy corrió hacia dónde estaba sentada e instaló el regalo entre sus rodillas. Estaba por abrirlo cuando se percató de que Draco seguía en la puerta.

- ¿No quieres ver mi regalo? – preguntó Pansy. El niñó dudó pero luego se acercó y se sentó sobre un peluche frente a Pansy. Examinó con la mirada las ventanas, el techo, los juguetes y por último, miró a la chica.

- ¿Vas a abrirlo o no? – preguntó algo malhumorado. Ella asintió.

Rasgó lentamente el papel que envolvía la caja y quedó mirando con atención su exterior. La impaciencia del rubio, lo impulsó a ayudarla un poco, levantando la tapa. Pero aún con la tapa media abierta, él no podía ver qué había en su interior. Pansy sonrió.

- ¿Qué es? – preguntó Draco intentando ver sobre la tapa.

- Adivina – dijo la niña apretando la caja contra su pecho.

- No lo sé, dímelo. – respondió intentando quitársela, pero Pansy no pensaba ceder.

- Te daré una pista, es algo... que representa lo que nos gusta a ambos.

- ¿Cómo sabes que me gusta, si nos acabamos de conocer? – preguntó entre divertido y confundido, soltando la caja.

- A vamos a ir a Hogwarts ¿no?

- ¿Qué hay con eso?

- ¿Nunca has pensado en la casa a la que irás?

- Slytherin, por supuesto. No me quedaría en el castillo si quedara en otra casa.– sonrío con suficiencia – Pero sigo sin entender...

- Mi madre no toleraría que tuviera amistades que no compartieran sus ideas. Es obvio que tus padres son de Slytherin.

- ¿Pero eso que tiene que ver con tu regalo?

- Piensa un poco. Cosas relacionadas con Hogwarts, con Slytherin... – respondió ella con falsa exasperación.

- No lo sé, puede ser cualquier cosa, un castillo, un profesor. Espera, un león o ...

- Una serpiente – terminó ella, sacando el peluche de la caja. Era verde y de una tela sedosa y brillante. Sus ojos eran casi reales, como dos rejillas que miraban fijamente. Eran grises al igual que los de Draco. Su nuevo amigo se la pidió y la examinó con cuidado. Casi notó una expresión en sus ojos, pero no logró identificarla del todo.

- Es linda ¿Cómo se va a llamar?

- No lo sé – respondió. Sinceramente no estaba preparada para un nuevo integrante en su familia de juguetes. Normalmente, planeaba los nombres por un tiempo y finalmente decidía, era la parte más entretenida de recibir un peluche tras la usual escenita - ¿Qué nombre le pondrías tú?

- Me gusta Hiperión, quiero que mi hijo se llame así... es decir, perdón, no sólo mío, quiero decir... si tú... – se ruborizó, dándole un toque más infantil a su cara, sonrojado sí que parecía un niño. Tanta palidez lo hacía ver mayor.

- ¿Qué? – preguntó Pansy algo divertida.

- ¿Tú no sabes lo que significa "prometido", verdad?

- No – se paró un segundo a pensar en ello - ¿Qué significa?

- Bueno... yo... – Draco se ponía cada vez más rojo – ta-tampoco lo sé.

Pansy alzó una ceja y lo miró con sorna.

- Claro que no...

- Te lo diré más adelante.

- ¿Lo prometes?

- Sí, lo prometo – dijo el chico, perdiendo de a poco el color.

- Entonces, la serpiente se llamará Hiperión. – Draco abrió mucho los ojos y la miró directamente – Dijiste que te gustaba ¿no?

- Sí, es un buen nombre. – se acercó un poco a Pansy y a Hiperión. – Aunque indirectamente estás me diciendo 'acepto'. Me gusta como le sienta en todo caso.

- Ni que fueramos a casarnos – se burló sin percatarse de que Draco se ponía nervioso – pero es un lindo nombre, casi tanto como el tuyo

- ¿Lo dices en verdad? – se irguió un poco.

- Sí, es poco común, Draco. No conozco a nadie que se llame así. Tus padres deben de tener buen gusto, es decir, por algo se juntan con nosotros ¿no? – Draco rió.

- ¿Qué más te gusta de mí? – dijo él en un tono más coqueto y acortando la distancia entre los niños.

- No lo sé – Pansy comenzaba a sonrojarse – tus ojos. Son como los de Hiperión plateados, tienen un color inusual. Me gustan.

- Los tuyos están bien – contestó sin darse cuenta que estaban cayendo en un círculo de halagos – son como una mezcla. Algo exótico. Entre verde y café, pardo como una pluma extraña.

Pansy sonrió e inconsientemente se tocó los parpádos. Nunca nadie le había mencionado sus ojos así, parecían especiales saliendo de ese modo de una boca. Cómo si fueran únicos. Se acercó a Draco y le tocó los parpádos también.

- ¿Qué haces?

Se sienten como los míos, son como una Snitch debajo de la piel. ¿Nunca lo habías notado? – el niño se tocó los ojos. Pansy río.

**

Pasó el tiempo y con él, los recuerdos. Pansy olvidó su primera promesa con Draco y él por su parte se convirtió en un amigo ocasional, normalmente invitado los domingos para la hora de la cena. Pero aquéllos momentos en los que se reunían eran los mejores de la semana, entre juegos y risas las tardes enteras se les hacían minutos. En la mayoría de los juegos Hiperión estaba incluído como rehén o torturado mientras Pansy y Draco intentaban rescatarlo. Otro de sus juegos favoritos era utilizar la escoba de juguete de Draco, que aunque no subiera más de tres metros Pansy no manejaba sin la ayuda del niño. Jugaban en ella por los jardines de la Mansion Malfoy como si fuera un bosque encantado.

- No sé porque no te atreves a subirte sola a la escoba, Pansy – dijo Draco entrando a su pieza seguido de su amiga, mientras se quitaban los zapatos sucios – Yo podría enseñarte cómo y podrías ir a la velocidad que quisieras.

- No gracias, prefiero que me acompañes. Me da la impresión de que en cualquier momento ese palo puede romperse en dos.

- Y si eso pasara ¿En qué te ayudaría que yo estuviese sobre la escoba también?

- Al menos te caerías conmigo y tendría un compañero de pieza en San Mungo.

- Qué graciosa – dijo Draco, arrojándose a la cama.

- Quiero contarte un secreto – dijo Pansy con aire misterioso sentada a orillas de la cama con los pies colgando.

- ¿Qué? – preguntó su amigo entregándole una de sus almohadas. Pansy la abrazó y subio los pies a la cama.

- En dos años iremos a Hogwarts y quiero que sepas que eres mi mejor amigo – sonrió – y que mientras estemos allá, prometo que seremos los mejores magos del colegio.

- Eso no es un secreto, Pansy – dijo Draco con voz seria, pero su sonrisa lo desmentía todo – tu eres la mejor amiga que jamás pude tener...

-Pero ¿Y Crabble y Goyle?

-No me caen bien, pero mi padre me dice que tengo que juntarme con ellos, porque son como nosotros.

- A mi me parecen más pansones – se burló.

- No lo entiendo muy bien, pero siempre están dispuestos a hacermes caso. A todo lo que les diga.

- ¿No estarán enamorados de ti?

- Seguramente – dijo con falsa modestia - ¿Quién no lo está? – silencio, risas - Además, siempre cuento con ellos cuando necesito alguna golosina, eso me recuerda... ¡Dobby!

Un elfo doméstico sucio y feo se apareció.

- ¿El amo necesita algo? – chilló.

- Claro que sí, estúpido, por algo te llamé. – Pansy soltó una risita ante la idiotez del elfo – quiero que me traigas algo decente para comer...

- ... pero el ama dijo, que si el amo no se comía todo el estofado señor, no podía comer golosinas, señor.

- ¡Me vas a hacer caso o quieres qué...! – amenazó el muchacho.

- ¡Sí, sí, sí, amo! ¡Enseguida! – y con un "crack" una fuente de golosinas apareció en la habitación y el elfo se desvaneció. Draco se acercó un puñado de grageas que examinó con cautela y se echo a la boca las que consideró menos sospechosas.

- De limón – dijo masticando - ¿y tú?

- Orégano – respondió Pansy con la boca llena y una risotada.

- Tienes mala suerte, Parkinson – se burló. – No comas tantas ranas de chocolates o te pondrás tan redonda como Goyle y Crabble.

- ¿Y? – se paró Pansy mientras lo miraba.

- Nada, es sólo que te ves bien como estás – respondió sin apartar la vista del plato.


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