Dedicado a Ashiteru-sama :D por motivo del cumpleaños de nuestros especiales OCs de Gales!

Hoy, primero de Marzo, le deseamos feliz cumpleaños x D

Puntos a aclarar:

-El tema y argumento de la historia le pertenecen a Ashiteru-sama, yo sólo le puse mis palabras y descripciones

-Primera vez que pongo malas palabras en un fic D: Creo que era necesario si se trataba de piratas.

-Investigue mucho para los detalles, pero aún así hay nombres y lugares que he inventado.

¡Espero que te guste Ai-san! :D

A Pirate's Treasure

Primera Parte

-¡Capitán, se le necesita en estribor! ¡Nos hemos cruzado con el barco de McAllister! ¡Y él y sus marineros se disponen a atacar!-

El capitán Arthur Kirkland bebía ron de lo más tranquilo en su cabina de lujo.

Estaba pensando en todas las cosas que habían pasado desde que se escapó de su hogar en un pueblito en las afueras de Londres, para adentrarse a la mar y dedicarse a la piratería. Recordaba aquellos fríos ojos verde oliva, tan atados a sus motivos y aspiraciones que no podían pasarse por alto ni un solo día que quedaba de su existencia.

Ese día de enero en el que se cansó de ser el segundo, de ser el que pasaba desapercibido y de ser el que resultaba indiferente…

Ese día se escapó de su lugar natal y consiguió un insignificante puesto en un barco pirata muy famoso por todo el Reino Unido.

Sólo admitió que hizo cosas viles, deshonestas; que jugó juegos sucios e infamantes para poder timar al capitán y hacer del barco uno propio.

Ahora era el Capitán Kirkland, y estaba orgulloso de su título. Se levantaba soberbio e imponente sobre las aguas marinas, ganando la reputación impecable de uno de los más temidos vándalos de los 7 mares.

Había hundido dos barcos españoles, uno francés, uno holandés y tres portugueses. Pero no le era suficiente. Aún no era lo suficientemente fuerte.

Y el motivo de tal razonamiento era que aún después de haber obtenido tantos logros con su gran barco, no había podido vencer y tomar el barco de otra gran leyenda de los siete mares: El Capitán Scott McAllister, su hermano mayor.

Aprovecharía cualquier oportunidad que tuviera para tomar la perla que su barco era, y así batirse con él a duelo y eliminarlo de la faz de la tierra de una vez por todas.

Lo comunicado por su marinero le abría una nueva posibilidad para aplastar al bastardo, no podía desperdiciarla

-Con que ese bastardo de nuevo… ¡Ve ayudar a los hombres, idiota! ¿Qué esperas? Yo estaré allí en un segundo-

Se acomodó su sombrero negro adornado con perlas, hilos de oro y rosas, joyas que manifestaban su importante cargo y sus logros como líder de la embarcación pirata. Cambió a un porte altivo, elegante y decidido cuando salió de su cubículo y vio a su tripulación preparando los cañones y tomando armas para la lucha.

Vislumbró el gran barco, el Morbid Trident. Como siempre, estaba en su glorificación: El negro de su madera le daba una aire lúgubre pero fino, las grandes velas superpuestas una sobre otra, ya un poco gastadas, daban cuenta de las innumerables batallas de las cuales habían sido testigo, la bandera pirata con una calaca y un par de huesos que hacía conocido el propósito de la nave… Todo resaltaba con un aire de majestuosidad y altanería insoportables.

Revisó cada detalle del barco, a cada miembro del equipo de navegación, buscando sólo unos ojos entre la multitud. De repente, sintió la mirada paralizante de la que brotaba un brillo esmeralda y una agudeza difícil de engañar.

Había encontrado a su hermano por fin.

-"¡Smith, Flitch y Rory; vayan con sus hombres a estribor! ¡Jones, McGann; lleven a los suyos a alistar los cañones! ¡Kelsey y Furse; detrás de los cañones y a babor con todas sus armas! ¡Rápido!"-

Dirigió hasta que todos sus hombres estuvieran en sus puestos, sin romper el contacto visual con el otro capitán. El hombre alto y pelirrojo sólo sonreía de manera burlona, con una expresión que parecía susurrarle que cualquier intento sería en vano.

Corrió hasta estribor, subió al arco de madera, y sujetándose de la sirena insignia primera y guardiana de la nave –Vas a caer, McAllister~-

El otro lo imitó pero corriendo hacia la proa de su nave, en donde se empinó y espetó a todo pulmón –Serás tú el que pierda tu Black Gold, Kirkland"-

Cruzaron dos últimas miradas desafiantes antes de desaparecer entre su tripulación para batallar contra la amenaza hermana.

El sonido de los cañones resonaba en aquel mar de nadie, los gritos de los hombres heridos o en agonía se escuchaban en cada uno de los navíos. Los marineros intercambiaron su posición en los barcos sólo para minimizar al enemigo, muchas veces con la promesa que no volverían a su barco hogar.

Era un espectáculo de violencia y brutalidad desmedidas, en donde cada hombre danzaba alrededor de otro golpeando espadas hasta matar al contrincante.

De pronto algo los detuvo.

Un grito proveniente del observador en el palo mayor, con un mensaje que se expandió entre los hombres como si del secreto de la vida y la muerte se tratara.

-¡La Marina Real se acerca!-

Con la dispersión de esa corta oración, en los dos barcos se formó un alboroto para tripular y poner en marcha los dos prestigiosos buques, antes que los marinos hicieran sentir el peso de la ley sobre los temidos vándalos.

Aquellos deseos que ambos dirigentes tenían de someter y hundir al otro tuvieron que ser ahogados en su pecho para hasta cuando se les presentara otra fecha de encuentro. ¡Qué oportuna era la autoridad! Los malditos perros falderos iban a pagar por posponer a la fuerza su épico combate. De eso no había duda.

Eso sentía sobre todo Scott McAllister, de nacimiento Scott Kirkland, que llevaba ya un buen tiempo queriendo hundir un barco marino. ¿Pero qué podía hacer ahora? Sus hombres estaban cansados y el barco necesitaba reabastecerse antes que pudiera sostener una lucha con la Marina y sus barcos de última tecnología.

Él se limitó a chasquear la lengua y a volver a la cámara del capitán para descansar un poco. Confiaba en que su precioso Morbid Trident escaparía de la nueva amenaza, pues su barco era tan rápido como un relámpago en cuanto a navegación se trataba.

Gruñó entre los dientes insultos de toda clase y calumnias de la clase más baja –"¡Marineros al demonio! ¡Los muy insolentes se creen capaces de meter su hocico de perro sarnoso en el combate que más estaba ansiando! Pero las pagaran esos hijos de perra…-

Al igual que Arthur, el pelirrojo también tenía la más violenta volición para tomar posesión de su más odiado enemigo, para así hundirla en las profundidades del Pacífico Norte y volver a casa a reclamar a su querido hermano sin ningún tipo de obstáculo.

¿Después de todo esa era la razón por la que se había fugado no?

Además de divertirse un poco en ultramar, podría acabar con su molesto hermanito, y así llamar la atención de Glen.

Recordó que antes que se fuera de casa, él se encontraba estudiando derecho y filosofía, porque quería convertirse en un importante magnate en la política y la diplomacia. Notó por aquellos días que cada vez que se metía en un lío, él le prestaba más interés del de costumbre, aconsejándolo, e incluso moviendo piezas para que pudiese escapar de prisión o para que se le levantaran los cargos en su contra. Si bien era cierto que todo ese cuidado podía tener su origen en una cuestión de vergüenza familiar, sentido del decoro, y el frío deseo de no quedar condenado como cercano a un criminal al momento de querer ser parte del mundo político, lo que vendría a ser por beneficio propio al final; no dejaba de pensar que esa atención que recibía le encantaba.

Y por eso, y para no involucrarlo de inmediato pero aun así recibir sus atenciones, decidió escapar y dedicarse de llano a la piratería, cambiando su apellido al de McAllister, que era uno que había logrado rastrear entre sus ante pasados de Escocia e Irlanda, y alcanzando el adjetivo, en forma superlativa, de temido, a lo largo de todos los océanos conocidos.

Quiso conquistar todo el mundo sólo para él, y servírselo en una bandeja de oro sólo para ver una chispa de felicidad en sus frías facciones, para convencerlo de las cosas raras que sentía por él. Con todo eso, el oficio tenía sus pros y sus contras; y a pesar de que extrañase mucho a su hermano, sentía que la estúpida actitud de alguna forma lo llenaba.

Amaba ser un pirata, aunque había un singular problema.

Y dicho problema yacía en el pequeño: El ahora hecho capitán Kirkland.

¡Cómo le fastidiaba eso! La primera vez que oyó de su reputación lo relacionó con un completo disparate, y al comprobar los rumores ardió en ira y deseos de masacrarlo con sus propias manos.

Nadie nunca le impediría derrotarlo.

Simplemente porque le hastiaba su existencia en la tierra, y eso no era sólo por lo distintos y volátiles que eran sus caracteres juntos, sino también porque el muy bastardo se había enamorado de la persona a la quien él más amaba, llegándole a prometer que lo tendría mucho antes que él pudiera siquiera posar sus manos sobre el ojioliva.

¡Además el muy idiota amenazaba con quitarle la preciada atención del hermano intermedio!

No.

Eso nunca lo iría a permitir.

Llegó a su cuarto y se tiró en su cama, deslizó sus pesadas botas fuera de pies y se acomodó a placer entre las sábanas azules con decorado persa en color dorado. Dio una rápida ojeada al calendario sujetado en la ventana de la cabina, y leyó la fecha: 28 de Diciembre de 1785.

Sólo faltaba un mes para el cumpleaños de su Glen, y aún no le había encontrado ningún obsequio, cuestión que le preocupó más de lo que cualquier otro detalle lo haría.

Zanjó de momento que apenas se terminara la reparación y el abastecimiento de su barco, iría a buscar un tesoro digno de aquel individuo. El sólo pensamiento lo hizo sonreír, al tiempo que cerró sus ojos para meditar un poco.

Tal vez podría sentir el mayor desdén hacia los sentimientos y designios de otras personas, pero el sencillo acordarse de que había alguien para él en el mundo, podía apaciguar el carácter distorsionado y mellado que había adquirido con los años.

-Desearía saber qué está haciendo ahora mismo-

Cerró los ojos nuevamente luego de parpadear, esta vez más allegado al sueño.

Dormitó entonces por unas cuantas horas, con la imagen de su hermano representada vivamente en su cabeza.

Glen…

….