Carezco de tiempo para intentar traducir esto al inglés así que aquí les va en español. Quizás esta fandom o este pairing no sea muy popular pero a mí me vuelve loca porque soy fan de Gilbert Cocteau (*inserte movimiento seductor de cejas*), lo cual en realidad es algo extraño y perverso.
Disfruten esta historia porque la próxima vez que escriba algo así sería en un periodo muy lejano. O no sé.
Sí. Me queda claro que de este pairing no hay mucho movimiento pero me estoy hundiendo en el barco dolorosa y exquisitamente porque los ojos azules de Jesse Eisenberg y los de Henry Cavill son hermosos.
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GOLDEN ROSES
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• Prólogo
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«Para tener una idea precisa de lo que ha ocurrido en el último mes debería tratar de poner orden a mis ideas si mi corazón no me da tregua entre emociones desbocadas y pensamientos acelerados descontrolando cada parte de mi cuerpo.
Si mi memoria no me falla y no vuelvo a hacer el ridículo por mi premura esto tuvo que acontecer el Julio 24 pasado.
La sola remembranza de la anterior paz es estremecedora porque tomar una única decisión puede ponerte de cabeza. Mi elección fue hacer aquel viaje, recuperar un botín robado y no devolverlo. Sin embargo después de lo ocurrido me veo en la necesidad de declarar que pese a poder haber arruinado mi futuro y carrera a ojos de mi familia, amigos y conocidos, el "crimen" que he cometido lo volvería a repetir una y mil veces más con tal de llegar al mismo resultado.
El desayuno ese 24 de Julio me había parecido lo más agradable posible, me era servida la taza y la comida era estupenda. Uno puede darse cuenta de que tan dichosa es su vida y que tan grande es el hombre que se cree ser con las primeras actividades de la mañana porque si resultan molestas la existencia no es plena; por el contrario si cada fase en el trascurso del día es satisfactoria entonces se podría afirmar sin miedo a errar, que la vida es perfecta.
Desgraciadamente como la perfección no existe en los momentos en que creemos estar en lo más cercano a lo sublime debe aparecer algo que amenaza la fragilidad de su delicado balance.
El objeto del que hago mención esa mañana me amargó el desayuno poniendo un desagradable sabor en mi paladar al previo alimento, pues entonces ninguna bebida fue tan amarga ni ningún refrigerio era tan empalagoso como hasta ese momento. Fue una carta.
Me había sido llevado el correo sin ninguna novedad aparente, lo recogí de la bandeja limpiando los restos de pan con la servilleta gracias a la barba que me había dejado crecer solo para encontrar —después de un recordatorio de mi viejo amigo Olvier Queen sobre un asunto en los Países Bajos—, esa carta fatalista no del todo incómoda si no hubiera sido por la mención que era hecha entre líneas —puño y letra de mi madre—, sobre una futura boda que se daría entre una prima lejana nuestra y el hijo de un distinguido industrial.
Si hay algo que puedo detestar más que la obsesión de criticar la vida campestre de parte de los londinenses, es la vida social relacionada a mi familia una vez abandone mi casa. La principal razón no nace del odio o la falta del amor hacia mi familia porque los amo como lo bondadosos padres que son sino del hecho de no querer heredar nada de ellos detrás de su buen nombre y el título nobiliario debido a una cuestión de honor.
La carta de mi madre, Lady Martha Kent, trataba sobre la urgencia de volver a casa y atender una boda que por los tiempos se daba apurada. En resumidas cuentas aquello era un eufemismo para algo que no querían dar a denotar, además de parecer un plan descabellado querer casar a una pareja tan rápido. Yo podía hacerme una idea sobre las razones que tuvieran para hacerlo. Cómo pude saber de boca de mi primo aquella semana al tomar el mismo tren hacia el condado que nos vio nacer, el novio y la novia eran sumamente jóvenes, quince y dieciséis años, el más joven él. Sobre nuestra prima política no sabía aún si era la precoz en esas circunstancias, o algo sobre él, sino que solo había sucedido. Ciertamente la naturaleza conlleva instintos que bien se descubren a veces a muy temprana edad pero para un mundo y sociedad como en el que vivimos este tipo de actos adelantados y sin compromiso son tachados de atrocidades. Para limpiar el honor es que se llevaba a cabo este matrimonio.
—¿Sabes cómo se llama el prometido de nuestro prima? —me preguntó Connor en la cabina de tren, estaba sentado en el asiento de adelante y miraba por la ventana.
Era mucho más joven, apenas empezaría la universidad. Yo me entretenía con trabajo en una libreta de anotaciones revisando la contabilidad del último mes en la casa que estaba rentando, no quería descuidar mi trabajo ni mis finanzas así que aquel viaje de retorno a la familia y la caza eran una distracción.
—Ni siquiera recordaba tener una prima llamada Lucy Lane, tampoco he oído nada del industrial con el que va a emparentar
Connor se rio de mi poco interés.
—En mi opinión, si se trata de vástagos de Lionel L. Luthor, todo lo relacionado a su nombre es riqueza. Es el dueño de Luthor Steel, tiene más de una refinería; es un hombre sumamente rico. Y si nuestra prima tiene el apellido Kent en algún lado por lo cual es más que bien recibida a ser la protegida de nuestro padre, después de todo solo tiene el apellido Kent para sustentarla, no es del todo una chica pobre por si padre militar, pero el Conde va a pagar su dote y se realizará la boda en casa
—¿Es Lionel L. Luthor el padre del novio? —me distrajo el nombre que finalmente reconocí.
—Vaya milagro que consigo fijar tu atención. ¿Es qué no relacionaste los nombres?
—No tengo tiempo para nimiedades, esta boda se hará y yo volveré a Londres, no sabrán más de mi otra vez, esto solo es un compromiso social —dije abriendo una servilleta bordada donde había guardado unas galletas de casa dada la desconfianza que me daba la comida del vagón comedor.
Mi desplante de rechazo a las actividades sociales de nuestra familia dejo a mi primo con una sonrisa triste. Se tomó un momento antes de volver a hablarme.
—Por eso el Conde te extraña tanto Clark, porque no quieres tomar el título de la familia ni hacerte cargo de Auslandshire
—Es menester arcaico Connor, para esto sigues tú en línea sucesoria o Cara se hará cargo de la sucesión del mayorazgo con todo nuestro apoyo
—Tú no comprendes primo— interrumpió con una melancólica voz— Esa misma libertad de la que tanto te viste sediento me dejó igual de terco
Mirando por la ventana dijo lo que bien podría acabar convertida en una sentencia.
—Espero que estés preparado para referirte a nuestro tío como Conde Dru
Aunque tratamos de componer nuestra relación en el tren cambiando de tema realmente lo único en lo que Connor coincidió conmigo respecto al futuro miembro de la familia fue que Lionel L. Luthor tenía un nombre tan singular como lo sería Harry H. Harrison o Erick E. Ericksen.
Y Lionel era en realidad abuelo del novio.
Después de sentirme un tanto aturdido por estar haciendo cálculos en la cabeza y anotaciones en el libro maestro de mi casa en Londres, dejé sus páginas para acompañar la añoranza que mi primo había colgado en la ventana mirando el paisaje de Auslandshire tras el cristal. Sus bellas colinas brumosas de verde cadmio a veces celestes por la luz, sus granjas y casas viejas y nuevas, su antigüedad y autonomía basada muchas veces en la prosperidad de mi padre. Connor me había dejado solo en mis pensamientos un rato, había ido al vagón comedor para conocer gente nueva con la cual platicar si yo no era una compañía muy grata en esos momentos para sus ánimos sociales o de conquistador. No lo podía culpar, después de todo yo era el heredero al título de Conde, y por mi soberbio temperamento había abandonado mi casa y mi familia para hacerme fortuna yo solo sin necesidad de nombres ni títulos con los que no había pedido nacer, y que sin embargo, en esa suerte había venido a este mundo. Aun resentía la batalla interna que había librado en mi interior al deberme separar del hogar que siempre fue mío.
No podía negar que muchas veces extrañaba a mi madre y a mi primo-hermano, también al servicio con el que había crecido desde niño. Medité mucho dejando escapar de vez en cuando un furtivo suspiro delator de la nostalgia que me producían todos esos recuerdos aún intactos. Lo que más me asustaba sería llegar y ver a mis padres envejecidos o que frente a ellos Connor era igual de abnegado que siempre. Si al menos Connor supiera la verdad sobre mi origen comprendería el porqué dejé Auslandshire para trabajar con un originario del Priorato de Gotham sería menos pesado, —no más fácil de entender más retiraría una carga de mi espalda.
Lo que en ningún momento pude alcanzar a adivinar fue que en ese viaje a Auslandshire acabaría por alejarme entero de mi familia y de Londres por igual, e incluso de Bruce Wayne, mi mejor amigo».
