I don´t want to eat
Sus ojos se tornaban ahora de un verde oscuro, mientras sus pupilas se dilataban a cada contradicción que le decía la joven prisionera. Su rostro sin embargo, seguía sereno. No permitiría darle el gusto a esa insignificante humana de ver en él algún tipo de emoción, porque eso significaría su derrota ante ella. Tampoco le desagradaba del todo, aunque jamás lo reconocería. En realidad era una mujer muy valiente y persistente, esas dos cualidades eran lo que le atraía y repugnaba a la vez. Hablaba continuamente de los sentimientos que sentía hacia sus amigos, y de la confianza que depositaba en ellos. Era muy ingénua si pensaba que sus amigos la salvarían de aquella prisión que se encontraba en el fin del mundo. De Hueco Mundo no salía vivo nadie que no fuera un arrancar.
-Come.- ordenó una vez más.
-No tengo hambre.
-Llevas tres días sin probar nada. Te lo repíto, come.- insistió él.
-No.
-En ese caso, comerás por la fuerza.-la sujetó por la barbilla y presionó entre los dientes para que abriera la boca, después le introdujo el contenido de la cuchara. Ella lo saboreó y terminó escupiendoselo en su cara.- ...
-No voy a comer de lo que tú me ofrescas.-dijo mientras el arrancar se limpiaba con la manga de su camisa.
-¿Tanto te desagrado, humana?.-la acostó en el suelo y se colocó encima de ella, acercando su rostro al suyo.- porque si es así, puedes imaginarte que soy Kurosaki Ichigo.
-Te odio...- lo miraba con terror, sus ojos se humedecieron pero se negaba a llorar.- te odio...-repitió.
-Tranquila, no quiero perder el tiempo ensuciandome contigo.- se levantó y recogió el almuerzo de la joven.- si no quieres comer, muérete de hambre. La próxima vez trátame con un poco más de respeto, recuerda que soy superior a ti.
-Si, señor...
Ulquiorra salió de la habitación y cerró poco a poco la puerta. Le pareció oir como la pelinaranja llamaba al shinigami sustituto entre sollozos. No comprendía como aún mantenía la esperanza. Por un momento sintió admiración por ella, cosa que después de pensarlo le asqueó. Estar pasando tanto tiempo con la humana le estaba sentando realmente mal.
El líder se acomodó en su trono, se acariciaba su cabello mientras miraba indiferente lo que el arrancar le decía. Bostezó para hacer notar que lo que estaba contando le importaba lo más mínimo. Llamó a un subordinado para que le preparara una taza de té, éste asentía feliz porque el gran Aizen-sama requería de sus servicios. Allí todos le admiraban, prometía que Hueco Mundo estaría por encima de la Sociedad de Almas y de cualquier otro lugar. Su actitud dejaba mucho de qué pensar, un ex-shinigami que había traicionado a los suyos para unirse a otra causa. Una persona extrañamente amable, y a la vez fría y egoísta.
-La humana no quiere comer, Aizen-sama.
-¿Por qué¿acaso no se siente a gusto con su atendimiento?.
-Dice que se niega a probar algo que sea ofrecido por mi.-dijo Ulquiorra.
-¿No la has tratado correctamente?.-preguntó mientras sujetaba la taza de té que le cedía el vasallo con el dedo meñique.- Recuerda que es nuestra invitada, tienes que hacer que se sienta a gusto.
-He sido correcto con ella.- dijo cortantemente.
-Entonces no hay más que hablar. Debes cumplir todos los deseos que se le antojen.-hizo una pausa para sorver el té.- Ulquiorra, como ella muera pagarás tú las consecuencias. Y sería una lástima prescindir de ti...
-...
-Dile al cocinero que te prepare la merienda para Inoue, e inténtalo de nuevo. Y esta vez no falles. Es muy importante para nosotros conservarla con vida. Recuerdalo.
-Si, Aizen-sama.- dijo.- Solicito permiso para retirarme.
-Puedes retirarte.
-¿Puedo pasar?.
Al no obtener respuesta decidió entrar el mismo en la habitación. Inoue estaba sentada mirando las estrella, se pasaba así horas, ya que en Hueco Mundo siempre era de noche. Tenía una expresión seria, algo que era poco común en ella, y que cada vez se hacía más frecuente. Ulquiorra se acercó y dejó la bandeja al lado suyo. Ella lo apartó hacia otro lado, y continuó observando el cielo, sin ni siquiera mirarle a la cara. Estaba realmente enfadada. "Qué mujer más testaruda" pensaba el arrancar. Volvió a acercarle el plato, y ella volvió a apartarlo y así sucesivamente. Como no llegaban a ninguna solución optó por dialogar con la prisionera.
-Debes comer algo.- dijo.- Aisen-sama está muy preocupado por tu salud.
-No, gracias señor.- respondió con resentimiento.
-¿No piensas obedecerme, verdad?.-ella negó con la cabeza.- Está bien. De todas formas te dejo aquí tu comida, por si luego cambias de opinión.
-Espera.- él se paró frente a la puerta.- Quiero que sepas...Que lo que dije antes, es mentira. No te odio. Soy un poco bocazas a veces ¿sabes?, jeje.-dijo sonriendo.
-No tienes que disculparte humana. Reconozco que fui un poco brusco contigo.
-No me llames humana. Llámame Inoue, Inoue Orihime.
-Si así lo deseas, te llamaré Inoue.- ella volvió a sonreir y asintió.- Hasta mañana.- Al cerrar la puerta se apoyó contra la pared y se maldijo a él mismo, se estaba encariñando con la ojiazul y eso no era buena señal. Las cosas cambiarían apartir de ahora.
