Prefacio.

No muy lejos del pueblo de Castle, a penas pocos kilómetros de la carretera principal y en el límite del bosque que dejaba el Valle de Combe, un auto negro de impresionante buen y clásico gusto había quedado semidestrozado por el lateral delantero al no haber tomado la curva final que conducía al pueblo y por ende había colisionado contra uno de los fuertes robles que en protesta arrojo una gran cantidad de nieve sobre el cofre.

La conductora, rodeaba su cabeza con sus brazos en un intento de controlarse mientras su frente descansaba en el volante. Toda ella era un simple tiriteo involuntario envuelto en sudor.

-1… 2… 3… - un respiro profundo- contrólate Astoria, lo lograste- se decía en voz alta. -1… 2… 3… - otro respiro. Se incorporó en el asiento y vio la varita que aun sostenía fuertemente en su blanquecina mano hecha puño. Gracias a Merlín y a su constante paranoia de persecución le habían permitido reaccionar a tiempo para no salir disparados en el choque. Su vista seguía borrosa, no había duda de que tantas noches de no dormir bien seguían afectándola en situaciones de apremiante lucidez.

De golpe, giró su cuerpo entero aún sujeto por la cintilla de seguridad hacía el asiento trasero. El pequeño bebe seguía ahí, sano y salvo, tan quieto como cuando lo sacó de su cuna aquella noche en medio de la pelea. Desabrocho su cinturón y se arrastró hasta el asiento trasero como pudo, tomo a su bebe en brazos y lo acunó contra su pecho.

-Te amo Scorpy, siempre lo haré. –Gimoteo entre lágrimas- Serás un gran hombre, lo sé. Crecerás e irás a Hogwarts en un mundo mágico en el que ya no habrá guerra. Serás muy inteligente, como tu madre y una serpiente astuta de bellos ojos grises, igual que tu padre. No caigas en vicios ni pierdas el tiempo con mujeres que no te quieran. No te creas tanto por el linaje de tu sangre, y sobre todo acepta a los muggles tal y como son, algunos incluso son interesantes, ¿lo sabes?

El bebé, a pesar de lo empapada en sudor que estaba su madre no mostraba signos de incomodidad, de hecho comenzaba a arrullarse y de tanto en tanto cerraba sus perlados ojos. Por toda respuesta a lo que fuera que su madre estuviera diciéndole él solo apretaba con todos los dedos de su diminuta mano una maraña de cabello rubio y tela negra.

Astoria, sin apartar los labios de la frente de su bebe, continuaba diciéndole bellas palabras entre murmullos inaudibles. Las lágrimas no cesaron en lo absoluto pero conforme los minutos pasaban ganaba confianza en lo que hacía. Para cuando hubo terminado, su bebe dormía plácidamente en su brazos.

-Todo saldrá bien, hasta entonces, se fuerte mi pequeño Scorpius. –Concluyó, mientras con maestría dejaba de nueva cuenta al pequeño en el asiento.

Una luz plata apareció de entre la profunda negrura de los árboles y se acercó rápidamente al auto, sin problemas el castor atravesó las protecciones de su dueño y se coló hasta quedar a escasos centímetros del rostro de Astoria, revoloteo mostrando los dientes y desapareció.

Antes de que la última gota de luz que había dejado el patronus de Draco dejara de verse, la bruja ya trabajaba en un complicado hechizo sobre el cuerpo dormido del bebe. Llevaría 7 minutos exactos completarlo, y luego…

El ruido que había estado esperando toda la noche llegó, la aparición conjunta de múltiples mortífagos buscándola. Ya no había tiempo para seguir corriendo, tenía que completar los 7 minutos sin distracción alguna, las protecciones del auto le darían cuando mucho minutos extras antes de que la encontraran, tiempo robado era tiempo ganado así que ni siquiera se molestó en mirar por las ventanas, seguía concentrada en su letanía de murmullos inaudibles y florituras que lanzaban lazos dorados contra el bebe, envolviéndolo como si de una manta se tratase.

No sabía cuantos minutos llevaba, pero era obvio que estaba por terminar, las fuerzas la abandonaban de a poco y a este punto le costaba respirar, casi estaba hecho. Solo quedaban algunas gotas de magia corriendo por su cuerpo.

¡Ahí hay algo! – gruño un enmascarado. – ¡Den la señal!

En cuestión de minutos volutas de humo negro se aproximaron al lindero del bosque, donde una bola de nieve flotaba en el aire de forma anormal. No había rastros de ser algo mágico, ni siquiera había rastros de magia que seguir, pero era evidente que algo o alguien se encontraba dentro de lo que aparentaba ser una caja.

Un montón de hechizos de revelación colisionaron casi al mismo tiempo contra un solo punto, al principio no sucedió nada, pero después de repetidos ataques comenzó a materializarse un auto muggle, el color negro comenzaba a aparecer por partes indicando las dimensiones y la forma. Un incauto lanzó un ligero bombarda sobre el cofre y el auto patino en círculos unos metros.

-Que haces pedazo de imbécil, ¿y qué si los matas? – Le gritó un enmascarado.

-Avada Kedavra - contestó una tercera voz si emoción alguna, acto seguido el incauto cayó al suelo antes de que pudiera contestar-

Todos pararon de golpe cualquier hechizo que pensaran lanzar, pues una figura esquelética y serpentina se había materializado entre ellos y no sabían si estaba bien proseguir con la orden o esperar nuevas instrucciones de su amo.

Un movimiento de varita y el auto se materializó en su totalidad.

-¡Fuera! – Dijo en un estallido de furia mientras bajaba lentamente su varita - ¡No son dignos de estar en mi presencia inútiles magos mediocres!

Cerca de 15 columnas de humo se elevaron al cielo estrellado, una tras otras desapareciendo en la inmensidad de la noche.

-¿También yo, maestro? –Preguntó Bellatrix.

-Tú podrías serme útil, quédate Bella. Después de todo este es un momento de familia, ¿no?

-Como usted lo ordene, mi señor. –

Ambas figuras, una flotando y la otra arrastrando los pies se acercaron al auto que ahora presentaba graves daños por todos lados, incluso las llantas expuestas al cielo estrellado aun rondaban lentante y toda la parte superior ahora se hundia unos cuantos centimetros en la nieve.

Un segundo movimiento de aquella varita inmunda hizo que las puertas se desprendieran de la carrocería. Ya no había luz que iluminara el bosque ni nadie convocando un lumos, todo era silencio y oscuridad. – Tráelos. –Ordenó Voldemort.

Bellatrix se acercó al auto con una sonrisa de sádica serenidad y diversion. Junto a la orilla de la ahora inexistente puerta, cabellos regados que apenas y brillaban por la luz de la luna se mezclaban con chorros de sangre, feliz por no tener que meterse a ese cacharro a buscarla se apresuró arrastrarla fuera sin ninguna delicadeza.

-¡Sal de ahí, pequeña rata! No me has presentado al nuevo heredero Malfoy – chilló, mientras tiraba con mas fuerza del cabello enredado en su puño- ¡Qué salgas te digo! – Esta vez el tirón llego seguido de un movimiento de varita y el cuerpo de la bruja terminó por salir del auto.

Su rubio, casi platino cabello se perdia con la nieve que no dejaba de caer, su cuerpo pequeño y esbelto a penas se reconocia por la mancha roja que iba dejando su sangre. Sus brazos aferrados al bulto entre mantas que era su hijo eran lo único que mostraba signo de vida. Por lo demás, estaba demasiado tranquila, tanto que el estremecimiento de un mal presagio invadio al que no debe ser nombrado.

-¿O aceptaste que morirás hoy o estas lista para suplicar clemencia y entregarme a tu primogénito?- comentó con cautela y voz contenida mientras le rodeaba de a poco.

-Dímelo tu, oh es que ya no te fias de tu gran mente?-

-No, es solo que sigo pensando que es un desperdicio de sangre... ¿estas segura que no prefieres suplicar? Soy muy clemente con los de linajes ancestrales, y de todos modos cuando te mate tomare a tu hijo.

La risa de Astoria salió junto con pequeños chorros de sangre, como si fueran pequeñas y apenas perceptibles campanillas viejas - Tú no aprendes, verdad? Cómo es que no te ha quedado claro que no debes jugar con los hijos de madres brujas? ¿Lilia Potter, Tom?

La furia no se dejó esperar, estalló tan abrumadora como el golpe de la revelación que acababa de recibir, incluso Bellatrix retrocedió hasta un árbol decentemente protegido por la noche. -¡No te atreviste maldita escoria! ¡Crucio! ¡Crucio! ¡Tú no eres tan lista! ¡Solo eres una inútil que sirve a mis propósitos! ¡Crucio! ¡Crucio!

El bulto que era Scorpy rodó de los brazos de su madre y quedo medio desamparado entre la nieve. Aunque el cambio de temperatura pudiera haberlo alarmado, no despertó.

Astoria se retorcía y gritaba sin mucha fuerza, a cada tanto se desmallaba y el mismo dolor la volvía a despertar. Era tan atroz para él, verla morir en dolor y sentir tanta paz en su mente. La desesperación lo invadia, no la podia leer, no podia escarbar en sus recuerdos ni descubrir el hechizo que protegia al mocoso, solo estaba esa imagen gloriosa y petulante de un hijo que ella no vería subiendo al expresso de Hogwarts, y se repetia y repetia y repetia y no lo dejaba avanzar.

-¡Te voy a matar a ti y a tu estirpe!, ¡Te voy a aplastar junto con ese engendro que pariste y tus míseros intentos de buena madre quedarán como burla para el mundo mágico! – Seguía gritando sin parar de dar crucios de todo momento.

Finalmente, cuando vio que ya no se movía más paró en seco, respiró rudo y caminó de aquí a allá contemplando de reojo al niño. Se dirigio a él y lo observo a una distancia prudente

Aun podía funcionar, pensaba a toda prisa. Quizá la estúpida de la chiquilla Greengrass solo estaba mintiendo, fanfarroneando, si hubiera solo una forma de probarlo, pero nada venía a su mente. La imagen de Lily Potter protegiendo a su hijo se le cruzaba una y otra vez arruinando cada pensamiento medianamente coherente. No podía arriesgarse una vez más a morir.

-Bellatrix, - llamó en firme, - ¿Qué ha sido del joven Malfoy?

- Destruyeron toda la mansión, mi señor. Pero nunca lo encontraron. Ni a él ni a sus padres. – Pronunció la bruja con cautela.

-Bellatrix,- llamó nuevamente.

-Sí, amo. – Contestó con la voz más sumisa que pudo expresar.

- Mata al niño- ordenó.

-¿Por qué no lo matas tú, Tom? -Preguntó pausadamente una tenue voz, una que cualquiera podria jurar que no era de Astoria- ¿Por qué no lo tocas siquiera y desapareces de una vez? – Volvió a insistir, sin moverse ni un centimetro y sin cerrar los ojos, pese a que las pestañas estaban llenas de cristalinos copos de nieve– Tienes todo mi permiso, anda... tócalo y comprueba la clase de maldicion que te espera...

-Aaaaahhh! Estallo de nueva cuenta en gritos de frustración. ¡CRUCIO! ¡CRUCIO! ¡CRUCIO! ¡MALDITA ZORRA! ¡CRUCIO! ¡AVADA KEDAVRA!- La luz verde saliendo de la varita de Voldemort impacto de lleno el cuerpo de la mujer que de cualquier forma, ya no se movia. Su cuerpo había quedado con las piernas en una posición antinatural en contraposición a su espalda que estaba completamente pegada a la capa de nieve que tenía por cama. Sus ojos azules seguían mirando el cielo infinito, pero en ellos ya no había rastro de vida.

Los segundos se convirtieron en minutos y la respiración ruda del mago tenebroso se fue apaciguando, sus ojos rasgados y medio serpentinos no se despegaba de ese pequeño bulto medio hundido en la nieve. Ése que hasta ayer había sido tan importante en sus planes.

-Bella, - Llamó nuevamente a la bruja

-Sí, maestro- contestó en seguida.

-Trae a los dementores, y asegurate de que lo maten. ¿Entendiste?

-Sí, maestro.- repitió

-Excelente. – Contestó sin interés alguno, mientras desaparecía y dejaba la putrefacta e inconfundible calavera de la muerte a varios metros sobre la copa de los árboles .