Vengo a estrenarme en este fandom tan bonito antes de que se acabe el año, con una pseudo-serie de drabbles y/o (probablemente o) historias cortas que espero terminar antes del treinta y uno. No prometo nada, seguramente serán bien mierda, usé un montón de prompts que encontré en Tumblr, y ohdiosmío, alguien máteme.
No está beteado, así que cualquier error, ya saben quién es la responsable.
Yuri! on Ice es propiedad de Kubo Mitsurou, Sayo Yamamoto y el Estudio MAPPA. Yo no poseo nada, solo los feels y las ideas retorcidas.
Esta serie un regalo de Navidad (atrasado) para dos: Nikki, mi mejor amiga, por soportarme por tantos años y aun seguir aquí. Te quiero un montón, idiota.
Y dos, para mi reina, mi corazón de melón(?), ZmeyStein, porque no importa cuánto tiempo pase ella siempre regresa a mí y no podría estar más agradecida por eso. Te amo un montón.
A las luces de la medianoche
Yuuri se emborrachó la noche antes de su boda. Fue un accidente, en parte, pero también fue premeditado, en otra parte, porque él sabía lo débil que era ante el alcohol y aun así fue y tomó. No demasiado, pensó mientras se levantaba de la cama, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a Viktor o a Makkachin, solamente una copa o dos para calmar sus nervios y volvería a la cama. Tal vez tres, por si se acobardaba demasiado.
Bebió una copa, de pie frente al pequeño y plateado refrigerador de la sala. El vino de cortesía que entregaba el hotel sabía dulce, como a moras, y casi no percibía el alcohol en él. Así que bebió otra, para confirmar que era vino y no jugo, y porque tenía un sabor exquisito. Bebió una tercera, convencido de que ese vino no era vino y el hotel los había engañado.
Al cabo de la cuarta, pensó que sería buena idea llevarse la botella al sofá, porque la habitación comenzaba a dar vueltas.
A la mitad de la botella, se dio cuenta que definitivamente sí tenía alcohol, y mucho, según decía la etiqueta, en letras grandes y doradas en la esquina ―quince por ciento, para ser más precisos.
Oh. Debería haberse puesto los lentes. Debería levantarse y poner un poco de música, también.
Las enormes ventanas con vista a la ciudad enmarcaban un paisaje precioso, de grandes rascacielos llenos de las luces de la medianoche, como estrellas artificiales que iluminaban el cielo desde su posición. Se acercó a ellas, intentando sin demasiado éxito mirar hacia abajo, a ver si era capaz de ver la avenida, pero se dio por vencido en cuanto se dio cuenta que era imposible; estaban en el piso veintisiete, tendría que romper el cristal si quería hacerlo, y eso sonaba más como una pesadilla a un simple juego de borracho.
Hacía calor, así que se quitó la camisa.
Mantuvo la frente apoyada contra la ventana, dejando que su respiración pesada y húmeda, casi tan espesa como el mismo vino, se derramara como vaho en ella. Esperó unos minutos, no muy seguro de qué realmente esperaba, hasta el momento en que llegó.
Oh, la duda. Lo agarró por la parte trasera del cuello y le golpeó la cara contra el vidrio. Figurativamente.
Mañana era el gran-gran día. Caminaría por el altar y se encontraría con Viktor, diría sus votos ―los cuales había repasado un millón de veces hasta aprendérselos de memoria―, le pondría un anillo y sería declarado oficialmente esposo de Viktor Nikiforov. De Viktor Nikiforov. La parte del ponerle el anillo, en teoría, era relativamente fácil, considerando que ya lo había hecho un año atrás en Barcelona, pero cada vez que pensaba en lo diferente que sería esta vez, con sus amigos y familiares mirando, esperando que no cometiera un error fatal como, no sé, dejar caer la sortija, sentía ganas de vomitar. Quería vomitar, correr, volar, lo que sea que fuera necesario para ahorrarse el bochorno. Quería cambiar papeles con Makkachin, que lo único que debía hacer era llevar una corbata de moño y lucir bonito y callado en las fotos de la ceremonia, y luego podría comer y dormir todo cuanto quisiera.
Eso es, quería cambiar papeles con Makkachin. Sería muchísimo más fácil, además de que habría menos riesgo de tropezar con sus propios pies y terminar cayéndose de bruces cuando intentara caminar la Marcha Nupcial.
Soltó un gritito, un jadeo y un suspiro, todos empaquetados en uno solo, cuando pensó en lo que diría la prensa. Lo que dirían las fans. No, no era secreto ni nada remotamente nuevo que ellos eran pareja, no después del beso del año anterior, pero a veces, como ahora, Yuuri sentía terror de lo que pensarían de él. Viktor era tan… guapo, y él solo era él. ¿Cómo siquiera encajaban juntos? Seguramente, en las fotos que publicaba la prensa, la gente lo cortaba para dejar solamente a Viktor, y la verdad no podría sentirse ofendido.
Vaya. En lugar de ayudarlo, el alcohol lo había puesto paranoico, y le había puesto la ansiedad al máximo.
―Yuuri.
Volteó, encontrando a Viktor de pie delante de él, con el pelo hecho un desastre y una sonrisa adormilada. ¿Cómo era justo eso? Aún medio dormido, su futuro-casi oficial esposo era tan hermoso que lastimaba la vista. O eso, o el alcohol le empeoraba la miopía.
―¿No puedes dormir? ―inquirió Viktor, curioso, en voz baja.
Yuuri negó con la cabeza, preguntándose qué aspecto tendría en ese momento; el de borracho, seguro. Viktor extendió una mano hacia él.
―Ven aquí ―murmuró. Sus dedos estaban cálidos, como recién salidos de la cama, y Yuuri no pudo evitar ir y abrazarlo, el cual fue devuelto no bien había terminado de cerrar los brazos―. Todo saldrá bien, Yuuri.
Tenía la cabeza llena de neblina, abrumada y espesa, pero se esforzó por dejar repetir esas palabras y dejar que calaran dentro de su mente como si estuviera tallado en piedra. Yuuri quiso llorar y reír al mismo tiempo, en parte porque estaba tan borracho, y en parte porque aunque Viktor era incapaz de ver el futuro y saber si realmente todo saldría bien mañana, escucharlo decir eso lo calmó tan rápido que se sintió idiota por haberse asustado tanto. ¿Qué es lo peor que podía pasar?, ¿caerse? Se había caído demasiadas veces en el hielo; no podría existir nada peor que eso. ¿Olvidarse los votos? Probablemente lo haría de todas maneras, y de igual forma sabía que diciéndolos de memoria o no la mitad de los presentes lloraría de alegría por él, por ellos, porque eso es lo que hace la familia.
―Lo sé ―medio susurró, medio masticó contra el hombro de Viktor, con la lengua pesada a causa del vino, pero él lo estrechó más cerca de sí mismo y respiró con fuerza en su cabello, y fue suficiente para saber que sí lo había hecho.
Una canción ridículamente cursi sonaba de fondo, en el estéreo todavía encendido que Yuuri había dejado, y Viktor comenzó a moverlos a ambos, lenta y torpemente, al ritmo de ella. Ni siquiera estaban bailando, solamente balanceándose como bobos frente a la ventana, pero no se molestó en quejarse. Mañana tendría jaqueca, eso seguro, pero mientras giraban a las luces de la medianoche, eso era lo que menos tenía importancia.
You are my sunshine
My only sunshine
You make me happy when skies are gray
You'll never know, dear, how much I love you
Please don't take my sunshine away
Espero que les haya gustado. Me alejé un montón del prompt original, tuve una crisis nerviosa mientras escribía y estuve a punto de romper la pantalla de la computadora en más de una ocasión, pero al final aquí está y me siento satisfecha del resultado.
¡Besos!
`v`)/
