Disclaimer: Digimon no me pertenece.


El viento sopla por el largo de la avenida de la decepción, recorriendo con su frialdad la noche del olvido, atravesando sin pudor los sentimientos de la perdición. La brisa acaricia la mejilla de una persona, como lo haría una madre a su hijo para aliviarlo de su aflicción. Herido, golpeado, sangrando solo puede mantener sus pies erguidos sosteniendo su cuerpo por la pequeña fuerza que le brinda el recuerdo de la nostalgia.

Levanta su rostro para ver la noche sin estrellas que se pinta sobre su cabeza. Una luna se esconde tras una nube morada como temiendo que con su mirada lo fuese asesinar, matando con ella el último vestigio de un cielo nocturno.

Derrotado mira a su alrededor en busca de vida, pero no encuentra a nadie, la calle está sola con una hilera de casas y albortantes que alumbran el sendero. Sus piernas pierden esa última fuerza que impulsada por la adrenalina lo mantenían de pie, se deja vencer por la gravedad y se deja arrastrar al suelo. De rodillas no puede ni con su alma, baja su rostro para quedar con el asfalto que lejos de devolverle su reflejo le demuestra su verdad. De su boca escupe sangre, tan solventada en saliva que perdía intensidad de ese carmesí característico.

—Perdóname —susurra con pesar.

Las lágrimas se aglomeran en sus ojos hasta el punto donde se derraman, recorriendo su camino por la mejilla y morir en la barbilla. La debilidad se expande por su cuerpo, no hay nada que pueda hacer ante lo que es. No hay forma de luchar contra algo intangible, contra esa fuerza invisible que te arremete sin previo aviso ni oportunidad de defenderte.

Aprieta sus manos en puños, golpea el asfalto con tanta fuerza que sangran sus nudillos. Las lágrimas se siguen derramando y al caer de su barbilla se juntan con el carmesí de su sangre. Grita a todo pulmón sin temor a perder la voz, saca su frustración con tanta rabia que puede jurar que el mismo viento huye de su redonda por miedo a que el aire exhalado arremeta contra él.

La debilidad se detiene justo en su corazón, donde es transformado en determinación. No puede dejarse vencer en ese momento, no cuando sabe que todo está en juego. Hay mucho por lo que seguir luchando, eso lo sabe.

Levanta su rostro y ve la luna salir de su escondite como reconociéndolo. Se limpia las lágrimas con la manga de su suéter, ignora la sangre que en sus manos hay. Se pone de pie y enfrenta a la nada y el silencio en que está envuelto. No hay más miedo, no hay pesar que valga, está determinado a no volver quedar en rodillas, no de nuevo.

Sus manos siguen en puños bien cerrados, con vitalidad y envueltos en juramente. Toma una fuerte bocanada de aire para recuperar lo que había perdido en su grito, da un paso hacia adelante sola para quedar en una posición más cómoda.

—Te recuperare, lo prometo.

Trascender

1

En ocasiones le gustaba estar a solas bajo un árbol y un buen libro, con el clima de la reciente primavera y el sol deslumbrando desde lo alto. Ese simple acto marcado con una deliciosa golosina o el escuchar del grupo coral del instituto resonar desde el segundo piso hacia que esos días fueran especiales. Adoraba estar en ese lugar como en ningún otro, era revitalizante, relajante y esperaba poder disfrutar de muchos días similares.

Aquella tarde después de la escuela era de esos días tan anhelados por la joven bajo uno de los arce blanco que caracterizaban al instituto. Con su libro favorito que leía por cuarta vez, se dejo llevar por la brisa cálida que acaricio su mejilla.

El aroma a rosas, claves y girasoles embargaban el ambiente y seducían su olfato llevándola a un mundo de placer. Adoraba esas rojas, amarillas y blancas flores que jugaban con el verde del pasto y el azul del cielo. Creciendo cerca de los arce solo impactaban más en el cuadro que se pintaba desde la entrada del instituto. Una bella pintura que se podría vender en millones en alguna subasta.

Si algo podía faltarle para que el ambiente fuese perfecto solo sería una buena compañía. Algún gorrioncillo de pecho amarillo, un gato blanco de ojos azules, un labrador corriendo tras su cola, algo natural, quizás una ardilla. Ese tipo de compañía es el que deseaba en aquel momento, no porque no tuviera amigos, de esos le sobraban, un novio o familiar, esa compañía la apreciaba en otro momento. Ese era uno especial lleno de naturaleza.

—Sabía que te encontraría aquí.

Una voz masculina sonó a su espalda, que se recargaba en el tronco del arce, era fuerte, gruesa con ese toque de imponencia. Sonrió al saber de quién se trataba, nadie en toda esa escuela, con esa edad, tenía ese toque tan varonil en su voz.

—No es de extrañar que me encuentre aquí a esta hora.

Cerrando su libro y tornándose a donde escucho a su amigo. Se encontró con la presencia de un sujeto alto, rubio con ojos de azul cristalino, un rostro con facciones duras y taciturnas, que solo ella sabia como una lucia una sonrisa en esos labios. El joven le miraba con esa intensidad que nunca perdía, siempre impecable como cual guardián del palacio.

—Es hora de irnos, debemos volver a casa antes de…

—Sí, lo sé —contesto con desazón.

Se levanto con lentos movimientos para alargar los últimos segundos que le quedaban en ese lugar tan agradable. Odiaba tener que dejar ese lugar cada día, era como desprenderse de una parte de ella que la mantenía con alegría.

—Mañana será otro día para venir aquí —soltó el rubio reconociendo el pesar de su amiga.

La castaña de ojos marrones y facciones delicados asintió con alegría. Esas palabras eran la forma de decirle que siempre habría un nuevo amanecer que disfrutar, un nuevo día por vivir. Y eso siempre le resultaba alentador.

—Es parte del motor que me mantiene de pie.

—Es una buena motivación.

El rubio le tendió la mano para ayudarla a saltar el pedazo de piedras que divida el césped con el concreto del piso de la escuela.

2

La luna blanca e impasible regente de los cielos nocturnos, ama de la noche y doncella de promesas, se lucia imponente. Le encantaba apreciarla cuando estaba en su fase completa, mostrándose como la salida a un mundo mejor. Podría pensar muchas palabras poéticas sobre aquel astro celestial, pero en ocasiones lo que menos se adorne con hermosas palabras brilla más por su propia cuenta.

Sentado en la terraza de su habitación se quedó una noche más pensando en el mañana. En la promesa de volver a vivir un día nuevo.

Recordó que motivaba a la castaña en la cama, dormida plácidamente esperando al nuevo amanecer, su deseo de un nuevo día iba en solo estar sentada bajo aquel arce en aquella zona de jardín del instituto. La simpleza de la belleza, la cual solo se podía apreciar en los ojos marrones de la joven de tez blanca que tanto quería. Ella podía encontrar una rosa en un campo de hiedra mala, ver la luz al final del túnel y sonreír reconociendo que todo estaría bien.

Cuantas veces no estuvo por caer y ella lo levanto, con un solo gesto o una palabra. Nunca le fallaba, siempre fiel, estando a su lado desde que todo comenzó.

—Sabes, te ves muy misterioso sentado solo bajo la luz de la luna.

—Ya duerme, mañana hay que madrugar.

—No me gusta que solo yo este dormida —la castaña le invito a tomar su lugar en la cama a lado de la suya— Dormir es bueno para la salud.

Con un resoplido de resignación se levanto del suelo, cerró la puerta de la terraza y se dirigió a su cama. Se acomodo entre las cobijas y acomodó sus almohadas para estar cómodo. La mirada de la castaña se clavó en él y no se despego en ningún momento. Aunque hermosos sus ojos siempre le resultaron, nunca fue amante de que lo vieran con ese detenimiento.

—¿Qué?

—Nada.

—Entonces no me mires.

—No te miro a ti.

—Como digas.

Se giró para evitar la cara burlona de la castaña, pero ni aun dando la espalda pudo dejar de sentir esa mirada en él. Seguía allí la sensación de ser visto.

—Duérmete.

—Solo si me cuentas una historia.

Cerró los ojos al volver a lo mismo de cada noche, la castaña siempre se salía con la suya por lo que sería inútil discutir aquella petición. Prefirió saltarse esa parte y se volvió para quedar frente a la joven en la otra cama.

—¿Cuál quieres que te cuente?

3

Un día nuevo escolar inicio con las clases de algebra lineal que impartía el profesor favorito de la clase. Un joven alto de ojos esmeraldas y facciones refinadas. Los alumnos varones le decían afeminado a sus espaldas, producto de los celos por lo que provocaba en sus compañeras. Las alumnas cuchicheaban sobre la belleza del profesor y el cómo este les fascinaba.

El grupo popular de alumnas del salón rodeaban a la castaña y le pedían su opinión sobre la apariencia del profesor de aquel día. La opinión para sus compañeras era importante por lo que esta revelo que le parecía que estaba vestido muy elegante y que su porte seguía siendo seductor. Como una nueva ley las demás compartieron aquella opinión convirtiéndola en la verdad que nadie podía objetar.

En tanto el grupo de jóvenes del salón comenzaban a soltar burlas sobre el profesor, queriendo molestar a sus compañeras. No resultaba difícil, varias comenzaron a defender a su profesor mientras los jóvenes se burlaban con mayor facilidad. Todos excepto un rubio que se mantenía al margen de ese tipo de comportamientos, y, para su opinión, peleas tontas y superficiales.

Verlo sentado en su lugar mirando a la nada por la ventana llamo la atención de cierto pelirrojo. Un compañero de estatura baja, cabellera en llamas y unos ojos curiosos.

Siempre le llamó la atención su compañero de clase. Ese porte maduro le parecía genial, un ejemplo que él seguía. Su carácter siempre era ser maduro, alejado de boberías y centrado en sus estudios; no por nada era el prodigio de la clase e incluso del instituto entero. Prefería estar concentrado en sus estudios y siempre con la mente fija en su meta. Pero debía admitir que le gustaría ser un poco más amigable, en ocasiones ver a sus compañeros reunirse entre clases para echar la broma le producía sentirse solo.

Observo como la chica más popular, la castaña del centro del grupo popular, se separaba de sus amigas y se le acercaba al chico rubio. Ella le decía algo de forma alegre y amable, el chico solo se limitaba a escuchar y mirar. Si algo no compartían era el silencio, mientras aquel rubio solo se limitaba hablar lo necesario él prefería hablar un poco más y si se trataba de sus estudios o cosas de su interés se desataba.

La chica la conocía como Valentina, al chico como Damián. La pareja más dispareja que pudiera conocer. Una el centro de atención de todo el instituto, y el tan alejado de aquel mundo.

Se percato que el rubio se levantaba y acompañaba a su amiga afuera del salón. El bullicio de sus compañeros no se hizo esperar al verlos alejarse de todos. Uno soltaron bromas y otras gritaban que envidiaban a la castaña. Damián ignoro cualquier insinuación en tanto Valentina les sacaba la lengua a sus compañeros y se daba la vuelta para salir del salón.

Esos dos siempre lucían como pareja, aun cuando nadie los hubiera visto comportarse como tal. Podría haber caricias por parte de Valentina, pero nunca les vieron darse un beso o comportamiento de novios. Y si tomaba en cuenta un ligero comportamiento por parte de la castaña, una que nadie veía salvo él, podría descartar que hubiera algo entre esos dos.

Sacudió su cabeza, eso era imposible, no debía sacar conjeturas ilusas. Esos dos se notaban que tenían algo especial, compartían algo único que no se podía descifrar. Lo demás solo era especulación.

—No, no debo hacerme falsas ilusiones.

—¿Hablando solo de nuevo?

—Takato, ¿Qué haces en mi salón?

Un joven castaño de rostro asustadizo e inocente se sentaba en la silla desocupada de la mesa de al lado. Ese chico era uno de sus pocos amigos, y el estaba un año abajo por lo que estaba en otro salón y piso.

—No vino nuestro instructor de educación física —se encogió de hombros— Decidí venir a darme una vuelta, y por lo que veo tampoco tienen clase.

—Pues no, nuestra profesora de Química ha faltado.

—Es bueno, Junpei si tiene clase me aburriría si estuvieras igual.

—Oye, que bueno que vienes, ¿traes lo que te pedí?

El chico se llevo la mano a su bolsillo del pantalón y saco una memoria USB que le entrego al pelirrojo. Lo tomo entre sus manos y sonrió con felicidad, en ese pequeño artefacto de plástico y metal estaba una parte importante de su investigación más importantes.

—Déjame decirte, Izzy, que no me fue fácil obtener esos datos.

—No por nada te encomendé la tarea.

—Tú eres mejor Hacker que yo.

—Pero tú eres el que tiene más tiempo libre.

El chico frunció el ceño mostrando que esas palabras no le gustaron, aun cuando fueran verdad, no le gustaba escuchar que era un holgazán.

—Venga, Taka, sabes que solo bromeo.

—Sí, si —fingió no darle más importancia al tema— eso me lleva, me debes una cena.

—Tengo palabras, eso lo sabes.

—Solo me aseguro.

El bullicio y las burlas volvieron a irrumpir en el salón, Izzy y su amigo se volvieron al centro de atención de los compañeros y vieron como Damián y Valentina regresaban al salón, tomados de la mano. El pelirrojo reconocía que eso era idea de la castaña para molestar a sus amigas y encelar a sus compañeros. No cabía duda que eso le divertía demasiado, era un juego para ella que gozaba y que por el rostro del rubio, este no lo compartía.

Una mano apareció en su campo visual, Takato le estaba volviendo a su lugar en ese espacio reducido que usaban como aula de clase. El castaño le sonreía pícaro y burlón, no era de extrañar que el siendo uno de sus más cercanos conociera que tenia cierto interés en su compañera de ojos marrones.

—Te tiene embelesado, amigo –hablo con voz audible.

—Cállate, te van escuchar.

—Nadie lo hará, todos andan distraídos con la pareja del año.

Eso fue cierto, nadie les prestó atención, estaban tan absortos con la pareja que entro que no se percataron de lo que decían un par de rezagados. Un alivio recorrió su cuerpo al saber que nadie sabría de sus sentimientos por la chica popular.

La campana tocó el final de la primera mitad de la jornada y los estudiantes animados salieron del salón para dirigirse afuera. Unos tomaron sus almuerzos, otros solo salieron con su grupo preocupados por ver que servirían en la cafetería. Vio como Valentina sacaba de su mochila su almuerzo que por el tamaño de su recipiente la ración era para dos, salió del salón junto con Damián y se perdieron de su vista.

Aquellos dos se dirigirían a la terraza de la escuela, siempre tomaban sus alimentos en ese lugar nada especial. Muchos decían que era para poder estar un tiempo a solas, estar juntitos para hacer travesuras, palabras de uno de los bravucones.

—Venga, vayamos a la cafetería.

Takato se levanto de su lugar seguido de su amigo, ambos salieron del salón para adentrarse a unos largos pasillos repletos de estudiantes. Siendo del último grado recibía cierto respeto por parte de los compañeros de grados inferiores. Estaba en esa edad donde su futuro, lo que sería o convertiría, estaba a la espera de ese ultimo año. Tenía claro a donde se dirigiría, tenía las universidades ya detectadas y su camino trazado. El siempre amo las computadoras, los programas, algoritmos, software y demás temas relacionados. El conocía el sendero que recorrería a diferencia de muchos de sus compañeros.

Cuando llegaron a la cafetería se percato que estaba completamente llena de compañero, el sonido era una distorsión de conversaciones de las diferentes mesas. Compraron sus alimentos y se sentaron en la mesa que uno de sus amigos, un chico de cabellera corta y de un castaño menos claro que Takato, les había apartado desde hace tiempo.

—¿Qué tal tu día JP? —pregunto Takato.

—Aburrido, enserio, ya quiero que sean vacaciones.

—Ni que digas —apoyo el otro castaño.

—Les digo enserio, disfruten estos dos años que les quedan, entrando a la universidad será otra cosa —comento Izzy dando una bocanada a su comida.

—Hablo nuestro superior.

Takato y Junpei siempre hacían mancuerna para molestarlo, era como un deporte que les divertía, y que el mismo gozaba de ratos porque como bien ellos hacían equipo, después uno de ellos se le unía y atacaba al otro. Estar con sus dos mejores amigos le hacía bien, era el momento donde dejaba de lado toda la frustración de los estudios y solo era un chico de diecisiete años.

4

Las clases terminaron para la mayoría de los estudiantes con la última campanada a las tres de la tarde. La mayoría se retiraba mientras unos tantos se quedaban a sus actividades extracurriculares. En el caso de Izzy era ir al laboratorio de computadoras y trabajar en su proyecto que lo catapultaría a las mejores universidades del país. No lo hacia todos los días, el laboratorio solo se lo prestaban lunes, miércoles y viernes. Por lo que él no podía avanzar como deseaba, y eso hacía que se quedara hasta tarde solamente trabajando en su proyecto.

Sus amigos eran colaboradores, pero no tenían el mismo ímpetu que tenia para trabajar tantas horas. Siempre lo acompañaban un par de horas para después retirarse, eso no le molestaba en lo absoluto, el proyecto solo era de él y sus amigos lo ayudaban por camaradas. No tenían otro objetivo ni fin a seguir. Aun cuando él los quería motivar que ese proyecto los pidió ayudar en un futuro cuando entraran en su último año del instituto.

Aquel día no tuvo compañía, sus amigos tenían práctica de soccer los miércoles por lo que era el día donde solo era él con su computadora, salvo que eso no era del todo cierto. Desde hace un mes eso cambio en absoluto.

La puerta corrediza del laboratorio se abrió con lentitud, y ocasionando ese característico ruido de la rueda deslizándose. Su cara se puso colorada compitiendo con su color de cabello, sabia quien estaba entrando en el laboratorio, pero no se despego de su computadora. Estaba nervioso con las pulsaciones a mil por hora.

—Hola, Izzy.

—¿Cómo estas, Valentina? —contesto como pudo, tratando de aparentar que todo estaba en orden.

La chica con su linda sonrisa tomo asiente enfrente del pelirrojo, siempre tomaba aquel puesto. Se acomodo en su lugar y recargo su barbilla en sus manos entrelazadas. De esa manera la joven solo se limitaba a verlo y sonreír. Nunca entendió porque lo hacía, solo se quedaba allí observándolo sin interrumpirlo en su labor. Pareciera como si encontrara entretenido lo que hacía.

Por su mente recorrió el recuerdo del primer día en que se conocieron. Hace unos meses atrás cuando ella y su amigo llegaron de intercambio de Italia. Tenían tan solo unas pocas semanas de haber llegado, no conocían bien el lugar por lo que la castaña al término de las clases se puso a investigar todo el instituto. En su reconocimiento dio con el laboratorio de computadoras, lo encontró dentro trabajando.

—Hola, tú eres mi compañero de clase, ¿cierto?

—Si – tartamudeo— Mi nombre es Izzy Izumi, mucho gusto.

La castaña esbozo una sonrisa al ver como el pelirrojo se levantaba de pronto de su asiento y hacia una reverencia. Creyó que esa costumbre de su país le resultaba graciosa, eso esperaba, y no que fuese sus movimientos erráticos.

—El gusto es mío —se le acercó y extendió la mano—. Mi nombre es Valentina Salvezzi.

El pelirrojo miro por unos segundos la mano extendida de su compañera, su corazón latía tan fuerte de emoción que se sonrojo al pensar que lo pudiera escuchar la castaña. Se sacudió la cabeza y acepto el saludo, trato de controlarse y evitar alguna otra vergüenza. La sonrisa de su compañera no se borraba lo que le hacía pensar que seguía pareciéndole divertida su actitud nerviosa.

—¿Qué es lo que haces? —señalo la computadoras encendidas.

—¿Qué? ¿Esto?

Estaban tocando un tema del cual no podría detenerse de explicar, su boca dejaría fluir palabra tras palabra con terminología que no todo compañero pudiera entender. De hecho, dudaba que alguien le entendiera fuera de su grupo de amigos. Comprendiendo la situación y no queriendo echar a perder su oportunidad de hablar con tan linda compañera se limito a dar una corta y satisfactoria respuesta.

—Un tema de investigación que estoy desarrollando para poder entrar a la universidad.

—Se ve interesante.

La voz de la castaña no disimulaba que eso no le pareció suficiente para saciar su curiosidad, se comenzó a mover alrededor de la silla del pelirrojo para quedar frente al computador. Izzy estaba nervioso, sentirla tan cerca era un delirio. Su fragancia sutil y cautivadora no era algo que le ayudara a mantener el control de su cuerpo. Aprovechando que le daba la espalda a su compañera cerró los ojos y se fue relajando pensando en temas de informática.

No ayudaba en nada tratar de alejarse de la presencia cercana de Valentina, le resultaba imposible poder no percibirla. Abrió los ojos de golpe cuando se percato que la joven pasaba su mano por su costado y tomaba el mouse, comenzando a mover el cursor por la pantalla para avanzar en las estadísticas que el monitor mostraba. Siendo celoso de su investigación se volteo de forma brusca hacia la joven que del impacto por su comportamiento se alejo dando un par de pasos hacia atrás.

Avergonzado por su comportamiento levanto una mano en señal de que se quería disculpar, en verdad no quiso mostrarse hostil, y el solo pensar que podía echar a perder su primer contacto con la nueva del salón le asusto.

—Lo siento, no quise asustarte.

—No, perdona, no quise verme entrometida.

—No te preocupes, yo también exagere…

No supo que agregar en ese momento, estaba completamente apenado por cómo había reaccionado ante un simple movimiento de la castaña. Resultaba evidente que ella no estaba allí para robarse su estudio ni mucho menos. Tuvo un momento de desconfianza infundada que pudo terminar en ser tachado por un loco por su nueva compañera.

En tanto por su silencio la castaña soltó una risita llena de alegría. Era curioso como aquella joven tomaba todo a la ligera y con buen rostro. Comprendió que no se burlaba de él si no de todo lo que ocurría.

—Por cierto, ¿Qué haces a esta hora por el instituto?

Su pregunta en verdad no era esa, entrono la vista y se percato que en todo momento la joven estaba sola. Quiso imaginar que su amigo, el otro chico nuevo, pudiera estar cerca y que la estuviera esperando afuera. No quiso verse obvio y tomo la decisión de ocultar su curiosidad con una pregunta diferente pero que le revelaría lo que quería.

—Solo estoy conociendo mejor este lugar —apunto a su alrededor— El instituto es muy grande, quiero conocerlo bien y no perderme mañana en el cambio de salón.

—Pues bueno, te doy la bienvenida al laboratorio de computación.

—Es un placer estar en tan lujos recinto —bromeo.

Sin esperarlo ambos soltaron a reír, el sarcasmo fue lo que hizo que el pelirrojo no pudiera aguantar la risa. Aquel laboratorio era pequeño, con apenas unas doce maquinas y un reducido campo para laborar. No había decorados como en otros laboratorios, ni personas que lo animaran, era un punto olvidado por los estudiantes debido a la falta de interés por ese antiguo lugar.

Ya había otro laboratorio uno más nuevo y con mejor equipamiento. Sin embargo, el pelirrojo no podía comparar ese laboratorio con el moderno, ese tenía algo especial y le brindaba lo que más deseaba; privacidad.

—Por cierto, tus estudios se ven interesantes —comento al termino de reír la joven — Es interesante el tema de la inteligencia artificial.

—Bueno, eso es cierto —confeso— Es un tema que no es muy tomado en cuenta en estos tiempos, pero que tendrá un gran valor en unos cuantos años.

—Sí, eso veo.

—Solo que yo estoy llevando mi investigación un paso delante de lo que hoy día se teoriza —no podía creer como estaba compartiendo su investigación tan a la ligera—. Planeo llevarlo a un siguiente nivel.

—Como quien dice, te estás a adelantando a tu tiempo.

—Se podría decir.

Ese día el pelirrojo se percato que no estaba con la típica niña popular de un país extranjero que solo apreciaba lo superficial. La castaña era una chica inteligente que sabía de lo que se le hablaba, compartía sus puntos de vista y fomentaba un dialogo que no había tenido con nadie que no fuese un adulto con estudios de maestría en el tema.

Los días por venir, en específico los miércoles, ella siempre iba al laboratorio. Saludaba y se sentaba en la misma silla enfrente suya, sin pronunciar palabra como queriendo evitar la distracción. Solo se quedaba mirándolo, nunca había tenido el valor de preguntar él porque de esa actitud. En ocasiones hablaban, pero todo sobre el tema de avance en su trabajo. Nada fuera de ello.

Verla un miércoles más sentada allí solo mirándolo con ese delicado y dulce rostro, sintió la necesidad de aquietar su incertidumbre. Acumulo la mayor cantidad de valentía que había en su cuerpo, dejo de lado la vergüenza y no se dejo llevar por pensamientos inoportunos que tantas veces le arrebataron poder haberle alguna persona que le agradara.

Ver como jugaba con su reloj, ese que siempre llevaba consigo, le hizo trastabillar en su decisión de romper el silencio. Sacudió su cabeza llamando la atención de su compañera para alejar eso pensamientos.

—¿Estás bien, Izzy?

—Si —contesto apenado.

—¿Hay algo que quieras decirme?

No había duda que Valentina era perceptiva lo que se sumaba a sus dotes.

—Sabes, puedes contar conmigo en lo que sea.

—Te lo agradezco.

La castaña se quedo con ese rostro de esperar algo, ese era el momento preciso para sacar una simple pregunta. No debía ser difícil.

—¿Por qué te me quedas mirando tanto?

La reacción de Valentina no era la que esperaba. No sonrió, ni coloco esa cara despreocupada, se torno obscura y sus facciones se endurecieron. Un sentimiento de culpa y vergüenza invadió su cuerpo, estaba seguro que había dicho algo malo, y que su simple pregunta no era como lo pensaba. Irrelevante.

—No quise moles…

—Sal rápido de aquí —ordeno con una voz dura.

—¿Qué?

No esperando que todo se tornara tan hostil se quedo pasmado en su asiento, Valentina se levanto del suyo y rodeo la mesa. Se coloco a su lado y lo tomo de los hombros para tratar de levantarlo, era más fuerte de lo que su cuerpo delgado aparentaba. Lo puso de pie en un solo intento, lo sujeto fuerte de los hombros y le miro fijamente.

—¡Huye!

Lo empujo al momento en que un estruendo retumbo en todo el laboratorio. Las ventanas estallaron y una lluvia de vidrios salió disparada por todos lados. Izzy trastabillo cayendo de golpe al suelo observando como los pedazos de vidrios amenazaban con clavársele en la piel. Levanto su brazo en un arco reflejo de protección, pero no sintió nada filoso clavarse en su carne. Abrió los ojos que cerro momento antes y se percato que todo estaba congelado, pedazos de madera, concreto y vidrio flotando en el aire; mesas y computadoras suspendidas en lo alto del laboratorio. No podía creer lo que veía.

—¡Te dije que huyeras!

La voz de Valentina lo devolvió a la realidad, pasó su vista a su costado izquierdo y la vio parada a unos metros dando la espalda. Sujetaba algo extraño en su mano derecha, un objeto alargado y gris con forma triangular, le pareció como un cuchillo. Su posición era una muy similar a las que veía en películas donde alguien iba a pelear y su mirada estaba fija en un punto.

Recorrió unos metros hacia donde miraba la castaña y vio que no estaban solos como creía. Un sujeto, por la complexión, de traje negro lo cubría por todo su cuerpo, la textura de su vestimenta era especial; se notaba a leguas. Lo que le llamo la atención fue el equipamiento que traía consigo, y ese casco que le cubría solamente el rostro. Carente de vida lo único intimidante eran esos círculos rojos brillantes posicionados en donde se supone deberían ir los ojos.

—¿Qué está pasando?

Valentina no contesto, pero como si su voz fuese la campana que indicaba el inicio del round se lanzo hacia el sujeto que con facilidad logro esquivar sus ataques. La castaña era buena con sus movimientos, pero el intruso era aun mejor.

Ambos atacaban sin dudar de herir al otro, con esas extrañas cuchillas se lanzaban golpes que esquivaban. Esto lo asusto. Quedo helado al ver como su compañera de clase luchaba contra un sujeto que atentaba con su vida. Quiso ayudar pero su cuerpo no respondía, todo era surrealista, no captaba aun lo que estaba ocurriendo. Tenía miedo.

Quedo solo como espectador de la trifulca, observando los movimientos agiles y rápidos de los dos contrincantes. Podía sentir como temblaba, sus oídos chillaban y su piel eriza le causaba escalofríos.

En un momento vio como el sujeto de gris lograba esquivar el ataque de la castaña y este se proponía arremeter con la castaña que estaba dándole la espalda. Grito con fuerza para advertir a su compañera del ataque. La advertencia ayudo y la castaña logro plantarle una patada al sujeto que cayó al suelo rendido y adolorido.

La castaña se acerco corriendo hacia su amigo y de nuevo lo tomo por los hombros, lo incito a levantarse, pero el miedo no se lo permitía.

—Vamos, Izzy debemos huir —gimió la joven cansada.

—¿Qué sucede?

—No hay tiempo para explicaciones.

Lo ayudo a incorporarse, pero cuando se levantaron pudo ver como el sujeto de gris ya estaba recuperado y estaba listo para arremeter contra la castaña y él.

—Cuidado.

Valentina se giro y vio que el sujeto sacaba una especie de arma de su parte trasera del traje. Les apunto sin titubear, su pulso era excelente, no se veía que el arma temblara. Valentina tomo al pelirrojo y le sonrió.

—Fue bueno ser tu amiga.

Impactado por las palabras solo sintió como su ahora amiga le empujaba y este volvía al suelo. En su caída todo se vio en cámara lenta, pudo ver como la joven le miraba con una sonrisa y dibujaba una palabra en sus labios que no logro entender. Lo que paso luego le hizo correr una lagrima por su mejilla, un haz de luz blanca impactaba en el pecho de la castaña que pronto cerró los ojos, todo se fue desvaneciendo hasta que su alrededor quedo en negro.


Año nuevo, historia nueva.

Hola a todos, espero que hayan tenido una buena llegada de este 2015. Por mi parte yo les deseo lo mejor para este nuevo año que comienza, y que este lleno de éxito.

Sobre la historia, bueno, en el siguiente capitulo hablaremos mejor sobre ella, mientras me gustaría leer sus impresiones. Sin mucho por decir, solo me despido y les mando un fuerte abrazo.

Au Revoir.