¡Hola¡ es mi primer fic de Ranma, había estado escribiendo pequeños cortos sin saber muy bien cómo conseguir una trama completa, hasta que de pronto la idea de esta historia se le dio por flotar un par de días en mi mente y terminó plasmada en este one-shot. Sin mucho que decirles, espero que disfruten de mi primer escrito sobre Ranma y Akane, y que lleguen sus comentarios. Gracias por anticipado.

La promesa de un tesoro concedido

Sin más preámbulos, por fin, los esposos regresaban a su amada residencia después de una compra de casi tres horas, lo que era poco tiempo considerando lo meticulosa que era su esposa descartando marcas, escogiendo productos magros, comparando precios, verificando ofertas y fechas de vencimientos de cada uno de los elementos dentro de la bolsa que ella misma había confeccionado…en realidad él secretamente había remendado una costura de la condenada bolsita de la que su esposa alardeaba haber terminado por completo ella sola.

Ranma sabía lo sensible que era cuando a temas femeninos se refería, aun así de vez en cuando podía hincar en sus puntos débiles con motivos no más que de pura diversión personal… y sin embargo últimamente la había encontrado sin ganas de responder a sus juegos, y eso más que nada le ponía los pelos de punta. Una de las cosas que había aprendido en los casi cinco años de matrimonio con Akane era a temerle más a su silencio que a su furia, que ocultaba en sí mismo algo más difícil de afrontar para un artista marcial que un imponente adversario.

— ¡Ranma! —el grito de Akane le hizo salir del estupor de sus cavilaciones, al parecer no podía con el peso que llevaba sobre los brazos, y eso que él llevaba casi todo.

—Oye, ¿desde cuándo tus brazos musculosos no pueden cargar un bulto diminuto? —dijo, tratando de molestar a su esposa, sabía que tarde o temprano, ella o iba a responderle con un insulto verbal o un golpe, esperaba que fuera lo primero. Dos, tres, uno…

Akane permaneció inmutable al comentario de su esposo, y fácilmente le cedió lo que sostenía en sus finos brazos, caminó impávida, sin darle la mínima importancia; un pequeño movimiento que desestabilizó su equilibrio… por suerte (la suya), su marido la sostuvo de la cintura, dándole la seguridad de no estrellarse sobre el suelo. Ella le miró con molestia, y de repente Ranma supo lo que seguía a continuación.

—Lo siento, creo que mis pies se han vuelto más torpes. —Ranma no podía creer lo inocentemente indulgente que estaba siendo su pequeña esposa, no podía verla actuar siendo no tan como ella, así que soportando no ser tan como él(bueno,él cuando era más joven), le besó la cabeza con ternura, gesto que provocó que su esposa lo mirara fascinada por el arrumaco ,con una expresión que Ranma no pudo descifrar.

De pronto la había levantado con todo y bolsas; ella se acomodó, pasando los brazos detrás de su cuello. Ranma, por su lado, abrió la puerta haciendo malabares… teniéndola a ella, no le importaba.

Akane seguía boba con él, en ese momento no se sentía como una esposa, sino como una niña enamorada de un hombre. Ranma se había convertido en un hombre realmente (aún con maldición y todo), en uno fuerte, atractivo, audaz, confiado, cariñoso, maduro e infantil. Y él estaba con ella. Sólo para ella. Aun así, ella no podía convencerse, por alguna razón tenía miedo.

—Déjame aquí, por favor—pidió su esposa. La bajó con sumo cuidado sobre el suelo, y acomodó las bolsas sobre el estante de la cocina, ella lo estaba observando con una sonrisa dulce.

—Ranma—lo llamó con suavidad— ¿puedes traerme mis zapatos bajos? —él asintió sin entender demasiado bien el trasfondo de la petición de su esposa, bien podía ir ella. ¡Ya qué! No importaba. Akane se quedó estática, tomándose de las manos y con las mejillas sonrosadas, estaba demasiado hermosa hoy, y lo mejor era que ella estaba sólo para él.

¿Cómo? ¿Cómo le pedía qué…? Sin parecer un pervertido desesperado…estaba pensando mil formas de poder obtener algo de ella, y despojarle ese vestido blanco tan ceñido que llevaba encima, desafortunadamente, hasta que no le confesara que pasaba realmente con ella, sabía (por experiencia), que eso no pasaría. Dos semanas eran demasiado sin Akane. Suspiró. Sacó los zapatos del armario, y llevó el par rosa en sus manos; su esposa sí que tenía pies pequeños y lindos.

—Cenicienta, traigo tus zapatillas de cristal—anunció Ranma alzando el par, ella comenzó a quitarse sus tacones con una sonrisa que tapaba su cabello; que pasado los años, había permitido, crecer nuevamente, pero sólo un poco más abajo de sus hombros

—Espera—su esposo avanzó apresurado hacia ella, la levantó sobre el aire y la sentó sobre el estante de la cocina. Hubo un momento en el que ambos parecían querer decir algo, pero no lo hicieron, en cambio, Ranma se agachó y con delicadeza le sacó los tacones, algo que su esposa agradeció con un suspiro relajante.

— ¿Mejor? —su esposo estaba haciéndola sentir como una reina. Le estaba haciendo unos masajes en el pie para reconfortarla. Akane se puso un mechón de cabello detrás de la oreja, y dejó escapar una carcajada, a cambio, su esposo le regaló una risa juguetona…ella sólo se le quedó mirando con devoción, y por inercia del amor, su mano surcó hasta al cabello de Ranma, que por cierto ahora mismo llevaba suelto en una coleta, acariciándolo afectuosamente.

— ¿Sabes, Akane? —ella le prestó atención, él estaba admirando sus pies—no sé a qué se debe. Si porque estoy enamorado o no, pero…—Akane seguía mirándolo—creo que tus pies han crecido por lo menos dos tallas (por no decirte, que están como los de pie grande), ¿estás segura que éste par es tu talla correcta? —él sí estaba decidido a que ella le confesara lo que llevaba tiempo ocultando. Sin embargo, otra vez…nada explotó. Ninguna respuesta. Ningún mazo…demasiado dulce para ser su Akane.

—Bueno, tal vez he llevado mucho tiempo los tacones—respondió esquivando los improperios de su marido con total tranquilidad. Él le dedicó una mirada furtiva. Le acomodó las 'zapatillas de cristal' en sus pies; algo que le costó un poco, ya que sus pies realmente le habían crecido un mínimo, pero para él cualquier detalle pequeño en ella era notorio.

—Ranma—volvió a llamarlo con dulzura en los labios— ¿me haces un favor? —él asintió aún bobo por la actitud de su esposa. —Coge las lechugas, y pésalas—le indicó con el dedo la balanza de alimentos que estaba a escasos cuatro metros de ellos. Ranma se rascó la cabeza, tratando de quitarse las dudas. Él cogió la bolsa de verduras y la vació sin cuidado a la balanza. Akane hizo el gesto de abalanzarse con miedo.

— ¡Despacio! —gritó desde su posición. Ranma se inquietó—es…delicado—dijo bajito.

— ¿Qué no se supone que lo pesaste en el supermercado? —la miró con intenciones provocadoras—¿qué, la Sra. SAOTOME-TENDO no confía en sus habilidades de compradora? —sus ojos brillaron como ganador, haciéndole recordar su nombre de matrimonio, que sabía, en algunas situaciones, a su esposa le disgustaba el hecho de que su apellido secundara el suyo, sobretodo, cuando peleaban, y volvía a ser la Srta. Tendo.

—Pura precaución—se dedicó a responder, y a indicarle que prosiguiera. Otra vez…nada. Ranma se estaba cansando de que ella no reaccionara, ¿qué le pasaba?

—Bien—él acomodó las lechugas y leyó el peso en voz alta—cuatro lechugas son…1 kilo 200 gramos—ella pareció sopesar un poco.

—Pesa dos brócolis y dos cebollas sobre las lechugas—Ranma la miró otra vez, tratando de adivinar, ella solo veía sus manos reaccionando a su pedido. Cuando hubo acomodado todo volvió a decirle.

—Todo es exactamente…tres kilos setecientos veintitrés. ¿Contenta? —ella asintió despacio.

—Guarda todo con cuidado en la bolsa de tela que cosí—Ranma recordó la bolsa y sonrió con suficiencia sabiendo la verdad de los hechos tal cual habían pasado, pero por esta vez, lo dejaría pasar… ella se estaba esforzando por tejer y coser cosas pequeñas, bueno…por algo se empezaba.

Siguió las indicaciones, e hizo todo despacio ante la escrutiñadora mirada de su esposa.

—Gracias—ella juntó su manos en una palma, emocionada, él aún seguía desconcertado por sus razones. —Ahora intenta cargarlo, algo así—ella meció sus brazos de derecha a izquierda, como sea, Ranma no encontró más 'rara' la petición de su esposa en esas circunstancias.

—Mécelo delicadamente sin que se caiga ninguna parte…ninguna verdura—Ranma alzó la bolsa entre sus brazos, un poco extenuado y aburrido de la situación sin sentido.

— ¿Así? —le preguntó, cuando agitaba las verduras, aumentando la velocidad de su movimiento. Ella le pedía con gestos que guardara la calma, hasta que no pudo más, y las verduras salieron volando. Akane saltó en una, intentando recoger los pedazos de su imaginario. Ranma la miró inquieto, sin embargo comenzó a recoger el desastre que el mismo había creado.

— ¿Y eso para qué fue? —Ranma terminaba de recoger la última lechuga, Akane solo negó con la cabeza quitándole importancia.

—Es una prueba que leí en internet. Consejos extraños sobre los alimentos.

—Ah—dijo Ranma accediendo, sin tragarse el cuento. No sabía que podía pasar con su esposa, pero sin duda, debía ser algo grande, a partir de ese momento, había decidido no presionarla más, hasta que ella misma, decidiera soltar todo. Era lo más seguro para ambos. En algún momento, tendría que hablar, o descubrirlo por las pequeñas premisas que se le escaparan. Ojalá y ella se lo pusiera fácil.

Había pasado menos de una semana, y Akane seguía igual de distraída, Ranma estaba impaciente. No había intentado nada más que ser atento con su esposa. ¿Cuánto más tenía que esperar para no intentar nada?

Akane casi no hablaba con él. Se sentía un poco solo en su compañía, así que había decidido salir a dar una vuelta SOLO, al fin y al cabo, ella no le prestaba demasiada atención…al regresar una sorpresa se presentó ante sus ojos y no pudo evitar emocionarse tanto… hacía más de un mes que ella no se mostraba de esa manera.

Akane estaba desnuda en la oscuridad de la habitación mirándose frente a frente con el espejo. Su esposo la veía maravillado, cruzando el camino de su cuello, iba bajando a sus elegantes brazos, hasta que llegó a sus senos… cosa que hizo a Ranma tragar saliva, pero no moverse de su escondite detrás de la puerta. Miraba la silueta de su esposa como un espía desde lejos, aparte de su belleza de viñeta, la única cosa más brillante era la representación más pequeña y significativa de su amor, su anillo de bodas, brillaba sobre su dedo bajando para posarse sobre su estómago, incitándole a recordarle su lugar allí; con eso en mente, Ranma no pudo soportar más tiempo sólo observando. Abrió la puerta ya sin miedo a ser descubierto, avanzo rápido y con seguridad, su esposa lo llamó con sorpresa, pero él no le respondió con una palabra sino con una única acción…un beso devorador, cuando el aire faltó, él le acaricio el pómulo con el pulgar sin dejar de perderse en los ojos terracota de su esposa.

—Pies hinchados, vestido que casi te explota, tú mirándote la tripa en el espejo… ¿Acaso…crees estar...—Akane ocultó sus pechos con sus brazos y cerró los ojos, esperando ser descubierta—subida de peso? Ya sabes— explicó su esposo con naturalidad—ya no entrenamos mucho, además últimamente Ranko y tú van mucho a tomar helado…por petición tuya, claro—le recordó, hablando de su forma femenina en tercera persona. Sin esperar más reacción, él la atrajo un minuto a sí mismo, luego la volteó sobre sus talones, la posicionó delante de él sobre su espalda, y la tomó dulcemente de los hombros.

—Akane, no importa si engordas, o si de pronto te desaparece el pecho, y te conviertes en hombre—ella le sonrió divertida a pesar de todo, tenía la mirada a punto de quebrarse—Mírate—ella así lo hizo, avergonzada, pero lo hizo—En ti veo más belleza de la que se refleja en ese espejo. Para mí… tu belleza es la más hermosa porque proviene de tu interior. Y me gusta lo que hay en tu interior. No me importa si cambias o no, con el tiempo es posible que pase, pero en esencia, seguiremos siendo los mismos. Tú, la tozuda, malpensada, y yo, el tonto, egoísta que te saca de tus casillas y que te ama con todo eso.—ella estaba soltando una lágrima, cuando volteó el cuello, y depositó un tierno beso sobre los labios de su esposo.

Por el momento saber lo que su esposo pensaba de uno de sus futuros y menores temores era suficiente. Ella tampoco podía resistirse más. Tal vez estaba muy sensible para hablar, pero no para actuar. Tomó a su esposo de la mano, y lo llevó lentamente a la cama, él se quedó sentado allí a su merced. Su esposa podía ver a través de la habitación que la mirada de su marido refulgía tanto o más como el anillo de matrimonio que descansaba sobre su dedo, con su mano apoyada en sus caderas sin intención de apartarse, mientras que ella seguía parada con una mano rozándole la mejilla.

—Ranma—lo llamó con timidez, él la observó tan perfectamente angelical como siempre—lo siento—le pidió, Ranma no entendió el porqué, pero estaba tan ensimismado en la situación que no se atrevió a preguntar en el momento, solo atinó a besar lo más cercano de ella que tenía… su estómago, ella pareció removerse un poco ante su roce y lo llamó de nuevo.

—Ranma—esta vez, más sensual—te he hecho esperar demasiado, ¿verdad? —ella alzó la barbilla de su esposo. Él sólo la miró con fervor para hacerle entender.

—Ha pasado un poco de tiempo, y sé que quieres algo apasionado—sus palabras apenas eran un susurro audible—pero de momento, Ranma, ¿podemos hacer el amor...despacio?—susurró bajito. Su esposo le besó la palma de las manos, ella estaba volviéndole loco con su petición.

—Akane, no tienes que pedirlo así…como un favor. Estamos casados y siempre hacemos el amor, solo que algunas veces... lo hacemos rápido, y algunas, lento… ahora, déjame disfrutar de ti—fue lo necesario para dejarse hacer. No entendía por qué Ranma se estaba comportando tan dulce ante su extraño comportamiento. Más que otras veces, él se tomaba tiempo para besar cada lugar de ella, con suavidad, con cadencia, en silencio, sin exigir nada, solo disfrutando de ella. Tal vez fuera por 'eso' que esta vez se sentía diferente, porque ella sabía lo que era 'diferente'.

Ranma era lento sobre ella, y aun así, profundo. La besaba todo el tiempo, parecía saciar su necesidad tan solo con pequeñas porciones de ella, al menos así lo creía Akane, quería poder ser capaz de ofrecerle más, pero no se sentía lista. No sabía cuánto tiempo más había pasado, pero cuando se dio cuenta, él estaba agotado y dormido abrazando su cintura y con la cabeza en su pecho, ella jugueteó con sus cabellos.

—Subiré tallas, me crecerá el pecho y me volveré más femenina…eso es lo que me pasa en realidad, tonto—y mientras susurraba, Ranma yacía plácidamente dormido e inmerso en su propio mundo de los sueños, Akane respiró aliviada y se abandonó también junto a él.

Tres días más, habían pasado, y ambos se sentían unidos nuevamente, Ranma no dejaba de lado ningún momento para tratar de repetir los arrumacos que habían compartido aquella noche. Por su lado, Akane estaba de mejor humor, y ahora solo una cosa ocupaba su mente…

La verdad vagaba en su mente, tratando de salir por su boca. Suspiró, tal vez ése no era el día tampoco. ¿Cuándo…?De repente, Ranma se apareció a su espalda y la abrazó.

Ranma notó algo raro en ella, pero no quiso prestar demasiada atención, sino a lo que ella le dijera. Tal vez ya pudiera ahondar en el tema que tenía tan preocupada a su esposa.

—¿Mirándote al espejo otra vez? ¿De qué se trata ahora? —ella le miró con un poco de remordimiento, que el reconoció. Luego trató de ocultar eso con una sonrisa.

—Nada, pues, la verdad, yo…—y aunque ella ya estaba a punto de confesarle la verdad, ahí iba otra vez Ranma Saotome y su gran bocota.

—Aguarda—él extendió la mano hacia ella, y le tocó un mechon azul—Akane…¿te cortaste el cabello…como antes? —su esposa le acarició la mano donde él tocaba su cabellera.

—Pues sí, necesitaba un poco de confianza. Cada momento bueno de mi vida empieza con un corte— Ranma le regaló una boba sonrisa, sabía que ella se había cortado el cabello por un incidente, aunque también que a partir de ese corte, ella había comenzado a notarlo a él como prospecto amoroso.

—Todavía tengo guardado ese mechón…sin duda, el cabello corto es lo que le va mejor a una mujer como tú…así siempre te viste más femenina, tan…como tú realmente eres Akane. Amo que seas tú para ti, y que quieras entregarme algo de eso. Para mi es suficiente, cabezota. Realmente eres mi mayor tesoro—él seguía pasando los dedos por su cabello. Akane por fin se había decidido, no existía un momento perfecto, simplemente un momento que se volvía perfecto. Aquel era ése día. Era hoy.

Ella negó la cabeza con suficiencia, y una sonrisa grandiosa. Tomó sus manos entre las suyas, y las dirigió al momento correcto, al lugar indicado.

—No, bobo. Tu mayor tesoro se encuentra en mi interior, y está creciendo lentamente—ella tenía sus manos sobre su estómago, él se dedicó a tocar su tesoro unos segundos examinándolo, le llevó tiempo entender lo que su mente ya había dado por hecho. Y cayó cómicamente sentado sobre el piso.

—Akane, ¿estás realmente embarazada…no gor… —y por primera vez desde que lo había deseado semanas atrás, su amada soltó esa aura vengativa que llameaba a su espalda, él sonrió nervioso.

—Positivo…dieciséis veces—Ranma se abalanzó sobre ella, cargándola en brazos, gritó contento. Akane se sobresaltó.

—Crédula…dieciséis veces la prueba porque nos conocimos a los dieciséis—decía él con tono medio lloroso mientras, ella comenzaba a lagrimear, y su esposo le secaba las mejillas a besos.

—Ese es mi número de la suerte…además de la comprobación de los otros síntomas, que ya has visto. El ligero aumento de la panza, pies hinchados…

—Miedo—interrumpió él—¿Por qué no lo dijiste antes? Me probaste con las verduras. Que tonto, no me di cuenta de tus señales—mientras se palmeaba la frente.

—Es complicado. No sabía cómo lo tomarías, es la primera vez para ambos, no encontraba la forma, quería que fuera un momento especial y tú de repente…bueno, ya sabes, has estado tan cariñoso a pesar de mi comportamiento que yo…— y la mirada de Ranma se ensombreció.

—Por eso me pediste que tuviera cuidado cuando tú y yo...tú y yo—él se escandalizó por ese hecho, y Akane trató de calmarlo, acariciando su barbilla.

—Tranquilo, yo también estaba nerviosa por eso. Después, decidí informarme y no pasa nada. Es algo normal—él pareció más relajado.

—Akane hay que celebrarlo—él comenzó a caminar de una lado a otro, felizmente inquieto, pensando—pero con bebidas no, al menos no alcohólicas, ¿con qué celebran las mujeres embarazadas? —su esposa le sonreía de lejos con la mano en su panza, y no le respondía.

—Akane—trató de llamar su atención para que le respondiera. En cambio, ella se tomó su tiempo para seducirlo con la mirada y se acercó a él, lo besó saboreándolo y dejándolo atontado y sorprendido.

—De hecho…ya que decidí leer sobre todo esto, supe que durante los primeros meses se siente mejor …ya sabes—él se incendió—Ranma, ¿hacemos el amor? —ella le dedicó una mirada ardiente y pícara , ¿de dónde había salido esa renovada confianza?—pero esta vez…más intenso—Akane lo atravesó con la mirada y Ranma tuvo la seguridad que ella sabía lo que decía, así que no trato de disuadirla, de todos modos, aunque no lo dijera seria cuidadoso. A peticiones, favores y caprichos, su esposa lo había vuelto loco todo ese tiempo, sin embargo, se prometió a sí mismo cumplir cada una de ellas como buen esposo, si existía la eterna promesa de tener un final como ése. Así amo como tonto a su cabezota por esa y todas las noches que podía, antes de que…bueno, pudieran tener en sus manos a su tesoro.