Kung Fu Panda y conceptos asociados le pertenecen a los Estudios Dreamwork. Escrito sin fines de lucro monetario alguno.

Muchas gracias a Punto-Punto-Punto por haber pre-leído y corregido esta historia, sin él no estaría ni cerca de la calidad que ahora posee.

La garganta de Tigresa estaba seca y áspera, realmente estaba sedienta, pero perseveró a pesar de las circunstancias, jamás tocando un bocado o vaso de agua.

Estaba en terreno desconocido, rodeada de decenas, sino cientos de civiles de los cuales desconfiaba, todos ellos siendo una posibilidad de ataque que no podía dejar a un lado. Ya había ocurrido con anterioridad, tenía bases muy bien fundamentadas en las cuales sentar su paranoia; los maestros en las artes efectivamente eran seres de gran poderío y control. Sin embargo, también eran mortales, capaces de morir ante una simple gota de veneno, una puñalada de una daga bien escondida o, en el mayor de los casos, una explosión.

En cualquier caso, a pesar de que había estado incómoda en este lugar de idolatría y perdición, había hecho lo suyo y compartido su tiempo con el pueblo y aquellos que específicamente habían venido desde lejos para admirarle y agradecerle, tanto a ella como a sus compañeros.

Muchas cosas habían cambiado desde que Po llegó a sus vidas. En especial en la de ella, que con el pasar del tiempo tuvo que afrontar el hecho de que había mucho más en la vida que Kung Fu. Pero nada, absolutamente nada le había preparado para lo que el pequeño grupo de niñas ante ella le habían preguntado no hace unos minutos:

—¿Disculpa?

Mei Ling, una pequeña conejo de rosadas mejillas y orejas caídas, sujetó su muñeco de felpa en su pecho, nerviosa. Lifen Ling, su hermana gemela de orejas erguidas, bufó a su lado y giró sus ojos, ofuscada ante la timidez de su familiar.

—¡Por todos los cielos, Mei! Maestra Tigresa, verá. Mi hermana quiere saber su opinión sobre ciertos rumores que merodean por toda China con respecto a su relación con el guerrero Dragón...

Años de entrenamiento le habían preparado para muchas cosas, pero en especial habían sido muy útiles para controlar el gruñido que ansiaba con todo su ser dejar salir de su garganta. Realmente deseaba romperle el cuello a quien sea haya iniciado el rumor de que ella y Po mantenían un tórrido romance a escondidas.

Muy en el fondo, sabía que todo inició en aquel fatídico día en que le permitió a Po que le abrazara en público. Era imposible que los rumores no iniciaran en tal forma. Fue algo inusual, fuera de lo común que, con el pasar de los años, se había convertido en una molestia.

Escuchó a la hermana dominante, actualmente interesada en lo que emergía de su boca a diferencia de Mei Ling, que parecía pertenecer al grupo que pensaba que efectivamente había algo entre ellos (o al menos pensaba que debería haber algo). Lifen Ling parecía pertenecer al grupo opuesto, que negaba fervientemente toda vinculación romántica entre ellos (un grupo que, por cierto tiempo, contó con su apoyo hasta que se enteró que la gran mayoría tendía a emparejarle con alguien más... ).

Rogó a los dioses que Lifen no fuera parte del grupo en particular que había enervado sus nervios, pero con cada palabra que emergía de la efusiva jovencita, más se derrumbaban sus esperanzas.

Realmente odiaba lastimar a los niños, directa o indirectamente, pero era obvio que debía romperle aquí mismo el corazón a las gemelas.

—Efectivamente, el guerrero Dragón y yo somos muy buenos amigos, pero nada más que eso. Solo amigos. —Sus adentros se retorcieron al ver la mirada vidriosa y dolorida de la pobre Mei Ling. Sus orejas gachas le hacían ver particularmente más joven y tierna de lo que realmente era, lo que incrementaba su sentimiento de culpa.

—¡Ja! Te lo dije. La Maestra Tigresa nunca se juntaría con el Panda...

—Tampoco lo haría con Tai Lung.

—¿Qué? Pero si...

La felina alzó una mano acallando a la pequeña. No era la primera fanática que le abordaba con respecto a su vida amorosa (algo que, al parecer, todos y cada uno de ellos parecía sentirse con el derecho de juzgar y definir).

—Que ambos seamos felinos no implica que sea correcto que estemos juntos, menos obligatorio. Ambos somos técnicamente hermanos al haber sido criados por el mismo padre. Estoy muy al tanto de que jamás crecimos juntos y que no existe relación sanguínea entre nosotros: eso es una verdad innegable. Pero también parecen olvidar que Tai Lung está muerto, vencido en su batalla contra el guerrero Dragón. Incluso de no estarlo, existen muchas diferencias y resentimiento de mí hacia él y viceversa que harían semejante relación imposible en primer lugar.

Suspiró, tratando a como dé lugar de ignorar los sollozos de las pequeñas niñas, al igual que el de sus amigas. Sus sueños destrozados ante una verdad que quizás no querían escuchar, mucho menos aceptar.

De todas las chicas, Lifen parecía ser quien más parecía aceptar sus palabras, aunque sus puños apretados parecían expresar otra opinión. Mei por otro lado, lloraba desconsolada, por lo que Tigresa no pudo evitar el envolver a ambas hermanas en sus brazos y ofrecerles un abrazo consolador.

Cerró los ojos, sabiendo que esto no sería el fin de los rumores; nunca lo ha sido sin importar a quién se lo aclarase.

Mei sollozó, dando pequeños saltitos en sus brazos con cada hipo que su cuerpo otorgaba. La pobre niña no había podido dar su versión de las cosas a diferencia de su más tensa y enojada hermana (que, con un par de intentos, logró zafarse de sus brazos para acudir con sus amigas, murmurando en voz baja insultos e improperios que la maestra habría corregido en el acto de no ser porque aún tenía a la pobre —y ahora abandonada— Mei en sus brazos).

En una hora, finalmente pudo entregar a una exhausta pequeña a los brazos de su madre, que sonrió agradecida antes de partir, disculpándose un par de veces por la impertinencia de sus hijas (algo que Tigresa no dudó en descartar, conociendo bien cuan impulsivos podían ser los niños).

Al final, la festividad terminó. Y ella procedió a regresar al valle de la paz. Pensativa.

No le sorprendió que sus amigos le otorgaran un poco de espacio una vez regresó al palacio de Jade. Su tensión fácilmente palpable en su postura. Años de compartir techo le había enseñado bien a sus compañeros a leer su cuerpo y emociones cual rollo abierto.

Caminó rumbo al árbol de duraznos, necesitando un lugar apacible en el cual poder meditar sobre lo que en ese momento asaltaba su cabeza.

No le extrañó en lo absoluto encontrarse al panda.

Por minutos no dijo nada, simplemente satisfecha de observar a Po mientras éste comía durazno tras otro mientras contemplaba el horizonte, inusualmente contemplativo, como hacía años no le había visto. Lo que impulsó a Tigresa a anunciar su presencia con un aclarar de su garganta, que provocó que el regordete guerrero diera un pequeño salto en sorpresa, su rostro congelado a medio comer.

—¿Qué preocupa tu mente, Po? —preguntó la felina mientras caminaba hasta su lado, sentándose a una distancia respetable entre ambos. No miró en su dirección, a sabiendas de que la respuesta vendría tarde o temprano, ejerciendo su paciencia al esperar que terminase de masticar su durazno.

—No... sé si es buena idea que te lo diga.

Alzó una ceja al oír esto, inmediatamente llegando a la conclusión de que esto le concernía en alguna forma, pero ¿en cuál? Por varios segundos se mantuvo en silencio, ponderando varias posibilidades y llegando al final a una simple conclusión.

—¿Gemelas?

Su súbito aspirar, acompañado por su cara de incredulidad, fue todo lo que necesitó para confirmar sus sospechas.

—¿Cómo... ?

—También las encontré en mi turno. Quizás fui demasiado asertiva en mi respuesta. —Cerró sus ojos, intentando recolectar sus memorias del evento con la mayor precisión posible, solo su entrenamiento y su control evitando que respingara un poco al recordar cómo lidió con ellas.

Sin embargo, a pesar de no haber demostrado signo alguno de ello, el panda fue capaz de leerle con facilidad.

—La de orejas alzadas es todo un caso, ¿eh? —La voz de Po poseía un ligero tono jocoso, un intento por aliviar la tensión en el aire.

Ella asintió, realmente avergonzada de no haberle permitido el derecho a palabra a la joven Mei.

—¿Qué te dijo Lifen? —preguntó la felina, mirando de reojo al panda por reacción alguna, a sabiendas de la opinión negativa que tenía la pequeña de su monocromático amigo.

Una carcajada emergió de Po, algo forzada; sin embargo, aún lo suficientemente real como para denotar que no era fingida en ninguna forma.

—Digamos que existen aquellos que ponen en duda mis fabulosas habilidades, mi capacidad, entre otras cosas en cuanto a ser el Guerrero Dragón se trata.

Tigresa asintió, sus ojos ahora fijos en el horizonte observando el atardecer mientras ponderaba lo que había escuchado, esperando por el resto del relato.

—La pequeña estaba algo confundida. Parecía creer en algunas cosas que pensé estaban erradas. No estuvo mucho tiempo escuchándome. —De nuevo una carcajada, esta vez completamente fingida, sus ojos mirando hacia el valle en vez de las montañas, su cabeza algo gacha—. Al parecer no era digno de su atención.

Tigresa cerró sus ojos, ahora comprendiendo el por qué el panda se encontraba tan decaído. La opinión de otros hacia su persona siempre ha tenido, y quizás tendrá, un impacto en su vida. Una de las mayores diferencias que existían entre ambos.

—Po... —posó una mano sobre su hombro, intentando enfatizar aún más su apoyo en el proceso—, no dejes que las palabras de una joven ignorante arruinen tu día.

Él alzó su rostro, sus ojos brillando ligeramente mientras le observaba.

—No estás aquí por eso... ¿cierto?

Un negar pronto procuró un ligero suspiro de parte de la maestra. Otra vez había fallado en leer los sentimientos de forma apropiada.

—En realidad, las palabras de Lifen no fueron de mucha importancia para mí —admitió el Panda, esta vez sus ojos jamás abandonando su vista actual, que se encontraba ahora profundamente fijos en ella—. Fueron las palabras de Mei Ling, su hermana, las que me han dado mucho que pensar.

Por alguna razón que no pudo explicar, la felina sintió su corazón acelerarse y su piel encresparse.

—Po...

—Tranquila Tigresa, no voy a declararme o algo —agregó el Panda, una ligera sonrisa adornando su rostro—, sé que estás agotada de los rumores; en cierta forma también lo estoy.

Tigresa asintió al escuchar esto, al tanto de que todos en el templo de Jade habían encontrado, de una forma u otra, algo de presión en esta área. La felina miró de nuevo al descendiente sol, que ahora pintaba de anaranjado el horizonte, contenta de que la conversación había regresado a terrenos que podía manejar, que sabía controlar.

—Pero tengo que admitir que lo que Mei Ling dijo, me dio mucho que pensar.

Y con eso, nuevamente la felina encontró su vista fija en el panda, sus cejas alzadas en sorpresa y algo de alarma.

—¿Q-qué clase de pensamientos?

—Acerca de mi futuro, de mis amigos... y tengo que admitirlo, en gran parte de ti y nuestra amistad.

Su admisión procuró un golpe devastador en las defensas de acero de la felina maestra. El suficiente como para hacer que ella rompiera su postura y mirase incrédula en dirección del panda.

—Oh, no. Antes de que saltes a conclusiones, escúchame, ¿sí? —profesó el Panda de forma apresurada, sus ojos portando un deje de miedo al verla a punto de gruñir en su dirección.

Ella solo se quedó allí, a medio alzar. ¿Realmente quería pasar por esto? ¿Realmente quería escuchar de boca de Po una discusión sobre una relación que no pasaba más allá de lo profesional? ¿En serio valía la pena el riesgo de dañar su amistad con discusiones amorosas?

—Te escucho.

Debo estar perdiendo la cabeza.

Tras sonreír de nuevo, y tomar otro fruto de durazno entre sus garras, el oso procedió a relatarle lo que provino de la boca de Mei Ling, que había procurado este momento.

Ustedes se complementan... son la viva representación del Yin y el Yang. Separados son fuertes y capaces de muchas cosas asombrosas, pero juntos son capaces de apoyarse donde el otro flaquea, proteger sus debilidades... Tú le recuerdas que la vida es más que solo el deber y el honor, y ella que no todo es un juego y que toda acción tiene una consecuencia.

Una sonrisa incómoda pero a la vez serena emergió de Po, quien ahora miraba al horizonte: el anaranjado rápidamente siendo reemplazado por tonos de azul y negro al emplazarse la noche.

—Escucharla me tomó por sorpresa, ¿sabes? —admitió el Panda mientras jugaba nerviosamente con el fruto de durazno.

Tigresa asintió y, muy en el fondo, se sintió ligeramente apenada de haber cortado de forma tan brusca a la pequeña. Su opinión, por más inocente e inexperimentada que sea, ha sido la versión más lógica e incluso dulce que había escuchado en todos estos años.

—¿Por qué?

Él le miró de reojo, sus dedos ahora sosteniendo firmemente el fruto; su juego cesando ante el emerger de tal pregunta.

—Me hizo considerarlo, pensar al respecto.

Y con eso, una sensación extraña e incómoda se asentó en el estómago de la maestra, quien realmente no sabía cómo sentirse al respecto.

—Po...

—Por años hemos estado escuchando el porqué deberíamos estar juntos o no. Admito que es agotador y que hace mucho eliminó toda atracción que sentía hacia ti.

Tal admisión tomó a Tigresa por sorpresa.

—¿Estabas atraído hacia mí?

—¿Estás bromeando? ¡Eras mi favorita! Si bien admiraba a los cinco furiosos, todo lo que provenía de ti era lo máximo para mí. —Una carcajada y un ligero sonrojo en sus regordetas mejillas—. Incluso un insignificante trozo de madera.

La maestra cerró los ojos e hizo memoria, recordando hace tanto tiempo atrás cuando Po recogió un trozo de madera que había provenido de uno de los muchos intentos de desmotivación que emergieron de ella y los demás. Un trozo de madera que, posteriormente, Mono y Mantis procedieron a tildar como 'El madero del amor' una vez Po se había establecido en el grupo, a menudo empleando tal título para agotar la paciencia de la felina o simplemente para avergonzar al Panda.

—¿Y solo por las burlas dejaste de sentir algo por mi?

—No, en realidad... bueno, sí, admito que en parte eso me motivó a seguir adelante, pero fue algo mucho más profundo e inspirador lo que me hizo seguir adelante y dejar atrás esa imagen infantil e irreal que tenía de ti.

—¿En serio? ¿Cual fue?

—Te conocí mejor...

—¡PO! —exclamó la felina, ofendida y ligeramente dolida de escuchar eso de boca de alguien que consideraba un amigo cercano.

—No, ¡no es como crees o suena! ¡Déjame explicar, ¿sí?! —Un gruñido y un apretar de puños fue lo único que recibió como respuesta. Los ojos de la felina mirándole fijamente, dispuesta a darle la oportunidad de explicarse.

—De niño tenía esta imagen de ti: perfecta, férrea, imparable, incapaz de hace algo mal. Eras para mí la perfección hecha persona —al ver que la felina fruncía más y más el ceño mientras proseguía, el Panda apresuró el paso—, pero cuando llegué a conocerte, descubrí que eras más que eso.

Tal admisión tomó por sorpresa a Tigresa, quien alzó una ceja en dirección del Panda.

—¿Cómo así?

—Pues, de niño idolatraba a alguien que carecía de muchas cosas. Era simplemente una imagen falsa de quién eres realmente. —Un suspiro emergió del Panda, quien procedió a darle un gran mordisco al fruto que poseía en sus manos, lo que revelaba su nerviosismo y obligaba a la felina a mantener en línea su paciencia.

Una vez terminó de masticar y deshacerse de la semilla, Po suspiró y dijo:

—La Tigresa real es más que solo una guerrera bien entrenada. Es considerada, atenta con los niños, alguien que, a pesar de su duro exterior y entrenamiento, es capaz de demostrar paciencia y gran amor para con sus conocidos. —Grandes y firmes ojos verdes voltearon en dirección de Tigresa, extrañamente serios—. Dista de ser perfecta, es huraña por las mañanas y pierde rápido la paciencia cuando no se toman seriamente las cosas.

—Po... —advirtió la felina, de nuevo algo contrariada por lo que escuchaba.

—Y eso la hace incluso más bárbara y genial de lo que jamás pude imaginar. Mi visión simplemente viéndose opacada ante una realidad muy, muy superior a la ficción… lo que me motivó a desechar esos viejos sentimientos al estar basados en algo irreal y poco fiable.

Tigresa permaneció allí, sorprendida e incluso emocionada con lo que había escuchado, su ceño fruncido habiendo desaparecido por una ligera sonrisa de alegría y satisfacción.

—Gracias, Po.

—De nada, Tigresa...

Ambos permanecieron allí, simplemente sentados disfrutando el fresco de la noche recién caída, además de la brisa del valle.

—Quizás Mei no esté tan equivocada después de todo. Sí nos complementamos en cierta forma —admitió la maestra, sonriendo un poco más ante la mirada obviamente sorprendida de su compañero, quien obviamente no esperaba semejantes palabras de su parte—. Tampoco implica que esté súbita e inexplicablemente enamorada de ti, Po. —Y así como si nada, la expresión del panda cayó, como si hubieran desinflado un globo, por lo que rápidamente enmendó—. Pero no niego que, al igual que tú, me siento intrigada por el prospecto.

—¿En serio?

—Tienes una sola oportunidad, Panda. La arruinas y no habrá otra.

—Solo necesito una, Tigresa.

—Más te vale.

Al final, ambos contemplaron el horizonte, viendo las luces de las casas resplandecer en el oscuro valle, simplemente disfrutando del silencio y la naturaleza.

Ninguno de los dos sabía a dónde los llevaría esta decisión o cómo les afectaría en el futuro, pero por alguna razón que ninguno podía explicar, ambos concordaron en que una visita a la joven Mei no estaría de más.

—Para disculparme...

—Para agradecerle...

Ambos maestros se miraron el uno al otro, sorprendidos de lo que habían dicho, antes de que una pequeña carcajada provocase una oleada de risas y bufidos.

Las palabras Yin y Yang, resonando firmemente en sus cabezas.